Prefacio: El Comienzo del Peligro
Bajé del taxi y el aire cálido de la noche me envolvió como una promesa. La ciudad vibraba con vida bajo las luces tenues de los bares y restaurantes.
Siempre había sido mi lugar favorito para divertirme, pero esta vez no estaba buscando eso. No hoy. La curiosidad y promesa de un puesto me había traído hasta aquí, un lugar que prometía respuestas, aunque podía costarme caro.
Me ajusté el abrigo de cuero sobre los hombros y miré la fachada del edificio frente a mí. Una discoteca exclusiva, conocida tanto por su música vibrante —según el internet —como por ser el punto de encuentro de algunos de los personajes más oscuros de la ciudad.
Sentí mi corazón latir con fuerza, un ritmo que no podía ignorar. Desde que comencé con mi pequeña investigación, sabía que llegaría a este punto. Sabía que una vez cruzara esa puerta, no habría marcha atrás.
Caminé hacia la entrada con una seguridad que no sentía por dentro. Siempre había tenido esa mezcla de valentía y un toque de impulsividad que me metía en problemas, solo que esta vez, el juego era mucho más peligroso.
— Tu nombre —preguntó el guardia.
Un tipo corpulento que me miró de arriba a abajo, sin ocultar su desconfianza.
— Ana López —mentí, utilizando el nombre falso que había preparado.
Él revisó la lista y, tras un breve asentimiento, me permitió pasar. Apenas crucé la puerta, la música me envolvió, un ritmo pesado que hizo eco en mi pecho mientras avanzaba hacia la barra.
Las luces rojas y doradas parpadeaban, creando sombras que bailaban junto a la multitud. Pero yo no estaba allí para bailar. Estaba allí por él.
Lo había visto en fotos borrosas, tomadas por una fuente anónima. Sabía su nombre: Ricardo “Rico” Salvatore, un CEO respetado que tenía antecedentes dudosos que lo relacionaban con tráfico de armas y drogas. Para la mayoría, lo que decían de Rico era un mito. Algo que inventaban sus enemigos para ensuciar su imagen.
Yo estaba segura de que no era así.
Pedí un trago mientras barría con la mirada el lugar. No lo vi, pero sabía que estaba cerca. Lo había seguido hasta aquí, sabiendo que este lugar no era solo una discoteca más; era el epicentro de su operación.
Lo que no esperaba era sentir su presencia antes de verlo. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando una mano firme se posó en mi cintura.
— ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este? —La voz, grave y rasposa, me susurró al oído.
Me giré lentamente, con el corazón a mil por hora. Ahí estaba. Rico. Más alto e imponente de lo que cualquier foto podía mostrar.
Sus ojos oscuros me miraban con una intensidad perturbadora. Había algo peligroso en él, algo que me hacía querer correr.
No debí venir.
— Busco problemas, ¿Qué crees? —respondí con una sonrisa que no llegaba a mis ojos.
Rico levantó una ceja, evaluándome. Estaba claro que las mentiras y las fachadas no le eran ajenas. Sabía que mi apariencia de chica inocente no aguantaría mucho bajo su escrutinio.
— Entonces estás en el lugar correcto —dijo, retirando su mano de mi cintura, pero sin apartar la mirada —. Y yo soy el problema que estás buscando.
Sentí un nudo en el estómago, pero no era de miedo. Era adrenalina, ese cóctel embriagador que siempre me había llevado a cruzar líneas que otros ni se atrevían a tocar. Solo que esta vez, quizás, estaba empezando a arrepentirme.
Necesitaba dar un paso atrás, avisarle a Joshua donde estaba, joder, tenía que comunicarme con alguien.