Pilar
Sonreí con maldad, este sujeto no era un nerd, por más que quisiera hacer de cuenta que lo era, no tenía nada en él que lo expusiera de esa manera.
— No sabes callarte ¿verdad? —negué —¿Quieres ver si te decepcionas?
El ascensor se cerró de golpe, encerrándonos en ese espacio reducido y mi respiración se detuvo. Joshua, con una sola mano apoyada en la pared junto a mi cabeza, inclinó su cuerpo hacia mí, invadiendo mi espacio personal de una manera que me ponía los nervios a flor de piel.
Su proximidad me obligó a levantar el rostro, mis ojos chocan con los suyos, fríos y calculadores. Pero detrás de ese brillo impasible, había algo más.
Algo que me intrigaba.
— Estás jugando con fuego, ¿Sabes? —susurró, su voz rasposa.
Me mordí el labio, incapaz de controlar esa maldita necesidad de desafiarlo. Claro que estaba jugando, pero no me importaba. Ese era el tipo de adrenalina que buscaba, la que me hacía sentir viva, sobre todo porque su fuego a pecado.
— ¿Y tú? —sonreí de lado —¿No estás disfrutando esto? —repliqué, arqueando una ceja y mostrando una sonrisa burlona.
Joshua rio por lo bajo, esa clase de risa que hacía que el vello de los brazos se erizara. Porque era lo que sucedía ahora. Dios, que peligroso era.
Su mirada recorrió mi cuerpo de arriba abajo, y sentí que su escrutinio quemaba cada centímetro de mi piel. Sin embargo, no me moví. Ni me amedrente. No iba a ser una de esas chicas que caen rendidas a los pies de alguien, solo porque el hombre está increíblemente bueno.
Yo no era así. O al menos, no quería serlo.
— Cuidado, Pilar —susurró, su aliento rozando mi mejilla.
Mi nombre en sus labios era un problema, porque ahora peleaba por no apretar las piernas.
— Yo creo que no hay mucho por lo que tener miedo —sonrió.
— ¿Segura? —dio un paso más cerca —, yo creo que lo que no te gusta es dar el control.
Su nariz rozo la mía, solo apenas, podía sentir su aliento contra mis labios cuando hablaba y como su respiración se mezclaba con la mía.
— Siempre tengo el control.
De nuevo sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada.
— No siempre tienes que ser tan fuerte —mi estomago tiro cuando sus labios rozaron los míos —. A veces, es bueno dejar que alguien más tome el control.
Su sugerencia flotó en el aire, y por un segundo, lo imaginé. A él, llevándome más allá de mis propios límites, logrando que llegase a ese punto. Pero sacudí esa imagen de mi mente rápidamente.
Yo tenía el control de mí misma. No él. Necesitaba demostrarlo.
— No soy de las que se dejan controlar —respondí, con el tono más firme que pude reunir, aunque mi voz tembló apenas.
Joshua dio un paso atrás, su sonrisa se tornó más oscura y misteriosa.
— Ya veremos.
Las puertas del ascensor se abrieron, y con un gesto casual, me indicó que pasara primero. Él literalmente se apartó de mi camino y mostro la salida.
Mis labios se curvaron en la mejor sonrisa come mierda y salí sin mirarlo.
— Hasta la próxima, Pilar.
Escuche su risa ronca a mi espalda. Me había dejado jadeante y confundida. Lo odiaba, lo detestaba por cómo me hacía sentir. Pero lo peor de todo era que, una parte de mí, una muy pequeña y molesta parte.
Ahora quería más. Quería ver hasta dónde podía llegar con él, que tan lejos me empujaría y si sería capaz de mantenerme firme.
Demonios, esto iba a ser un problema.
Salí del edificio, buscando aire fresco para aclarar mi mente. Caminé hacia el supermercado, con la sensación latente en mi piel del roce de sus labios, su olor a madera y especias grabado a fuego.
Ese hombre iba a ser mi ruina. Pero, a pesar de todo, sonreí. Tal vez eso era justo lo que necesitaba para salir de la rutina y encontrar mi verdadero rumbo.
Nunca había sentido nada por nadie, jamás alguien me motivo, tal vez, solo tal vez…
— Dios, Pilar, ¿en qué lío te estás metiendo? —murmuré para mí misma mientras me perdía entre las góndolas del supermercado.
Tenía que enfocarme. Joshua era solo un obstáculo más en mi camino, pero no iba a permitir que me distrajera. Ya había pasado por suficientes confusiones en mi vida.
De regreso, con las bolsas del supermercado en la mano, intenté despejar mi cabeza. Pero todo volvió a desmoronarse cuando, al girar la esquina, vi a Joshua apoyado contra la pared de la entrada, esperándome como si lo hubiera planeado.
¿Lo había planeado?
No lo pude evitar; un latido más fuerte golpeó en mi pecho, sentí que el aire se volvía denso pero no iba a dejar que lo notara.
Al llegar a Nueva York, no esperaba que mi vida comenzara a tomar un rumbo. No esperaba encontrar a esa persona, y mucho menos, que fuera el vecino de mi hermano.
Joshua no era solo un tipo mayor y atractivo, era todo lo que yo no había sabido que necesitaba. Misterioso, con una oscuridad que me atraía más de lo que debería admitir.
— La vecina no está —observó Joshua, con esa media sonrisa de autosuficiencia. Su mirada no era sutil, claramente me estaba estudiando —. Supongo que no me queda más opción que esperarte a ti.
Me quedé quieta unos segundos, luchando por no rodar los ojos ante su descaro. Si no lo paraba ahora, esto se convertiría en un constante juego de poder.
Estaba usando mis palabras con James, pero él no estaba ahí.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté, sin más preámbulos.
Mi paciencia con él era limitada y lo último que quería era caer en su juego.
— Solo pasaba a ver si necesitabas ayuda con esas bolsas —dijo, aunque su tono me dejaba en claro que lo último que le importaba eran las bolsas.
— Puedo sola —respondí, seca.
No iba a darle el gusto de prolongar esta conversación más de lo necesario.
Joshua dio un paso hacia mí, acortando la distancia entre nosotros como si fuera lo más natural del mundo. Dejé escapar un suspiro, más molesta conmigo misma que con él por la forma en que mi cuerpo reaccionaba ante su cercanía.
— Siempre tan autosuficiente, Pilar —su voz grave resonó haciéndome estremecer—. Pero dime, ¿Qué harías si no lo fueras?
— No sé, tal vez patear traseros como el tuyo —respondí, alzando una ceja con una sonrisa ladina.
Intenté pasar a su lado, pero su cuerpo bloqueó mi camino de nuevo.
— La mujer que puede patearte el trasero si quiere —me recordó con una sonrisa burlona, repitiendo lo que le había dicho a James.
Mi mandíbula se tensó.
— Exactamente —contesté, empujándolo con mi hombro para abrirme paso.
Joshua me dejó avanzar, pero podía sentir su mirada fija en mí. Sabía que disfrutaba provocándome, y lo peor de todo es que funcionaba.
Mi mente estaba más alerta que nunca, mis sentidos encendidos. Estaba jugando conmigo, y yo, muy a mi pesar, estaba entrando en su juego.
El ascensor llegó justo a tiempo, y agradecí mentalmente no tener que soportar más su presencia, pero justo cuando estaba por entrar, lo escuché de nuevo detrás de mí.
— ¿No tienes nada mejor que hacer? —toque el número de mi piso.
— En este momento tengo un descanso, luego entro —mis ojos fueron a él.
— Entonces deberías quedarte a bajo.
Esa era la verdad, él no tenía que subir si estaba descansando, me tenía que dejar subir sola, hacer lo mío, pero parecía querer molestarme.
— Mi descanso termino.
— ¿Justo cuando vuelvo? —afirmó.
— Una gran coincidencia.
Apreté los labios con fuerza, primero por enojo y después por las ganas de reir que me daban sus palabras. Era ingenioso y no se le movía ni un solo cabello.
— Me imagino —lo ignoré observando los números.
— ¿Siempre eres así de arisca? —arquee una ceja.
— Disculpa, no sabía que tenía que ser sociable con la gente que no importa —arqueo una ceja.
— Oh, usas esas carta —se acercó.
— ¿Qué se supone que haces?
No se apartó, solo se acercó a mí despacio, tan lento que me resultaba incomodo, solo paro cuando estuvo frente a mí. Por un momento, ambos nos quedamos en silencio, atrapados en esa burbuja que creamos cada vez que nos encontrábamos. Era como si el resto del mundo se desvaneciera, como si nada más importara.
— Invades mi espacio personal.
— Lo sé —sonrió.
— No me gusta —ladeo su rostro.
— ¿Segura?
Era un engreído, puede que no me molestase, pero no lo dejaría ver esa parte de esto, no me interesaba que supiera lo que provocaba.
— ¿No me digas a que estás acostumbrado a que las mujeres caigan en este juego?
Antes de que pudiera responder, la puerta del ascensor se abrió de nuevo. Di un paso hacia adelante, rompiendo el hechizo entre nosotros, aunque aún podía sentir su presencia cerca de mi cuerpo, fuerte y constante.
— Interesante charla —murmuré mientras salía—. Pero ya es suficiente por hoy, Joshua.
Él rio suavemente, pero no dijo nada más. Sabía que este no era el final, sino solo el comienzo. Nuestro juego apenas empezaba, y ambos lo sabíamos.
— No tienes idea de como se puede poner, Pilar.
Lo miré por encima de mi hombro, su ojos pasaron por mi cuerpo una vez más, relamió sus labios despacio y sonrió.
— Por cierto —camino hasta su puerta —, esa ropa te queda bien, pero llamas demasiado la atención nena, no puedo ir por ahí golpeando gente.
Abrí la boca y se metió en la casa, mis labios se cerraron y arrugue la nariz antes de entrar y volver con todos. Trate de concentrarme durante toda la tarde en otra cosa que no sea el sujeto de enfrente, en verdad trate, pero no pude.
El único momento donde mi mente dejo de pensar en él fue cuando los gritos en el pasillo llegaron y todos salimos.
— Solo lárgate, James —oh, el idiota —. Creo que entiendes que no funciona —el cuerpo de los hombres estaba tensó.
— Vamos Kathy.
Claramente no estaba dispuesto a dejarla.
— Este es el chico que te coqueteo —la voz de Ben salió dura y otra puerta se abrió.
Mi corazón martillo de nuevo de nuevo desesperado, mis ojos fueron a Joshua que apenas me observaba. Era igual que cuando llegamos, con mi familia no existía.
— ¿Todo bien Kathy? —un perro apareció y le gruño a James.
— Sí, reunión de consorcio, deberíamos llamar a los chicos.
Mordí mi labio antes de acercarme al can que no paraba de mirar a nuestro intruso, tal ves él también olía a Brandon en Kathy y por eso lo echaba.
— Pero mira que belleza —me arrodille a su lado —¿Quién es el perro más lindo? —lo acarició —. Tú, si tú —sonreí con maldad —¿Cómo se llama? —mire a Joshua.
Parecía curioso, solo lo justo, porque seguía tenso y no quería que perdiera los estribos delante de mi familia, ellos no lo verían bien.
— Timmy.
Perro malo con nombre de bueno.
— ¿Cuan…? —Brandon no me dejo terminar.
— No te lo va a dar, no lo vas a comprar, deja de robarte animales Pilar, sobre todo porque te quedas conmigo las próximas dos semanas —lo miré y puse los ojos en blanco.
— Sitzung —di una orden y el perro se sentó
Entrenado, eso era interesante ¿Por qué un programador tendría un perro entrenado?
— ¿Quién es lindo? —el animal movió su cola mientras me lengüeteaba —. Toma —saque una galleta que tenía en mi pantalón y se la di, para luego mirar a James —Para ti no hay, no te sentaste.
Todos empezaron a reír y le guiñe un ojo.
— ¿Disculpa? —su ceja se levantó.
— Si, tienes razón, quizás deberíamos buscar otro animal —lleve la mano a su mentón —. Una hiena quizás, sí, creo que es lo mejor —apretó su puño.