Capítulo tres: Las distracciones no son buenas

2019 Words
Joshua Llevaba semanas en el edificio, y cada día era una monotonía asfixiante. Este trabajo te mata lentamente con los silencios y la espera, pero he aprendido a soportarlo. La misión es simple: observar, tomar nota, hacerme pasar por alguien que no soy, atraparlos. Me han dado identidades antes, pero esta vez soy un programador. Lo bueno es que no tengo que fingir demasiado. Casi nunca salgo del departamento, mis interacciones con los vecinos son mínimas, y me encierro en la rutina de abrir la computadora, ver los correos, y seguir las pistas que llevo meses desentrañando. Una vida solitaria, sí, pero necesaria. He revisado la casa de casi todos en este edificio y mi curiosidad no se disparó hasta que llegó Brandon Pride, ese que me prohibieron molestar y que según yo podía tener algo tras su fachada de niño bueno. Hasta que descubrí que es primo de Aarón Hamilton y todo se calmó. Brandon podía llegar a ser mi pase a la casa de nuestros vecinos, esos que pocas veces te dejaban husmear en su vida y que ahora, me resultaban molestos. — Solo unos meses más, unos meses más y te largas de ciudad aburrimiento. Era lo que me repetía cada día de mi vida, en cada oportunidad que tenía, porque la realidad es que lo hacía. Mi teléfono sonó y observé el número del jefe, tomé aire, lo solté y espere un momento antes de tomar de nuevo el objeto en mis manos. — Jefe —miré por la ventana la cantidad de personas que bajaban de un auto. — Que novedades tienes —siempre era lo mismo. — Creo que es uno de los conserjes y mis vecinos, ahora que llegó Pride puedo entrar, planea una cena en la casa de cada uno. Aclare antes de que empezara con eso de no metas al chico, era la única manera. Quería terminar con esto y salir de aquí. — Eso es bueno, no te expongas, tienes dos meses, de lo contrario el caso se cierra —apreté los dientes. — Llevó meses con esto. — Y no has avanzado, no es discutible. Su voz se elevó y cortó la llamada, observé todas las personas que ahora caminaban para entrar al edificio y espere un momento antes de salir. Las puertas del ascensor se abrieron mostrando a personas perfectas. Sus ojos dieron con mi rostro, pero hubo dos personas que reconocí, porque estuvimos en un caso juntos, cuando casi mueren. — Oh —Denis abrió la boca y sonreí. — Buenos días —moví el rostro —. Joshua Carter, soy su vecino. Aarón y Denis se observaron y afirmaron despacio. Ellos acababan de entender que no podían decir mi nombre aquí. Las paredes oían, siempre lo hacían y yo desconfiaba de mis compañeros de piso. — Los Hamilton, Pride, West… —comenzó uno de ellos con acento griego —, lo importante —, George Pride, soy el padre de Brandon. — Mucho gusto señor —la mujer a su lado de acerco —, Brandon debe estar durmiendo, ayer me dijo que aprovecharía la mañana para eso. Íbamos a obviar el hecho de que Kathy gritaba por las noches, al menos estas últimas noches. — ¿Se hicieron amigos? — Eso espero —tomé aire. — ¿Vas al partido? —hice una mueca. — No he conseguido entrada, seguramente al próximo. — Nada de eso, ven con nosotros —Aarón hablo y se acercó —¿En serio todo bien? Aarón se acercó y hablo más bajo, hice una mueca porque sabía lo que necesitaba, era su sobrino quién estaba acá. — Perfecto, nada raro, vive él, una chica —señale y —mis ojos fueron al final —, una pareja. — ¿Dudas de ellos? — No he podido entrar, pero Aarón —su familia nos observaba. — Entiendo, perdón. Dio un paso hacia atrás y me imagine que todos preguntarían, pero nadie dijo nada, ellos hablaban por su teléfono en su mayoría. — Bueno, tengo que salir, espero disfruten su estadía. — A las siete nos vamos, ven con nosotros —insistieron. — Claro. Camine directo a las escaleras para bajar, había visto que era muchos y todos traían equipaje, no iba a usar el ascensor, de paso aprovecharía para vigilar la zona. Lo que no esperaba era que algo, o mejor dicho, alguien, rompiera la monotonía tan abruptamente. La puerta de entrada se abre como siempre, escucho unos pasos apresurados, el sonido característico de unas ruedas girando a la fuerza sobre el suelo. Me asome a la entrada por puro instinto, ese que dice que tienes que ir y ver eso. Lo que no esperaba era que su espalda me recibiera y la escena más graciosa. Una mujer joven, tal vez hasta una niña, de cabello azabache despeinado, forcejea con una maleta que parece pesar más que ella. La puerta no está ayudando; se cierra antes de que pueda sacar completamente su equipaje, atrapando la maleta justo en el borde. La escucho soltar una maldición, de nuevo tirar y quejarse antes de mirar que otro bolso se caía. Me quedo parado en la puerta por un momento, observándola. Lo primero que noto es su energía, casi desbordante, como si estuviera luchando contra el mundo entero, no solo contra la maldita puerta. Luego, algo más. Es atractiva, pero no de la manera obvia. Tiene una actitud que atrae la atención, y no necesariamente porque busque ser el centro de todo. Hay algo en sus gestos, en la forma en que se mueve, que grita independencia, como si no estuviera acostumbrada a pedir ayuda. Entonces la veo, irse de espalda. Pasan dos cosas, la primera, es la hermana de Brandon y maldición es bellísima, tanto que es un problema, no puedo meterme con ella, no con tanta mierda encima. La segunda, el tacto no es mi cualidad más respetada y aquí la tengo enviándome con mi creador solo porque puede y dejándome más curioso de lo que pretendía. Mi voz suena más seca de lo que pretendía, pero no puedo evitarlo. Estar tanto tiempo en este lugar, fingiendo ser alguien que no soy, me ha dejado olvidando cómo interactuar con personas fuera de mi trabajo. Podría haberme dado la vuelta y entrar nuevamente a las escaleras para ir a mi apartamento. Podría haberla dejado lidiar con el ascensor, su caída y seguir con mi vida, manteniendo la distancia segura que necesito. Pero hay algo en ella que me hizo quedarme. Tal vez es la forma en que mantiene la mandíbula apretada, como si estuviera decidida a ganar esta batalla o morir en el intento. O quizás, solo quizás, es porque estoy aburrido hasta la médula, y cualquier interacción humana parece una distracción bienvenida. Por lo que decido salir más tarde y joderle un poco la psiquis a la chica. Los días aquí se han vuelto rutina. Despertar, correr una hora por el parque cercano con mi fiel amigo, revisar mensajes cifrados, observar. Siempre observar. Ella ponía la rutina en otra sintonía, pero necesitaba mantenerla lejos. He pasado semanas vigilando este maldito edificio, esperando cualquier señal, cualquier movimiento que me lleve hasta el cabecilla de la red que estoy investigando. Salvatore. El tipo ha sido un fantasma, siempre un paso adelante, pero estoy más cerca de lo que nunca he estado. Lo siento. No importa si mi jefe cree que no hago nada, tenía todo el edificio trazado. Mientras me bebo mi café n***o, me acerco al balcón. La había dejado en la casa de su hermano, luego de aparecer de golpe en el supermercado, porque no me iba a quedar con la duda, la seguí cuando escuche que salió. Ahora quería ver que hacía cuando supiera que me habían invitado. Mis ojos siguieron en el paisaje. No hay mucho que ver desde aquí, solo más edificios de lujo y el incesante ruido de la ciudad, pero a veces observar me ayuda a pensar. Me gusta este apartamento por eso. No soy el tipo de agente que se siente cómodo en su propia piel, así que un lugar que me hace sentir desconectado del mundo me viene bien. Me paso una mano por el cabello, que ya empieza a despeinarse más de la cuenta, mientras veo cómo la ciudad cambia de dinámica bajo mis pies. Desde que me mudé a este edificio, he tratado de pasar desapercibido. Un programador que trabaja desde casa, ese es el papel que he asumido. Nada demasiado llamativo, lo suficiente para que los vecinos no hagan preguntas y me dejen tranquilo. Mi fachada funciona, hasta ahora. Nadie sospecha que soy un agente encubierto de la DEA. Mejor así. Cuanto menos sepan, menos peligro corren. Excepto que le tuve que decir a Brandon para poder avanzar y que no dañe a Kathy, la chica me agradaba, trabajaba en ese bar de strippers, suponía que no le gustaba, pero no era mala, como persona, bailando no la vio, sentí que la traicionaba. Vuelvo a enfocarme. Los últimos días he estado rastreando los movimientos de uno de los secuaces de Salvatore, un tipo que responde al nombre de "Rico". Un idiota peligroso. Mi instinto me dice que él es la clave para llegar al jefe, pero aún no tengo pruebas suficientes. La DEA está sobre mi cuello para cerrar el caso, pero esta red es más grande de lo que habían anticipado. Y cuanto más profundo me meto, más claro me queda que hay alguien tirando de los hilos que aún no he visto. Sacudo la cabeza, tratando de despejarme, cuando mis pensamientos van a Pilar. No puedo permitirme distracciones, y además, ¿Qué me importa lo que haga la vecina? Pero hay algo en la forma en que se detiene, en cómo mira, esa expresión... algo que me inquieta. Mi teléfono vibra en la mesa. Un mensaje. «Código 7. Posible movimiento en el nivel 3. Mantente alerta.» Me pongo en marcha de inmediato. No puedo dejar que esto me saque del juego. La vecina no importa. Solo Salvatore. Solo el caso. Me siento frente a mi computadora portátil, reviso los archivos encriptados y preparo los equipos de vigilancia. Nada debe escaparse esta vez. Hoy podría ser el día que termine con esta red y finalmente cierre el caso. Volvería a mi casa. Me quedo observando la pantalla, concentrado, cuando una sombra se asoma por la cámara del pasillo del tercer piso. Mi respiración se acelera. ¿Ese Rico? No, no, parece Salvatore, ¿Qué haría alguien como él en el edificio? Ahí está, caminando con esa arrogancia que siempre tiene, como si el mundo le perteneciera. Pero algo está mal. No parece estar solo. Una mujer va con él, pero no logro ver su rostro claramente. Algo en mi estómago se aprieta. No me gusta esto. No me gusta en absoluto. El mensaje llega a través de los auriculares. — Andrews, mantente en tu lugar. Aún no hacemos movimientos. Necesitamos prueba —es la voz de mi superior, seca, firme. Mis dedos se cierran en puños. Todo mi cuerpo me dice que debería hacer algo, moverme. El problema es que si me adelanto y fallo, todo el trabajo de meses se irá al diablo. Respiro profundamente, tratando de contener la urgencia de actuar. Me prometí no perder el control otra vez. Entonces, en un instante, la imagen se va. La cámara del tercer piso deja de transmitir. — ¡Mierda! —exclamo, levantándome de un salto. Algo está muy mal. Empiezo a revisar los sistemas de seguridad del edificio. Hackear las cámaras es algo que puedo hacer con los ojos cerrados, pero alguien ya se ha adelantado. No puedo ver nada. Frustrado, golpeo la mesa con el puño, pero tengo que mantenerme firme. En este trabajo la paciencia es clave. Salvatore y su gente cometieron un error, y cuando lo encuentre, los voy a cazar. — Bien, hay que averiguar que hace Salvatore en ese edificio. Estoy tentando a cortar la llamada con mi jefe, pero solo respondo un breve ok. — Ve a hacer tu rutina. — Claro.
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