Capítulo 20

2213 Words
Esstaba desesperada, Marco Antonio fue a la habitación de Elizabeth para despertarla y ella con Hernán para buscar por toda la casa. Frank no aparecía, no estaba en ninguna habitación, ni en el baño, nada. En ese momento, Marco Antonio se acercó a ella muy preocupado. —Mari, Elizabeth está inconsciente, creo que le pusieron cloroformo para dormirla. Anunció él. Los tres fueron a la habitación de Elizabeth para intentar despertarle y tras casi veinte minutos, se despertó desorientada. Al darse cuenta de cómo se había dormido, se llenó de desesperación y comenzó a llorar. Eso provocó que María Elena sintiera cada vez más fuerte esa presión en el pecho, la presión que llevaba todo el día sintiendo. El miedo inundó su cuerpo y ya no podía respirar. Su hijo había desaparecido, se lo había llevado Juan aprovechando que Elizabeth estaba sola con los niños. Él era mucho más fuerte que ella y solo la durmió y se llevó a su hijo. Marco Antonio la abrazó con fuerza, intentando tranquilizarla, pero ella ya no estaba tranquila… ya no iba a poder soportar, no al menos que su hijo volviera a estar a su lado. Elizabeth estaba asustada, pues en parte, se echaba la culpa por no haber podido cuidar a Frank como debía. Justo en el momento que menos se lo esperaba, el teléfono móvil le sonó anunciándole la llegada de un nuevo mensaje… después de varios días, el teléfono móvil volvía a sonar. " Desconocido: Veo que ya te enteraste de que tengo a nuestro hijo. No te preocupes, cuidaré bien de él, porque no volverás a verlo en tu maldita vida. Te mando una foto para que lo veas por última vez. Esta es mi venganza por perra. Hasta nunca princesa." María Elena miró la foto y un sollozo desgarrador salió de los más profundo de su alma. Frank dormía plácidamente, pero lo tenía atado. Ese hijo de madre, tenía atado a su hijo. Su rostro palideció y ya no le quedaba aire en los pulmones. Marco Antonio se acercó a ella para sostenerla hasta que María Elena cayó en un profundo sueño. Así iba a ser su vida hasta que encontrase a su hijo, oscuridad. ¿Cómo era posible que una persona que se hacía llamar padre le haga daño a su hijo? Aunque no lo sea, Juan, crio a Frank y eso le convertía en su padre y, aun así, le hacía daño separándolo de su madre y sobre todo de su familia. Era imperdonable que una persona hiciera eso. Por la mañana y después de haber conseguido que María Elena volviese en sí y estuviese calmada, cosa que consiguieron a base de calmantes y té de manzanilla, salieron de la casa para ir a la comisaría. Después de eso, tenían cita en el médico, esto no podía seguir así. Todo lo que estaba pasando no solo ponía en peligro a su hijo, sino, a ella y el bebé también. Tras una hora en la que los policías le hicieron miles de preguntas y de donde salieron muy preocupados, aún seguían sin localizar el número que utilizaba Juan para mensajear a María Elena, era la única manera de rastrearlo y poder dar con él. Le pidieron que utilizaran a Jannet para ver si por ella, podrían encontrarlo y poder ir a por Frank. María Elena estaba fatal y él la entendía. Frank no era su hijo, pero le dolía todo esto, pues también lo quería como a un hijo. Iban en el auto, camino del hospital, ella no se sentía con ganas de ir al médico en este momento, pero debía hacerlo. Además, así aprovecharían para ir a ver como estaba Rolando. —¿Cómo te sientes?. Preguntó Marco Antonio preocupado. Ella tenía la mirada perdida en algún punto de la ventanilla del auto. —¿Mari? .La tocó para que reaccionara. —¿Sí ?. Perdón. No te escuché. —Ya verás que todo se arregla, amor. Aseguró él y ella asintió a la vez que sus ojos se llenaban de lágrimas. — Eh, eh. No llores, amor ¿Sí? Estoy aquí, no lo olvides y haremos hasta lo imposible para encontrarle. —No es tan fácil, Toño. Juan, está demente y es capaz de cualquier cosa con tal de hacerme daño. Suspiró desesperado. —Lo conseguiremos, te lo prometo. Y ahora, por favor… dame una sonrisa, aunque sea forzada. Lo hizo, pero fue la peor sonrisa que había visto en su vida. Al menos lo intentó. —Lo siento. Sollozó. — Hasta que no aparezca mi hijo, no volveré a sonreír. Dijo María Elena, te necesito con todos los sentidos activados. Solo así podremos encontrar a Frank. Recuerda que está Aslhy, se preocupará si te ve así. Asintió apenada. Ella sabía que Marco Antonio, tenía razón, pero es que no le salía la sonrisa en ese momento, era como si estuviera muerta en vida. Llegaron al hospital y salieron del auto. Marco Antonio la atrapó entre sus brazos y besó su cabeza. Era de la única forma que se tranquilizaba. Lo miró con los ojos aguados y la besó de nuevo, pero esta vez en los labios, dándole todo el amor que sentía por ella. Le dolía en el alma verla así. Entraron y se acercaron al mostrador para preguntar por la doctora Génesis Fajardo; era la ginecóloga de su madre y de su hermana y no vio a otra mejor. La recepcionista le dijo donde podrían encontrar la consulta y se encaminaron hacia allí, se sentaron en la sala de espera, aunque esperaron poco tiempo, porque llamaron a María Elena enseguida. Marco Antonio le dio la mano y entraron en la consulta. —Buenos días, Señorita Durán. Soy la doctora Fajardo y voy a ser su ginecóloga el tiempo que esté usted en Nueva York. Se presentó a la vez que extendía la mano y María Elena se la estrechó. —Buenos días y por favor, llámeme María Elena. —¿Y usted es? .Le preguntó a Marco Antonio. —Soy Marco Antonio Rodríguez. su prometido. —¿Eres el hijo de Carmen? . Asintió y ella sonrió. — Yo te traje al mundo muchacho. Ya eres todo un hombre. Sinceramente Marco Antonio no se la imaginaba así, la doctora tendría la edad de su madre. María Elena estaba abstraída, metida en unos pensamientos que no la beneficiaban en nada, porque daba igual lo que pensara, todo iba al mismo punto, su hijo estaba con ese loco y ella no podía hacer nada. —Maria Elena. ¿Te encuentras bien?. Preguntó la doctora, pero no reaccionaba. Marco Antonio agarró su mano y eso hizo que lo mirase, demostrando la tristeza que la acompañaba. —Eh, sí. Lo siento, estaba distraída. —Maria Elena, confía en mí. ¿Qué te ocurre? Tengo que saberlo, tu embarazo depende de ello. Tengo el informe del Doctor Alvarez y tienes muchos altibajos de tensión y ansiedad .Anunció la doctora mirándola fijamente. —Es que… —Se quedó callada y comenzó a llorar. —Su ex marido ha secuestrado a su hijo. Intervino Marco Antonio. No era algo que le gustabs era estar declarando a cualquiera, pero esta mujer requería saberlo para poder tratar a María Elena —Oh lo siento, eso es terrible. —Ese hombre ha estado martirizándola desde hace casi un mes y por eso ha tenido todos esos ataques de ansiedad. La Doctora Génesis se levantó y tras caminar hasta ella, se agachó para estar a su altura para después darle un abrazo. Marco Antonio se quedó un poco descontrolado por la reacción de la doctora, pero agradecido también. —Ya pasó María Elena, es normal que te sientas así y te comprendo más de lo que crees. Yo perdí a mi hijo cuando tan solo tenía trece años y no hay un solo día en que no me acuerde de él, pero tienes que ser fuerte, tanto por tu hijo como por ese bebé que crece en tu interior. Le habló con dulzura, como si fuera su madre. María Elena se levantó y junto con la doctora caminaron hasta la camilla para después echarse en ella. Era hora de ver al bebé, de saber su estado y, aunque en otro momento estaría saltando de alegría, ahora no lo estaba. Tenía que ser fuerte, así como le dijo Doctora Génesis e iba a intentarlo. —¿Estan, preparados para ver al bebé bebé? —Sí, aunque tenemos una hija de tres años. Anunció ella con una sonrisa apagada, pero sonrisa, al fin y al cabo. — ¡Vaya! Eso es estupendo . Exclamó —Entonces tienes que ser fuerte por tres. La doctora le colocó el gel como ella decía, en la barriga y pasó el transductor para que saliera en la pantalla. Era increíble como eso podía hacerle ver a su bebé, aunque no entendiese mucho lo que se veía. —Observen, aquí está. Anunció al a vez que se instalaba un silencio total. Ambos se tensaron preocupados. Marco Antonio agarró la mano de María Elena y esta la apretó fuerte. —¿Pasa algo?. Dijo ella. —No, disculpen si los asusté, es que vas a tener dos. María Elena y Marco Antonio se miraron con asombro. —¿Ha dicho dos?. Repitió Marco Antonio —Sí, dos. ¿En sus familia hay gemelos o mellizos?. Se interesó la doctora, intentando buscar indicios. —Sí, mi hermano y yo somos mellizos. Respondió María Elena. —Pues de ahí viene el que tengan mellizos. La doctora siguió señalando la pantalla para mostrarles a sus bebés —Aquí se ven mejor ¿Quieren, escuchar sus corazones?. Asintieron con lágrimas en los ojos, pero esta vez de felicidad. Marco Antonio besó a María Elena en los labios, afirmando con eso lo que su corazón le gritaba, y eso era que ella era la mujer de su vida. Los latidos comenzaron a sonar por toda la consulta y él podría jurar que era el momento más bonito que había presenciado en toda su vida. —María Elena hay que hacerte análisis. Uno de los bebés no está creciendo como debería. Tienes que estar tranquila y sobre todo en reposo. Declaró la doctora seriamente y ellos se pusieron nerviosos. —¿Pero están bien? —Sí, están bien. Solo es el crecimiento de uno de ellos. Explicó. —Deberás venir dentro de diez días para verlos otra vez y así tendremos los resultados de las pruebas. ¿De acuerdo?. Y se me olvidaba, estás de tres semanas. Enhorabuena a los dos. María Elena se levantó y volvieron a sentarse en la silla. La Doctora Génesis le recetó ácido fólico y unos calmantes para cuando le dieran esos ataques de ansiedad. Dijo que era normal en embarazadas, la tensión era muy peligrosa. Salieron de la consulta para ir al laboratorio para que le tomarán la sangre y después de un rato, ya habían terminado. Ahora irían a ver a Rolando. —¿Le dirás lo de Frank?. Preguntó Marco Antonio —No sé… no quiero que se vuelva loco y quiera salir de aquí. —Pues no le digamos nada hasta que se recupere. Asintió a la vez que entraban en la habitación. En ella estaba Hernán y el semblante de Rolando era de haber llorado. Parecía que Hernán le contó lo de Frank. María Elena lo miró y se puso a llorar mientras caminaba hasta Rolado y cuando llegó, la abrazó. —¿Por qué no me llamaste anoche mismo?. Preguntó Rolando. —Lo siento Rolando . No quería decirte nada para que no quisieras ir a buscarlo, estás recién operado. —Pero eso es lo de menos. Mi hijo está con ese loco. Afirmó con lágrimas en los ojos. Sí, Rolando estaba llorando, al final parecía que era verdad, que quería a su hijo. Lo que a Marco Antonio no le gustaba, era como este miraba a su mujer. —Llamaremos a Jannet de nuevo e iremos a por Frank. Ya hemos hablado con la policía. —¿Cómo está tu pierna Rolando?. Preguntó Marco Antonio con la intención de hacerle ver de que también estaba allí. Rolando se percató de su incomodidad y soltó a María Elena nervioso. —Bien, creo que me darán el alta esta tarde. —Eso es estupendo. —Hermanita ¿ Ya ti qué te dijo el médico?. María Elena le sonrió y miró a Marco Antonio para que él hablara por ella. —Vamos a tener mellizos. —¿En serio? Como nosotros dos. Hernán la abrazó y él no le quitaba la vista de encima a Rolando. Este se dio cuenta y le asintió con la cabeza. —Bueno, nosotros nos vamos. Tengo que llevar a esta Señora a descansar, necesita reposo. Se despidieron de Hernán y Rolando con un abrazo y él le extendió la mano al padre de Frank, haciéndole ver que tenían una conversación pendiente sobre su mujer. Media hora después llegaron a casa y Elizabeth estaba en el salón con Ashley y Susana, pero a su hermana se la veía decaída. Se sentía culpable por lo de Frank y, aunque María Elena le había dicho que ella no tenía la culpa, Elizabeth no podía mirarla a la cara.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD