Capítulo 19

2258 Words
María Elena no podía creer que todo esto estuviera pasando. ¿Cómo podía Juan ser así cuando él era diferente? ¿Por qué cambió tanto ese hombre? Siempre fue bueno, pero claro, las personas cambian y él cambió, para peor. —¿Qué pasó?. Sollozó aferrada a él. —Pues ya ves… ese tipo está loco, María Elena. Dijo Hernán separándose unos centímetros. —¿Qué te dijo?. Hernán no sabía cómo contarle lo que le dijo Juan, la amenaza ¿Cómo decirle que quería secuestrar a su hijo, que quería quitárselo? ¿Cómo se le dice eso a una madre? —Habla de una vez, Hernán. Insistió ella con la voz entrecortada. Su hermano estába preocupado. María Elena podía llegar a ser muy terca e insistió, que le dijera. —Me dijo que vigilaras a Frank. Dijo mientras caminando hacia el sofá. — Quiere llevarse a Frank, dice que es su hijo y que lo va a recuperar. María Elena a cada palabra que su hermano le decía, hacía que su respiración se agitase. No podía estar escuchando eso, que podía perder a su hijo. Estaba muy nerviosa, el corazón le latía a mil por hora. No podía respirar y perdió el conocimiento de nuevo. Estaba claro que no podía recibir noticias fuertes. En ese momento, llegó Elizabeth, caminó hasta él y le dio un beso lleno de desesperación. Ahora era él quien perdía el rumbo de todo. Marco dejó a Rolando descansar para ir con María Elena que, poco a poco, volvía a recuperar la conciencia. Debía estar tranquila, aunque no quisiera, al menos, hasta que supieran el motivo por el que perdía el conocimiento cada vez que recibía una mala noticia. Se ponía tan nerviosa que era algo que no podía controlar. María Elena miró a su hermano y lo vio muy a gusto con Elizabeth. Por él, si era feliz, pues había encontrado a alguien que le daría lo que necesitaba, amor. Habían tenido un flechazo. Todo eso era algo que podían disfrutar si no fuera por las amenazas de Juan, eso a ella la tenía demasiado asustada. No paraba de pensar, de darle vueltas a la cabeza, buscando la manera de arreglar todo esto. No estaba dispuesta a perder a su hijo. Llegó a pensar en volver a Lima, pero allí también iría Juan y eso la desesperaba. Días Dedspués Tres días habían pasado desde lo que sucedió y Juan no volvió a ponerse en contacto con ella. No sabía si era bueno o malo, pero lo cierto es que no salían de casa y la policía no los encontraban por ninguna parte. Lógicamente fueron a la casa donde estaba el día que fueron su hermano y Rolando, pero ya no había nadie, era como si la tierra se lo hubiese tragado y eso solo provocaba en María Elena más miedo. Se encontraba en la habitación de Rolando ya que había estado bastante raro y fue para ver como seguía. —Rolando. ¿Estás despierto?. Él la miró. Su semblante era blanquecino, tenía muy mala cara. —Hola, Mari. La verdad es que me encuentro fatal… me siento muy débil. Murmuró con dificultad. Caminó hasta él y le tocó la frente, estaba ardiendo. Salió de la habitación sin decirle nada para buscar a Elizabeth. —Elizabeth, por favor llama al médico, Rolando tiene mucha fiebre. Pidió agitada sin darse cuenta de que Frank estaba detrás de ella. —Mamá, ¿Qué le pasa a Rolando? Aún no le llamaba papá, era normal, lo acababa de conocer y nunca supo de él. —Se encuentra mal cielo. Elizabeth llamó al médico y mientras tanto, ellas tomaron varios paños con agua para ponerle en la frente. Frank quería entrar a verlo, pero María Elena no lo dejó. Le dijo que se fuera con Aslhy y su hermana y eso hizo. Entraron en la habitación y se acercaron a él con los paños en las manos. Estaba muy preocupada por él, pues no quería que le pasara nada. —Rolando. ¿Me oyes?. Preguntó muy cerca de su oído. —Sí, pero no estoy bien. —Ya viene el médico. María Elena no sabía qué hacer. Entonces, no se le ocurrió otra cosa que abrir la gasa que tapaba la herida de bala y al hacerlo, se quedó impactada. La herida estába completamente infectada. ¿Cuándo paso esto? Ella le curaba a diario. Miró a Elizabeth y esta puso cara de horror, porque la verdad, estaba muy mal. Cuando llegó el médico, ya estaba Marco Antonio y Hernán en la casa. Tenían que llevarlo al hospital, así que, tras llamar a la ambulancia, prepararon todo para ir con él. Cuando esta llegó, María Elena se subió con Rolando y detrás iba Marco Antonio y Hernán en su auto. Elizabeth se quedó con los niños. —Rolando, ya verás que te vas a poner bien. —Mari , creo que hasta aquí llegué. María Elena sintió pena. —No digas tonterías, Rolando. Tienes que ver a Frank convertirse en un hombre. Este al oír eso, se emocionó y las lágrimas se hicieron visibles. La verdad, las cosas habían cambiado y él había demostrado que el tiempo le hizo cambiar para mejor. Ambos se llevaban bien. Llegaron al hospital y Rolando ya estaba inconsciente, lo metieron directamente en quirófano. Ellos se quedaron en la sala de espera, María Elena estaba agotada y mareada. Marco Antonio se percató y la miró para luego abrazarla. —¿Estás bien, amor? . Negó y soltó esas lágrimas que ya no podía retener más. —¿Hasta cuándo tanta maldad? —Ven, vamos a la cafetería para que tomes un té, para los nervios. Se levantó y él le agarró con dulzura. Dejaron a Hernán en la sala por si salían a decirles algo sobre el padre de su hijo. Llegaron a la cafetería y Marco Antonio pidió un té de manzanilla para ella y una café para él. Se sentó a su lado y la abrazó de nuevo, metiéndola en su pecho, donde podía hacer que se sintiese mejor, protegida. Él tampoco sabía que podía hacer para que ella sonriera de nuevo, pues echaba de menos sus bonitos labios curvados. —Con tantas cosas que están pasando, no he tenido tiempo de besarte. La besó con todo el amor que sentía por ella. —Ni de hacerme el amor. Expresó ella y Marco Antonio soltó una carcajada. —Oye, descarada. Tú con el embarazo estás con las hormonas disparadas. Dijo divertido. —Es verdad, pero necesito de tus mimos y ya no aguanto más. —Ya te dije que hablaríamos con el médico, ya te saqué cita para dentro de dos días. Anunció y ella asintió para después darle un beso. Estuvieron un rato más en la cafetería y se volvieron a la sala de espera. Allí estuvieron un par de horas más esperando a que saliera alguien y diez minutos después salió el doctor llamando a los familiares de Rolando. Los tres se acercaron preocupados, pero el único que pudo hablar fue Marco Antonio —¿Cómo está doctor?. El Señor Martinez, tenía una infección debido a que quedó restos de bala en la pierna. —¿Y qué pasó? ¿Él está mejor?. Preguntó ella asustada. —Sí, hemos tenido que operarlo y ahora mismo está estable. La verdad si hubieran tardado más, no habríamos podido hacer nada. Asintieron los tres. —¿Podemos verlo?. Se interesó Hernán. —Sí, pero ahora les aviso cuando esté en la habitación. Él está en la sala de recuperación en este momento. Tras eso, el doctor se fue por donde había salido minutos antes. Ellos se quedaron allí esperando, pero María Elena no se encontraba del todo bien. Tenía una presión en el pecho que no la dejaba respirar con normalidad. Marco Antonio y Hernán se dieron cuenta y se acercaron a ella para después ayudarla a sentarse. —Hermanita, respira tranquila… ya pasó lo peor. —No se trata de eso, es que no sé qué me pasa. Tengo, tengo miedo. Los dos la miraron asustados y Hernán fue a la cafetería a por otra té de manzanilla, pero ya ni eso la tranquilizaba. Pasaron unas dos horas cuando el doctor los dejó pasar a ver a Rolando. Dejaron que primero fuera Hernán, ya que no podían entrar los tres de juntos, aun él estaba débil y tenía que descansar. —Mari, ¿Por qué te impacta tanto lo que le pase a Rolando?. Preguntó Marco Antonio y ella frunció el ceño. —¿No me digas que estás celoso?. Dijo ella molesta. —No es eso, pero te pones tan mal que… perdóname, olvida lo que te dije, yo también estoy muy nervioso. —Toño, no pienses cosas que no son. Es solo que él ha venido a ayudarnos y no me perdonaría que le pasara algo. Solo es por eso ¿Si?. —Está bien, tienes razón. En ese momento salió Hernán de la habitación y fue a entrar ella, pero antes de hacerlo, se acercó a Marco Antonio y lo besó. Él la miró con una sonrisa. Entró y Rolando estaba despierto, soltó todo el aire que no sabía que contenía, pues hasta que no lo vio, no se relajó. La verdad es que le preocupaba demasiado que le pasara algo, ahora mismo se sentía en deuda con él. —Hola. ¿Cómo estás?. Preguntó y él le sonrió. Le alegraba verle así después de todo. —Bien, gracias a Dios estoy mucho mejor, pensé que me moría. —Sí, estábamos muy asustados. —Maria Elena—Suspiró—. Quiero pedirte perdón, sé que podía habértelo dicho antes, pero no encontraba las palabras para decírtelo. Asintió. —No te preocupes por eso ahora, lo importante es que te pongas bien. —No, escúchame por favor. Necesito decirte todo. Insistió. Ella se sentó en la silla que estaba justo a su lado y le instó a que siguiera. Una parte de ella sabía lo que él quería decirle, todo lo que rondó siempre por su cabeza durante tantos años. Pero, en realidad, no quería saber nada, ya no hacía falta y mucho menos cambiaría su vida pasada. Aunque, por otro lado, ella no quería ningún cambio. Todo lo vivido, vivido estaba. Todo era parte del destino de cada uno. —Siento todo lo que te hice cuando estábamos juntos. Por mi culpa te metiste en las drogas y en todo lo demás y es algo que no me perdono. Se pasó las manos por el rostro —Cuando me dijiste que estabas embarazada me puse muy feliz, pero a la vez me veía en la obligación de desaparecer de tu vida, tú no merecías estar con un hombre como yo y, además, tu padre me amenazó para que te dejara y vi que era lo mejor por lo que me fui. Ella lo miraba asombrada. Siempre supo que él tenía unos motivos, pero nunca imaginó que fueran los que le acababa de decir. Lo odió toda la vida, pensando que era un mal hombre y no lo era. Solo lo hizo por ella y Frank. —Rolando, tú sabes de qué murió mi padre ¿Verdad?.Asintió. —A tu padre lo mataron. Esa confesión era algo que no se esperó y que, a decir verdad, siempre lo imaginó. Rolando comenzó a narrarle el día de la muerte de su padre y, aunque ella quería saberlo, en ese momento era algo que no podía escuchar. Él solo le contó quién lo hizo y por qué. El asesino de su padre fue Rubén, el hombre que utilizó a María Elena para vender la droga cuando Hernán se negaba y el día que ella lo dejó para meterse en un centro de desintoxicación el tipo aprovechó que su padre fue al bar a tomarse una cerveza. Rubén le metió una gran cantidad de estupefacientes provocándole el infarto que acabó con su vida. —Dios ¿Por qué hay gente tan mala?. Sollozó. La muerte de su padre era algo que ya tenía superado, pero escuchar la historia de su muerte hizo que lo añorase. Su padre siempre fue una de las personas más importantes de su vida. En ese momento, la enfermera llegó y le dijo que tenía que salir. María Elena se despidió de Rolando dándole un beso en la mejilla y salió de la habitación. Al salir, caminó hasta Marco Antonio y su hermano. María Elena, estaba desolada, pues aun no podía creer que su padre hubiese muerto así. Marco Antonio la abrazó preocupado y le preguntó que le había pasado. En ese momento no podía hablar y Marco Antonio lo entendió. Solo pudo decir que ya sabía de qué murió su padre. Su hermano la miró y asintió haciéndole ver que él ya lo sabía. Después de eso, salieron del hospital para volver a la casa. El doctor les dijo que los mantendrían informados si pasaba algo con Rolando, ya que ellos no podían quedarse ahí, no serviría de nada. Llegaron a la casa casi a la dos de la madrugada, ya estaban todos dormidos. Ella seguía sintiendo una presión en el pecho que la tenía intranquila, así que lo primero que hizo, fue ir a ver a los niños. Abrió la puerta, pero al mirar a las camas, se dio cuenta de que Frank no estaba. Entró en pánico y fue corriendo a su habitación, buscando a Marco Antonio. —Toño, Frank no está en su cama.
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