Capítulo 1
El teléfono móvil sonó como loco encima de la mesita y con la poca gana que tenía Marco Antonio de contestar, lo alcanzo y refunfuño al ver el identificador de llamad. Sin siquiera esperar un saludo de su parte, su padre habló atropelladamente, diciéndole:
—Marco Antonio tienes que viajar inmediatamente a Lima. Cerro los ojos y moviendo la cabeza en forma de negació.
—Yo...
—Yo, nada, he logrado conseguirte una reunión con el Presidente de la Cadena Hotelera Aloft Lima Miraflores.
—No puedo —respondió seco. Lo que le faltaba, volver a esa ciudad y darme tropiezos con mis miedos.
—Dile a Julio César.
—Claro que no. Dijo alzando la voz más de lo habitual, del otro lado se escuchó un suspiro y dijo
—Hijo…Emitiendo un gran suspiro por el teléfono—no te lo pediría si no estuviera seguro de que tú y solo tú puedes conseguirlo, esa es la única firma que hay que comprar para que nuestras red hotelera sea la principal a nivel mundial. Y así apoderarnos del mercado.
Si se lo pedía así, no podía negarse. No es que hiciera todo lo que su padre decía, ya que jamás estaba de acuerdo en nada que refiriese a su hijo mayor, pero al fin y al cabo era su trabajo y para qué negarlo, era el mejor haciendo lo que hacía. Y sería capaz de venderle hielo a un pingüino.
—Está bien, papá. Acepto entre dientes. Le estaba empezando a doler la cabeza solo de pensar lo que le esperaba en su regreso
—¿Para cuándo, papá ? Se aflojó la corbata y se desabrochó los primeros botones de la camisa. Se sentía ahogado, incluso sudaba frío. Aquello era un mal presentimiento.
—Dentro de quince días, debes estar en Lima.
—Esta bien, quedate tranquilo que ahí voy a estar. Respondió colgando la llamada. Después de dar una y otra vuelta decidió ir a visitar a su hermana, decidió ir a visitar a su hermana. Todo con tal de distraerse y no pensar en lo que le esperaba una vez llegara el momento de volver a Lima, al lugar donde se enamoró.
Estaciono el vehículo y fue poco a poco caminando hacia la casa de su hermana, cuando estaba a punto de tocar el timbre, la puerta se abrió y apareció su hermana. Con esa sonrisa que siempre le caracterizaba y esa alegría que protaba por todos sus poros.
—¿Como estás Elizabeth ?. Es que posees una bola mágica. ¿ O tendrias el presentimiento de que yo venía ?. ¿ O ya los sabías ?
Ella le dio una gran sonrisa y besó su mejilla, quitandose para dejarlo pasar y caminar juntos por un sendero hasta llegar al jardín.
Se sintió tan bien estar con su hermana y la paz y la tranquilidad que se sentía en el ambiente.
—¿Dónde está Jose Luis ? .Preguntó mirando de un lado a otro.
—Esta conversando con Juan Carlos.
Se sentaron en una banca, debajo de una gran sombra que venía de un árbol de Castaño de Indias, sentados uno al lado del otro. Marco Antonio, obsevaba la casa y le gustaba que era muy colorida, estaba pintada de naranja con detalles verdes que brindaba mucha armonía.
—No, tenía idea que aún estába e comunicación.
—Para, que tú veas. Emitiendo una sonrisa
—¿Y hablan todos los días y como se encuentra ?.
En verdad, no era que le interesaba, sino que quería era saber de otra persona.
—Ya está grande y ya come solo. Ambos rieron del chiste de Elizabeth, Marco Antonio se levantó y recogió unas hojas del árbol y empezó a olerlas, dando tiempo para tener valor para preguntar, cómo sí no tuviera importante la pregunta que iba a hacer, esperando que su hermana no se diese cuenta de su interes por preguntar.
—¿Elizabeth, tú tienes un tipo de comunicación con María Elena ?. ¿Se escriben por w******p o por f*******: ?.
Que estúpido soy, cómo me cuesta decir su nombre.
Elizabeth volteo a verlo y emitio una sonrisa. Solo de pensar en ella le hacía daño, pero es que no podía evitarlo necesitaba saber de ella, necesitaba tener la certeza de que, cuando fuera a Lima y la viera, si es que la veía, saber que no tendría un hombre en su vida, aparte de su familia por supuesto. Era un poco absurdo, cuando fácilmente le podría preguntar a su amigo Julio César, y en parte sabía que él, le diría todo lo que quisiera saber, pero no quería, después de todo, ellos ya no eran nada y María Elena dejó muy claro que no quería saber que se relacionara con él.
—Sí, Marco Antonio, tengo comunicación con ella y déjame decirte hermano, que está muy hermosa, más que nunca diría yo. Recalco Elizabeth
Reacción que no se hizo esperar. El corazón de Marco Antonio se aceleró cómo de una manera insólita, que parecía que se iba a salir del pecho.
Sin pensarlo, bombardeo a su hermana con unas series de preguntas.
—¿Cómo lo sabes?. ¿ Dónde la has visto ?. ¿La viste?.
Mirando fijamente a los ojos de su hermana. Por mucho que le doliese, necesitaba tener toda la información posible. Llegó a pensar que nunca más sabría de ella.
Elizabeth respiro profundamente y le respondió
—Estuvo aquí el mes pasado.
Cuando Marco Antonio, escucho que estuvo tan cerca, su respiración se agitó, pero tenía que mantener la calma, para no delatarse que la noticia le había afectado.
—Vino, hace una semana, vino a visitar a su amiga Carmen Rosa y a mi por supuesto, está igual, a diferencia de que está más hermosa, más madura, más mujer.
Marco Antonio volteo a verla y está le desvio la mirada y Elizabeth continúo diciéndole
—Y tocando el tema. hablando de eso, yo le creí, Marco Antonio, a veces te comportas como un niño, no todo gira a tú alrededo.
Le sudaban las manos de la impotencia, necesitaba aire, sabía que estaba en un jardí, pero no sentia él aire, cómo es posible que su hermana le dijera, lo guapa y bonita que se veía María Elena.
Se levantó, le dio un beso en la mejilla a su hermana y le dijo
—Dejalo así, me tengo que ir.
Dejando a su hermana hablando sola, no quería escucharla. Una vez salió, respiró hondo, haciendo que sus pulmones se llenaran de aire, levantando su pecho insoportable en el pecho.
María Elena había estado allí, en Cusco y nadie le dijo nada y se preguntaba: ¿Por que no me busco ?. ¿Cómo te iba a buscar después de todo lo que pasó?.
No podía creer que siguiera amándola como lo hacía, incluso podría jurar que, después de oír a su hermana decir todo eso, y saber que la tuvo tan cerca, su corazón latió mucho más fuerte y poderoso que antes. Quería sacarla de su mente, de su corazón. Arrancarla de raíz, para así dejar de amarla y desearla como loco desesperado. Había momentos en los que soñaba con ella, recordando sus besos, sus caricias, cómo cuando le hizo el amor en la piscina, adorándola, y, deseándola con locura y volvia a retumbar las dudas en su cabeza y una series de preguntas que sabía que no tenían respuesta así como: ¿ Será que algún día la voy a olvidar ?. ¿Será que su vida cambiará en cuanto ponga un píe en la ciudad de Lima ?.No quería ir, tenía demasiado miedo. Miedo a verla, querer tocarla y besarla y no poder hacerlo.
Una semana después. Sono el teléfono móvil, era de noche aún, pudo comprobarlo al ver la luna alumbrar por la ventana. Llevaba unos días de demasiada locura en la oficina, ya que su viaje a la ciudad de Lima se acercaba y tenía que dejarlo todo bien arreglado. Por lo cual, llegó a su apartamento temprano y se acostó muy cansado. Se despertó al escuchar sonar su teléfono móvil y al mirar la pantalla vio que era su mamá, se puso muy nervioso.
—Mamá. ¿Pasó algo?. Dijo asustado saliendo de la cama y empezándose a vestir. Estaba en shock, como si su cerebro supiera lo que tenía que hacer.
—Marco Antonio, es tú papá, sufrió un accidente y está muy mal, está al borde de la muerte. Se escuchaba un llanto desgarrador. Marco Antonio no sabía que decir y volvió a escuchar a su mamá diciendo.
—Lo único que hace es repetir tú nombre, hijo.
—¿Donde lo tienen ?
—En la Clínica San José
—Ya, voy saliendo, mamá.
Con los nervios a flor de piel y una impotencia que por poco lo hizo llorar, tomo las llaves y salió corriendo de su casa hacia su auto. Las ruedas de su auto emitieron un sonido particular, cuando arranco. Le pedía a Dios para que le diera una oportunidad y conseguir a su papá con vida. No podía ser, no le podía pasar esto a él. Cuando llegó a la Clínica San José, entro por la emergencia y vio a su hermana Elizabeth y su madre sentadas en la sala de espera, llorando desconsoladamente. Su corazón se preparó para el impacto. Llegó hacia ellas y ambas se levantaron para abrazarlo, necesitándolo.
—¿Que fue lo que pasó ?. Preguntó, sintiendo un nudo en la garganta.
__Parece que chocó con otro auto, pero no se más detalles. Y está muy mal según los médicos.
Dice su mamá llorando.
Marco Antonio la abraza para calmarla.
—Tranquila, mamá, papá es un hombre muy fuerte y saldrá de esta.
—No, hijo, los doctores no, nos dan esperanzas. Y se tapo la cara con las manos llorando.
Marco Antonio, no podía creer lo que estaba pasando. Su padre se estaba muriendo y odiaba que, fuera así. Nunca tuvo una relación buena con él, de hecho, siempre se interpuso en todo lo que quería en su vida, pero no podía negar que la muerte de su padre, le dolía.
Al mucho rato salió un doctor y les dijo:
—¿Ustedes, son los familiares del Señor Rodríguez ?
—Si, doctor, él es mi papá, ella es su esposa y ella mi hermana.
—El señor, se encuentra muy delicado.
—¿Podemos verlo ?
—Por supuesto, sigame por favor. Salió corriendo hacia la habitación, que le había indicado el doctor, cuando abrió la puerta, ahí estaba su papá, acostado, todo golpeado y lleno de sangre, con la mirada entrecerrada y perdida, mirando al techo. Lo único que pudo decir fué
—¡Papá !
Respiro profundamente, antes de caminar hacia la cama, le tomo la mano. Y sintio que algo caliente rodaba por sus mejillas. Su padre lo reconoció enseguida y ya sin fuerzas susurro.
—Gracias a Dios, estás aquí.
—No hables papá, descansa.
—Hijo, tengo algo muy importante que decirte.
—Te hace mal hablar.
El señor Rodríguez, apreta la mano de su hijo y mueve la cabeza en forma negativa, no dándose por vencido. Debía decirle la verdad, confesarle lo que hizo para que su hijo no fuera feliz con la mujer que amaba. Se moría, le quedaba muy poco tiempo de vida y lo menos que podía hacer, era liberarse de ese secreto.
—Marco Antonio, me muero y no puedo llevarme esto a la tumba y menos sabiendo lo que has sufrido por mi culpa.
—¿De qué hablas, papá?.
Marco Antonio, no quería escuchar nada, no quería rememorar aquellos momentos y mucho menos escuchar una mentira más de su padre. Si estos momentos eran los últimos, se negaba a discutir con él.
—Marco Antonio yo soy el culpable de todo... Yo amenacé a María Elena, le dije que si no te dejaba te dejaría en la ruina, te lo quitaría todo. Y el contrato también fue un engaño, le mandamos flores a su casa y ahí fue donde conseguí la firma. Al señor Rodríguez le dió un ataque de tos. Y Marco Antonio quedó sin poder emitir una palabra y el señor Rodríguez prosiguió
— Yo mandé a Janet a la empresa, la contraté para que te sedujera. Yo soy el único culpable de que tu vida sea así de infeliz hijo.
—Pero papá. Dijo Marco Antonio desesperado—respiró hondo cuando ya no pudo hablar más. —Pero papá…
—No, Marco Antonio, déjame terminar. Ella te amaba, solo te protegía, quería que lo supieras antes de morirme. No pretendo que me perdones, pero sí que la busques y seas feliz.
—¿Feliz? . ¿Tú crees que ella me va a escuchar ahora?. Preguntó amargamente soltándole de la mano, apartándose de él. Escuchaba como su madre y hermana lloraba desde la puerta, escuchándolo todo.
—No papá… mataste todo lo que había entre nosotros. ¿Cuando quizo preguntar él por qué? Los ojos del señor Rodríguez se cerraron y Marco Antonio salió de la habitació, no se sentía bien.
Las dos mujeres lloraban a sus pies, lamentando su muerte. Él se sentía vacío, roto. Le dolía el cuerpo, se ahogaba. Le odiaba, odiaba como su padre había jugado con sus sentimientos, con su felicidad. Pero también se sentía mal por su pérdida. Podrían haberse ahorrado tanto sufrimiento. Si él hubiera confiado en la palabra de la mujer que amaba, ahora estarían juntos, pero no, él tuvo que creer en la palabra de su padre, aun sabiendo que odiaba a María Elena. Le creyó y la perdió para siempre. Salió del hospital a toda prisa, metiéndose en su auto. No supo cómo llegó a su casa, tampoco cómo acabó con una copa de whisky en las manos, mirando a la nada. Llorando sin parar. Recordando cada palabra que su padre justo antes de morirse decidió confesar. Lo único que hacía era susurrar en nombre de María Elena. En ese momento en un arrebato de rabia, de dolor, de impotencia. Lanzó el vaso que tenía en su mano contra la pared, partiendose en pedazos, se arrodilló en el suelo llorando como un niño, con el corazón destrozado. Preguntandose. ¿ Como hago para que María Elena me escuche ?. ¿Cómo hago para recuperar el amor de mi vida ?