Capítulo 21

2210 Words
María Elena se acercó a Elizabeth con la intención de hablar con ella y hacerle ver que no tenía la culpa de lo que había pasado con su hijo. Fue solo una víctima y Juan se aprovechó de que estaba sola con los niños. Lo tenía más que preparado. —Hola, Elizabeth. La saludó sentándose a su lado. Mientras tanto Marco Antonio fue a recoger a su hija para darle muchos mimos y pasar tiempo con ella. Aún era pequeña, pero ya había preguntado por su hermano algunas veces. Tenían que mantenerla entretenida para que no lo extrañará y no sufriera, era lo que menos necesitaban ahora, más sufrimiento. —Hola, Mari. Respondió sin mirarla. —Elizabeth, por favor. Mírame. —No puedo. Yo tengo la culpa de lo que ha pasado... si algo llegase a pasarle a Frank, no me lo perdonaré nunca en la vida. María Elena la abrazó y Elizabeth lloró a su vez. Ella solo podía asegurarle, hacerle ver que ella no tuvo la culpa y que nada iba a pasar. Su hijo volvería con ellos y muy pronto. —Ahora tienes que estar más feliz, vas a tener dos sobrinos más a los que cuidar. . Elizabeth levantó la cabeza y le sonrió. —¿Dos?. Asintió — Qué maravilla, pero serán sobrinas. —De eso nada. Intervino Marco Antonio. María Elena se levantó como un resorte y salió corriendo a la vez que llegaba la madre de Marco Antonio y Elizabeth —¿Qué te pasa María Elena?. Preguntó Carmen. Se fue tras a ella y Marco Antonio le dio la niña a Elizabeth para ir también. Estaba muy preocupado, pues cada cosa que pasara tenían que estar pendientes. María Elena estaba en el baño, los vómitos comenzaron y era algo que no podía remediar. Marco Antonio se acercó a ella y agarró su cabello con una mano para que este no se pusiera delante y con la otra sobaba su espalda. —Ya pasó. ¿Te encuentras mejor?. Se interesó. Asintió algo más tranquila después de haber vomitado. —Me asusté cuando te vi corriendo. María Elena sonrió. —Así me gusta… tu sonrisa es la más bonita que he visto en mi vida. La besó y Carmen carraspeó. —Sigo aquí, chicos . Aseguró riéndose. Se separaron y soltaron una carcajada. María Elena se sentía mal por estar riendo, cuando su hijo estaba desaparecido, pero le pareció gracioso el hecho de que su suegra estuviese viendo todo lo que pasaba entre ellos. La miraron y salieron del baño para dirigirse de nuevo al salón. Su mujer necesitaba descansar, pero como se negaba a acostarse, se sentaría en el sillón con los pies en alto. —Mamá, serás abuela de mellizos . Anunció y ella abrió la boca desencajada. En ese momento si no fuera por Frank podrían ser felices, pero faltaban muchas cosas. Marco Antonio se percató de la tristeza en el rostro de María Elena. —¿Qué te pasa mi amor? —Necesito a mi madre, la echo tanto de menos. Marco Antonio sonrió con picardía. Ya sabía él que ella necesitaba de su madre en ese momento y pensó en llamarla para que fuera a Nueva York. María Elena se levantó eufórica y lo besó agradecida de que Marco Antonio tuviera esa idea tan preciosa. Obviamente sabía que eso la pondría un poco más feliz, aunque le costase serlo en ese momento. Tras esa enérgica de levantarse, María Elena se mareó un poco, así que Marco Antonio la llevó a la habitación para que se acostase en la cama un rato y descasara. Después de almorzar, Marco Antonio llamó a su suegra y le sacó el primer vuelo que había para esa misma noche. Estaba muy emocionada por el embarazo de su hija. Lógicamente no le contó nada acerca de Frank, al menos, hasta no tenerla en casa. No quería que se preocupara. Marco Antonio fue hasta la habitación para ver a María Elena. Al llegar, se la encontró dormida plácidamente, se recostó a su lado y la abrazó por la cintura. Ella se removió un poco, pero no se despertó. Y él, se quedó ahí. Cuidando su sueño y protegiendo con sus manos a sus bebés para que sintiera que su padre estaba ahí y que iba a cuidar de ellos. María Elena se despertó y sintió un cuerpo pegado al suyo, se dio la vuelta y vio a su amor abrazado a ella con las manos en su vientre. " Es un amor", pensó a la vez que se levantaba despacio. Marco Antonio estaba totalmente dormido, miró la hora en el teléfono móvil y ya era de noche, había dormido bastante. Entonces se percató de que tenía un w******p de Mariana, cuanta falta le hacía su amiga en esos momentos. Menos mal que por lo menos iba su madre, pero aun no sabía cómo le iba a decir lo de Frank, su pequeño… suspiró exasperada. ¿Dónde estará? Se le salió una lágrima que, enseguida, se la secó. Debía tener la mente fría para poder encontrarlo y terminar con todo esto de una vez. Leyó el mensaje. " Mariana: Hola, María Elena ¿por qué no me has dicho lo de Frank? Por Dios tenías que haberme dicho algo, sabes que eres como mi hermana. Mañana mismo vamos para Nueva York, para estar contigo. Por favor, llámame. Te quiero." No quería llorar, pero no podía retener más las lágrimas, tenían que salir. Entre las hormonas y la desaparición de su hijo, no podía controlarlo más. Salió de la habitación y se dirigió al salón donde, Hernán y Elizabeth, estaban muy acaramelados y no quiso interrumpirles, así que se fue directamente a la cocina. En ella estaba su suegra dándole la cena a Ashley y a su pequeña. Se había olvidado completamente de su hija por todo el problema y no había pasado tiempo con ella. —Hola, princesa. La tomo en brazos y Susy la abrazó. Cuanto la quería, Carmen, se acercó a ella y le acarició la mejilla con cariño. Era una mujer muy buena y la quería muchísimo. —¿Cómo estás mi niña?. Se interesó. —Mejor, gracias Carmen. —¿Tienes hambre?. Negó con la cabeza regalándole una pequeña sonrisa —Voy a despertar a tu hijo que ya es tarde. Asintió y salió de la cocina con su pequeña en brazos. — Vamos a despertar a papá, princesa. Fueron hasta la habitación y entraron. Marco Antonio, seguía dormido, se aceró y se acostó con Susy al lado de él. La pequeña comenzó a hacerle cosquillas y María Elena le hacía señas para que siguiera. —Mmm, un ratito más, por favor. Murmuró y ella seguía diciéndole a su hija que no parase. — ¡Papi, despierta!. Exclamó Susy ofuscada. Marco Antonio podía llegar a ser un dormilón si se lo proponía. — Has despertado al monstruo de las cosquillas, princesa. La cogió y empezó a hacerle cosquillas. En ese momento, María Elena, se sentía más triste que nunca, no estaba Frank. Marco Antonio se dio cuenta y dejó de hacerle cosquillas a su hija y se acercó a ella. —¿Estás bien?. Asintió. —Es solo que no puedo dejar de pensar en Frank. —Todo se arreglará. —La besó. —Has dormido mucho. —¿Qué hora es?. Preguntó preocupado. —Son las diez. ¿Por qué? Marco Antonio abrió los ojos a la vez que daba un brinco de la cama y se calzaba. —En media hora llega tu madre ¡me voy!. Y salió corriendo. María Elena salió tras él con su hija en brazos, Marco Antonio se acercó a Hernán. —Hernan, vamos, acompáñame. Tengo que recoger a tu madre en el aeropuerto en media hora. Hernán abrió los ojos sorprendido, él no sabía que venía su madre. Asintió y ambos salieron a toda prisa hacia el aeropuerto; María Elena ya tenía ganas de ver a su madre, ya que llevaban un mes sin verla y era como si llevase un año. Caminó hasta el sofá y se sentó con Elizabeth y Susana se fue con Aslhy a su habitación. —Elizabeth he estado pensando en algo y necesito tu ayuda. Dijo. Algo empezó a rondarle la cabeza desde hace horas, pero no quería contarle a Marco Antonio porque claramente no le dejaría hacerlo. Era una auténtica locura, pero le daba igual. —¿Qué pasa, Mari ? Sabes que puedes confían en mí. —Voy a llamar a Jannet para hablar con Juan… quiero ir a por mi hijo y la única manera es esa. Elizabeth la miró con asombro y miedo a la vez. María Elena se había vuelto loca, pero la desesperación que tenía por encontrar a su hijo era más poderosa. Necesitaba encontrarle de una vez y no iba a parar hasta encontrarlo. —¡¿Te has vuelto loca?! Marco Antonio no lo va a permitir y yo tampoco… en eso no te puedo ayudar, lo siento. —Por favor, por favor Elizabeth. Eres la única en la que puedo confiar. Además, hablaré con la policía para que sepan todos mis pasos, pero no quiero meter a más personas en todo esto… yo soy la única en quién confiará Juan, sabe que estoy desesperada. Sollozó. El temor de no obtener la ayuda necesaria era mucho más fuerte que el miedo a perder a su hijo. No podía permitir que Juan se lo llevara lejos, pues no volvería a verlo y antes muerta que permitirlo. —No sé, Mari. Es muy arriesgado y sobre todo en tu estado. —La miró suplicante. Sabía que tenía razón, pero no le quedaban más opciones. —¿Qué harías en mi lugar si fuera Aslhy?. Elizabeth puso cara de espanto. — Eso mismo, Elizabeth. ¿Me entiendes?. Asintió resoplando. —Está bien, pero por favor, iremos primero a la policía. Asintió y la abrazó. Se levantó para coger su teléfono móvil, iba a llamar en ese mismo momento a Jannet no podía esperar ni un minuto más y debía hacerlo antes de que llegaran Marco Antonio y Rolando con su madre. Marcó y al tercer tono, se lo cogió. —Ya te estabas tardando, princesa. Pensé que no te importaba nuestro hijo. —Juan, Frank no es tu hijo. De ser así, no le harías lo que estás haciendo. —Bueno. ¿Qué quieres?. No tengo todo el tiempo y menos para ti. —Quiero que me digas qué tengo que hacer para que me devuelvas a Frank. Soltó una carcajada el muy desgraciado. Si pudiera lo mataría con sus propias manos. —Ay, María Elena. Muy fácil, te quiero a ti. —¿A mí? Explícate. —Tú te quedas y Frank se va. Un intercambio ¿Qué te parece?. María Elena se tensó. Soltó un suspiro a la vez que miraba a Elizabeth, esta negaba con la cabeza para que no aceptara, pero no podía hacer otra cosa. —Está bien. ¿Dónde y cuándo?. Elizabeth no podía creer lo que estaba escuchando. Tenía una ligera esperanza de que no lo hiciera, que recapacitara, pero eso no iba a pasar. Caminó hasta el sofá y se sentó, no le quedaban fuerzas para seguir con esto y debía ser fuerte. —Mañana a las siete de la mañana. En las afueras de la ciudad hay unas casas abandonadas, te espero en la última y no quiero sorpresas, María Elena. Cómo me entere que la policía está al tanto de nuestra entrevista, mato a Frank y no lo vuelves a ver en tu vida. Sin más, le colgó, dejando a María Elena completamente aturdida. Una angustia entró en su cuerpo y necesitaba tranquilizarse para que Marco Antonio no se preocupara. Entonces recordó que debía llamar a la policía, pero le pidió a Elizabeth que lo hiciera ella y le contará todo. “¡Mato a Frank!” esas palabras no se le borraban de la cabeza ¿y si era capaz? No, no podía pensar eso. En ese momento, la puerta se abrió y entraron Marco Antonio y Hernán, cuando vio a su madre, se abalanzó sobre ella. Marta la recogió entre sus brazos y comenzó a llorar. ¿Cómo le diría que Frank no estaba? Simplemente no podía, no sabía cómo hacerlo. Elizabeth salió del salón y la miró, ella sabía dónde iba, así que tendría que distraer a todos. —Mamá, te he echado mucho de menos. —Mi niña. ¿Cómo estás? Te veo muy demacrada y triste. María Elena seguía llorando, no podía parar. —Mamá, es que no sé. Silencio absoluto, nadie decía nada. ¿ Y cómo hacer?. Era su nieto e iba a ser un golpe muy grande para ella. —¿Qué pasa cariño? Cuéntaselo a tu madre. Resopló frustrada y miró a Marco Antonio para que le echara una mano. —Marta… pasó algo con Frank. Intervino Marco Antonio. Se sentaron en el sofá, pues María Elena se sentía mareada y no ayudaba en nada el hecho de tener que decirle a su madre que habían secuestrado a su nieto. Marta los miraba expectantes y, con solo mirar a su hija, sabía que era algo grave.

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