Capitulo 15

2208 Words
Estaaban en el interior de la casa, Maria Elena tenía un ataque de ansiedad bastante preocupante hasta el punto de que tuvieron que llamar a un médico para que la atendiera. Este llegó y lo primero que hizo fue tomarle la tensión y darle unos calmantes para que por fin comenzara a respirar con tranquilidad, aunque realmente Marco Antonio no esperaba que eso fuera posible, ya que el simple hecho de haber visto a Juan en los arbustos, era algo bastante grave. ¿Cómo era posible que ese desgraciado supiera a cada momento dónde estaban? —Amor ¿Estás mejor?. Preguntó sentándose a su lado. —No, no lo estoy. Era Juan, tú lo viste igual que yo, era él… estaba preso. ¿Cuándo salió? La voz le salía entrecortada, agónica, llena de miedo. —Cariño, tengo algo que contarte, pero antes de nada si no te lo conté fue para evitar justamente esto que te está pasando. Declaró él angustiado. —Habla de una vez, Toño. —Juan, se escapó de la cárcel hace dos semanas… la policía me llamó para contármelo. Su cara cambió a una muy molesta. "Increíble, ahora me toca dar pelea ",pensó. Tal y como se estaba poniendo, prefirió omitirle el dato de que Jannet estaba metida con ese hombre, ese problema lo arreglaría él, cuantas menos personas lo supieran, mejor. Jannet no tenía constancia de que él lo sabía y por ahí podía pillarlos. —¿Por qué no me lo dijiste?. ¿Sabes la angustia que estoy pasando? —Claro que lo sé, yo también estoy igual. —Chicos, chicos, tranquilos. Ahora tenemos que estar unidos, no podemos enfrentarnos entre nosotros, tenemos que estar alerta y hablar con la policía. Intervino Elizabeth, Marco Antonio y María Elena suspiraron a la vez, se miraron y sonrieron, pues Elizabeth tenía razón. —Está bien ¿Me perdonas?. Preguntó María Elena acercándose a él. —No tengo nada que perdonarte, es solo… que quiero protegeros. Son mi familia. La acercó a él y la besó con dulzura. —Bueno, ya dejaos de tanto beso que no soy de piedra. soltó Elizabeth. Estaban los tres en el salón. Carmen estaba en la habitación de juegos con los niños, emocionada de pasar tiempo con sus nietos. Julio César al salir del aeropuerto, se fue a la empresa a ver si él podía mediar antes con Jannet y Carmen Rosa tuvo que volver al trabajo. —¿Estás mejor, Maria Elena?. Preguntó Elizabeth. —Sí, gracias. Siento mucho el espectáculo. —No, seas boba, no digas tonterías. Es normal que te pongas así. —Es que no logro entenderlo. ¿Cómo se escapó? ¿Qué quiere de mí? Ya bastante daño nos hizo. ¿Qué más quiere? Esas preguntas solo podían conseguir que se alterase de nuevo. Tenía miedo, mucho miedo. Ella conocía a Juan y sabía de lo que era capaz, ya se lo demostró una vez. ¿Qué le impedirá volver a hacerlo? Marco Antonio no podía verla así, se estaba muriendo de rabia y quería encarar a ese desgraciado y matarlo por hacerle todo esto a su mujer. No sabía si la justicia iba a actuar rápido, pero él no iba a dejar que se le acercara a ninguno, primero tendría que matarlo para poder conseguirlo. Era el momento de ir a la comisaría e interponer la denuncia de que habían visto a Juan. Además de llevarse el teléfono móvil de María Elena para que vieran los mensajes. La tenía entre sus brazos, abrazándola fuerte, reconfortando esa parte que se hubo alterado de esa manera, provocando en ella más inquietud. Entonces, se despidió de ella para irse de una vez y cuando se acercaba a la puerta, el timbre de la casa sonó. No esperaban visita y con precaución, abrió la puerta, quedándose anclado al suelo al ver a quién tenía delante. —Hola amorcito. ¿Cuándo me ibas a decir que venías?. Soltó Jannet nada más verle. María Elena que la escuchó, se levantó a toda prisa y fue hasta ellos como una bala. —Vaya, pero si es la perra de Jannet. ¿Cómo tú por aquí? ¿Y quién te dio permiso de llamarle amorcito a mi hombre?. " Jannet había llegado en el peor momento ,",pensó Marco Antonio poniéndose muy cerca de María Elena, estaba muy molesta —¿Qué haces tú aquí limpiadora? —Jannet, cállate y lárgate de aquí. Pidió Marco Antonio intentando parecer tranquilo, pero no lo estaba. Pero María Elena estaba que echaba humo por las orejas y ya no había quien la parase, se abalanzó sobre ella y la agarró del pelo. Su mujer estaba echa una furia. Entre Elizabeth y él la separaron, pero María Elena ya le había arañado la cara y arrancado algunos pelos. De verdad que Jannet se merecía eso, pero no era la forma de hacer las cosas. — ¡Agarra a esta gata!. Gritó fuera de si. —Mira lo que me hizo. Estoy embarazada. Soltó la bomba que faltaba para terminar de liarla. —¿Embarazada?. Preguntó Maria Elena en un susurró, mientras sus ojos se clavaban en Marco Antonio. —¿No me digas que tu hombre no te dijo que va a ser papá? Marco Antonio palideció, pues lo menos que quería ahora era tener una problema con María Elena, mucho menos iba a dejar que esta mujer destrozara lo que tanto le ha costado conseguir, el amor de su vida. — ¡No es mi hijo Jannet, busca el verdadero padre, si es verdad que estás embarazada!. Vociferó molestó. Él no dejaba de mirar a Mateo Elena haciéndole ver que no era verdad, que ese bebé no era suyo, que estaba seguro de que era así. —¿Es verdad Toño? —No —Siempre usé protección. Además, ella se acostaba con más hombres. —Incluso con tu padre. Mencionó María Elena. Elizabeth la miró con el ceño fruncido. En cambio, Jannet, se puso nerviosa, haciendo que por fin lo entendiera todo. Eran ciertas las sospechas que tenía María Elena y él que creía que era algo absurdo, que su padre no sería capaz de hacerle eso a su madre, que sería incapaz de dejar embarazada a otra mujer. Pero, ahora lo entendía todo, por eso su padre la puso en el testamento, porque realmente estuvo con ella. —¿Jannet? ¿Te acostaste con mi padre? —Y si así fuera, ¿Qué?. Entonces, sin esperarlo, su madre se fue directa hacia ella. >, se preguntó. Carmen comenzó a pegarle a Jannet. ¿Qué les pasaba a estas mujeres? Tony estaba sorprendido de ver como ellas podían ser capaces de defenderse. — ¡Quítamela de encima Marco Antonio!. Gritaba Jannet —Elizabeth, por favor. Ayúdame. Pidió Marco Antonio intentando coger a su madre. Su hermana negó y Marco Antonio no lo podía creer. —Ni loca, deja que mamá le dé su merecido, por perra. —Maria Elena, ayúdame tú. Miró a su mujer. —Sí, ayudaré a tu madre. Y eso hizo, ayudar a su madre a pegarle a Jannet. Marco Antonio no podía con las dos y tenía que separarlas a como dé lugar, no era propio de ellas hacer esas cosas. —Maria Elena, mamá. ¡Paren de una vez! . Gritó y pararon en seco Si lo llega a saber, había gritado antes. Ambas se alejaron de esa mujer a la que dejaron marcada y con los pelos como una loca y se pusieron al lado de él. Aún no estaban controladas del todo, pues tenía que ponerse delante de ellas para que no se les echara de nuevo encima. —Esto no va a quedar así. Cuida de Frank y Susana. María Elena. Amenazó ésta provocando en María Elena algo más que un rabia —Ni se te ocurra acercarte a mis hijos ¿Me oyes? Porque ahí sí me vas a conocer. Intervino Marco Antonio molesto. ¿Cómo le se ocurría amenazarle con los niños? —¿Tus hijos? Ja, ese niño no es tuyo y dudo mucho que la mocosa lo sea. Maria Elena se acercó a ella y le dio una bofetada con todas sus fuerzas, doblándole la cara hacia el otro lado. —Lárgate de aquí, perra y espero no verte cerca de mis hijos porque te mato. Jannet los miró con odio y se fue. Marco Antonio volvió a respirar, pues no quería que María Elena se enterara de que Jannet tenía mucho que ver con Juan, no sabía que hubiera pasado si el tema fuera salido en este momento. Ella se quedó anclada, mirando como esa mujer se iba. No podía apartar su mirada de Jannet sino, hasta que la vio alejarse por fin de la casa. Ahora el pánico se hizo más presente, pues las amenazas no iban solo en su contra, también a sus hijos. Entraron en la casa y fueron al salón para calmarse. Las horas pasaron y la cena estaba casi lista. Marco Antonio no la dejó sola en ningún momento, pues le necesitaba más que nunca. Solo sintió una vez miedo y fue cuando Juan la golpeó… ahora era diferente, no era solo miedo, llegaba a más. Carmen, les avisó de que ya podían sentarse para cenar. Marco Antonio se levantó y fue a la habitación para avisar a los niños. —Alhly, entonces ¿te casarás conmigo?. Preguntó Frank. Marco Antonio los miraba embelesado, dándose cuenta del cariño tan grande que estos niños se tenían, hasta el punto de hablar de matrimonio. —Sí, me casaré contigo Frank. Lo prometes, pase lo que pase. —Pase lo que pase me casaré contigo. Tras eso, se besaron. No lo podía creer, pero tampoco le sorprendía. Marco Antonio carraspeó para que supieran que estaba allí y se separaron de golpe. Entró en la habitación y con una sonrisa, se acercó a ellos. Les informó de que la cena ya estaba lista y les guiñó un ojo a la vez que cargaba a su princesa. Estaban cenando muy tranquilos, al fin algo de tranquilidad. Su princesa en los brazos de su madre, los niños se habían ido a jugar al terminar de cenar y Elizabeth hablaba con ella. Le encantaba la familia que habían creado y le pareció el momento idóneo para pedírselo, pues ya era hora de hacerlo. —Familia ¿Me prestan atención un momento? .Preguntó Marco Antonio interrumpiéndolas—. Tengo algo importante que hacer y ya no puedo esperar más. Las tres mujeres lo miraron extrañados a la vez que Marco Antonio se ponía delante de María Elena, hincó la rodilla delante de ella. Escucharon un “oh” por parte de su madre y hermana y su mujer, ya tenía lágrimas en los ojos. Era algo que no se esperaba que haría en ese momento, algo que esperó, pero que no sintió que pasaría tras toda la locura. Había llegado el tiempo en el que tenían que empezar a vivir como tal, siendo marido y mujer, siendo felices y María Elena deseaba cumplir ese sueño que martilleaba su mente desde hace tres años. —Maria Elena, mi amor. Estuve pensando mil maneras de pedirte esto y creo que este es el mejor momento para hacerte esta pregunta. Asintió nerviosa — ¿Te quieres casar conmigo? —Pues claro que sí cariño, es lo que más deseo en este mundo. Respondió ella sin poder si quiera hablar de lo emocionada que estaba. Le puso el anillo que le dio su abuela antes de morir, se levantó y la cogió en brazos, dando vueltas mientras besaba sus labios con pura pasión, con puro amor. Elizabeth, que había cogido a su hija, aplaudieron a la vez que su madre. Estaban felices, algo de felicidad ahora estaba bien ¿no? —Te amo, me haces el hombre más feliz de este mundo. Declaró con sus labios aún pegados. Se separaron y se quedaron mirando el uno al otro, clavando sus ojos, conectándose de esa manera tan fuerte, esa fuerza que los mantuvo unidos, aunque no estuvieran juntos. —Yo también te amo, Marco Antonio más que a mi vida y por mí me casaba mañana mismo si es posible. Propuso ella provocando que soltaran una carcajada. —Me gusta la idea, pero tú te mereces algo mejor, así que lo arreglaremos todo lo antes posible ¿te parece? Asintió a la vez que el timbre de la puerta sonó de nuevo. Era tarde y, a menos que fuera la policía la que iba hasta allí, nadie más tenía que llagar. Carmen,l fue a abrir y llegó al salón junto con Julio César que, al verlos tan emocionados, sonrió de lado, esperando que alguien le dijera que estaba pasando. — ¡Nos casamos Julio César! . Dijeron al mismo tiempo. —Por fin, ya te estabas tardando hermano. Respondió con diversión. — Felicidades a los dos, les deseo la mayor felicidad del mundo. Caminó hasta ellos y los abrazó. Elizabeth sacó una botella de champán para bridar y eso hicieron. Realmente estaban muy felices y eso provocó que encontrasen un poco de paz en medio de tanto miedo. Un poco de amor, entre tantas lágrimas.
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