Capítulo 13

2273 Words
Una vez que cerró la llamada, suspiró antes de encaminarse con su hija hasta el salón, donde a la primera que miró fue a ella, a su amor. No podía creer que Juan se hubiese escapado. No iba a permitir que se acercase a ella, a su familia. Ahora estaba él para cuidarles, para luchar por los tres y cuidar que nada les pasara. María Elena se percató de su mirada y clavó sus intensos ojos en los de él, demostrando cuan nerviosa estaba por el mensaje que había recibido y que nadie se había enterado, pues ella no se atrevía si quiera a pensar en ello. ¿Cómo iba a contar la amenaza que acababa de recibir? Marco Antonio caminó hasta ella y se sentó a su lado con Susy entre sus brazos. —Amor. ¿Te pasa algo?. Preguntó él. —¿Por qué lo dices? —No sé, te noto nerviosa, como si hubieses visto un fantasma. Ella negó fingiendo una sonrisa, intentando borrar de su rostro la preocupación y el miedo que se había instalado sin darse cuenta. Cuando creyó que Marco Antonio daría por terminado el tema, Mariana mencionó lo mismo, que la veía pálida y nerviosa. Su cuerpo temblaba como una hoja y eso no pasó desapercibido para Marco Antonio. La conocía demasiado bien como para que le engañase. Besó su mejilla con cariño a la vez que le pedía que no hubiese más secretos y que confiara en él. María Elena se dio por vencida y le mostró a Marco Antonio el teléfono móvil, enseñándole el w******p de un número desconocido amenazándola de muerte. ¿Quién puede ser tan desgraciado? Solo esperaba que no fuera Rolando o Juan, aunque también podía ser Jannet. Ya lo hizo una vez, podía volver a hacerlo y esta vez no se lo iba a consentir. —Tengo miedo, Toño. Me quieren matar por Dios. ¿Tan mala persona soy? —No digas eso. Eres la mejor persona que conozco. Quien quiera que sea, lo que quiere es meterte miedo. Dijo intentando tranquilizarla, aunque él estuviese muriéndose por dentro. —Pues lo ha conseguido, de hecho, en este momento estoy demasiada asustada. Marco Antonio estaba muy molesto. No podía verla así, le dolía ver que sufriera, que tuviese miedo de algo y que él no pudiera hacer nada para remediarlo. —Tranquila, Mari. Seguro que es alguna broma de alguien que está muy aburrido… no te preocupes, no estás sola. Nos tienes a nosotros. Dijo en forma de apoyo Mariana se acercó a María Elena para abrazarla —Iremos a la policía para que lo investiguen. Intervino Julio César. Que hasta el momento se había mantenido en silencio. Ella asintió a la vez que Marco Antonio, dice: —Vamos a comer, que esta princesa es muy glotona y tiene hambre. Anunció él para luego besar sus labios con dulzura. Pasaron la noche sin más problemas. María Elena estaba más calmada y Marco Antonio aún más preocupado. ¿Y si era Rolando? Lo iba a matar si era ese él que estaba amenazado a María Elena. A las doce, Julio y Mariana se despidieron, tenían que descansar ya que mañana trabajaban los dos y Marco Antonio tenía de nuevo una reunión con el director del hotel Aloft Lima Miraflores, para la firma del contrato de venta, al fin terminaría con esa negociación. Tras ese incidente, la semana transcurrió con normalidad, Marco Antonio, había encontrado unas oficinas para poder abrir la empresa en Lima. Le pidió a María Elena que trabajara con él y dejara el hotel. En un principio se negó, pero después aceptó, aunque si por él fuera, no trabajaría más. Pero a ella era difícil convencerla de eso, era una mujer muy activa y no la podía encerrar en una burbuja. Pasaron dos semanas más y llegó el domingo que a María Elena le tocaba guardia en el hotel y no le hacía mucha gracia, ya que el día anterior volvió a recibir una amenaza y la verdad ya le tenía molesta el tema. Aunque fueron a la policía para colocar la denuncia, él sabía casi seguro de que los mensajes eran de Juan . Pero ¿cómo le diría que su exmarido andaba suelto? —Amor, no te preocupes. No pasará nada. Aseguró él. —Pero tengo mucho miedo, Marco Antonio. —Pues no vayas. Le pidió. —No te hace falta estando conmigo. Ella negó, eso no iba a pasar. Siempre le dijo que no era una mantenida y esta vez no era distinto. Sofía era trabajadora y lo que tenía, se lo ganó a pulso, trabajando duro. De pronto el teléfono móvil de Marco Antonio sonó, lo miró antes de descolgar, pero era Elizabeth Tras disculparse con María Elena, le respondió a su hermana. —Hermana, cómo estás —No sé, hermano. Tengo algunas cosas que decirte. Se preocupó en cuanto escuchó a su hermana, la notaba muy nerviosa y no era propio de ella llamarlo a no ser que fuese una emergencia, pues sabía lo ocupado que estaba siempre su hermano. —Necesito que vengas a Nueva York —¿Qué pasó? —No te alteres Marco Antonio. —Habla de una vez . Le pidió molesto. —¿Sabías que papá modificó el testamento? Lo que le faltaba, más problemas, como si no tuvieran ya suficiente. Sabía que su padre dejó todo bien arreglado, pero ¿hasta qué punto lo modificó? Volvió a pedirle a Elizabeth que hablase, pues se quedó de nuevo en silencio, como si lo que tuviese que decirle fuera algo que no le iba a gustar, algo que le amargar a la vida para siempre. Entonces, su hermana lo dijo, prácticamente lo escupió. —¿Cómo?. No lo podía creer—. Eso no puede ser, papá no pudo dejarle parte del testamento a Jannet. ¿Se volvió loco? ¿En que estaba pensando el viejo? —No lo sé, Marco Antonio, pero lo que sí sé, es que Jannet está planeando ir a Lima a buscarte, porque dice que está embarazada de ti y que tienes que hacerte cargo. Marco Antonio no podía creer la cantidad de estupideces que esa mujer, solo por dinero, decía. ¿Acaso creía que él iba a dejarlo todo por ella?. Ya lo hizo una vez y perdió mucho más de lo que llegó a creer. Eso, no iba a volver a pasar. Su hermana siguió explicando todo lo sucedido con esa mujer y todo lo que creía ella que estaba planeando, pues a petición de su hermano, la estuvo investigando y la vieron con un hombre joven. Ambos se quedaron pensando, pues los datos que el detective le dio a Elizabeth, fue algo más que una foto, también tenía constancia de que Jannet, todo lo que quería era darle un susto a María Elena. —Dile al detective que investigue bien quién es ese hombre y Elizabeth, mándame esa foto por email ahora mismo. Estaba aturdido, molesto y solo deseaba que ese tipo no fuera Juan. —Está bien, pero Marco Antonio… tienes que venir, no sé cómo lidiar con Jannet en la empresa. —Mañana temprano saldré para allá. En referencia a la otra empresa, Julio César se hará cargo. Y tras decirle eso, se despidió de ella prometiéndole de nuevo que volaría a Nueva York por la mañana. Unos minutos después, sonó la notificación del mensaje que esperaba. Por un momento pensó en no verla y olvidar el tema, pero no podía hacerlo, ya que podía ser Juan y si era así, ¿qué tenía que ver Jannet con él? Abrió el email y miró la foto. Sí, era él, el desgraciado de Juan y del que estaba seguro, también era el autor de las amenazas que estaba recibiendo María Elena. No podía dejarla sola, ahora menos que nunca. Suspiró al menos cinco veces antes de salir de la cocina, donde había entrado cuando vio la llamada de su hermana. No quería que María Elena escuchara la conversación porque sabía que lo que tenía que contarle le haría alterarse y a ella la pondría mucho más nerviosa de lo que ya estaba. Caminó hasta el salón y se sentó al lado de ella. —¿No me digas que tienes que ir a Londres?. Suspiró asintiendo. —Hay unos problemas, que requieren mi presencia. —¿Qué clase de problemas?. Se interesó. Marco Antonio no sabía cómo contarle lo que Elizabeth le había dicho. Con todo lo que estaba pasando en este momento. —Vendrás conmigo . Afirmó intentando cambiarle de tema. María Elena alzó una ceja a la vez que él se iba acercando a ella y besaba su cuello. Una risita se escapó de sus labios e intentó separarlo de ella, al menos, hasta que volviese del trabajo. Cuando consiguió alejarlo, volvió a mirarlo, pero esta vez fijamente y no con un gesto de enfado, sino más bien, preocupado. —Sabes que no puedo ir, Toño. Además, no me cambies de tema. Marco Antonio se levantó enojado. Estaba cansado de esa mujer y aún no la había puesto en su lugar. Ahora tenía que contarle a María Elena lo que estaba pasando para que así aceptara ir con él, de otro modo, no iría. Era demasiado terca como para hacer caso a la primera. —Mi padre le dejó en la herencia a Jannet una parte de la empresa. — ¡Vaya! Tu padre, hasta muerto nos sigue amargado la vida… lo siento, no quería decir eso. Se disculpó levantándose para ponerse a su lado. —Tranquila, amor. Si tienes toda la razón.. Suspiró abrazándola. Pero ella aún seguía dándole vueltas al tema y no podía dejar de pensar en ciertas cosas que podían ser posibles y que, si se las decía, él podía enfadarse. —¿No has pensado que tu padre y Jannet estuvieran juntos ? —¿Qué quieres decir?. Frunció el ceño separándose de ella. —No te lo tomes a mal, pero… solo digo que a lo mejor mantenían una relación. ¿Cuánto hace que murió tu padre? —Pues como un mes, más o menos. Pero no sé a dónde quieres llegar. Ella se encogió de hombros restándole importancia, lo que menos quería era discutir con él en este momento. —Déjalo, no he dicho nada. —No, dime Insistió Marco Antonio. —Creo que tu padre y Jannet se entendían. El negó incrédulo—. Solo es una suposición, Marco Antonio. No le des más vueltas. Volvió a pegarse a él, evitando así que un enfado estúpido creciera en su interior. Marco Antonio la aferró a su cuerpo, metiéndola por completo en todo su ser si fuese posible. Odiaba tener que despedirse de ella, aunque solo fuera al trabajo. Y odiaba tener que dejarla en Lima, aunque tenía que convencerla de que fueran con él. Puso su barbilla en el hombro de ella después de besarlo con delicadeza, con la misma delicadeza que ella se merecía. —¿Vendrás conmigo? . Murmuró. Ella suspiró con una sonrisa. —¿Cuándo nos vamos? Solo esa pregunta hizo que él se alejara de su cuerpo, solo unos milímetros para poder mirarla de arriba abajo a la vez que sus manos viajaban hasta sus mejillas y la acercaba a él para poder besarla como tanto le gustaba, devorar su boca, como tanto deseaba. Al separarse, él pegó su frente a la de ella, suspirando como si con eso le hiciera entender el gran peso que le quitó de encima. —Gracias, no podía irme dejarte aquí. No cuando están pasando tantas cosas. Exresó Marco Antonio con voz, llena de miedo. Él no debía demostrar miedo, él era quien debía protegerlos, pero no podía evitar sentirlo y más cuando podía perderlos. —Tranquilo, amor. Acarició su mejilla, sintiendo su incipiente barba. —Es que tengo miedo, Mari, miedo a perdelos de nuevo. No lo soportaría. —Eso no pasará ¿de acuerdo?. Besó sus labios — Ya tengo que irme. Hablaré con mi jefe y le diré que nos vamos. Por cierto, no me has dicho cuando nos vamos. Sonrió con ternura. —Mañana por la mañana. Te recogeré en el trabajo con los niños. Asintió. Se despidió, dejándole dicho lo que tenía que recoger y se marchó, no sin antes decirle que lo amaba más que a su vida. Él le respondió lo mismo, como si fuera una despedida de las que sabes que no volverás a ver a esa persona. Marco Antonio sentía un desasosiego en el pecho que no lo dejaba respirar tranquilo, aunque María Elena no se quedaba atrás, pues ella sentía miedo, uno tan fuerte que no la dejará vivir. No podía dejar de pensar en los mensajes que estaba recibiendo, pensando en varias personas que podían ser los autores. Cuando se quedó solo, se quedó muy intranquilo, no pudo decirle nada de Juan y Jannet, no hasta tener pruebas. No quería preocuparla más de lo que ya estaba. Debía tener los ojos bien abiertos, no iba a dejar que le hicieran daño a María Elena y sus hijos, porque para él, Frank también era su hijo. Tendrían que matarlo a él primero. Se sentó de nuevo con la intención de llamar a Julio César, necesitaba que se fuera con él a Nueva York, él era el único que sabía controlarlo cuando se alteraba en la empresa y tenía toda la certeza de que en este viaje se iba a alterar y mucho y no iba a poder controlar la ira que sentía contra esa mujer que les quería amargar la existencia.
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