Capítulo 3

2864 Words
En estos tres años, la vida de María Elena, había cambiado mucho. Con una hija del amor de su vida, de ese amor que no veía desde entonces y con el que siempre soñó, pensando siempre que iría a buscarla, pero nunca lo hizo. Un mes atrás, viajó a Cusco para ver a Elizabeth y su amiga Mariana, no podía negar que su intención era volver para ver a Marco Antonio, pero no se atrevió a buscarlo y mucho menos después de saber que tenía algo más que una relación laboral con la señorita de Jannet. ¿Cómo iría a ver a un hombre que ya le había olvidado? ¿Cómo le diría “aquí estoy y esta es tu hija” si él ya no quería saber nada de ella? Elizabeth le aseguró que la relación de su hermano con su secretaria no era nada serio y que, en cualquier momento le despediría. Su padre era el único que quería una relación entre ellos. Trabajaba en el Hotel Aloft Lima Miraflores, de Lima, desde hacía ya un año, como recepcionista y la verdad le iba bastante bien. Se empeñó en terminar sus estudios para conseguir un bueno futuro para su hija y al poco tiempo de terminar, consiguió el trabajo. Ella jamás pensó que lo encontraría tan pronto. Pero fue gracias a Alberto que encontró el trabajo. Él es hermano de su compañera Leticia y si no es por ellos, aún seguiría buscando. Cuando conoció a Alberto, no pensó en tener nada serio. Bueno, ni serio ni nada. Simplemente no estaba preparada para tener una relación después de todo lo que había sufrido, pero gracias a ese hombre con el que se casaría en poco tiempo, la vida le cambio y le a ido mucho mejor. Alberto se empeñó en hacerla feliz, aun sabiendo que ella amaba a otro hombre, el hombre que marcó su vida para siempre. Estuvo con ella en los momentos más dificiles de su vida y no era lógico dejarlo de lado en los momentos agradables ¿No? Llevaban juntos casi dos años y la verdad no se arrepentía de haberle dado la oportunidad de estar en su vida. Necesitaba un hombre como él para poder olvidar del todo al hombre que amó y que, aún seguía amando, incluso más que antes, pero el rencor que sentía hacía él, por no creer en su palabra, hacía que en parte lo odiara. ¿Pero a quien quería engañar? Sería incapaz de odiar a su verdadero amor. Hace una semana vio en una revista una noticia que la sorprendió. La muerte del Señor Rodríguez. Pensó en el dolor y el sufrimiento que estaría sintiendo Marco Antonio y eso era lo único que a ella le importaba, pues la vida de ese Señor Rodríguez, le valia mierda, ya que se portó como un verdadero tirano, aunque tampoco es que se alegrara de su muerte. Por que ella no era ni juez ni verdugo para juzgar ni condenar, pero cada quien recibe lo que siembra. Había odio, rencor, sí y mucho, pero no malos deseos. Se levantó a las seis de la mañana, anoche no durmió nada por culpa de una sensación muy extraña que sentía en su pecho. El presentimiento de que pasaría algo, la embargaba desde la tarde y no podía explicar que le pasaba. Sentía una gran sensación en el estómago, cómo mariposas revoleteando, decidió tomar una ducha, para ver si, se le calmaba la ansiedad que sentía. Después de haberse duchado, se vistió lo más rápido que pudo, ya que tenía que entrar al hotel a las siete y media. Gracias a Dios que tenía auto, no era de último modelo, pero si la ayudaba a trasladarse de un sitio a otro, además ya no trabajaba en Huancayo, si no, en la misma ciudad de Lima y que quedaba más cerca, estaba muy conforme con su trabajo, por qué le gustaba lo que hacía y todo comienzó tuvo sus pequeños inconvenientes. Julio César le ofreció volver al hotel donde trabajaba anteriormente, por supuesto que se se negó. No quería encontrarse nuevamente con él, si es que volvía a la ciudad. Salió de su casa a las seis y cuarenta y cinco minutos de la mañana, cuando ya su madre doña Martha había llegado para quedarse con su hija. Cuando al hotel, era buena hora, se estacionó en el lado de los empleados y se dirigió directamente hacia su looker, para colocarse el uniforme, dejar sus pertenencias y retocar su maquillaje. Pues no le gustaba salir de su casa con el uniforme puesto, así que se lo ponía en el hotel. Una vez lista, se miró al espejo . María Elena seguía siendo la misma mujer, los tropiezos de la vida, no la hicieron cambiar, al contrario la hicieron una mujer mas fuerte, más guerreras, cómo se dice en Perú. Su única debilidad era Marco Antonio Rodríguez. Su amor por él era algo que quería tener bien escondido en un rinconcito de su corazón, para no dejar que saliera a la luz, ni se escapara, pues eso sería lo peor que le pudiera suceder. Se dirigió a la recepción, donde ya la esperaba su compañera Valentina . —Buenos días, Valentina. ¿Cómo estás?. Saludó María Elena entrando a recepción y dándole dos besos en las mejillas. —Muy bien. ¿Y tú amiga?. —Bien, gracias a Dios. Ambas comenzaron a mirar los pendientes para ese día , María Elena se dirigió al departamento de copiado, para allí reproducir las identificaciones de los huéspedes para tenerlo controlado. Se llevaba bien con Valentina y le hacía el día más llevadero, aunque le encantaba su trabajo y se desvivía porque todo estuviera bien. —Hoy, tendremos un día muy agitado. Dijo María Elena, señalando el montón de papeles. —Si así es. Dijo su compañera sonriendo. —Bueno, al menos tú saldrás hoy y no volverás hasta el lunes. En cambio, me toca trabajar todo el fin de semana. María Elena se carcajeó notando el sarcasmo en el tono de su compañera. —Por cierto amiga. Me han dicho que se está hospedando en la suite un empresario que viene a comprar el hotel . Dijo Valentina —No sabía que él hotel estaba en venta y ¿Cómo se llama ese empresario?. Preguntó María Elena, cuando Valentina fue a responder, llegó Marco Antonio y dijo: —Buenos días, soy Marco Antonio Rodríguez. Mirando fijamente a los ojos de María Elena. Cuando sintió la voz y esa mirada sobre ella, sintió que sus piernas le fallarían, saco valor y le sostuvo la mirada y ahí estaba el padre de su hija y el hombre que la llevo al cielo, para luego bajarla al infierno. Los dos se quedaron mirando, no podían apartar la mirada, uno del otro y si no fuera por todos los recuerdos tristes y amargados que la hizo vivir, se habría lanzado a sus brazos. Marco Antonio, cómo siempre tan elegante con un terno de la Marca Jhon Holden en color azul marino con una camisa rosada y dibujando una sonrisa pícara en su rostro. María Elena, se pasó la mano por el cabello, con intención de calmarse, no podía permitir que él, la aterrara y no podía permitir que nadie se diera cuenta de que ellos se conocían y mucho menos, poner en peligro su trabajo, que era su único medio de sustento. Así que, se armó de valor endureció la mirada cosa que no pasó desapercibido para Marco Antonio —Buenos días, Señor Rodríguez. Saludo María Elena —Buenos días, Señorita Vasquez. En su voz se sintió cierto nerviosismo. —Y, Usted ¿Cómo está ?. Preguntó intentando calmarse. —Muy bien, gracias. —Me alegra que este bien —Tengo una reunión, con el director del hotel. ¿ Le podría comunicar que lo espero en el restaurante ?. Por favor. Quería alargar todo el tiempo posible para seguir teniéndola cerca. Su fragancia, que olía a rosas, durazno y a mandarina, eso confirmaba que que seguía usando el mismo perfume " Coco Chanel" esa que hacía que soñara con algo bello y que tanto había anhelado, no le dejaba marcharse a sus quehaceres. Tenía que intentar acercarse a ella de otra manera, pues estaba visto que, María Elena no se lo pondría tan fácil y que tendría que usar una estrategia con una mujer completamente diferente o al menos eso pensaba él. —Ahora, mismo le comunico su mensaje al Señor Vicente Flores. Respondió María Elena Mientras hablaba con ella, coloco un pedazo de papel, en el mostrador y lo acerco hacia las manos de María Elena, rosando sus dedos, provocando un escalofrío entre ellos. María Elena, guardó rápido el papel se los metió en el bolsillo de la falda, no quería que Valentina se diera cuenta. —Ese hombre está como me lo recomendó el doctor. Dijo Valentina con sonrisa. —Tampoco exajeres. Sí ella supiera que he visto a ese cuerpo completamente desnudos y lo había disfrutado. Nadie debía saber que ellos tuvieron algo, nadie podía saber que Marco Antonio Rodríguez era el padre de su hija, si alguien llegase saber todo lo que habría construido se derrumbaría en un instante. —Hay amiga, no es para tanto. Ambas soltaron una carcajada. —Además, te miraba de una manera extraña, como si te conociera..Sofía se calló de pronto y no sabía qué responderle a eso, pero tenía que fingir y muy bien. —No —¿ Por Dios, Valentina de dónde puedo conocer un hombre así ?. Hablo con mucha calma. —¿Si verdad ? —Amiga voy un momento al baño. —Dale amiga. Habló calmadamente. María Elena caminó por el pasillo hacia el baño, las piernas no le ayudaban mucho, por qué las tenía temblosas. Mientras caminaba hacia el baño, no pudo evitar pensar y reconocer que estaba mucho más guapo, quería olvidarse de él, pero ahora estaba aquí en el hotel Aloft Lima Miraflores, para comprarlo y ponia en riesgo su trabajo, que era su sustento. Cuando llegó al baño se encerró en un cubilo, para poder leer la nota sin que nadie la viera. Estaba muy nerviosa. La abrió y leyó, una y otra vez y la nota decía " María Elena, cuando termines tú turno por favor pasa por mi suite, que necesito hablar contigo. Estás más hermosa que nunca". Y se preguntó: —¿Y ahora qué quiere este hombre? ¿Qué pretende, hacerme más daño del que ya me hizo? No se lo voy a permitir y no voy a ir a ninguna parte. Dijo en un tono de rabia. Se acercó al espejo y se quedó mirandose fijamente y dijo en voz alta. —No voy a permitir que me destruyas, después que me a costando tanto levantarme. Salió del baño para volver a su cubículo de trabajo y estuvo todo el día muy nerviosa, no podía dejar de pensar en él y de pensar ¿Porque volvió a aparecer en mi vida? Ella pensaba que lo había olvidado, bastó verlo unos segundos para comprobar que lo seguía amando y dijo en voz alta — ¡No, no se lo voy a permitir! —¿Qué te pasa, mujer ?. Preguntó Valentina preocupada. —Nada, nada. No te preocupes. Respondió despreocupada. —Tranquila amiga, ya tú turno va a terminar y te queda todo el fin de semana libre para disfrutar con tu hija. Dijo su compañera. El tiempo pasó volando, y María Elena, intentó todo ese tiempo para serenarse y poder disfrutar del fin de semana que tenía por delante con su hija. Terminó su turno y se dirigió a los vestuarios para cambiarse de ropa. Una vez cambiada y con su bolso preparado, salió de allí con la intención de marcharse a su hogar, pero la curiosidad por saber qué quería Marco la estaba matando y no podía dejar de pensar en que el motivo fuera que se había enterado de la existencia de su hija. Camino hacia el ascensor, entró y con manos temblorosas, marco hasta el último piso, de una manera calmada se paró delante de la puerta y tocó. Del otro lado Marco Antonio estaba nervioso y al escuchar como tocaban la puerta, su corazón comenzó a latir tan demasiado rápido . Caminó decidido y abrió la puerta, dejando ver a una hermosa mujer con el ceño fruncido. La invitó a pasar y ella entró decidida, como si no le importase lo más mínimo lo que él tuviera que decirle y eso en parte lo mataba. Aunque no podía negar que, tenerla tan cerca de él y en una habitación de hotel, donde comenzó toda su historia, era algo que aprovecharía y jugaba a su favor. —Quiero, que sepas por pura curiosidad, para dejarte claro los puntos de una vez. —Tú siempre tan curiosa, no has cambiado nada . Dijo en un tono tratando de romper el hielo. — ¿Que es lo que quieres ? —Está bien, pero calmate. Manifestó Marco Antonio, quitandose de la puerta para dejarla pasar y señalando, un par de sillones para que se sentará. —No, gracias así estoy bien. No iba a estar más de cinco minutos que, es lo que él tenía para decirle lo que tuviera que decir. Marco Antonio estaba agitado, y se quedó pensando en qué palabras usar para hablarle, ya que ella estaba tan a la defensiva, no se atrevía a decir más de lo necesario. —Lo sé todo. Dijo al fin. —¿Que es todo? Preguntó ansiosa por saber. El corazón de María Elena cada vez latía más de prisa, no podía negar que el estar cerca de él y a solas, la ponía la ponía nerviosa —Todo lo qué pasó cuando estabas en Cusco. María Elena no podía mantenerse más en pie y terminó sentándose en el sillón justo frente a él. Sus miradas se encontraron y ella giró la cara para romper ese contacto que, la atraía a él como si tuviera un maldito imán. —¿Qué es para ti todo?. Preguntó mirando al suelo mientras se retorcía los dedos de las manos. —Sé que fue mi padre el que te chantajeó para que te alejaras de mí. Dijo y María Elena levantó la cabeza para clavar su mirada en él. —Que tarde, que te hallas dado cuenta, después de tres años. —Me lo dijo mi padre antes de morir. —Por Dios, tuviste que esperar que tú padre muriera, para poder creerme. Le creiste a él, es malo hablar de los ausentes, pero tú papá fue un tirano. Dijo con un tono de dolor. Dió media vuelta para irse, no quería escuchar, tantas estupideces. —Mira Mari....... —No, mira tú Marco Antonio Rodríguez. No sé qué quieres de mí, después de todo lo que pasó, pero yo ahora vivo muy tranquila y no te voy a permitir que derrumbes todo lo que construido. No lo dejo ni terminar la frase. —¿Te crees que yo no he sufrido? . Expresó levantándose para ponerse ante ella y así evitar que se marchara. —Tú no sabes lo que es sufrir de verdad… Saber que tu papá me te chantajeo diciendo que si no te dejo te deja en la miseria. Saber que por mi, culpa ibas a quedar en la calle. Le recalcó. —Y para el colmo tú le creíste a él. Yo si sufrí. Quería marcharse no quería que sus lágrimas se asomarán a sus ojos. —Mari, por favor yo... Perdóname. Pidió Marco Antonio poniéndose de rodillas. —No, seas ridículo, por favor, levántate. No te hagas la víctima. No vas a conseguir que te perdone hagas lo que hagas. —Mari yo, te amo. Declaró con la voz entrecortada. Sofía cuando escuchó esa declaración, explotó toda la rabia que crecía dentro de ella. No le creía ni una sola palabra y nada de lo que pudiera decirle, la haría cambiar de opinió. Muchas noches se quedó en vela, sufriendo por su rechazo y su ausencia, pensando que no era digna para él y que sin ella estaba mejor, sería feliz. Todas las noches miraba a su pequeña, durmiendo en su cuna, ajena a todo lo que su madre sentía. Unas lágrimas, se escaparon de sus ojos. esas que ya no aguantaban más. Entonces, le miró de nuevo y su mirada se volvió oscura, vacia, llena de dolor haciendo que Marco se diera cuenta de que ya la había perdido y que todo era su culpa. — ¡Mentira! Si me amaras como dices, me hubieras buscado, sin embargo, no lo hiciste, dejaste que me fuera en vez de pensar por qué me iba, en vez de pensar que era por dinero. Eso fue lo último que me dijiste y que no querías saber nada de mí. ¿O no lo recuerdas? Porque a mí ese recuerdo me persigue, todos los malditos días de mi vida. Su voz se escuchaba con mucha rabia. Necesitaba, salir corriendo, ya no podía estar cerca de él. El hombre que le hizo tanto daño.
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