Mis tetas, aun con mi brasier deportivo, no dejan de rebotar. Tampoco mi pequeña falda alrededor de mi cuerpo. Siento cómo la tela sube y baja, pero no me detengo. Estoy dentro de mi propio santuario como para preocuparme de que mi trasero se vea en cada salto dado.
Estoy sobre la caminadora dándolo todo para así terminar mi entrenamiento de esta mañana. Lo bueno de tener un gimnasio personal dentro de nuestro propio departamento es que puedo entrenar en traje de baño, con conjuntos deportivos muy pícaros o desnuda si así lo quiero.
Eso lo hago cuando estoy a solas, sin Mali acompañándome o Dante merodeando por doquier.
Mi cuerpo está altamente sudado, y no es para menos. Estoy despierta desde las cinco de la mañana ejercitándome. Esa es mi rutina todos los días antes de irme a clases. Me levanto a las cinco, bajo a darle diez vueltas al edificio, luego ingreso y hago una serie de diez subiendo al tercer piso por las escaleras y bajándolos de la misma manera, para luego subir por completo hasta al departamento y terminar mi rutina aquí en el gimnasio. Abdominales, Pilates, las cuerdas y terminar trotando en la caminadora por al menos treinta minutos.
Tengo baja estatura, así que compenso mi tamaño con mi cuerpo perfectamente tonificado y trabajado. Sin mencionar mi cuidado de la piel y de mi propio organismo.
Para los que no me conocen, soy la típica Nepo Babi caprichosa, malcriada y consentida, todo por ser a simple vista el típico estereotipo de rubia plástica sin cerebro.
«Eso siempre me saca una sonrisa. Me encanta la manera en que se estrellan al saber lo que hay detrás de esta cara bonita y delicada»
‘Don't Go Insane’ retumba en mis oídos a todo volumen y no sé qué rayos hay entre el minuto dos con veintiocho segundos al minuto dos con cuarenta que me prende una barbaridad. Quizás sean sus gemidos, quizás sea el ritmo sensual de la misma pista, pero lo que sea que tenga este tema en especial resulta que se me sea difícil no reproducir en mi playlist cada vez que estoy entrando.
Ya estoy por terminar mis minutos aquí, cuando siento cómo mi falda es levantada. Me giro sin dejar de trotar, buscándola con la mirada y la encuentro mirándome el trasero acostada en el suelo, gesticulándome como loca palabras que no logro oír debido al alto volumen que retumba en mis oídos.
Dejo de verla, apago la música y continúo trotando para dar por terminado mi entrenamiento del día.
—¿Por qué, Mali?
—¡Eso mismo te pregunto yo, Siena! —exclama y yo ruedo mis ojos aguantando las ganas de reírme—. ¡¿Por qué tus perfectos glúteos están así, Siena?
—¿Perfectamente tonificados?
—Perfectamente marcados por la bestia… —refuta—. Tienes la marca de una inmensa mano en tu glúteo derecho. Tienes mordidas marcadas en el izquierdo, y para colmo también más debajo de ellos, ¡¿Qué se supone que hiciste?! O más bien, ¡¿qué se supone que te dejaste hacer?!
Su pregunta soltada con alta preocupación, mezclada con la indignación, me hace sonreír porque su pregunta la respondo muy explícita en mi cabeza, pero eso a ella la haría volar la de ella. Así que, por su propia salud mental cuadrada y bien amargada, decido detener la máquina para poder responderle mirándola a los ojos.
Jadeando, levanto mi mano para que no me aborde con su interrogatorio mientras bebo agua. Si lo hace mientras trago, no me dará chance a réplicas. Así de astuta es.
Veo cómo se levanta del suelo y se planta frente a mí con sus brazos cruzados, mirándome con esos ojos azules penetrantes tan intensos como el mismo azul del mar en espera a mis explicaciones.
—Bueno, ¿por dónde comenzar…? —dejo salir el aire con mis ojos bien grandes, mirando fijamente los suyos, lo que la hace mirarme con mordacidad—. ¡Relájate, Mali! —suelto una gran carcajada—. Yo solo disfruté de mi cumpleaños, es todo.
—¿Con un carnívoro s****l?
«¿Cómo es que se parece tanto al imponente de mi tío, pero al mismo tiempo a lo dulce y preocupante de mi tía?»
—Con un señor bastante interesante —respondo guiñándole el ojo.
—¿Señor? —inquiere con ambas cejas alzadas—. ¿Te refieres a…?
—Señor, sugar, geriátrico, como quieras llamarlo. El caso es que me di un gusto mayor por elección y no me arrepiento —digo, encogiéndome de hombros, bajando al fin de la caminadora—. No me mires así, que sabes muy bien que sé cuidarme sola, así como sabes que donde pongo el ojo, entierro mis garras…
Le muestro mis uñas con una malvada sonrisa, lo que la hace a ella negar conteniendo la suya.
—Sé muy bien que sabes cuidarte, que sabes darte a respetar por mucho que oses a atreverte a estas aventuras, Siena. También sé que eres muy selectiva, a diferencia de lo que los demás creen y que solo lo ves como sexo, pero debes comprender que solo me preocupo por ti. No es normal que te dejes marcar tu perfecta piel trabajada a la primera, ¡y menos con un viejo!
Suelto otra gran carcajada y niego de inmediato.
—¿Acaso me crees tan loca para ir tan lejos? —enarca su ceja—. Lo de viejo es solo un amargo chiste que le solté, pero no es un viejo, Malo. Tiene treinta y cinco años.
—¡Y tu veintidós! —exclama sorprendida al saber la edad de mi presa—. ¡Son trece años de diferencia, Siena! Quiero saber quién en.
«Ni de broma»
—No es relevante, tampoco importante. Solo fue uno más que miré, detallé, elegí y pensé; “Oh, Dios mío, mira esa cara. Te ves como mi próxima víctima, ¿jugamos?”. Es todo.
—Si sabes que la letra dice “mi próximo error” y no “mi próxima víctima”, ¿verdad?
—Santa Taylor me dio permiso de cambiarle la letra —respondo con suficiencia.
—Santa Taylor no se equivoca, Siena. Esa noche sin duda ha sido tu error.
—De los errores se aprende, ¿no?
—¿Y qué se supone que aprendiste tú?
—¿Yo? —inquiero, levantando mis brazos para sostener mi cabello en un moño desordenado—. Yo aprendí a seguir con mi vida después de esa noche, pero él… —chasqueo mi lengua al recordar sus palabras—. Él aprendió que soy una pesadilla disfrazada y eso créeme, mi querida Mali, que no lo olvidará jamás. Yo misma me encargué de que así fuese.
—No me quiero imaginar lo que tuviste que hacer, Siena… —murmura pensativa.
De inmediato la tomo por los hombros para que me vea a los ojos. A diferencia de mí, Mali es más alta que yo, por lo tanto, debo ser yo quien eleve la cabeza para poder verla a ella a la cara. Es tan alta como mi tío.
—Lo único que hice fue follar y no dejarme dominar por un hombre que, al parecer, ama hacerlo con las demás. Pero conmigo no, yo no lo dejé y eso sin duda jamás olvidará, mi querida hermaprima.
—Solo prométeme que no volverás a estar con alguien tan avanzado en edad, por favor…
Frunzo mi frente ante su petición.
—Tranquila, Mali… tampoco es que ando follando a diestra y siniestra con hombres diez años mayores que yo. Lo de esa anoche fue solo un antojo.
—Sé muy bien que no andas follando a diestra y siniestra. Eres bien exquisita con ese tema, así como también sé que no andas con hombres mayores. Solo es mi consejo, ya que por muy inteligente y astuta que seas, la diferencia de edad, así sea en el mismo sexo, no es algo que debes tomar a la ligera, Siena. Eso influye, afecta y, de alguna manera, te cambia la vida.
—¿Lo dices bajo la experiencia?
—Lo digo bajo mis estudios, ¿o se te olvida que, para ser abogada, también debo estudiar psicología?
—Lo olvidé, señorita Ferreti —digo con voz cantarina y me acerco a abrazarla aún sudada—. Mejor dime que me amas y que estás orgullosa de mis hazañas.
—¿Follarse a un viejo, ahora se le considera hazaña? —inquiere con su voz gruesa detrás de ambas.
—¡Dante! ¡Deja de espiar nuestras conversaciones, por Dios! —le grito, lanzándole mi termo de agua—. Tú ya deberías de estar en Italia, ¿qué haces aquí?
—El piloto me llamó a mitad de camino para informarme que volaremos de regreso esta noche. Le harán mantenimiento de rutina al Jet, precisamente hoy lunes, donde se supone que tenía una reunión a las nueve con unos clientes y papá, pero como ven, no asistiré.
Mali silva yo resoplo.
—Eso no le agradará a mi tío.
—Ya me lo hizo saber, tranquila.
—Debiste irte anoche cuando te lo ordenó, Dante —comenta Mali y esta vez le doy la razón.
No se fue por salir con sus amigos y ahora no podrá a asistir a esa reunión. El cabreo de mi tío es más que justificado, pues se supone que su hijo mayor tomará por primera vez un caso y será quien lo defienda solo en el juzgado. No es un gran caso, pero para ser el primero de su carrera como abogado, es algo importante. Y a la primera reunión, el señor no podrá estar, pobre de su alma cuando llegue a Italia.
—Les echaré la culpa ustedes dos —dice relajado—. Diré que quisieron salir y tuve que cuidarlas, por eso cancelé el viaje anoche. Eso siempre funciona —nos guiña el ojo.
Ambas abrimos la boca al comprender su comentario.
—¡¿Quieres decir que cuando dices que te vas a Italia, no te vas en ese momento y cuando lo haces, dice que no regresaste antes por nosotras, Dante?!
—¡Responde muñeco de torta! —exclamo indignada.
—¿Están menstruando hoy?
—¡Dante! —gritamos al mismo tiempo.
Y cuando estamos por irnos sobre él, sale corriendo y ambas no dudamos en perseguirlo por todo el interior del departamento hasta que lo alcanzamos en la sala y no perdemos tiempo en lanzarnos sobre él para darle su merecido. Es un tramposo, uno que nos usa solo para hacer de las suyas aquí en Nueva York sin que mis tíos se enteren, así que merece que le llenemos de sudor su perfecto rostro de muñequito de torta, así como su rubio cabello.
—¡Ya basta, locas! —grita cabreado, levantándose de golpe del sofá—. ¡Qué asquerosas son, carajo!
Mali y yo no dejamos de reírnos de él, de su cara de asco, de su rostro enrojecido y con todas las ganas de matarnos por arruinar su perfecto atuendo con nuestros abrazos y el sudor de nuestros cuerpos.
—Ya deja de llorar bel principe azzurro [perfecto príncipe encantador] —le digo en un limpio italiano marcado.
—Stronzo [pendeja] —refuta.
—Llorón —replico soltando la gran carcajada—. Mejor ve y dúchate, ya. Y jálatela también para que te relajes.
—¡Siena, por Dios! —me grita Mali—. ¡Deja de mandar a Dante a jalársela estando yo presente, por favor!
Ahora somos los dos los que estallamos en una gran carcajada al verle su cara encolerizada ante nuestro trato tan peculiar. Siempre hemos sido así, siempre nos hemos jugado así. Nos respetamos, de eso no cabe la menor duda, así como nos apoyamos en todo, pero Dante y yo tenemos un lazo un tanto tosco, pero adorable, bastante explícito a la hora de referirnos, el cual hace que Mali se altere. A diferencia de los dos, ella es más reservada.
Pero a mí no me engaña, sé que hay algo que le está sucediendo, lo cual no me ha dicho por dos motivos. O le da vergüenza o la cago en grande. Lo que sea, yo esperaré pacientemente a que ella misma me lo declare.
—Me iré a duchar, las dejo —anuncia nuestro “cuidador” yéndose a su habitación.
Ambas miramos cómo se aleja limpiándose aún la cara, porque las dos les restregamos las manos llenas del sudor de nuestros pechos, espaldas y piernas. Mali es la primera en levantarse del sofá, mientras que yo me quedo con mi vista fija en la mesa del centro pensando en lo que hoy será de mi día.
Tengo clases a las ocho de la mañana, aún estoy a tiempo gracias a que la universidad me queda a una cuadra de aquí. Cuando tomé la decisión de estudiar aquí en Nueva York, mi padre fue el primero en negarse, seguido de mi tío Alessandro, mi tía Fio, y luego de ellos, mi tía Gio, mi tío Lorenzo, hasta el mismo Manolo y finalmente mis abuelos. A ninguno les pareció la idea de que saliera de Italia, únicamente a mi madre.
Fue la única que me apoyó, quien peleó contra todos los Barone, con todos los Fiore y hasta los Morreti, para yo venir aquí, hasta que el destino hizo de las suyas y mi linda Mali se decidió también unirse a la aventura. Después de gritos, desmayos exagerados y drama familiar –sin mencionar los meses de rotundos no, por parte de nuestros padres–, logramos convencerlos al fin, pero con algunas condiciones. Que no viviéramos en el campus de la universidad, sino en un departamento con todo lo necesario para nuestra comodidad, muy cerca de la misma universidad, prometiéndoles que cada fin de semana, viajaríamos de regreso a Italia a verlos, así como dejaríamos que Dante se volviera nuestro chaperón en nuestras salidas.
Todo eso lo aceptamos, y lo cumplimos al pie de la letra, excepto el sábado por la noche de mi cumpleaños. El grito de mi padre fue anormal cuando lo llamé para informarle que no volaríamos a Italia, el de mi tío, ni mencionarlo. De no ser por nuestras madres, ambos hombres hubieran llegado al club a sacarnos de arrastras para irnos a Italia esa misma noche y sin derecho a regresar a Nueva York.
Amamos a nuestros padres, amamos ir a Italia, pero también amamos nuestra vida aquí, salir y conocer. Bueno, yo más que Mali, pero de igual forma ella termina divirtiéndose también. Es solo que para sacarla del cascarón, hay que tomarnos el tiempo necesario para que se sienta cómoda y a gusto. Como lo dije, ella es tan cuadrada como mi tío.
Mi móvil suena en la encimera de mi cocina, Mali lo toma para entregármelo en la mano informándome de que es mi madre quien me está llamando. Tomo el móvil, contesto y activo el alta voz.
—¡Hola! —la saludo bastante animada—. Buenas tardes, madre.
—Buenos días, Leoncita —oírla, me roba una sonrisa—. ¿Terminaste tu rutina?
—Hace un par de minutos, sí.
—¿Y tus primos?
—Dante se fue a dar una ducha y Mali está aquí a mi lado.
—¡Hola, tía! —la saluda tan animada como yo.
—Hola, cariño…
Las tres entablamos una conversación de cómo nos fue en nuestra celebración en el club, por supuesto omitiendo lo que hice, solo dejando en claro que bailamos y la pasamos muy bien junto a Dante y sus amigos. Mi madre nos cuenta que mi padre y mi tío están cabreados por no haber viajado a Italia para mi cumpleaños y que, por no ser por ella, ambos estarían aquí. Eso nos hizo reír como locas, a veces son tan exagerados los dos.
Nos pregunta por las clases, por nuestros exámenes finales y por supuesto, dejándonos en claro que el próximo fin de semana debemos ir a Italia sí o sí. Si no queremos terminar deportadas, es mejor que volemos el próximo fin sin rechistar.
—Bueno, dejando a un lado los chistes, tengo una noticia que darte, Siena.
Frunzo mi frente manteniendo mi sonrisa.
—¿Y eso que será, mamá?
—Sí, tía, habla por favor… no puedo irme a duchar sin escuchar lo que tienes que decir.
Enarco mi ceja mirándola y ella me rueda sus ojos.
—Chismosa… —murmuro.
Mi madre se ríe y Mali me golpea con el cojín en la cara.
—Ya dejen de pelearse, niñas… —se oye su voz relajada a través de la llamada.
—Muy bien, mama, te escucho.
—Bueno, como tienes que comenzar a aplicar para tus pasantías como requisito para graduarte, te informo que no tendrás que aplicar a ninguna empresa como los demás, porque yo misma te he conseguido pase Vip para una de las mejores de la ciudad, cariño.
Eso sí que llama mi atención.
—Hay muchas empresas que encierran ese “una de las mejores de la ciudad”, declarada por tu boca, mamá. Sé más específica.
—Eso es lo de menos, Siena. El caso es que por un año podrás ser pasante en una de las mejores, la cual se verá muy bien en tu currículo después de titularte, ¿me comprendes?
—Te comprendo, pero háblame claro por favor… —exijo.
—Siena Barone, bájale dos a ese tono o seré yo quien tome el otro jet y llegue a Nueva York a ponerte en tu lugar —sentencia.
Mali se levanta despavorida del sofá, dejándome sola –como siempre–, cuando mi mamá se pone en modo Saiyain.
—Lo siento… —musito avergonzada—. Es que siento que ocultas algo, es todo. Y sabes que me desesperan los rodeos y que me quieran ver la cara de tonta.
—Mi leoncita… —dice, con su dulce voz—. Jamás te vería la cara de tonta, mucho menos te ocultaría las cosas. Es solo que no me permites continuar.
—Tienes razón, prosigue.
—Bien… —deja salir un suspiro, el cual me llama bastante la atención. Ella hizo algo, lo sé, puedo sentirlo—. Como sabes, tu madre es una mujer muy inteligente que vela por los intereses de su linda y adorada hija. Entonces, gracias a la íntima amistad que tiene con la madre del dueño de un enorme conglomerado, yo he logrado que ella misma te meta en la lista de los pocos universitarios seleccionados para que hagan sus pasantías en el imperio West, cariño, ¡¿no es eso fantástico?!
«¡NO! ¡Mierda, no!»
Me río nerviosa, muy nerviosa, tratando de ocultar el pánico que su “ayuda” me ha causado. Ella no deja de decirme lo que tengo que hacer, cuándo deberé presentarme para que me firmen el informe que deberé entregar en la universidad, y cómo debo de irme hasta vestida. Yo la escucho, ¡pero no la estoy escuchando un carajo, porque por mi mente solo se cruza mi momento en la playa con él! ¡Precisamente con él!
Terminé llena de arena, quitándomela dentro de la misma playa con él, cargándome mientras me seguía follando aún dentro del agua. Llegué mojada al club, luciendo totalmente diferente como me fui, huyendo de ese lugar como si el mismísimo diablo me estuviera viendo desde la zona VIP.
Sus gruñidos, mis gemidos, sus estocadas, sus arremetidas, mordidas y palmadas en mi carne, ¡eso es lo que pasa por mi cabeza al mismo tiempo en que ella me habla y me habla sobre lo que debo de hacer!
—Así que ya sabes, Siena, debes de asistir y no me dejarás mal porque mi amiga Abi está feliz de recibirte en el programa, ¿comprendes, verdad?
—¡Sí! ¡Sí, claro! —finjo comprender. Finjo estar emocionada—. ¿Has dicho que debo presentarme dentro de una semana?
—Sí, pero de igual forma te enviaré todo por mensaje para que leas toda la información que ella misma me envió y así estés clara de cómo será todo, ¿está bien?
—¿Y si no me gusta?
—Bien, puedes cambiar de empresa, cariño, pero deberás de dar una buena excusa en la universidad al hacerlo. Ellos velan por los estudiantes, no por las empresas, y querrán saber el motivo por el cual declinas de la propuesta.
«Me follé al jefe y él me folló a mi, ¿eso basta?»
—Supongo que debería de ir antes de juzgar, ¿no? Además, solo serán unas pasantías de un año, eso es pan comido para Siena Barone, la hija astuta e inteligente del señor Daemon Barone.
—Esa es mi leoncita. Sé que podrás con esto en esa gran empresa y cuando tengas tu certificado de aprobación, estaremos orgullosos de ti más de lo que ya estamos.
Sonrío al oírla, sintiéndome segura nuevamente.
—Gracias por esto, aunque ya había aplicado a algunas empresas con un perfil más bajo, pero te lo agradezco mucho, mamá…
—Por mucho que trates de pasar desapercibida, no lo lograrás, cariño… Eres Siena Barone Fiore, y ya con eso, tienes mucho —dice con amor y yo solo deseo darle un abrazo—. Bueno, cariño, te dejo para que te vayas a alistar. Tu día está comenzando y el mío está ya por comenzar entrar a su final. Tu padre me espera en La Casona para dar un paseo romántico por el viñedo…
—Amo sus paseos románticos por el viñedo —digo de inmediato, soltando un leve suspiro—. Hablamos por mensajes, mamá, iré a servirle comida a Olivia. Justo ahora me está mirando con sus ojos azules fijamente a los míos.
—Cada vez que me nombras a Olivia, recuerdo al Señor D… —oigo su pequeño lamento—. Dale muchos besos por mí.
—Olivia te ama, y ella encantada de recibir los besos enviados por su tátara abuela —suelto con una gran carcajada.
—¡Siena! No me llames abuela, aún estoy joven para eso. Quedamos en que Oli es descendiente directo; es todo. Amo a Olivia, pero no me llames abuela nuevamente, por favor, cariño… dime eso en un par de años.
—Te lo prometí.
—Y yo creo en ti, cariño… bueno, bueno, ya te dejo. Hablamos por mensajes. Te envío un beso enorme y, por favor, dejen a Dante regresar a Italia, antes de que a Don Perfecto le dé un ataque al corazón.
«¡¿Qué dejemos a Dante?! Já, si supieran»
—Ya, esta noche se irá. Solo anoche lo retuvimos, pero hoy no…
—¡Gracias a Dios!
Riéndome de su exclamación, terminamos despidiéndonos al fin. Dejo mi móvil en la encimera, justo al lado de Oli, y me la quedo mirando, procesando esto de las pasantías en el conglomerado West.
«¿Acaso sabe qué iré? ¿Está al tanto de mi presencia en su empresa? No creo que él se haga cargo de unos simples pasantes siendo el jefe, ¿no?»
Resoplo ante tantas preguntas.
—Vamos, Olivia, tenemos que hablar mientras comes y yo me ducho. Tú siempre me oyes y me das los mejores consejos con esa mirada prepotente y enaltecido actuar, ¿verdad, mi cosita preciosa?
Maúlla al cargarla en mis manos y continuando con mis mimos, camino directo a mi habitación con su plato de comida en mi mano para que coma mientras yo me desahogo en su presencia. Sé que me entiende, y sé que la mayoría de las veces desea mandarme al carajo, pero algo tiene que me ayuda a pensar y armar en mi cabecita mis planes, los cuales siempre me salen como quiero.
Mali dice que está satanizada Olivia, porque no es normal que me ayude a ser tan víbora, pero ¿qué puedo esperar de alguien que no quiere a los gatos? Al menos Dante le da cariños, pero Mali no, ella mientras más alejada esté de Olivia, mejor.
Yo no, yo si la conservo conmigo y le susurro mis más oscuros secretos. Justo como lo haré en este momento.
«Si la gran señora West me otorgó pase preferencial, ¿quién soy yo para negarme?»