POV Siena Barone
Le agradezco con una gran sonrisa al guardia de seguridad que me ha entregado el antifaz y sigo mi camino con ellos a mi lado. No sabíamos que teníamos que traer uno, pero según lo que se nos explicó, el celebrado de la noche desea que todos los que ingresen al club usen antifaces que cubra la mitad del rostro. No pregunté más, solo lo acepté porque es más divertido así.
Nos detenemos antes de ingresar como tal al lugar. Ayudo a Mali a ponerse el antifaz, notando lo tensa que está.
—Relájate, Mali… estamos celebrando mi cumpleaños, no un funeral.
—Sabes muy bien que no me gustan estos lugares, Siena —dice y yo ruedo mis ojos.
—No todo es estudiar, pequeña genio. Además, estamos con Dante, ¿qué de malo puede pasar?
—He venido desde Italia por esta noche, Mali. No seas aguafiestas —le dice nuestro protector y ella se ríe—. Le prometí a papá cuidarlas esta noche.
Asiento colocándome el antifaz, mirando a mi primo con cara de; “sí, claro. El más protector”
Él solo ha venido a pasarla genial. No niego que, si nos cuida, siempre lo ha hecho, pero solo nosotras dos sabemos cómo nos usa para venir a Nueva York y estar con sus amigos americanos.
—Solo prométanme que no se van a emborrachar, por favor… no deseo cargar con dos borrachos esta noche —suplica y ambos soltamos la risa.
—¿Cuándo me has visto tomar alcohol, Mali? —inquiero, tomándola por los hombros.
—Sí, sí, sí… yo sé que no tomas, que no fumas, que no haces cosas que dañen tu perfecto cutis, pero estás de cumpleaños, y a veces haces locuras, Siena.
—¿A veces? —inquiere Dante—. ¿Por qué crees que papá y el tío me enviaron aquí?
—Y tú indignado por cuidarnos, ¿no? —pregunta ella con sarcasmo—. Solo prométanme que estaremos juntos.
—Lo estaremos, Mali.
—Claro, hasta que encuentres con quién ligarte.
—Exactamente —le muestro una enorme sonrisa.
Resopla, y Dante la toma por el brazo para ingresar de una vez al club, invitándola a relajarse un poco. normalmente, Mali es muy relajada. Es divertida, excelente cocinera, inteligente y muchísimo más centrada que yo, pero odia las fiestas. Bueno, no las fiestas, ella odia ir a los clubs a bailar. No le gusta, simplemente no se siente cómoda en estos lugares, a diferencia de Dante que ama bailar, salir de noche conmigo, y los dos juntos la arrastramos a ella estas aventuras.
La vida es una sola y ella tiene que divertirse de vez en cuando. No todo es estudiar. Al menos eso me ha enseñado mi mamá. A diferencia de Mali, que mi tío Alessandro le ha enseñado a ser una perra sin corazón, pero en los estudios. Es igual de aburrida que él, pero tan inteligente y astuta que a veces me causa escalofríos. Con su rostro tan delicado como el de mi tía Fio, la fría y azulada de mi tío, Mali Ferreti es de armas tomar. A veces creo que ni sentimientos tiene, pero luego me mira con esos ojos azules con dulzura como lo hace mi tía y me demuestra que sí.
Hoy me vio así, cuando le dije que vendríamos aquí. Hasta me chantajeó para no venir, pero al ver a Dante aparecer en nuestro departamento, se animó. No sé qué mosquito le ha picado, que ahora no quiere estar aquí.
Le agradezco al mesero por haber traído la orden de Dante a la mesa mientras bailo sentada. A pesar de que me gusta bailar, salir, celebrar, yo no bebo alcohol. Y no es que no lo haya probado, de hecho, lo probé algunas veces en la secundaria, pero al descubrir lo que eso le hace a mi cuerpo, lo dejé de beber. Puede que no lo parezca, pero soy bien delicada con el cuidado de mi piel, de mi cabello, de todo mi cuerpo. Para algunas chicas de la universidad yo soy muy superficial, ¿y cómo no?
Cabello abundante y rubio, ojos dorados, piel blanca, suave y delicada, perfeccionista en el maquillaje, bastante coqueta al vestir. Soy demasiado afeminada, bastante fina, haciendo creer que soy la típica rubia, cabeza hueca, sin cerebro.
Pero no lo soy. Las dos personas sentadas frente a mí saben el peligro que soy.
Los amigos de Dante no tardan en llegar. Conozco a cuatro y a dos me he follado, pero eso fue en el pasado, así que estamos bien. Mali se anima un poco más, ya que se siente a gusto con los recién llegados. Los conocemos desde hace bastante tiempo, así que hay confianza en el círculo. De hecho, tuvo una leve relación escondida con uno de ellos. Gracias al cielo que no fue con el que follé. El caso es que no resultó, ya que “señorita perfección” le colmó los huevos al pobre hombre.
«Al menos terminaron como buenos amigos»
Paseo mi vista por el área buscando con quién estar. Mis ojos se dirigen al área VIP, justo a donde vi al ingresar al lugar. Siempre miro esa área cuando entro a estos tipos de clubs, porque justo en ellas están los peces gordos. Lo miro, me está mirando.
«Bingo»
Rápidamente, desvío mi mirada simulando no haberme dado cuenta de que lo vi con su mirada fija en mí. Continuo mi recorrido admirando todo el lugar. Primera vez vengo, tenía muchísimas ganas de hacerlo desde varios meses atrás, pero entre exámenes finales y mi gato, no había tenido la oportunidad. Hasta esta noche.
La música se cuela por mi sistema, me muevo animada disfrutando de la mezcla. Sé que me está mirando, siento su mirada cazadora sobre mí, pero qué lástima.
«Él no sabe que yo lo he visto desde que ingresé así»
Lo bueno de ser rubia y de tener el rostro de una jovencita inocente, es que puedes actuar como una frente a los demás y, cuando menos se lo esperen, clavarle las garras en el cuello. Aplica para todo, no nada más para los hombres. Eso siempre lo he usado a mi favor, por eso disfruto cuando se topan con la verdadera Siena Barone.
Es divertido mirar sus caras cuando se dan cuenta de que no soy la típica rubia plástica sin neuronas.
Puede que sea coqueta, que me vea tierna, inocente y hasta tonta, pero no lo soy. Soy una perra, una bastante astuta, audaz, sagaz para los negocios a pesar de que aún no me gradúo. Soy bastante inteligente, y eso es gracias a mis padres. Ellos me mimaron en todo, pero me enseñaron a usar mis neuronas. Puede que mi padre crea que tiene a una santa como hija, ya que yo misma le doy a demostrar eso, pero también sabe que todo lo que se, en parte, es gracias a él.
Sigo bailando, disfrutando de la compañía. Estoy de cumpleaños y ya se cuál postre quiero comer y cuál vela quiero soplar. Por eso, muevo mis cartas; por eso, le pido a Dante que me ayude a subir a la mesa.
A él le encanta esto, disfruta de mis locuras, en cambio, Mali, ella solo intenta que me baje de la mesa, pero los chicos no la dejan. Comienzo a mover mi cuerpo al ritmo de la música electrónica, paso mis manos por mi cintura con elegancia, pero al mismo tiempo siendo una descarada. Dante solo se ríe, pero pobre del que se me acerque o me diga algo. Soporta a los dos que me follé porque se enteró meses después, pero eso no los salvó de la golpiza que les dio por haberse metido con una de sus hermanas. Lo que ignoró fue que su “hermana” fue la que se metió con ellos dos.
Sutilmente, al dar la vuelta, miro hacia dónde está y la sonrisa en mis labios es difícil de ocultar. Él me está mirando, no ha dejado de hacerlo, por ese motivo, yo no dejo de bailar con la sensualidad con la que lo estoy haciendo. Y así continúo solo por ser yo misma el anzuelo, solo para probarlo y saber que tanto desea acercarse.
Creyendo que ya es suficiente, le extiendo mi mano a Dante para bajarme. Entre risas disfruto un poco más con los chicos hasta que considero que es el momento de jugar.
—Ahora vuelvo —le digo a Mali en el oído.
Enarca su ceja, niega. Ella sabe que ya he dado con alguien, hasta está acostumbrada a esto, solo me pide que me cuide y que vuelva.
Me acerco a Dante para decirle en el oído que daré una vuelta y noto cómo su cara cambia.
—Te doy una hora, Siena.
—Es mi cumpleaños, no seas así.
—¿Sabes lo que me hará mi tío Daemon y mi padre si algo te pasa? ¿Si algo les sucede a las dos? —ruedo mis ojos—. Una hora te daré y, si no vuelves, te buscaré y nos largamos de aquí, ¿comprendes?
Asiento resignada.
—Estaré aquí antes, lo prometo.
Su mirada es una clara advertencia para mí. Si no vuelvo aquí con ellos en una hora, en serio me buscará y la celebración se acabará para mí.
Cuando no estoy con Dante, lo extraño, pero cuando viene a Nueva York, cuento las horas para que vuelva a Italia. Yo no tuve más hermanos, así que me crié con ellos como si fueran mis hermanos. Por Dante ser el mayor, aprendí a verlo como ese hermano que nunca tuve. Él nos cuida, realmente lo hace y siempre lo ha hecho, pero a veces es tan demandante que me provoca asfixiarlo.
Sé que cuando viene aquí, tiene la presión de mi papá y de mi tío para que nos cuide, pero ¡carajo! Ambas somos mayores de edad, Mali ni siquiera es virgen y yo vivo follando por gusto y antojo con quien quiera. No con todo el mundo, sino con quien yo quiera y decido que es digno de estar conmigo. Tampoco es que tengo una enorme lista de hombres tachados en rojo, pero digamos que, a diferencia de Mali, yo le llevo unos cuantos por delante.
«Por no decir bastante»
Llego a la pista de baile y comienzo a moverme con la misma sensualidad con la que estaba bailando sobre la mesa. Deslizo mis manos por mi cuerpo, siendo consciente de que más de uno desea bailar conmigo. Pero yo no quiero bailar con ellos, yo quiero que él venga a mí. Por eso me he acercado al área de los baños lo más que pued, pero sin alejarme de la pista de baile, porque de morder el anzuelo, los baños serán testigo de nuestro encuentro.
Siento unas anchas manos que me toman por la cintura, me tomo mi tiempo para darme vuelta y al alzar mi cabeza para ver si mi plan ha funcionado, sonrío complacida.
«Eureka»
Los hombres son tan predecibles, tan fáciles de engañar, tan fáciles de cazar. Solo basta hacerlos creer que tienen el poder.
No dejo de bailar, de restregarme en su cuerpo fornido con mis manos en su pecho, tratando de verlo a los ojos. Lo oscuro, junto a las luces del mismo club, me impiden detallar su mirada, pero puedo deducir que es impasible y peligrosa.
«Justo lo que me gusta»
—Ven conmigo —susurra a mi oído.
Su gruesa, áspera y sexy voz me eriza la piel por completo. Me siento muy excitada, incluso, por alguna razón, tengo la leve sensación de que ya conozco su voz, pero es tanto la libido en mí, las ganas de estar sobre él, que ignoro esa sensación y asiento mordiéndome el labio inferior.
Entrelaza su mano con la mía y el suspiro que dejo salir, solo yo puedo oírlo. Su mano es tan ancha, que solo puedo imaginarme sus dedos tocándome.
A diferencia de lo que creí, el hombre enmascarado, que parece un gigante a comparación de mi menuda estatura, toma un camino que no conozco, yendo a una puerta secreta hasta hacernos salir del club y llegar a la parte de atrás del mismo.
Debería de negarme, pero su tamaño, su porte varonil, todo él, me impide a hacerlo. Yo he estado con hombres, pero universitarios como yo, jamás con un hombre tan maduro como él. Se nota que no está en sus veinte, pero tampoco llega a los cuarenta, lo que me hace sentir un hormigueo en mi vientre porque esta noche me follaré a un sugar bastante sexi.
«Cuando Mali se entere, pegará el grito en el cielo»
Veo la playa frente a los dos mientras avanzamos por el camino de rocas. Giro mi cabeza hacia atrás y veo la parte de atrás del club; incluso, el bajo logra oírse un poco. me doy cuenta de que de lado a lado hay palmeras, árboles que actúan como una pared, pero más allá de eso, no hay propiedades. Al menos después de unos cien metros, lo que me da a entender que esta área es privada, exclusiva del mismo club, y si se tiene acceso a esto, significa que estoy con el mismísimo dueño.
«Interesante»
Tengo una hora. Una hora exacta me ha dado Dante y no la pienso desaprovechar. Mucho menos con semejante monumento frente a mí.
Me prendo de sus labios con frenesí, él no duda en cargarme y yo no pierdo tiempo en abrazar su cuerpo con mis piernas. A su lado, yo soy tan pequeña, lo que lo puede confundir mucho más. Él es tan grande, que la facilidad con que me tiene le debe resultar divertida.
«Mejor para mí. Que crea que por ser rubia y menuda no puedo cortarle el pene si se llega a propasar»
Ambos estamos tan entregados a los besos, que hemos llegado a la orilla de la playa. Para alguien enamorado, esto resultaría hermoso, para alguien como nosotros dos que solo quieren sexo casual de una noche, esto es altamente excitante.
Aquí no hay romance, aquí no hay ni ganas de conocernos. Los dos queremos una sola cosa y no nos vamos a detener hasta conseguirlo. Los dos queremos follar, queremos orgasmos y gemidos. Queremos jadear del placer.
Una de sus manos sube mi vestido y, al tocar mi piel y darse cuenta de que debajo del mismo no hay ropa interior, gruñe, pero no se detiene. Su mano va a mi centro, el cual comienza a tocar con tanta facilidad debido a lo empapado que está. Gimo con mis labios pegados a los suyos, me muevo en busca de fricción, en busca de sentir más. No sé quién carajos es este hombre, pero la manera en que sabe usar sus dedos me hace volar la cabeza.
Mis gemidos se hacen presentes, no me cohíbo. Gimo con ganas, con descaro, con toda la intención de engatusarlo y me folle de una maldita vez por detrás.
Me baja de su fornido cuerpo, los tacones de mis botas tocan el suelo arenoso, mientras que mi respiración acelerada no pasa desapercibida para él.
—Quítate la ropa.
Su orden es directa. Aprieto mis dientes con fuerza, optando por no ponerlo en su lugar. A mí nadie me da órdenes de esa manera, pero es tanta la excitación en mí que acato sin rechistar.
«No hice tanto por nada, así que es mejor hacerlo creer que tiene el control de la situación»
Él comienza a desvestirse, yo retrocedo y hago lo mismo sin romper el contacto visual con él. La fría y fresca brisa no causa nada en mí, porque es tanta mi calentura, que no me interesa desnudarme en plena playa. Con sensualidad, con delicadeza, me desprendo de mi vestido hasta quedar por completo desnuda. No me quito mis botas, solo para añadirle algo más de sazón a esto. Como he quedado, parezco Catwoman.
Mi boca se hace agua al ver semejante tamaño, grosor y vigor. Me relamo, mi centro palpita, pero, aun así, sigo bailándole y al ver que se comienza a masturbar, comiéndome con sus ojos a través del antifaz, me prendo más de lo que ya estoy.
No me detengo en mi baile porque necesito distraerlo, hacerlo caer fácilmente en mi juego. Yo necesito embobar al hombre sentado en la tumbona porque mi intención es que no me cuestione. Puede que me guste follar con desconocidos meticulosamente elegidos por mí, pero no les entrego lo que con tanto recelo he guardado para mi noche de bodas.
«Sí, soy una perra que no lo aparenta, pero mi virginidad no se la otorgo a cualquiera por muy delicioso que esté»
A todos los hombres les gusta follarles el trasero a las mujeres, ninguno está exento de ese gusto, de ese placer. Y yo sé muy bien que el hombre que sigue masturbándose mirándome no es la excepción, mucho menos la regla.
«Él no es diferente al resto. De serlo, no habría caído en mi juego»
Un cruce de palabras, una fuerte estocada dada en mi trasero, la cual me roba el aliento. El puño cerrado tomando mi cabello es el toque especial para que yo no me detenga. Él cree que me hará llorar, no sabe en lo que se ha metido.
Cabalgo sobre su pene erecto tan rápido como él me está embistiendo. Abro mi boca, gimo, lo hago con ganas, y no es para menos. El hombre es un semental, un completo macho alfa dispuesto a destrozarme, pero no lo hará. Conmigo no podrá.
Veo en sus ojos la rabia de no poderme doblegar, la ira mezclada con el morbo por no hacerme chillar. Si supiera con quién se ha topado, lo pensaría dos veces antes de tratarme como lo hizo al comienzo.
Esta vez la dejaré pasar porque vale la pena la follada.
Un segundo orgasmo me azota y yo lo recibo como la mismísima gloria. Él continúa embistiéndome porque no ha acabado, pero no me quejo, yo sigo frotándome con descaro. Es delicioso sentir cómo su enorme pene entra y sale de mi interior.
Me quito el antifaz porque me molesta, porque quiero que la cara me vea, pero al tirarlo al suelo, él se detiene.
Sonrío, continúo rebotando, pero él no sigue jugando, lo que me hace detener de inmediato.
—¿Qué sucede? —inquiero confundida.
«Parece que ha visto a un fantasma»
—Levántate —me ordena con mordacidad. Llevo mis manos a su mejilla, pero la aparta de inmediato—. ¡Levántate ahora, Siena! ¡Levántate, vístete y lárgate!
«¿Siena? ¿Por qué me llama por mi nombre si nunca se lo dije?»
Intenta apartarme como si yo fuese un trapo, lo que me encoleriza en segundos.
—¿Qué? ¡Pero qué carajos te sucede! ¡¿Y cómo mierdas sabes mi nombre?!
De un solo movimiento le arrebato su puto antifaz y, al verle la cara, me quedo como piedra sin saber qué hacer.
—¿Eros? —cuestiono lo que es más que obvio.
«Mierda, mierda, y más mierda»
Estático como yo, sin poder moverse incluso, desvía la mirada para no verme.
«¿En serio?»
Eros West endurece sus facciones en un claro indicio de que está sintiendo lo mismo que yo.
«No puedo creerlo... ¡no puedo creerlo! De todos los hombres disponibles en el club, yo he puesto mis ojos en el maldito Eros West»
—Yo no…
—¡Cállate y levántate, Siena!
«¡Pero qué carajos!»
—¡A mí nadie me grita, imbécil! —le grito e impacto mi mano en su mejilla con fuerza—. ¡Jamás, en mis veintidós años, un hombre me ha gritado! ¡Ni cuando le choqué el Ferrari a mi padre, me gritaron como lo acabas de hacer tú, idiota! ¡No me interesa que seas un geriátrico comparado conmigo! ¡Que seas un señor mayor! ¡Pero tu a mi me respetas, Eros West!
Me levanto encolerizada, indignada, completamente cabreada por su perra actitud. Tomo mi vestido, el puto antifaz con mis manos temblando debido a la rabia que siento. Una hora, ¡una maldita hora para follar y se fue al carajo!
No puedo seguir con mi antojo porque me han gritado como si fuera una chiquilla. Porque ha sido precisamente él quien lo ha hecho. ¡Justamente él, carajo!
«¡Ahhh!»
Me giro, termino de bajar mi vestido y volteo a verlo y la rabia en mí aumenta porque lo probé, me gustó y ahora no poder continuar.
«No podré seguir disfrutando de semejante monumento ¡Mierda!»
—¡Lárgate de una maldita vez, Siena! —me grita desnudo frente a mí.
Abro mi boca, avanzo directo a él y vuelvo nuevamente a darle otra cachetada que me hace arder la mano.
—¡Ya deja de abofetearme chiquilla de mierda!
—Vuelve a gritarme y será lo último que hagas, Eros West —sentencio mordaz.
Su rostro permanece ladeado, puedo ver las venas de su cuello marcadas, su semblante es de temer. Sus fosas nasales están expandidas y sus labios en una delgada línea. Pero no reculo.
—Óyeme bien, Siena… —sisea aún con su rostro de lado—. Es la última vez que me tocas la cara. Lo haces o…
Vuelvo a darle otra cachetada. Lo hago con gusto y con ganas.
—¿O qué? —refuto.
Su reacción es inmediata. Como animal embravecido, Eros me toma por los hombros con fuerza, mirándome fijamente a los ojos. Su mirada oscura, peligrosa, es una mezcla de rabia con deseo. Yo debería de estar cabreada, pero no. Yo estoy altamente excitada.
«¡¿Pero qué rayos me sucede?!»
La tensión en ambos es tan alta, que, sin necesidad de hablar, nos comunicamos muy bien con la mirada.
Y es en este segundo, donde hago a un lado la razón y él también.
Eros ataca mis labios con la misma seguridad con que yo me prendo de su cuello. El beso es adictivo, que ninguno de los dos da tregua. Los dos queremos tener el control, ambos queremos dominar al otro, pero ninguno de los dos está dispuesto a ceder.
—Esto no está bien, Siena. Si continuo, no me voy a detener… —suelta su advertencia.
—¿Acaso no puedes con una chiquilla de mierda? —enarco mi ceja—. ¿O la edad no te da para más de una follada?
—Ya veremos quién no da para más en este instante —gruñe—. Las tres bofetadas que me distes las vas a pagar justo ahora, Siena.
Me toma por el cuello con ímpetu, ataca mi boca con una brutalidad tan excitante, que no puedo detenerlo. El beso es tan jodidamente placentero, que en cuestión de segundos termino en la arena con mi culo empinado para él, disfrutando de sus estocadas, de sus arremetidas dadas con fuerza, de sus azotes en mi carne.
Hace un año que no lo veía, no creí que encontrármelo nuevamente sucedería. No tengo planes de verlo después de esto, así que el que me deje follar por él no es algo de lo que me deba preocupar. Al final del día, no lo veré nunca más.
«Tengo una hora y por nada del mundo la pienso desperdiciar»