Capitulo 3

1510 Words
Amber Boh. —¿Qué le pasa? —Maxi me codea cuando el desconocido, guapetón y serio, sale de la sección luego de dedicarnos una mirada frígida y de asesino en serie —Parece que alguien tuvo un mal día. Ambos reímos de su ocurrencia y continuamos con nuestro pequeño y particular festejo sin prestarle demasiada atención. Hoy estamos felices y no creo que alguien logre empañar tanta emoción; dos de nuestros pacientes más antiguos del área de pediatría salieron de alta después de meses de quimioterapias y muchos trasplantes de medulas fallidos; uno de ellos, quien prácticamente estaba sin esperanzas, ahora tiene una mejor calidad de vida, y eso es una dicha que no podemos dejar de sentir. Nina y Julián son dos primos enfermos de leucemia que a sus pocas edades de 10 y 12 años han sufrido terriblemente, no por nada estamos tan contentos y satisfechos por el deber cumplido, aunque aún queda mucho por hacer, el que ya hayan dejado el hospital es un gran paso. Después de nuestra recorrida vespertina, completa y bastante agotadora, escucho mi estómago rugir, mi almuerzo ha sido escaso y tengo la cuarta guerra mundial librada allí; camino hacia el área de descanso prácticamente arrastrando los pies, aún queda algunas horas para la cena, pero ya me muero de hambre y también estoy sedienta, por lo que no me queda más remedio que tomar por lo menos un poco de agua. «Cansada y hambrienta, pero feliz» me repito mentalmente y me doy a mí misma una encogida de hombros. Estos son los placeres de la vida a la que no renunciaría nunca. Estar con estos niños me hace inmensamente feliz. “Doctora Boh, se solicita su presencia con urgencia en el área de reanimación, sala 4” se oye por el intercomunicador cuando estoy a punto de tomar mi botella de agua y quitarme el maquillaje de payaso. No puedo evitar emitir un grito de frustración. Coloco mi agua nuevamente en su sitio y salgo a pasos presurosos hacia allí. Esto no siempre es una buena señal y eso me pone en alerta máxima. Como supuse, el lugar es una ida y venida de enfermeras, doctores y especialistas, quienes al momento ya me ponen al conocimiento general del caso. Estos son los momentos en el que suelo reflexionar sobre el valor de la vida ¿Cuántos niños inocentes sufren enfermedades y dolores tan terribles mientras que adultos sanos, arriesgan su salud con drogas, alcohol y muchos otros agresivos para autodestruirse lentamente? Sin duda tus valores cambian cuando trabajas en lugares como este y empiezas a ver el mundo con ojos completamente distintos. Con los resultados de la resonancia magnética, el historial médico y el estado crítico en el que se encuentra la pequeña no tengo más opciones que intervenirla quirúrgicamente para salvar su vida. —Reúne a los familiares responsables en la sala de adjunto, por favor —ordeno a una de las licenciadas que obedece inmediatamente mientras los demás nos aseguramos de dejarla estable y lista para ser llevada al quirófano. Pronto Maxi se une a mí y su cara de tristeza lo dice todo. Hace apenas unos minutos estábamos tan felices y ahora estamos del polo totalmente opuesto. La niña es muy pequeña, de 4 años, su estado es muy grave por un tumor maligno que desarrolló ya desde su concepción, por lo que toda su corta vida estuvo enferma y deambulando de tratamiento en tratamiento, ha tenido múltiples ataques, y después de este, es una suerte que la hayan traído a tiempo, o de lo contrario, el final hubiese sido distinto. Maxi me acompaña hacia el compartimiento con todos los documentos e informes en la mano. Este momento es el más difícil de nuestras carreras y siempre estamos allí para apoyarnos; informar a los familiares de que tan compleja está la situación del paciente es la tarea más complicada de nuestra profesión, después de anunciar un fallecimiento, claro. Por suerte este no es el caso. —Buenas tardes, ¿familiares de la paciente Lissy Wilson? —digo en voz alta y varias personas voltean a verme con cara de sorpresa. «Oh Dios» Es lo que digo en pensamientos cuando el señor cara de malhumorado voltea a verme y otra vez me dedica esa mirada, que no sé lo que significa, pero que obviamente no significa nada bueno, pero peor para él, porque yo tengo mis defensas bien estructuradas. Mi compañero también se da cuenta de nuestra interacción, por lo que al momento carraspea para llamar mi atención, pero yo le doy un pisotón que lo hace retroceder. «Si esta es una pelea de miradas, pues veamos quien termina ganando» lo reto mentalmente. —Yo soy el padre de Lissy, ¿Qué desea? —asevera de manera tosca y otra vez masajeando sus sienes. «Quizás necesita un analgésico» pienso y hago nota mental de enviarle uno cuando salga de aquí. Aunque cualquiera en su lugar estaría mal. —Soy la Doctora Boh, la oncóloga que atiende a su hija, vengo a informarle acerca del estado de… —¿Qué? —me interrumpe bruscamente. —Creo que se equivocó de paciente, el doctor de mi hija es el Doctor Ramos —lo señala con la mano. —Él está aquí informándonos del estado actual de mi hija. —Señor Wilson, creo que no entendió —informa el Doctor Ramos llamando su atención. —Yo soy médico general del hospital, autorizado a dar reportes acerca del estado de los pacientes en urgencias, pero su hija, por su dx, recibe atención especializada de oncología pediátrica. La Doctora Boh, aquí presente, es la encargada de esa área. Todas las dudas y los procedimientos los encabeza ella, por lo tanto, todo lo relacionado a la salud de su hija debe tratarlas de manera exclusiva con ella. —Esto es una maldita broma —gruñe en voz baja el susodicho, pero que logro oír por la cercanía. Estoy a nada de replicar cuando una señora elegante de mediana edad, se acerca hasta mí y me pregunta cómo se encuentra la niña. —Dígame por favor como se encuentra Lissy ¿Ella está bien? —pregunta afligida. —Lissy, por el momento se encuentra estable —respondo de manera calmada. —Ahora está con respiración asistida en el área de cuidados intensivos, su estado es muy delicado; la resonancia magnética arrogó resultados muy críticos. El incremento en la presión intracraneal produjo las convulsiones que la trajeron hasta aquí, desde que llegó ha tenido exactamente 4 réplicas. —Todo eso ya lo sabemos —indica el padre. —Es lo que el Doctor nos estaba diciendo cuando usted llegó. —Su hija necesita ser intervenida de manera urgente, Señor Wilson —ignoro su mirada de desprecio para continuar. —Ahora la están preparando para entrar a quirófano, necesito que usted o la madre, firmen la autorización para el procedimiento. Debo operarla de inmediato para aliviar la presión. —No. Su respuesta llega de inmediato. Me mira con tanta intensidad que me quedo boqueando sin poder responder. —Quiero que tengan todo listo, porque trasladaré a mi hija al Brasil, donde fue atendida desde el principio y conocen su enfermedad a fondo. Allí sabrán actuar de manera correcta. No pondré la vida de mi hija en manos inexpertas con ansias de aventura. —El traslado no es recomendable… Mi amigo intenta interferir, pero éste lo detiene con la mano. —Quiero que tenga todo dispuesto, Doctora —continua. —Ya hice las llamadas correspondientes para que la reciban.  No dejaré que toque la cabeza de mi hija, cuando todos los estudios que se le practicado en estos años indican que una cirugía no es una alternativa para ella y que por el contrario podría llevarla a la muerte. —No hablo de la extirpación, hablo de aliviar la presión, es una cirugía compleja, pero que no pondrá en riesgo su… —¡Dije que no firmaré! —exclama entre dientes. La señora que se encuentra a su lado lo jala de la mano y le dice algunas palabras en voz baja que solo él consigue escuchar. Nunca me había sentido tan impotente y tan furiosa a la vez.   —Es usted un hombre muy obstinado, Señor Wilson —lo encaro mirándolo directo a los ojos. No me importa en absoluto invadir su espacio personal, pero la situación lo amerita. —Está poniendo la vida de su hija en riesgo con su absurdo comportamiento, ella no resistirá un viaje de tanto tiempo, debemos actuar ahora o será tarde para ella. Usted decide. Dicho esto, pongo la plancheta en sus manos y salgo de la sala dejándolo con la palabra en la boca. «¿Experiencia?, experiencia es lo que tengo tratando con gente como usted, señor Wilson» resoplo mentalmente mientras me alejo de allí con grandes zancadas. «Já, ya veremos quien tiene manos aventureras» enojada, pienso. Encontraré el modo, pero si él no me da la autorización para proceder, el juzgado del menor decidirá que tan buen padre es.
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