Capitulo 4

1274 Words
Mark Wilson. Desesperado es poca definición para lo terrible que me siento. Hay un nudo en mi garganta que no me deja desde que llegamos al hospital. Mi hija, mi pequeña hija, el tesoro de mi vida, mi razón de ser, la luz de mis ojos, se está apagando y no puedo hacer nada por ella, tengo las manos atadas y me siento asustado, por primera vez tengo miedo de que pase lo peor. Mi hermana no ha dejado de sollozar al igual que mi madre y eso aumenta mi ansiedad. No debería sentirme así, pero no consigo evitarlo, siento que nadie me ayuda en absoluto en este proceso tan duro para mí cuando lo que necesito es que alguien venga y me diga que mi hija estará bien, que va a superar esto y que pronto nos iremos a casa. Es absurdo, lo admito, sé que todos la aman, pero viéndolas así se siente como si ya estuvieran aceptando su muerte, y no, no permitiré que eso pase. Camino hasta el baño y dejo que el agua de la canilla refresque mi cara y mi cuello. No alivia mi tensión, pero al menos me disperso lo suficiente para pensar con mayor claridad. Desajusto mi corbata y me deshago de mi saco para quedarme solo con mi chaqueta y permitir que la sensación de ahogo se disipe. Miro mi reflejo en el espejo y me hago prometer a mí mismo que debo encontrar una solución para Lissy, aunque tenga que mover cielo, mar y tierra, debo hacerlo. Mark Wilson nunca se ha rendido, y esta vez no será la excepción. —¿Mark, estas bien? —Marta me habla desde la puerta haciendo que vuelva gradualmente a mi realidad. —Sí, yo solo me estoy refrescando —explico, pero su rostro está confundido. —¿Qué sucede? ¿Ya salió alguien a dar alguna noticia? —Mamá y yo estábamos preocupadas por ti, hace rato que estas aquí y no has salido, ¿seguro estas bien? —asiento para responder a su duda y después secarme con una toalla de papel. —Y respondiendo a tu pregunta, nadie salió aún. Ya pasó mucho tiempo, ¿verdad? Eso me hace suspirar de pura frustración. Cinco malditas horas es lo que llevan encerrados allí en ese quirófano y nadie ha salido a informarnos de absolutamente nada, estoy que exploto de la incertidumbre y la preocupación. —No debí firmar —manifiesto con una punzada en mi pecho. —No debí hacerlo, debí llevarla al Brasil como planeé desde el principio, esto es la estupidez más grande que pude haber cometido. No creo que alguien aquí esté capacitado para atender su caso, mi temor es que solo la empeoren. —No seas fatalista, hermano, debes aprender a confiar. —¿Confiar? —resoplo. —¿Confiar en quién? ¿En esa Doctora o en los que la apoyan? Y no creas que la menosprecio a ella o a su capacidad, porque no es así, es solo que hay algo en ella que no me convence por completo, aunque intenta pasarse por digna, sé que no lo es del todo. —¿Por qué hablas así de ella, hermano? A eso se le llama juzgar y lo raro de todo es que tú no sueles actuar de ese modo ¿Por qué reaccionas así? ¿Ya la conocías? «Si tu vieras lo que yo vi» digo en mis adentros. Aunque intento sacarlo de mi cabeza, no puedo. El recuerdo de ella bailando y cantando junto con sus otros compañeros están nítidos en mi mente y eso para mí solo pone en duda su desempeño en horas de trabajo. Caminamos de vuelta hacia la sala de espera y la tortura continúa por casi una hora más. Ya pasada las 2 de la mañana, la Doctora Boh por fin entra a la sala de espera. Mi madre y mi hermana se acercan a ella de inmediato, quedando yo atrás, solo observando desde lejos. Ambas empiezan a llenarla de preguntas, pero ella dirige toda su atención a mí. Su mirada intensa no se aparta de mi semblante. —Señor Wilson —habla, la noto más decaída de lo que estaba hace rato, tal vez el cansancio la sobrepasa o la noticia que viene a dar no es del todo buena.  Su bata quirúrgica verde y su cofia indica que acaba de salir de la sala, su rostro que antes tenía ese maquillaje absurdo, ahora está limpio, y ni aun con su lente de pasta puede ocultar sus ojeras y el pequeño moretón en su nariz. —¿Quién es la madre de Lissy? —me pregunta de pronto dejándonos a todos atónitos. —Necesito hablar con ustedes dos de algo muy importante. —Ella no está aquí —mi respuesta, aunque sale tosca y ella parece sorprenderse, en realidad es dolorosa. —¿Podría llamarla por favor? Necesitamos hablar acerca de la salud de su hija. —Eso es imposible, Doctora, solo díganos como está mi hija, termine con este suplicio, por favor —pido ante su insistencia. —Logramos aliviar la presión —responde acomodando su lente. —¿Pero? —digo adelantándome a sus palabras. —Siempre hay un “pero” para todo, ¿No? —Su estado es sumamente delicado y su pronóstico no es alentador. Aunque ahora existe muchos tratamientos, Lissy puede… —Solo dígame cuando puedo trasladarla. La interrumpo nuevamente.  En sus ojos noto frustración ante mis palabras, pero eso es lo que menos importa ahora mismo, solo quiero que mi hija esté bien. —Por el momento eso es imposible, Señor Wilson, ella estará en sala de recuperación de UTI por 72hs, como dije, su estado es delicado y una autorización para su traslado es algo que no tendrá de mí parte, por lo menos hasta que vea que puede soportar el viaje. Además, está en una área restringida, por lo que nadie, excepto los especialistas y operadores podrán estar en contacto con ella en ese tiempo. —No puede prohibirme estar cerca de mi hija. Ella necesita de nosotros, somos su familia —indico algo molesto. —No lo estoy haciendo, Señor, solo será por la cantidad de horas de protocolo, pero podrá verla por medio de la divisoria. Si su estado mejora, permitiremos las visitas en un corto plazo, pero vigiladas para evitar algún tipo de infección que pueda empeorar su estado. —¿Y cuándo podemos pasar a verla? —mi madre y mi hermana, quienes no han dejado llorar, preguntan en unísono. La Doctora les responde atentamente a sus preguntas mientras yo me quedo perdido en mis pensamientos, no sé por cuánto tiempo, observando sus gestos al hablar, la paciencia con que les explica cada detalle, sus ojos verdes claros que se pierden con la tonalidad de su atuendo, su piel pálida y su tono de voz que claramente denota mucho cansancio. Luego de su breve charla con ellas, nos pide a todos que vayamos a casa a descansar y volver cuando haya amanecido, pero yo me niego rotundamente, no quiero dejar a Lissy sola ni un solo minuto y prefiero estar aquí por si surge algo de urgencia. —Señor Wilson, ¿puede acompañarme al consultorio por favor? —me pide antes de salir de la sala de espera. —Tengo algunas cosas que quisiera hablar con usted, en privado, de ser posible, ahora mismo. Asiento y la sigo. Algo me dice que esta reunión no me gustará, pero tomando en cuenta que acaba de salvar la vida de mi hija, me toca ceder, pero solo por esta vez.
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