Amber Boh. Si esto se va a convertir en una costumbre, pues alabado sea el Señor y todos sus ángeles. Me siento en mi cama y empiezo a colocarme mi crema después de la relajante y larga ducha que me tomé. Hoy nuevamente desperté tempano y estoy comenzando a creer que algo se rebobinó en mi cabeza, o que, con las caídas que tuve últimamente, las neuronas se me acomodaron, para bien, claro. Camino relajada hasta frente al espejo, sin tropezar ni caer, y después de secar mi pelo me empiezo a vestir. Opto nuevamente por un color de tono beige claro, esta vez un pantalón ajustado y una remera suelta de color también beige con un dibujo de emogis de ojos de corazón y con un Chems con bate golpeándole en la cabeza que mi hermano me trajo de un viaje a Centro América. Prefiero creer que solo