Amber Boh.
—Puede sentarse —indico al Señor cara de malhumorado cuando llegamos a mi consultorio.
Podría jurar que le molesta lo que ve, su rostro contrariado y la manera que exhala bruscamente lo dice todo, pero oye, es mi consultorio, no su oficina, aquí yo puedo decorar como quiera.
Niega con la cabeza un par de veces masajeándose las sienes nuevamente. Eso me recuerda que aún no le di la pastilla que dije que le daría y aprovecharé para hacerlo ahora.
—¿No le gusta Miraculous, Señor Wilson? —pregunto adrede para medir su reacción y como imagine, me mira con ojos achinados como si estuviera hablando en una lengua alienígena.
La sola idea de esa imagen mía hablando en otro idioma y él tratando de entender lo que digo, me hace reír mentalmente.
Camino hasta la gaveta y extraigo uno de los analgésicos y se lo paso junto con una botella de agua.
Observa mi mano por unos segundos y vuelve a negar.
«Obstinado es poco decir» resoplo mentalmente cuando se aleja de mi como si tuviera una bomba atómica en mis manos y quisiera destruir el planeta con ella.
—Es solo un analgésico, le quitará el dolor de cabeza y la tensión que tiene en el cuello —trato de convencerlo, pero sin mucho éxito.
—No lo necesito, no siento ningún dolor —replica. —No vinimos hasta aquí solo para eso, ¿verdad?
Noto mucha incomodidad en su rostro, es obvio que no quiere estar más tiempo aquí, pero yo soy Amber, la doctora sonrisa, no lo dejaré escapar tan fácilmente sin poner a prueba su paciencia y tarde o temprano tendrá que ceder, o será peor para ambos.
—No, no vinimos aquí para eso, necesito hablar sobre la salud de Lissy —comienzo diciendo para luego sentarme en mi sillón y dejar en el escritorio la pastilla y el agua. —Hace rato pregunté por su esposa y usted me contestó a medias.
—Eso no es algo que le compete, Doctora —prácticamente escupe entre dientes mientras camina y observa las pinturas en la pared. —Mis asuntos familiares nada tienen que ver con el Dx de mi hija. Además, ¿Cómo sabe que tengo esposa? Podría ser padre soltero, estamos en tiempos modernos ¿no cree?
—Es cierto, no me compete —digo mirando nuevamente su dedo anular donde un hermoso anillo plateado llama mi atención. Es la tercera que vez lo hago y ni yo misma sé por qué.
Sacudo mi cabeza para anular esos pensamientos extraños y vuelvo a lo realmente importante.
—Siendo así, necesito que nos pongamos de acuerdo en los procedimientos que realizaremos a partir de ahora con Lissy. Ella necesita cuidados especiales, por lo que es probable que el hospital se convierta en su nuevo hogar y el suyo por un tiempo.
Voltea bruscamente hacia mí cuando escucha aquello. Dado que ha resoplado desde que llegó contra el hospital, imagino que esto sería como un baldazo de agua fría en pleno invierno para él.
—No tenemos nada de qué hablar porque voy a llevar a mi hija al Brasil como lo había dicho. No pienso dejarla aquí.
—Señor Wilson, imagino que sabe que la enfermedad de su hija no tiene cura —me levanto y yo también lo enfrento nuevamente. —También sabe que la cirugía que le realizamos solo fue para aliviar la presión, pero las convulsiones volverán y serán más constantes ¿Tiene idea de todo el dolor que ella siente en su pequeño cuerpo cada vez que eso pasa? ¿Sabe usted que su tiempo se está acabando?
Se queda boqueando sin poder responder.
—Puede llevarla si desea, pero, ¿servirá de algo? ¿Cree que eso cambiará lo que yo le estoy diciendo ahora? Lo único que conseguirá será estresarla aún más, agotar su energía, cuando podría darle una mejor calidad a sus días.
—¿Entonces que sugiere, Doctora? —pregunta con una mueca de incredulidad y esquivando un juguete giratorio que encuentra en su camino. —¿Quiere que me siente a ver como mi hija muere sin hacer nada? ¿Perder las esperanzas? ¿Dejarla sufrir sin intentar conseguir algún tipo de alivio para ella?
Lo miro detenidamente por unos segundos y juro que comprendo su dolor, lo veo todos los días en los rostros de todos los padres de los pequeños que están aquí en la misma condición, sé que cuesta aceptar la situación, es algo que lleva su tiempo, y muchos de ellos ni siquiera lo consiguen.
—Señor Wilson —me acerco un poco más para hablarle y pongo en su mano un dado anti estrés de burbujas. —Ya me quedó claro que no confía ni en mi idoneidad, ni en el del hospital, tal vez porque tiene la solvencia económica para pagar algo mejor estructurado y complejo, pero hay cosas que el dinero ni el poder pueden obtener. Yo entiendo su desesperación y su deseo, pero quiero llegar a un trato con usted, es un hombre de negocios, así que quiero proponerle uno. —anuncio, al principio parece sorprenderse, pero luego asiente.
De reojo veo que ejerce presión involuntaria en cada burbuja y eso me hace sonreír levemente.
—¿Puede pensarlo estos días? —lo miro detenidamente, sus ojos castaños también parecen examinarme por completo mientras hablo. —Si al final decide llevarla, yo me aseguraré de hacer todos los trámites correspondientes para que ella sea trasladada de la manera adecuada con los equipos que la mantengan estable, mientras tanto, necesito que me ayude.
— ¿En qué? —cambia el dado de una mano a otra siguiendo un cierto patrón que trato de memorizar.
—Le daré una tarea todos los días que debe cumplir, si acepta, claro está. Por lo general es la madre quien me ayuda con estos temas, pero como no ha querido decirme nada sobre ella, usted será el encargado.
Por alguna razón vuelvo a mencionar lo de su esposa y noto que su cuerpo entero se tensa, pero enseguida se recompone y asiente con un suspiro largo, mucho más relajado.
«Wow, si aceptó» festejo en pensamientos quitándole el juguete de las manos.
Esto parece una guerra de egos, y todos aquí sabemos quién va ganando.