Es joven, quizás mucho, aunque nunca es demasiado, este trabajo esta encargado para dure mucho tiempo y si es su turno de tenerlo, pues bienvenida sea la pupila que la vida a desechado porque la muerte se ha encargado de tener su curriculum en mano y ofrecerle un buen trato para acabar en un trono postrado de oro, más cómodo que el lodo y el fango donde fue abandonada.
Ella es la pupila de la muerte, es valiente, a nadie le teme. Aunque es pequeña, es fuerte, es atrevida, le sonríe a la vida y la arrebata de golpe, aprende de la mejor, de la más fuerte, la muerte misma le explica todo lo que conlleva su labor y que debe acatar con fervor cuando sea su turno de suplirla.
Y así es que vive la muerte, día con día, por toda la eternidad: con pupilas, pequeñas y escurridizas, con vidas grises
