—¿Quién es, amor? —preguntó una vez más la madre de Dylan, pero mi vista aún estaba fija en la joven. Ella llevaba unas pantuflas de patito y vestía una pijama de Bob Esponja, a pesar de ser ya más de medio día. Sus dos colitas estaban un poco chuecas y tenía una paleta roja en la boca, que le pintaba los labios del mismo color. Era simplemente adorable. —Es un joven, mamá —gritó, pero en cuestión de segundos ella me volvió a mirar y escuché su respuesta: —No compraremos servicios funerarios, por favor retírese. Sonreí ante su ocurrencia y estaba a punto de contestar, cuando la madre de la encantadora jovencita se acercó. —Max, pasa querido —pronunció, agitando la mano y haciendo señas para que me acercara. Pasé al lado de la joven y me di cuenta de que su cabello olía a vainilla,