capítulo 1 solo faltaba esperar.
Queridos lectores,
Es con gran emoción y gratitud que me dirijo a ustedes en este momento. Desde lo más profundo de mi corazón, quiero expresar mi más sincero agradecimiento por embarcarse en esta aventura literaria conmigo.
El simple hecho de que hayan elegido comenzar a leer mi novela es un honor para mí, y estoy emocionada de tener la oportunidad de compartir esta historia con ustedes.
Cada uno de ustedes representa una chispa de inspiración que enciende mi pasión por la escritura. Su curiosidad y entusiasmo son el motor que impulsa mi creatividad, y por eso les estoy eternamente agradecida.
A medida que se sumerjan en los primeros capítulos de esta novela, espero que encuentren emociones, sorpresas y personajes que los cautiven.
Cada página está llena de intriga y misterio, y estoy seguro de que disfrutarán de cada giro de la trama.
Pero este es solo el comienzo de nuestro viaje juntos. Los invito a seguir explorando los capítulos siguientes, donde descubrirán nuevos giros, revelaciones impactantes y momentos emocionantes que los mantendrán al borde de sus asientos.
Así que, queridos lectores, los animo a continuar leyendo y a sumergirse aún más en esta historia fascinante. Estoy emocionada de compartir el resto del viaje con ustedes y espero que disfruten cada paso del camino tanto como yo disfruté escribiéndolo.
Gracias por su apoyo, su confianza y su compañía en esta emocionante aventura literaria. ¡Que los siguientes capítulos les traigan aún más alegría y emoción!
Con gratitud y afecto.
Strella...
Comenzamos...
......
Dicen que el amor es algo mágico y atrayente, que poco a poco se va convirtiendo en lo que estaba destinado, o que sin eso no puedes vivir. Es como el oxígeno, como eso que no puedes ver, pero lo necesitas para vivir. Siempre he creído que el amor es una mezcla extraña de dos corazones en uno solo.
—¿Cómo es que tus padres se convirtieron en esto? —preguntó Hanna mientras mirábamos las luces de la ciudad deslumbrando todo alrededor.
No pude evitar suspirar antes de responder.
—Mis padres... alguna vez fueron felices. Eso es algo que no recuerdo de mi infancia o algo cambió y nunca supe qué fue exactamente. Mi madre solía decir que estaban enamorados, pero ahora ya no lo sé —le conté a Hanna con tristeza en voz baja.
Hanna apretó suavemente mi mano y me miró con comprensión en los ojos.
—A veces las cosas no son lo que parecen. No podemos juzgar la felicidad de alguien desde afuera. Pero lo importante es lo que sientes tú, lo que te hace feliz —dijo con dulzura.
Asentí, agradecido por sus palabras reconfortantes. Ambos volvimos a quedarnos en silencio, contemplando las luces que bailaban en la oscuridad de la noche. Sentí el calor de su mano en la mía, una pequeña chispa de esperanza en medio de la confusión.
—¡Debemos volver a casa, Hanna! —exclamé de repente, sintiendo el frío helado que se colaba entre nuestras ropas.
Me levanté rápidamente y le extendí la mano para ayudarla a ponerse de pie.
Caminamos de regreso en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Evitamos mencionar lo que habíamos hablado antes, pero no podía evitar pensar en el anillo que le había puesto en el dedo. No era solo un símbolo de compromiso, era una promesa inquebrantable de protegerla y estar a su lado.
Cuando finalmente llegamos a casa, Hanna se recostó entre mis brazos, buscando refugio y calor. La abracé con ternura, sintiendo su dulce respiración y su cuerpo contra el mío. Mientras ella dormía plácidamente, no dejé de pensar en las palabras que le dije a mi madre ese mismo día, agradeciéndole por el infierno que nos hizo vivir al no separarse de mi padre, a pesar de todo lo que nos hizo sufrir a mi hermana y a mí.
No podía imaginar lastimar a Hanna de la forma en que ese hombre lo hizo con mi madre. Ella era mi luz, mi salvación. Amaba a mi futura esposa y consideraba que la mujer era como la flor más delicada, una joya que había encontrado y que debía proteger.
Traté de conciliar el sueño, queriendo escapar de los pensamientos oscuros que amenazaban con invadir mi mente. Pero la noche parecía estar en mi contra, susurrando recuerdos dolorosos y miedos del pasado.
Me levanté, decidido a alejar esos pensamientos y preparé un café colombiano. El aroma llenó la habitación y me reconfortó. Me senté en el sofá, sosteniendo la taza entre mis manos mientras observaba las fotografías de Hanna en mi celular. Cada imagen capturaba su belleza natural y sus expresiones graciosas. Una sonrisa se deslizó por mi rostro mientras recordaba los momentos divertidos que habíamos compartido juntos.
—Te amo tanto, Hanna —susurré en voz baja, dejando el teléfono a un lado.
Me acomodé en el sofá y apoyé la cabeza en el respaldo, saboreando el momento de tranquilidad antes de que el sueño finalmente me envolviera.
Con los ojos cerrados, no pude evitar preguntarme qué hubiera sido de mí si ella no hubiera estado a mi lado en esos momentos difíciles. Aunque no la conocí en un buen momento de mi vida, no cambiaría nada de todo lo vivido a su lado. No era el momento correcto, solo hacía falta esperar para que lo fuera...