—¿Es que acaso te asusta el futuro? —Viena hace un asentimiento a la pregunta de su esposo. —¿Por qué? —Vuelve a preguntar él, Frederick es el jefe, pero, hasta un jefe debe escuchar que cosas aquejan a las personas que son leales a él. Para que las cosas pudieran funcionar con mejoría, la comunicación era algo sumamente importante, de lo contrario, todo lo que habían logrado, se vería derrumbado en cuestión de solo segundos.
—Tengo miedo de que Rossy crezca indefensa, el mundo de la mafia…Desearía tanto que ella creciera lejos de todo esto. —Frederick asiente ante esto, con que esto es lo que hace preocupar a su esposa, si bien es cierto que, para cualquiera que estuviera involucrado con la mafia puede salir perjudicado, esto era sumamente peligroso para un infante, se creía que, al menos un varón podría sobrevivir con mayor facilidad, ellos por ley tenían una ventaja ante esto, el enemigo usaría de sirviente a un chico, mientras, que, a una chica, la utilizarían como una prostituta, algo peor que eso, cosas que ni siquiera Viena quería imaginar. —Dime que tomaras en cuenta esto, Frederick, si algo llegara a ocurrir, no quisiera que nuestra hija sufriera por tus enemigos. —El jefe de la mafia reflexiona las palabras de su esposa. Es normal que sienta miedo, es normal que sus preocupaciones incluso superen la realidad de las cosas.
—Mi amor…Lamentablemente Rossy no podrá dejar la casa Felicce, es el lugar donde todos sus hermanos han crecido y se han superado, sería un desastre que se rompa la tradición d esto. —Viena asiente, sabía que su esposo diría algo como esto. —Sin embargo, y como te prometido hace tantos años, no dejare que nadie lastime o toque un pelo de nuestra hija, hare de ella una mujer fuerte, independiente y digna de portar el apellido Felicce. ¿De acuerdo? —Esto da consuelo a Viena, confinaba en su esposo, pero no en el resto del mundo.
—De acuerdo, confió en que harás un buen trabajo cuidando de nuestra Rossy. —Frederick sonríe, le alivia saber que su esposa puede tener un mejor animo ante esto. Ambos padres miran con adoración a su hija, quien es la princesa proclamada de la casa Felicce, pero, Frederick tenía unos grandes planes para su hija, haría de ella la mejor Felicce que haya nacido en aquella casa.
Lo hizo en una promesa.
( . . . )
Siete años han pasado, y Rossy creía con rapidez, sus rasgos físicos han salido a la luz también. Tiene un largo cabello rojo, ojos verdes al igual que las hermosas esmeraldas, junto con una personalidad un poco tímida ante lo desconocido. En este tiempo, Rossy ha conocido a algunos de sus 8 hermanos mayores, los últimos cuatro para ser más precisos, Massimo, Orlando, Piero y Luciano. Dos de estos no toman mayor relevancia ante la pequeña, mientras que otros dos, están encantados con su presencia, no dejan de señalar lo linda que es, y como al crecer ella será hermosa, tanto, o más que su propia madre.
Mientras que, a los otros cuatro hermanos mayores, Rossy, solo los conoce por fotos del álbum que hay en la sala principal de la casa. Esto y las historias que suelen hacer sus hermanos. Aparentemente, lo único que le pueden decir es que, estos estaban muy, realmente muy ocupados por el trabajo. Pero esto no es algo que le importe a la pequeña Rossy, quien este día, se encuentra compartiendo con sus hermanos mayores —pero menores para los primero cuatro. — un día soleado de primavera, faltaban solo unos cuantos días para su cumpleaños número ocho, en donde se esperaba, estuvieran todos los Felicce reunidos, demostrando la unidad en dicha casa.
Rossy va da un lado hacia otro, mientras se persigue con su hermano Luciano, quien ríe y disfruta de jugar con su hermanita, él ya era un jovencito de unos 14 y tantos, el mayor de todos, Alessandro, pasaba por alrededor de los 20´s o 30´s años, la cuestión siendo que, los hijos mayores no se llevan tanta edad, la diferencia de un año y meses, es lo que todos se llevan, pero, Luciano sí que era bastante joven. Pero, en fin, luego de correr un rato, Rossy y Luciano se acercan a donde se encuentran Frederick, Viena, Massimo, Orlando y Piero. Sentados todos, tomando un poco de limonada. Rossy corre hacia los brazos de su padre, quien le recibe con una sonrisa.
—¿Ya se cansaron de tanto correr? Me sorprende que aun tengas energía, Rossy. —Frederick toma otro vaso de limonada para su hija, quien toma de este, sentada en la rodilla de su padre, ella sonríe, aun respirando agitada. Le gustaba este tipo de ambiente, en donde podía escuchar a sus hermanos y sus padres platicar, como una verdadera familia.
—No deberían correr tanto, podrían ensuciarse, y tú, Luciano, ya no eres un infante. —Esto sale de los labios de Massimo, haciendo que el menor de los hermanos suspire con fastidio, pero, no puede demostrarlo. Aun así, mientras Frederick no se encontraba, los demás hijos de la casa Felicce se encargan de mantener a raya a los menores. Para Luciano, algunos de sus hermanos mayores eran sumamente gruñones, enojones con la vida por cosas que, ni siquiera él puede comprender aún.
—Hermano, ni siquiera estábamos jugando con lodo o algo parecido. —Responde Luciano, tomando de su limonada, Massimo solo puede gruñir en respuesta, odiaba que los contradijeran en todo momento y lugar, no por nada él se encargaba del trabajo sucio en la mafia italiana, algo que, por ahora, ni Luciano y mucho menos Rossy sabían.
—¿Acaso me estas respondiendo, mocoso? —Massimo le da una mirada intimidante a su hermano menor, los demás no dicen nada, Frederick se dice que observara hasta donde era capaz de llegar su quinto hijo, Orlando y Piero, junto con Viena no dicen nada, no deben involucrarse, aunque, la mujer era capaz defender al hijo que crio, desde muy joven.
—¡Lo que dice Luciano es verdad, hermano, no estábamos jugando con lodo! —Rossy responde, desde donde está sentada. —No me parece justo que regañes a Luciano por jugar conmigo, tú no jugas nunca y te la pasas aburrido. —La atención de todos caen en la pequeña, Massimo solo rueda los ojos. La lógica de Rossy en sus primeros años era simple, ¿Si lo adultos estaban siempre tan amargados, porque no se divertían un poco y ya estaba?, ella estaba segura de que, si sus hermanos se divirtieran tanto como ella, quizás, no tendrían una expresión de mal humor casi todo el tiempo.