Capitulo (1-1)

1347 Words
Años antes. Los primeros años de Rossy dentro de la casa Felicce fueron sencillos, Viena, su madre, finalmente estaba contenta de darle a su esposo un pequeño pedazo de ella, pero, claramente bajo la advertencia de que lo mejor era no tener más hijos, la señora de la casa Felicce tomó esto de buena manera, ella ya había criado a los hijos menores de Frederick, los cuales ya eran unos jóvenes, tenía mucho trabajo que hacer con su querida Rossy, como la ha llamado su esposo. Le gusta este nombre, le queda completamente, ya que, su hija tiene un hermoso cabello rojo, más intenso que el de su madre, y sus ojos son verdes, tan intensos y grandes como una esmeralda, sin duda, era hermosa. Rossy solo lloro en los brazos de su padre, cuando este pensó que se trataba de un niño, no lo culpaba, después de pasar por 8 chicos, pensar que ahora tendría a una chica, se le hacía raro, maravilloso, pero raro. Viena suspira mientras sostiene en brazos a su bebé, no sería fácil crecer con hermanos tan sobreprotectores, y aunque ella sabía bien a que se dedicaba su esposo, esperaba que, su hija no se viera jamás involucrada en ese mundo, el cual estaba rodeado de sangre, muerte y peligros. Viena ha hecho muchas cosas en su vida, se arrepiente de algunas, sigue con otras, pero, casarse con Frederick Felicce, a pesar de que este es un jefe de la mafia, era algo con lo que tendría que vivir para siempre, ella amaba a su esposo, aunque sus manos estuvieran machadas de sangre, no le importaba. Su destino, estaba escrito ya, y ella, lo había aceptado sin mayor remedio. —Querida Rossy, tienes un largo camino por delante, sé que serás capaz de llevarlo por tu cuenta. Después de todo, eres una Felicce. —Viena le habla a su hija, quien duerme plácidamente mientras siente como el calor de los brazos de su madre la rodean. La llegada de la pequeña bebé tomo por sorpresa a más de uno dentro de la casa Felicce, sobre todo con los amargos pronósticos que le daban a la pareja, fue un milagro, o solo el destino, saber que la señora de la casa estaba embarazada y que, posteriormente había dado a luz en la época de primavera, si, no saben a ciencia cierta si fue solo suerte o quizás coincidencia. La señora de la casa Felicce, sabe bien que ella no es la única que se ha convertido en madre recientemente, ya que, las demás señoras de las casas vecinas también tuvieron la dicha de dar a luz casi tan pronto como ella, en la casa Kahler ha nacido un solo niño, quien tiene el nombre de Axel, y en la casa británica; Abbey, el primogénito que lleva por nombre Fausto. Lo que le recuerda, que debe enviar canasta de felicitaciones hacia las nuevas madres, y si bien es cierto que se refiere a ellas como sus “vecinas” estas están muy alejadas las unas de las otras, los espacios en el territorio que poseen las cuatro casas de mafia eran extremadamente grandes. Cada año, sin falta, les tocaba presentar una fiesta. Era peligroso, sí, pero también, dejaba en el aire palabras no dichas; “Tengo todo este poder, tienen que tener cuidado de con quien se están metiendo.” Al menos, es como lo ve Viena Felicce, recuerda de todos modos divertirse, y entablar conversación con sus amigas, aunque, la señora de la casa Abbey, era algo altiva y arrogante, siempre repetía que la mejor manera de atrapar a un hombre poderoso era con los hijos, es por esto, que la mujer estaba decidida en darle una basta descendencia a su esposo, siguiendo los pasos de la difunta esposa de Frederick, al parecer. No importa lo que sea, Viena no soporta la actitud de Charlotte Abbey, es por esto, que casi siempre trata de evitarla en las fiestas. Aun así y por completa educación, pasa palabras con ella. —Señora Felicce, su esposo quiere verla. —La atención de Viena es llevada hacia otro lado, ante el anuncio de su esposo, ella toma asiento con cuidado, aun con su pequeña Rossy en brazos, la misma, abre sus pequeños ojitos, tiene hambre, y el movimiento constante de su madre junto con el olor de la leche materna que desprender, le abre el apetito. —De acuerdo, puede pasar. —Responde Viena, ha notado como los hermosos ojos de su hija la miran con atención. —Mi dulce niña, ¿Tienes hambre ya? —En el proceso de gestación, Viena se informó bastante, a ella le agradaban mucho los niños, cuando se casó con Frederick, era consciente de que este tenía 8 hijos dos de ellos siendo bastante jóvenes al momento de perder a su madre quien murió años después de dar a luz a Luciano, el ultimo varón en la familia Felicce, con todo esto, Viena pudo despertar aquel instinto materno, y el amor que solo una madre puede dar. Junto a esto, la paciencia, cariño y responsabilidad. No es que Frederick no pueda, claro que podía, pero, ya tenía bastante responsabilidad al ser el jefe de la mafia italiana. —Mi amada Viena, ¿Cómo te encuentras? ¿Necesitas algo? ¿Qué tal se ha portado nuestra princesa? —Frederick se adentra a la habitación de su hija menor, donde su madre suele pasar la mayor parte del tiempo. —Hice algo de tiempo en mi agenda, quería saber que mi esposa estaba en perfectas condiciones, con mis propios ojos. —El jefe de la mafia italiana se acerca a su querida esposa, pareciera que fue amor a primera vista nuevamente para él, ya que, una vez pensó seriamente que, ninguna otra mujer aparecería en su vida y que lo hiciera tan feliz como su primera esposa, Franchesca. —Estoy bien, mi amor. —La pareja es cariñosa y no se lo ocultan a nadie, ni siquiera cuando están en frente de los demás. Si había algo realmente importantes el uno para el otro, ¿Para que esconderlo? No era secreto para nadie que, Frederick Felicce, jefe de la mafia italiana, movería cielo y tierra con tal de ver sonreír a su querida Viena. —Rossy crece bien, no ha parado de comer. —La recién nacida deja el pecho de su madre, se ha llenado, y es entonces cuando Viena sostiene a su hija para darle pequeños golpes en su espalda, todo esto con el fin de sacarle el aire. —La maternidad es algo que te sienta bien, no lo puedo negar. —Frederick mira con amor y deseo a su esposa, pero claro, él sabe que ella necesita descansar y recuperarse, pero, ¿Cómo no admirar la maravillosa figura de su esposa? Sus pechos están grandes y jugosos, sus caderas, siempre fueron anchas, perfectas, las mismas, siempre han sido un símbolo de fertilidad. Aparte del hermoso cuerpo de su esposa, la misma tenía una grandiosa personalidad. —Déjame ver a mi pequeña. —Frederick toma en brazos a Rossy, quien solo parpadea ante la presencia de su padre, Frederick toma la pequeña mano de su hija, y ella la aprieta con toda la fuerza que un bebé puede tener, y claro, en el proceso hace una mueca, frunciendo su carita. —Sera fuerte, como sus hermanos. Alessandro también hacia esto cuando era un pequeño. —Se ríe el jefe, pero, su esposa suspira y esto no se le escapa para nada. —¿Qué sucede, mi amor? —Pregunta él. —No lo sé, no dejo de pensar en cómo será el futuro para nuestra hija. ¿No sueles pensar en eso? —Viena vuelve a suspirar, no desea que sucedan cosas malas, pero, es algo que ni siquiera Frederick siendo el jefe, puede controlar. Le asusta pensar en que, los enemigos de su esposo se adentren en la casa Felicce, con tal de verlo sufrir, ellos serían capaces de matar sin mirar rostros. Incluido el de su pequeña Rossy.
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