Cuando Francesco ha tomado camino hacia la mesa en la que se encuentran sus hermanos junto con su padre, ha tropezado con un pequeño cuerpo, al mirar hacia abajo, se topa con una infanta, no una común y corriente, sus ojos tan verdes y hermosos como una esmeralda, un cabello tan rojo como la sangre, y con estos, un rostro ligeramente fruncido ante el inminente choque, el cual, si bien pudo evitarse, las diferentes alturas que no prestaron atención al camino colisionaron sin remedio alguno. Francesco ve como una infanta con vestido rosa se tambalea un poco, pero, ella logra mantener el equilibrio.
—Niña, ¿Qué haces en estos lugares? Deberías mirar por donde vas. —Francesco reconoce rápidamente que, aquella infanta es su hermana, pero, debe permanecer en completa tranquilidad por el momento. Recuerda como sus hermanos respondieron de distintas maneras al preguntar por Rossy, Massimo, dijo, sobre todo, que su hermanita era una mimada. Lo siguiente que hace Francesco es permanecer observándola, ni siquiera ha tomado las bebidas, tendrá oportunidad de hacerlo, su padre comprenderá la razón de esto.
—Soy nada más y nada menos que la cumpleañera, y usted fue quien choco conmigo, señor. —Francesco nota de inmediato los impecables modales de la niña, quien se mantiene en una tranquila postura, de ser cualquiera otra infanta, esta estaría haciendo un berrinche o saldría corriendo, pero, Rossy no tiembla aun cuando el extraño tiene expresión estoica y de pocos amigos.
—Tu eres Rossy, ¿No es así? —Francesco se agacha hasta la altura de su hermanita, quien, con expresión de desconfianza hace un asentimiento con la cabeza. ¿Quién era aquel hombre y porque sabía su nombre? —Debí suponerlo, cuando te conocí, eras a penas una bebé. —Rossy parpadea, y ve con atención al extraño, sus ojos, y la forma de su cara, le recuerda a Luciano, pero también a su propio padre. —Soy Francesco, ¿Te enojaras conmigo, aunque no te haya dado un regalo por tu cumpleaños número diez, Rossy? —La mencionada siente de inmediato como la sangre parece hacer estragos extraños, y por si sola, abraza al hombre, quien, no esperaba esto, sin embargo, acepta el abrazo.
—Tu eres mi hermano mayor, eres el segundo, después de Alessandro. —Responde Rossy, mientras se aleja un poco para mirar a su hermano. —Luciano y Piero me contaron mucho sobre ti, y no, no me enojare, aunque no me des un regalo, quería conocerte. —La sonrisa que le da la niña, le hace saber que, debe protegerla, así sea de su propia familia, lo haría, pase lo que pase.
—Es correcto, pero, aquí esta tu regalo de todos modos. —Francesco se levanta y de su saco de traje saca una cajita, Rossy mira con atención los movimientos de su hermano mayor, puede ver como esta saca de aquella cajita un collar delicado, el cual porta una esmeralda, siendo este, el símbolo más valioso de la familia Felicce. —Feliz cumpleaños, Rossy. —La niña sonríe nuevamente, y deja que su hermano coloque en su cuello el lindo collar, esta combina a la perfección con sus ojos.
—Muchísimas gracias, Francesco. ¿Luzco bonita con el collar? —Francesco asiente a la pregunta de su hermana, claro que era bonita, hermosa, desde este momento, él mismo se aseguraría que, nadie más que Rossy dominara su vida, y cumpliendo los deseos de su padre, no dejaría que Alessandro tomara el control de la casa o la mafia, antes de que este tomara su lugar, le Darian un golpe de realidad.
—Vamos, padre espera junto con nuestros hermanos. —Rossy toma la mano de su hermano, la cual es más grande que la suya, aun así, sonríe, se siente feliz de que, finalmente conozca al segundo de sus hermanos, no sabe la razón, pero, se siente segura y cómoda, tanto como cuando Luciano está presente. Francesco ha guardado para entonces la cajita del collar nuevamente en su traje, y con cuidado, ambos hermanos caminan hacia el lugar donde se encuentran sus demás hermanos y su padre.
El desarrollo de la fiesta de Rossy va perfectamente, pese a que no hay tantos niños como se creería, igualmente el evento es pequeño —como dice el jefe de la mafia. — Aun así, a la pequeña niña le han llegado muchos regalos, ropa, vestuarios, incluso hasta lindos animales que, sin duda, Rossy cuidaría con todo el amor que posee, y claro, toda su familia ha llegado, incluidos sus hermanos mayores, quienes comen en una mesa aparte, observando todo con aires de relajación, no se involucran en siquiera divertirse un poco, cuando se es parte de la mafia, la diversión toma otro rumbo, nada a lo que se esperaría normalmente. Y mientras todos esperan a la cumpleañera, se preguntan dónde estaría en estos momentos, el segundo hijo de la familia Felicce.
—¿Cuánto tiempo planeas quedarte, Alessandro? Imagino que has cumplido diligentemente con el trabajo. —Frederick que se mantiene en la cabeza de la mesa, mira a todos sus hijos finalmente reunidos, aunque claro, que, ni Rossy ni Francesco estaban aun presentes. Frederick sabía bien que, para este punto, sus dos hijos se estaban conociendo finalmente.
—Así es padre, la familia Felicce se regodea de gloria en cualquier lugar que se encuentre, ya sea en nuestra tierra natal, Italia, o en suelo americano. —Frederick asiente, los demás hijos no dicen nada y tampoco lo haría, no si alguien les pide su opinión, claro. —Pero, padre. ¿Por qué reunirnos en un ambiente como este? No creo adecuado hablar todos en la fiesta de una niña. —Alessandro solo había visto a Rossy cuando era una recién nacida, aún recuerda que sus hermanos menores estaban ayudando a decorar su habitación, desde entonces han pasado diez años. Parece que era hora finalmente de empezar a buscar un buen partido para su hermana.
—Esto es porque, deben conocerla, estoy seguro de que la adoraran cuando la vean. —Frederick mira a todos sus hijos. —Massimo, Orlando, Piero y Luciano ya lo hacen, ¿No es así, muchachos? —Los mencionados hacen un asentimiento con la cabeza.
—Padre, sigo diciendo que la consientes demasiado, esto podría pesarte en algún momento. —Comenta Massimo, logrando que Alessandro levante ambas cejas, suponía que esto pasaría desde el momento en el que se anunció que el nuevo m*****o de la familia era mujer y no un hombre como siempre fue.
—Estas celoso porque no tuviste las mismas atenciones que tiene la encantadora Rossy. —Orlando defiende a la infanta. —No esperes menos, cuando, una niña merece ser tratada como una princesa, o una reina. —Los hombres de la casa Felicce ríen, las palabras de Orlando eran ciertas, luego de tantos hijos, era normal que Frederick tuviera a la única hija como su adoración.
—En ese caso, creo que lo mejor sería buscar la manera de que su futuro y su vida sean iguales, un pretendiente que cuide de ella será mejor. —Responde Alessandro, ignorando la mirada mortal que le da su padre, justo como este había sospechado, la única intención que tiene su hijo mayor con la última de los Felicce, era entregarla a cualquiera que dijera querer protegerla.
—Hermano, solo tiene diez años, creo que aún es temprano para eso. —Luciano no puede ocultar su humor, para nada le gustaba la manera en la que su hermano mayor estaba planeando el futuro de la hija menor, y como hermano, él solo quería cuidarla, no se podía tomar decisiones como esa a la ligera, ¿Qué hay de lo que Rossy querría para el futuro? ¿Y si no quería casarse siendo tan joven? Anteriormente, se sabía que, las pocas mujeres de la casa Felicce tenían que asumir la responsabilidad del matrimonio a la edad de 19 años.