Más que un encuentro

1565 Words
Una semana después En las cercanías de San Petersburgo, Rusia Anastasia Un gobernante no solo se limita a ocupar un trono, más bien debe tener otras cualidades: como visión, debe mostrar iniciativa, debe ser osado e intrépido, ante todo no permitir ser pisoteado, ni por sus enemigos, menos por su propia corte, porque nadie quiere un rey marioneta al frente de un imperio, es sinónimo de decadencia, de vulnerabilidad y de sumisión. Lo que espera su pueblo es una figura a quien venerar, respetar e idolatrar. En mi caso, mi pueblo tiene muchas expectativas de cómo gobernare, los jóvenes encuentran una luz de cambio, los más ancianos dudan de mi capacidad para llevar las riendas de mi nación. Entonces para lograr un bien mayor a veces debes ir contra la corriente, asumir los riesgos y desatar un poco el caos, pues es tu huella, tu carta de presentación, como tal tras escuchar el argumento apabullante de Aytos di unos pasos en silencio por el salón, me detuve ante las miradas escrutadoras del resto de mi corte y dejé escapar la voz de mis labios. –Aytos no bajaré la cabeza a la mínima sospecha sobre las exigencias del príncipe Tepes, mi pueblo no me perdonaría semejante traición, como su reina mi deber es defenderlo de nuestros enemigos, no sentarme a la mesa a negociar, mucho menos compartir mi lecho con ellos. Ese pacto no se honrará bajo ninguna circunstancia y voy a garantizarlo– argumenté con mi voz firme y asomó su mirada llena de malestar. –Su alteza su ingenuidad la domina, no le permite vislumbrar el panorama completo, todavía sigue pensando que puede ejercer su voluntad, pero está cometiendo un error con su posición intransigente, además olvida un atenuante importante. Su prima, la condensa Isabel de Castilla está comprometida con el príncipe Leopoldo de Francia, esa unión es perjudicial para nosotros, porque sus descendientes pueden reclamar el trono de Bulgaria si usted persiste en no desposarse con el príncipe Tepes– pronunció con severidad y escuché el murmuro del resto de mi corte. ¡Infiel! Ese fue un acto de guerra, buscando socavar mi autoridad ante mi corte, con la más clara intención de crear el caos con su discurso improvisado, más que todo pensando que podía imponerme su voluntad a su antojo, por supuesto respondí a su intimidación a mi manera. –Aytos el hecho que no quiera honrar el pacto, no significa que no me desposaré, lo haré con el hombre adecuado, cuando lo crea conveniente y ese no será el príncipe Tepes– indiqué con mi voz enérgica y frunció el ceño. –Discrepo con su alteza, porque el mejor candidato para desposarla es el príncipe Tepes, le dará al pueblo tranquilidad, también algo con que soñar, será su manera de calmar las aguas, acallar rumores y consolidar su posición como Emperatriz de Bulgaria– rebatió con su pose formal y arque la ceja intrigante. –La manera de calmar las aguas es que mi corte me respalde, deje de cuestionar mis decisiones y ante todo me permita gobernar como su reina. Dicho esto, viajare a San Petersburgo al amanecer, dispongan todo para el viaje– señalé con mi rostro impasible y miré sus rostros desencajados. No podían creer lo que estaban escuchando de mis labios, estaban atónitos por mi determinación, sus rostros, sus ojos, reflejan su preocupación, nunca esperaron semejante respuesta y ante todo no era necesario que especulen los motivos de mi viaje, bastaba mirar la evidencia para conocer mis planes, igual Lazar estaba incrédulo y su voz resonó en el ambiente. –Su alteza piensa viajar, no es recomendable después del deceso del Zar, ante todo debe darle descanso a su alma como corresponde, y luego el pueblo espera su coronación, quieren ver a su reina sentada en el trono– dijo Lazar escandalizado y fije mi mirada al frente. –Mi padre está muerto y nada cambiará ese hecho, denle la sepultará que merece lo antes posible y por mi coronación no es prudente una celebración tan pronto, es un mero formalismo e innecesario, sobre todo sentarme en un trono no bastará para defender a mi nación, se requiere de actos y decisiones para gobernar. Si es todo, me retiro a mis aposentos– sentencié con firmeza en mi voz, con mi mirada perdida, todavía con mi corazón sangrando por la pérdida del Zar. Al final, en un par de minutos estaba dispuesta la ceremonia para darle el último adiós a mi padre. Siguiendo los protocolos sonaron las campanas mientras sus nobles soldados formaban un cordón alrededor de su ataúd, en cambio sus consejeros rezaban por su alma, sabiendo que era más que una despedida, porque comenzaba mi reinado, ya no podía refugiarme, ni escapar de mis obligaciones, ahora todos los ojos y oídos estaban sobre mí queriendo conocer el nuevo rumbo de Bulgaria. En definitiva, bajó un despliegue inusual de seguridad abordé mi carruaje antes del amanecer, aunque mi idea era viajar de incógnita para evitar que reine el caos en mis territorios y ante todo no alertar de mis planes a los espías otomanos, mucho menos a los rumanos, pero mi corte tenía otros planes, igual proteste cuando observé varios carruajes con sus equipajes, también soldados en sus caballos apostados en la entrada del castillo para resguardarme. –No ordené organizar una comitiva, ni necesito niñeros para cuidarme, mi viaje debe ser lo más discreto posible, pero al parecer ustedes tienen otra idea de lo que significa discreción– exclamé con mi rostro compungido dirigiéndome a mis consejeros y quien intervino fue Kirill. –Su alteza no puede viajar sola, es nuestro deber cuidar de su seguridad y acompañarla en su misión diplomática, también debe entender que no una simple mujer. Además, no creo que podamos ser discretos como lo desea, ¿Cómo justificaremos su ausencia en el castillo? ¿Cómo evitamos los rumores del pueblo por su viaje? –argumentó con su voz indignada y tensé el rostro. –Kirill pueden repetir que, dada la muerte reciente del Zar, la Emperatriz he decidido refugiarme en sus aposentos para reponerse del dolor de su partida y en unos días volverá a sus funciones como lo espera su pueblo. Sobre mi seguridad viajaré custodiada por dos soldados y me acompañara Lazar en otro carruaje, nadie más, así que bajen sus equipajes de los carruajes. Otro detalle quedas al frente del imperio por unos días, confió en tu experiencia para resolver cualquier evento. Digamos que impuse mi voluntad en contra de sus opiniones, también era mi manera de garantizar no ser saboteada, no podía exponerme a viajar con ellos, menos con Aytos, pues conocía mejor que nadie sus intenciones de honrar el pacto con los rumanos, ya que para él era la salida razonable. A todo esto, ha sido un viaje agotador y forzados hemos tenido que detenemos a descansar en alguna posada en nuestro camino, siempre manteniendo el anonimato o mejor dicho viajando bajó la identidad de la duquesa de Bavaria para evitar sorpresas. Sin embargo, intento distraerme con alguna lectura mientras el carruaje sigue en movimiento, pese a las miradas curiosas de mi acompañante quien parece muy ansiosa, como tal dejo escapar mi voz en el ambiente. –Señorita Ivanov, la noto ansiosa, pero debe relajarse debemos llegar antes del mediodía a San Petersburgo, y le aseguro que quedarán atrás las noches en las posadas. El palacio del Zar Oleg es una belleza arquitectónica deslumbrante e inigualable como pocas, y espero obtener lo que busco con mi visita…– comento y cierro el libro cuando de repente se detiene el carruaje escuchando voces indistintas y rechinidos de caballos. –Su alteza, bajaré para revisar el motivo por habernos detenido–comenta y coloco mi mano en la manija de la puerta. Enseguida su mirada de desconcierto se posa sobre mi silueta y le doy una sonrisa afable. –Lo haré yo señorita Ivanov, necesito estirar las piernas y tomar un poco de aire fresco– replico y abro la puerta para descender del carruaje. –¡Su majestad! ¡Su majestad! No es prudente– escucho su pedido de súplica a mis espaldas. Por un segundo contempló con curiosidad el bello paisaje que nos rodea, los arbustos desprendiendo ese aroma de hierba fresca, mientras los rayos del sol se escabullen entre los árboles frondosos, cuando escucho el galope de un caballo aproximarse. Mi mirada se desvía observando a un hombre joven, muy guapo, piel bronceada, barba prolija, cabello ondulado n***o, ojos profundos con una mirada atrapante, cuyas ropas me inquietan, no viste como un ruso, sino como un otomano desde su sombrero, sus túnicas, quedándome sin saber cómo reaccionar. –Señorita, lamento haber detenido a su carruaje, pero estaba tras un oso y no debe estar muy lejos por el rastro de sangre que encontré a unos pocos metros– informa el hombre con su voz ronca y sigo aturdida por su presencia. El otomano desmonta de su caballo anulando distancia dándome una mirada que me descoloca sobremanera, su proximidad me inquieta y es peor mi nerviosismo cuando vuelvo a escuchar su voz en el ambiente. –Le sugiero que me permita acompañarla a su destino para mi tranquilidad, ante todo mis soldados pueden garantizar su seguridad– dice el otomano sintiendo su aliento en mi rostro y me deja sumida en mis pensamientos.
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