¿Una cita tardaba tanto? ¿Qué hacían? Las horas eran eternas y yo no podía hacer nada, más que mirar desde mi habitación hacia la entrada, estaba sin apetito, me había comido incluso las uñas, ¿cuándo diablos me como yo las uñas? ¡Nunca! No tenía idea desde cuándo ella y ese hombre se conocían como para que fueran a una cita o le trajera flores, se puso muy guapa para él y luego se marchó muy sonriente, cortando de pronto nuestra charla, haciéndome esperar con desespero a estas horas. Bajé a la recepción porque no dejaría que, al llegar, ese maldito quisiera durar una hora en una despedida para luego querer besarla, porque entonces sí que me le arrojo encima al musculoso bronceado. Era doble agonía, pues ella estaba en una cita y yo en desesperación, pero también a su regreso me diría