—Bien, todo ha quedado claro.—me decía Darío. Íbamos saliendo de la junta, rumbo a mi oficina. —El proceso ha sido lento, será bueno, porque los pasos se siguen con cautela.—abrí la puerta y él entró.—¿Quieres algo de tomar? —Un vaso con agua, por favor.—me acerqué a servirle el agua.—Por cierto, Valeria, ¿sabes quién es? La encontré desmayada el otro día, la llevé al hospital y luego la traje a la empresa.—tomé asiento sin molestarme en darle el vaso con agua. Apoyé mi mano en la mesa y reposé mi cabeza en ella, mirándolo de medio lado. Él sabía que era mi esposa, ¿por qué hacía el comentario?—No la he visto hoy en la junta, me parece que ella trabaja en el departamento de publicidad, ¿no tenía que estar allí hoy? —Valeria Mckenzie, no solo Valeria, Mckenzie. Es mi esposa, procura tene