Ella giró para encarame con una ceja arqueada, yo mantenía mis manos en mi espalda esperando por su respuesta, Mert se lo pensó un poco y se acercó a mí dubitativa.
—¿Derecha? —sonreí— No, mejor la izquierda. —Me encogí de hombros, era un regalo igual de bueno así que extendí hacía ella los boletos de avión, los miró con asombro antes de soltar un grito extasiado en mi dirección.
—¡NO PUEDE SER! ¡¡AHHH!! —gritó mientras daba pequeños saltitos— ¿Son reales? ¿Qué fecha tienen? ¡Por Dios! ¿Cuándo los compraste? ¿Por qué no me lo habías dicho? —Hizo tantas preguntas al mismo tiempo que solo reparé en tomarla entre mis brazos para contener su emoción.
—No puedo creerlo, amor, muchas gracias, enserio. —arguyó sosteniendo entre sus manos mi cara y mirándome directo a los ojos, antes de llenarme de besos en el rostro, podía ver la gratitud infinita brillar en ella— No se que hice para merecerte, de verdad amor, soy muy afortunada.
—No más que yo, cielo, salimos el próximo viernes. Peeero —hice una pausa para que ella notara mi cara, le arqueaba una ceja y le ofrecía una sonrisa seductora—, aún tienes que abrir otro regalo. —Ella inclinó la cabeza y se tomó unos instantes para analizar lo que estaba diciendo.
—¿Ah sí? Y, ¿De qué se trata tu otro regalo? —Le extendí la caja blanca con el listón rojo que había preparado y recordé la cara de la señorita que me atendió en la tienda, no fue un momento muy agradable, pero en fin, esperaba que a Mert le gustará.
Deslizó el listón rojo y retiro la tapa de la caja, sus expresión estaba confundida, sacó de la caja una tela casi transparente y diminuta de color rojo quemado, seguido por un bralette decorado con encajes que permitiría ver a través de la tela su hermosa piel blanca, y por último, dentro de la caja esperaba una bata del mismo material y color.
Su cara se iluminó al recibir aquel regalo, los tocó entre sus manos y levantó su mirada para encontrarse con mis ojos.
—¿Te gustó? —indagué, Mert se relamió los labios y me guiñó un ojo, aún estábamos desnudos, y no nos incomodaba aquello, por el contrario, era común para nosotros, era por eso que las cortinas de la casa, casi siempre permanecían cerradas por si nos apetecía.
—Espérame aquí. —indicó y sabía que se lo pondría para mí, me senté en el sofá de una plaza, que era de color amarillo, era una sala diferente, lo sabía, pero a Mert le gustó así que, la compramos.
Esperé un rato bastante largo, o tal vez así me lo pareció por la ansiedad de tenerla nuevamente entre mis brazos. Mis sentidos estaban alertas por cualquier cosa que a mi creativa esposa se le fuera ocurrir en está ocasión, la música comenzó a sonar y yo parecía un niño pequeño, no sabía que esperar.
“Do it for me” de Rosenfeld comenzaba y yo solo esperaba que mi esposa saliera detrás de esa puerta que dividía la sala con el pasillo que conducía a las habitaciones.
Una de sus piernas se asomaba en el umbral y yo estaba atento a lo que sucedía, regresó la pierna atrás de la puerta, y con la espalda arqueada dejo caer su cabello hacia atrás, debo admitir que aquello me parecía muy sexy, deslizó sus brazos por los bordes de la entrada para luego incorporarse y bailotear al compás de la música.
Me seducía con sus movimientos, acariciaba su cuerpo con sus manos, abrió la bata que acababa de regalarle y yo sentí como comenzaba a ponerme duro rápido, quise levantarme e ir con ella pero negó con uno de sus dedos, así que esperé. Deslizó la bata por su piel hasta que cayó en el suelo y caminó hasta apoyar uno de sus pies en la mesita de noche.
Soltó su cabello dejando que los rizos rojos contrastarán con la tela y su piel blanca, su mirada era sensual y completamente erótica, movía sus caderas y paseaba sus manos ahora por sus pechos. Me dio la espalda para que pudiera mirar cuando hacía movimientos circulares con su cadera, estaba al límite, quería ir hasta donde estaba ella y besarla, aprisionarla entre mi cuerpo.
Inclinó su cuerpo y acarició desde sus pies hasta sus glúteos incorporándose al final, yo estaba más que listo ahora, pero quería ver que más haría para mí, se enderezo con rapidez y su cabello sonó en su espalda, al hacer un movimiento de cabeza, seguido por una vuelta que la verdad se vio muy artística.
Le notaba el deseo en su cara, en su cuerpo y también notaba que estaba a punto de caer por que no tenía apoyo suficiente en los pies. Ella cayó sentada sobre el la alfombra de la sala, se ruborizó de inmediato, eso no era parte planeada del show.
Empecé a reírme y me levanté de mi lugar de espectador para levantarla, ella se reía conmigo, no siempre el lívido era quien fungía como protagonista en nuestras faenas, también, como en está ocasión, el humor desencadenaba unos excelentes encuentros, diría que los más memorables de nuestra relación han sido los derivados de momentos como este.
—¿Te hiciste daño? —pregunté y ella negó con la cabeza.
Le tendí una mano para ayudarla a pararse pero en lugar de apoyarse en mí me jaló para tirarme sobre ella en el suelo de la sala, comenzamos a besarnos, sus manos recorrían mi piel de la espalda, y de vez en cuando sus uñas me torturaban clavándose en la misma.
—Giremos. —propuso y de inmediato la tomé entre mis manos para colocar mi espalda sobre el suelo, pero el frío se hizo presente, quitándome la concentración.
—Mejor, vamos a la cama. ¿Sí? —ella comenzó a reír y yo me resigné, la tomé como pude y me levanté del suelo, la acomodé en mi cuerpo y me la llevé cual costal, con ella al hombro, directo a la habitación.
No hace falta decir que no vimos la película que mi mujer quería, ni si quiera regresamos a la cocina, por lo menos no en unas largas horas, nuestros fines de semana eran así, siempre así, intensos, comiéndonos los labios, estrujando nuestros cuerpos, podía no haber sexo entre semana, sobre todo sí el trabajo y la vida corriente se ponían intensos, pero llegando el fin de semana, lo disfrutábamos plenamente, tal como ahora.
Se quedó tendida a mi lado, y yo le acariciaba la espalda suavemente con mis dedos, eso le ayudaba a dormir y a mi me encantaba hacerla feliz, me quedé contemplando su perfil, viendo de nuevo cada uno de sus lunares, las marcas que su cuerpo tenía, toda ella me parecía preciosa.
Antes de conocer a Mert, sufrí un accidente en auto y me costó trabajo recuperarme de ello, el coche en el que íbamos mis amigos y yo derrapó, haciéndonos caer por un acantilado, dimos varias vueltas, mi cabeza golpeo varias veces el toldo del vehículo y estrellé una de las ventanas del coche con mi cabeza, por fortuna yo salí de ese accidente con un par de huesos rotos, y diversas contracturas, estuve un casi un año en silla de ruedas y varios meses más aprendiendo a caminar de nuevo.
Desde ese momento apreciaba cada día en que podía caminar, comer, hacer mis cosas por mi cuenta, agradecía el poder despertar y disfrutar de este plano existencial. Después, Mert llegó a mí en la universidad, sus rizos rojos caían sobre su espalda y llamo mi atención desde un kilómetro de distancia. Era la única pelirroja natural que había visto en la universidad.
No puedo olvidar que ella estaba con una de sus amigas solo ahí, el día en que por fin le hable, estaban buscando a una chica de mi salón y mis amigos y yo salimos al terminar la clase, me quedé ahí unos minutos, solo para saber que necesitaban. La chica a la que buscaban era una amiga mía, así que lo utilice de pretexto para acercarme a Mert.
Yo no podía dejar de verla, de pies a cabeza me parecía un sueño de mujer, traía consigo un libro en sus manos, decía algo como “psicología criminal”, la verdad no recuerdo mucho de ese detalle, solo sé que me pareció perturbador y que por eso mismo no despegué mis ojos de aquel libro sujeto a la altura de su pecho.
Mert me miró cuando se sintió observada por lo que completamente desinhibida escupió “¿Estás viendo mis senos? ¿Quieres que te los enseñe?”, sus palabras me aturdieron, la verdad es que ella llevaba puesta una blusa azul marino con un escote muy pronunciado pero no estaba viendo eso, de verdad tenía mi vista fija en el libro, me sonrojé de inmediato y negué.
Negué en repetidas ocasiones mientras le sostenía la mirada, las palabras se habían atorado en mi garganta y no podía disculparme como era debido, por lo que ella revoleo los ojos y bajo más su escote solo para dejarme ver su sostén n***o, debo admitir que aunque la situación fue muy incómoda, sentí de inmediato una conexión muy grande con ella.
Somos por completo diferentes, nos gustan cosas distintas, nuestros gustos musicales son radicales opuestos, a ella le gusta el frío y a mí el calor, ella prefiere el helado de chocolate y yo soy intolerante a la lactosa. A ella no le gusta estar cerca de su familia, incluso a veces pienso que entre más lejos les tenga sería mejor para ella, y por mi parte, mis padre y yo somos, inseparables.
Aun visitamos a mis padres, pero me marcan por lo menos una o dos veces a la semana, de pronto nos visitan en la casa algún día festivo y convivimos muy bien con ellos. Nunca había presionado en nada Mert, solo aquella vez, cuando estábamos definiendo los invitados para la boda, ella no quería que sus padres asistieran, me costó mucho trabajo entender que no todos tienen una buena relación con su familia.
Pero me quedaba muy claro que, todos los errores que tuvieron sus padres con ella, Mert los había superado, tanto que podíamos ser felices. De pronto me sentía como sí a ella le hiciera falta que nuestra familia creciera, pero le daba miedo saber si era ella quien no podría tener hijos, siento que ese tema es algo de lo que ella no quería afrontar. Y será un tema que traté con cuidado en la mañana.
Me senté con cuidado de no despertar a mi mujer que dormía plácidamente, con todos estos pensamientos en mi cabeza, le plantearía el hecho de hacer una inseminación o de adoptar, siempre y cuando todo con la empresa estuviera andado de forma correcta.
Por lo pronto, me levanté para caminar hasta la cocina, apagaría todas las luces, aprovecharía para revisar que todo estuviera cerrado y tomaría agua, me detuve un momento para ver por la ventana, la luna estaba por completo increíble, la luz se colaba por las rendijas que dejaban las cortinas.
No tardé mucho, quizás unos 20 minutos, me metí de nuevo a la cama y mi esposa despertó para abrazarme.
—¿A dónde fuiste? —farfulló adormilada— ¿Por qué me dejaste sola?
—Lo siento hermosa, pero fui a cerrar la casa y a tomar agua, pero ya estoy aquí y no me voy a ir —Seguí acariciándola hasta que mis ojos comenzaron a cerrase por el cansancio—. ¿Mert? —ella hizo un sonido para que supiera que me escuchaba— Si mañana no amanezco con vida, recuerda que te amo. —susurré antes de caer profundamente dormido.