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Quédate conmigo, amor

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Alán y Mert viven profundamente enamorados, una vida de ensueño, pero el destino no siempre concuerda con los planes de los humanos. ¿Por qué para ellos habría de ser diferente?

¿Qué estarías dispuesto hacer para conservar a la persona que amas?

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1. ¡Feliz aniversario!
Todavía recuerdo el —“¡Sí acepto!” —afirmado por mi ahora esposa, ese día podría ser el más feliz de mi vida, ella, con sus hermosos rizos rojos que aún hoy conserva, casi flotando sobre la alfombra roja, entre las telas blancas desde la entrada hasta el altar, con su ramo de rosas rojas y blancas, con sus ojos verdes y su sonrisa angelical. Mert es una mujer excepcional, y desde que la conocí no pude apartarme de la cabeza que ella era mucho más de lo que estaba esperando, de lo que siempre creí merecer. Por eso, desde que aceptó salir conmigo he agradecido la oportunidad de estar a su lado.    La marcha nupcial repicaba en las paredes de la iglesia, podía sentir la vibración de los instrumentos flotando en el aire, el momento era perfecto, ella era, y sigue siendo perfecta. Tomé sus manos entre las mías, con esa calidez que siempre las ha caracterizado y momentos después, con ansiedad, retiraré su velo para apreciarla de frente y en todo su esplendor.   La voz del padre que auspiciaba la misa no era significativa para mí en ese momento, la emoción que me regia era mucho más fuerte que cualquier otra cosa que hubiera sentido jamás, solo una pequeña parte de mí estaba alerta para el momento que el sacerdote pronunciará las palabras “Ahora puede besar a la novia”, por qué, para ser sincero moría por besarla, siempre me han fascinado sus labios bien formados y algo ardientes.   Sus uñas estaban perfectamente pintadas, y el maquillaje natural que llevaba ese día le realzaban más, por si fuera posible, la belleza inmensa que su ser desplegaba, además de oler a nardos y jazmín, un olor delicado que siempre me había enloquecido, desde el primer momento.  Nunca había sentido algo así con nadie, la amo con intensidad, la amo con mi alma, desde lo profundo de mi ser, puedo sentir mis huesos temblar cuando estoy cerca de ella.   Ella se engarzó de mi brazo y prometió con una voz más dulce y sincera —“Te amaré siempre, con locura, mi vida.” —con una sonrisa llena de satisfacción respondí aquel gesto, la gente impidió que le pudiera contestar con la intimidad que requería compartir algo tan sagrado para mí, mis padres se acercaron a felicitarnos, seguidos de sus padres y nuestros hermanos, los demás familiares no dejaban de darnos sus felicitaciones pero por más hostigosos que fueran y por más que me alejaron de ella para, entre las risas y abrazos, extenderme sus buenos deseos, yo no podía dejar de sonreír y de buscarla con la mirada.   En cuanto nuestras miradas se cruzaron, una sensación intensa me nacía desde la boca del estómago y hacía que el pecho se me inflará con orgullo al saber que yo era el esposo de aquella mujer, inteligente, espectacularmente bella, amable y sensual. Una sensación que aún hoy, al verla despertar al lado de mí me sigue inundando. A mis ojos siempre ha sido y será la mujer perfecta.     Esos días, el de nuestra boda, el que decidió ser mi novia, el día en que me regaló la primera sonrisa, esos días han estado grabados en mi memoria, incluso hoy, casi 15 años después de haberla visto por primera vez. Y es que, me pongo melancólico con el tiempo, a veces, sobre todo en vísperas de nuestro aniversario y después de todo lo que hemos pasado juntos.    «Cumpliremos 13 años, 13, de estar unidos en más de un sentido», pienso mientras siento el olor a pan salir de la tostadora, estímulo que me regresa a la realidad en la que estoy viviendo ahora, estoy preparando el desayuno para mi mujer, mi hermosa Mert. «Es una bendición que me haya hecho caso», sonrió mientras agradezco mentalmente una vez más el que pudiera encontrarla en mi vida.   Y es que yo, no soy un hombre guapo, aunque muchas mujeres lo considerarían así, mis ojos, son como la miel, mi cabello casi rubio despeinado desde siempre y mi sonrisa era lo que las mantenía alrededor de mí, pero nunca he sido una persona que pudiera considerar diferente a las demás. Solo era yo, simplemente.   Un ruido en la habitación me desperezo y me regreso las manos a lo que estaba haciendo, poniendo mi atención en preparar el café y los huevos para llevarle el desayuno a mi esposa a la cama, yo sabría que aún no se levantaría, era muy de mañana y a ella aún le faltaba cerca de una hora de sueño, esboce una sonrisa sintiéndome pleno y completamente enamorado. Saqué el pan y le unté a uno mantequilla y al otro mermelada de fresa, la favorita de mi mujer.   Dejé el pan junto a los huevos, pero no tan cerca como para que el calor húmedo ablandará las tostadas. Les coloqué en una bandeja plateada, rebosando, para después correr a preparar mi café y comer el par de tostadas extra que había preparado. Me detuve un momento y miré en el reflejo del café mis ojos, me veía feliz, y de nuevo mis pensamientos me golpearon, arrastrándome consigo al centro de mis recuerdos.   No hemos podido tener hijos, pero no nos apura, todo será a su tiempo, lo sabemos y sí no llegará a ser, sería por que no debía o no estaba destinado. Me quedé tomando el café y mirando atrás en el pasado, las imágenes llegaban a mí una tras otra, haciéndome sentir, agradecido en más de una manera.   Terminé mi café y lave mi taza y los demás trastos que había ocupado para preparar el desayuno, revisé mi reloj de pulsera y tomé la charola entre mis manos para llevarle el desayuno a mi mujer y despertarla con un beso de su letargo. Tenía un par de horas más antes de ir a la oficina.   Entre con sumo cuidado a la habitación, dejando el desayuno recién hecho a un costado, en una de las mesitas de noche, me giré para ver a mi mujer dormir plácida y de una manera tan profunda que me parecía inhumano despertarla. De pronto Mert se removió en la sábanas con un espasmo algo violento para cambiar la posición de cuerpo descubriendo su pecho desnudo y provocando en mi una revolución de hormonas.   Decidí no molestarla, me di media vuelta para dirigirme a la ducha para que el agua tibia me relajará un poco, además de tenía que pensar muchas cosas, tenía que calmar mi cabeza. Las cosas en el trabajo estaban algo tensas, después de todo es la vida de adulto el resolver problemas, pero me estaban rebasando.   Pese a ello, trataba de refugiarme en ella, para mí era un placer tener su compañía y ni los problemas del trabajo me alejarían de ella, yo no pretendo pintar mi relación con ella como perfecta, porqué sí, llegamos a discutir, algunas veces, sin embargo los dos hemos sabido anteponernos a las circunstancias.   He estado pensando en cómo celebraremos en está ocasión nuestro aniversario, e imagino la cara de Mert cuando vea los boletos de avión, la Riviera Maya es uno de los destinos que siempre hemos querido conocer, pero le daré la sorpresa está noche, espero que pueda tardar un poco más en llegar de su trabajo para que me de tiempo de prepararlo todo, tengo que asegurarme que el restaurante tenga mi orden lista y de pasar por las cosas que necesito para darle su sorpresa.   Me miro en el espejo de la ducha y me veo cansado, las canas han empezado aparecer por aquí y por allá, tenía 23 años cuando conocí a Mert, sigo conservando un buen cuerpo, pero últimamente deje el ejercicio, algunas pequeñas arrugas están formándose alrededor de mis ojos, y mi barba abraza a mi rostro, analizo con las manos sobre mi cara si será tiempo de deshacerme de ella y tomó el rastrillo para deshacerme de este exceso de vello.   «Mert se sorprenderá cuando me vea, me he quitado varios años de encima…», pienso al verme en el reflejo, tomo mi cepillo de dientes y comienzo a asear mi boca, los ruidos provenientes del cuarto me indican que mi maravillosa esposa está a punto de despertar, por lo que me apresuró a enjuagar mi boca y salgo con la bata enredada en mi cintura.   Su torso desnudo es la mejor de las vistas, su piel aporcelanada luce radiante y no contengo mis ganas por más que lo quiero en está ocasión, la sangre se concentra en solo un punto de mi cuerpo haciendo que mi incondicional amigo ruegue por acción. El colchón vuelve a sonar ella ha quedado completamente boca arriba por lo que me acerco con lentitud hasta la cama, para no despertarla antes de lo debido.   Mi mano desliza con mucha lentitud las sabanas en las que está envuelta mi mujer, para no despertarla al menos no con eso. Muevo una de sus piernas para acomodarme entre ellas y tener acceso directo a su centro, mi lengua está deseosa de sentirla de nuevo, pero me detengo a acariciar con suavidad sus muslos para poder comenzar, me tiendo en la cama y situó mi cara entre sus piernas para empezar con movimientos suaves.   —¡Ahhh! —gime y se retuerce levemente, sus ojos apenas se abren pero incorpora un poco la cabeza para conectar con mi mirada y darme acceso completo abre por completo las piernas. —Así… —Mert susurra mientras enreda sus dedos en mi cabello y me incita a acelerar un poco mis movimientos mientras sus caderas ruegan por más. —¡Ahhh! Por Dios, Alán… —nada es más sensual que escucharla gemir mi nombre, mientras se retuerce del placer que le provoco.   Ella abre más las piernas y las sube un poco, era la señal que esperaba, levantó mi mirada para verla a mi merced, juego con mis dedos antes de meter uno dentro de ella, un nuevo gemido de su parte es suficiente para excitarme aún más. con lentitud otro de mis dedos se cuela en su entrada y se deslizan dentro de ella buscando sin prisa el punto que la hace enloquecer mientras guía con su mano mi cabeza para situarla de nuevo en el punto que tanto ruega mi atención.   Arremeto contra ella, sintiendo su calor adueñarse de mi y poseerme, me muero por hundirme en ella, pero quiero que grite, que llegué hasta el cielo y que el aliento se le vaya cuando su cuerpo tiemble de ganas. Mi lengua le sigue torturando con movimientos circulares, intentó seguirle el paso a sus caderas y leer sus movimientos para enloquecerla por completo. Ella toma sus piernas y las levanta en el aire, dándome total acceso para elevar el ritmo de mis estocadas.   Siento su interior contraerse y su cuerpo empezar a tensarse, su garganta se libera por fin anunciado que ha terminado, aún sigo con la tarea, prolongando sus sensaciones por unos segundos más, hasta que ruega por más, ruega por sentirme dentro de ella. Sus manos han prensado las sábanas y la retuerce con violencia.   Tomó sus piernas en el aire para darles apoyo al mismo tiempo que me incorporó quitándome la toalla de la cadera y liberando a mi hombría que late hinchada, deseosa de hundirse en su interior, dejo una de sus piernas sobre mi pecho y con mi mano libre guío mi m*****o a su entrada, tan lento como me es posible me introduzco en ella, sus gemidos se hacen cada vez más fuertes, estallando en gritos desmesurados.   La siento tan cálida que tengo que respirar para no terminar ahora mismo, tomó sus caderas entre ambas manos para ayudarle con sus movimientos, ella me empotra a la perfección, su mirada está envuelta en lujuria y sus manos se adueñan de las mías. Me detengo para besarla, sus labios carnosos se adueñan de los míos con pasión y devoción, nuestras lenguas se unen mientras mis caderas no dejan de balancearse encima de ella.   Deje un camino de besos entre su cuello y sus hombros, pero sus senos moviéndose con cada estocada que le daba me capturaron por completo, así que aprisione uno de sus pezones con mis labios, succionándolo para mí, ella pidió algo de tregua, con su mano en mi pecho, así que aproveché para recostarme en la cama y traerla hacía mí, sentándola a horcajadas sobre mi m*****o completamente erguido.   Se apoyo sobre mi pecho para llevar sus movimientos en incremento, está posición siempre ha sido mi favorita, ella se permite enloquecer sobre mí a su antojo, y en está ocasión no fue diferente, tomé con firmeza sus caberas e incremente el paso, mientras veía sus pechos balancearse y los mechones rojos de su cabello al compás de sus movimientos. Aventó su cabeza hacia atrás liberando su garganta, su interior se contrajo haciendo que mi placer aumentará de golpe y se liberará, un gruñido escapó de mi boca, la acompañándola en el clímax.     Se tumbó en la cama a un costado de mí, su respiración era errática, al igual que la mía, me giré para verla boca arriba, su piel blanca estaba enrojecida por el agarré de mis manos y sus mejillas se encontraban ruborizadas por el desempeño físico de hacía unos instantes. Mis manos recorrieron con delicadeza su cuerpo, mientras me acurrucaba a su lado.   —¡Qué buena forma de despertar! —confirmó dejando escapar un suspiro después de sus palabras cargadas de emoción. Giró su cabeza a un costado, percatándose del desayuno que había preparado para ella. —¿Desayuno a la cama? —me encaró con una ceja arqueada y una voz pícara, le respondí con una sonrisa amplía, respirando el aroma de su cabello.   —¡Feliz aniversario mi amor! —repuse ante su pregunta con cierta melancolía en mi voz, ella envolvió mi cara entre sus manos y comenzó a depositar suaves y tiernos besos desde mis labios hasta mi frente.   —¿Cómo? —increpó sin entender— Nuestro aniversario es en unos días, o… ¿Cuánto he dormido?   Me reí ante su puntada y negué con la cabeza. —Aún faltan algunos días, es verdad, pero quiero celebrarlo desde antes este año, si a ti no te molesta, claro. —recité mientras caminaba con los dedos sobre sus pechos, su cara se iluminó en cuanto me escuchó.   —Te amo, Alán, ¿lo sabías? Te amo con mi alma. —sus ojos brillaban y en sus labios habitaba una sonrisa sincera y auténtica, la rodeé con mis brazos y la pegué a mi cuerpo para sentir su calor.   —Y yo te amo a ti Mert. Te amo con mi vida. Ahora, ven, vamos a desayunar porque sí no, esto se enfriará más. me incorporé para tomar la charola con comida entre mis manos y ponerla sobre el regazo de la hermosa pelirroja que me volvía loco y de la que vivía profundamente enamorado. Ella se frotó las manos con impaciencia y comenzó a comer en cuanto tuvo el desayuno enfrente.   —Amor, esto está riquísimo, muchas gracias. —dijo con la comida en la boca, se veía tan graciosa que deje escapar una risita.   —¡Qué bueno que te gusta! —reparé al momento que me acercaba a ella para depositarle un beso en su cabeza— Tengo que ir a la oficina, cielo. Pero te veo en la tarde, ¿Te parece bien? —comencé a caminar hacía el baño para comenzar a cambiarme y peinarme.   —Sí amor, está bien… Solo por favor, levanta la toalla del piso y deja tu ropa sucia en su lugar ¿Sí? —cerré los ojos, lo había olvidado, a ella le molestaba mucho que no cumpliera con mi parte en lo que a tareas domésticas respectaba.   —Sí amor, con gusto —regresé a concluir la tarea, como ella lo pidió—. Lave los trastes, y ahora mismo pondré la lavadora.   Ella me tiró un gruñido sensual al ver mi cuerpo desnudo, seguido por un beso, yo la miré de forma seductora indicando con la mirada que mi amigo estaría dispuesto de nuevo sí ella también lo estaba. Se mordió los labios y empezó a reír. —¡Apúrate que llegarás tarde! —gritó riéndose de mi insinuación. Entre al vestidor y escogí un traje azul, una camisa blanca y unos zapatos color marrón a juego con el cinturón, en menos de media hora estaba casi saliendo de mi casa.   Mert estaba recargada en el umbral de la puerta del vestidor, mirándome a través del reflejo del espejo gigante que insistió en comprar. Me colocaba las mancuernillas de plata cuando sentí su mirada intensa, la miré por el reflejo y me giré hacía ella. —¿Y bien? ¿Cómo me veo? —pregunté, esperando como siempre, la sinceridad de mi esposa.   —¡Guapísimo! Ese traje te hace ver aún más apetecible de lo que ya eres, y ni hablemos de la loción que traes puesta, ¿Estás seguro de que irás a trabajar? —fruncí el ceño ante su comentario— Es decir, seguro más de una se enamorará de ti hoy.   —Así se me cruce la misma Scarlett Johansson, tu sabes bien, que solo tengo ojos para ti, mi amor. —rebatí, arrancándole una sonrisa de sus lindos labios. Ella estaba envuelta en una bata de satín roja que moría por quitarle y volver a hacerla mía, la tomé entre mis brazos u mis manos se deslizaron por su espalda hasta adueñarse de sus glúteos mientras ella devoraba mis labios como naturalmente lo hacía.   —¿Ah sí? ¿Solo tienes ojos para mí? —murmuró coqueta contra mis labios, yo confirme con sonido y la pegué más a mi cuerpo.   —Me quedaría aquí toda la vida, haciéndote el amor, mi vida, no lo dudes.   —Está bien, te creo. —señaló dándome un beso casto en los labios y acomodando el cuello de mi camisa. —Hoy tienes tu junta con los inversionistas, ¿No es así?   —Así es cielo, serás la primera en enterarte, así que ten el teléfono cerca, porque en cuanto obtenga una respuesta te la haré saber.   —Te ira muy bien, de eso no hay ninguna duda. A todos les enamorará el proyecto de expansión, solo confía en ti. ¡Tú puedes! —Me ayudó a ponerme el saco al tiempo que me decía aquellas palabras, me sentía poderoso y capaz de lo que fuera.   —Te amo cielo. —reafirmé antes de dejarle un beso en los labios y salir de casa. Ella iría a la universidad a dar clases más tarde y luego a su despacho para revisar algunos de sus casos, según me comentó, y yo esperaba hacer el trato de mi vida, el que nos llevaría al éxito, a tener la casa que mi esposa se merecía, pagar un tratamiento de fertilidad o pagar las vacaciones sin ninguna congoja. 

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