7. Ella me ama

2091 Words
[POV] Alán. El fin de semana paso bastante rápido, al lado de Mert el tiempo vuela, estaba por arreglarme para ir a la oficina cuando ella entro al cuarto, la noté extraña, desde que habíamos hablado de someternos a un tratamiento de fertilidad. A ella le había afectado eso, por lo que decidí darle un poco de espacio y no preguntar al respecto. Sí, yo quería un hijo o hija, pero no era un requisito para estar con ella, yo estaba a su lado por el amor inmenso que sentía, que me inspiraba; y saber que a ella le ocasionaba conflicto y que le recordaba su pasado al lado de su madre me afligía, igual que a ella. Sus ojos estaban tristes. Anteriormente habíamos perdido a un bebé, tenía apenas 5 semanas de embarazo cuando nos enteramos y apenas una semana después su cuerpo rechazó a la pequeña célula que crecía en su vientre, ambos nos deshicimos en llanto; eso pasó hace casi 5 años, nos cuidamos un largo tiempo, y el ginecólogo dijo que tal vez las hormonas habían hecho que ella no pudiera concebir. Ella estuvo un periodo largo en terapias, y yo también, no fue fácil, pero llegamos a la conclusión de que sí tenía que ser, sería, si debíamos tener un hijo, lo tendríamos, y ahora yo, venía a remover esos tratos para proponerle lo opuesto. —¿Está todo bien, amor? —indagué, era obvio que no estaba bien, pero aún así pregunte. —Sí, es solo que… venia a recordarte que hoy me veré con Ingrid, así que me llevaré la camioneta, llegaré tarde, como a las 10 pm, o antes de ser posible. —Estaba recargada al filo de la puerta y traía puesta una de mis playeras, el olor del café inundaba la casa y tenía las manos llenas de sangre. —¿Eso es sangre? —volví a preguntar, ella afirmó y avanzó hasta sentarse en la cama, dándome la espalda. —Si —suspiró—. Estaba cortando la fruta del desayuno cuando entró una llamada. —señaló de forma fría, parecía que no sentía dolor. Su actitud me perturbo un poco, ella de verdad se veía afectada. En cuanto escuché que se había lastimado me acerqué a ella lo más rápido que pude, le miré los dedos de la mano, la sangre salía a borbotones, me dio miedo que se hubiera cortado una vena o una arteria por la cantidad de sangre que emanaba de los cortes. —Voy por el botiquín. —reparé, me levanté en el acto y caminé hasta la sala, en donde teníamos una pequeña caja con algunos aditamentos para casos como este, regresé bastante rápido, trataba de tener mi mente calmada, pero algo no estaba bien, lo podía sentir. La encontré sentada en la cama lamiendo sus dedos, índice y medio de la mano izquierda, más bien, estaba chupando la sangre que salía de ellos, estaba en estado de shock, su rostro no tenía expresión alguna, tomé su mano con delicadeza y ella esbozo una sonrisa para mí. —¿Cómo paso esto? —pregunté mientras colocaba alcohol directamente en las heridas, que parecían algo profundas. —Ya te lo dije, Alán, estaba preparando el desayuno cuando contesté el teléfono. —dijo así, sin matices, plano. Definitivamente algo no estaba bien. —¿Quién te marcó o qué te dijeron para que te hayas cortado? ¿Fue un accidente verdad? —La verdad es que no creía que mi esposa pudiera hacer ese tipo de cosas a voluntad, pero la forma en la que estaba actuando me dejaba mucho que desear. —Marcó mi tía, mi abuela acaba de morir… Y mi madre tiene cáncer… — Me quedé con venda en la mano, escuché lo que mi esposa dijo, pero ahora, todo tenía sentido, ella estaba tratando de procesar las noticias. Acababa de perder a su abuela, la mujer que había visto por ella en más de una ocasión, quién la había cuidado, alimentado y curado las heridas que le dejo su madre. Pero, no entendía porque en lugar se salir corriendo iría con Ingrid. —Mi amor… lo siento tanto, tu abuela… espero que este descansando ahora, y que no haya sufrido en sus últimos momentos. —farfullé tratando de consolarla, pero ella apretó los ojos y dejó caer algunas lágrimas sobre sus muslos. —Murió de diabetes… nadie me dijo nada. Alán, ¿Por qué no me avisaron antes? Ni si quiera sé cuanto tiempo tenía enferma, ¿Puedes creerlo? Hubiera ido por ella, así por lo menos hubiera tenido una muerte digna. —Comenzó a hablar rápido y manoteaba, haciendo difícil que la pudiera terminar de vendar. No entendí muy bien de lo que estaba hablando, pero tenía miedo de preguntar, por ahora Mert estaba furiosa, prácticamente le salía espuma de la boca de la rabia que expresaba en sus palabras, podía sentir todo el enojo, pero sobre todo la frustración que le causaba esta noticia. —¿A qué te refieres, Mert? —murmure aun sin querer hacerlo, ella se detuvo y me miro. —La encontraron muerta, amor — El sonido sordo del silencio y el aroma del café me revolvieron el estómago, la noticia me golpeo, no tenía idea de qué pensar, pero ella continuó mirándome a los ojos y escupiendo sin emoción las palabras una tras otra—, encontraron muerta a mi abuela, después de una maldita semana de haber muerto, una semana, estuvo sola una semana, sentada en su sillón, esperando a que alguien se diera cuenta que estaba muerta, una semana, ¡UNA! Yo no le marqué en toda la semana pasada, yo… — Contuve a mi esposa, la envolví con mis brazos y dejé que llorará hasta vaciarse. Era desgarrador ver a Mert en ese estado, ella era una mujer fuerte, pero definitivamente esto le había movido todas sus emociones, le había cimbrado en más de un sentido y a mí con ella. La acosté en la cama y me coloqué detrás de ella, le acaricié el cabello un largo rato, hasta que se quedo dormida en medio de sollozos. Eran las 11 am. Todo este tiempo mi teléfono no dejó de sonar, vibraba sobre la mesita de noche pero no era importante para mí contestarlo, al menos no hasta ese momento. Sabía que ese día tenía algunas reuniones con los posibles inversionistas, pero todo se podría ir al carajo sí Mert no estaba bien, ella es mi mundo. Salí lentamente de la cama esperando no despertar a mi esposa, tomé el celular y mande un mensaje para Kaylee, debía estar preocupada por que no aparecía, tenía 17 llamadas pedidas de ella y es que, nunca, en todos los años que tenía trabajando para mí, había llegado tarde, sin avisar, a la oficina, supongo que el hecho de que no hubiese contestado la alarmó todavía más. «Todo está bien, Kaylee, por favor, posterga mis citar hasta el miércoles, tampoco iré mañana a la oficina, tengo un problema familiar» Caminé a la cocina para buscar el celular de Mert y marcar a la universidad donde daba clases y también a su secretaria, para reportarla indispuesta. En la escuela, de inmediato me pidieron que justificará las faltas, aquello me enojo bastante, por lo que después de decirles que era por el fallecimiento de su madre, señalaron que estarían pendientes de ella. Sí, había mentido, pero a decir verdad, su abuela siempre fue más como su madre que la misma mujer que le dio la vida. Después mande un mensaje a su asistente para informarle que mi esposa estaría ausente un par de días, no le dije el motivo, pero suponía que no representaría un problema después. Escuché un ruido en el cuarto, y luego la llave de la ducha, seguido por el agua corriente, por lo que supuse que Mert estaba entrando al baño, me giré para ir a buscarla. La cara de Mert, estaba delante de mí, un escalofrío recorrió toda mi espalda y dejé caer el celular de mi esposa al suelo, era imposible que inmediatamente después de escuchar el agua, ella estuviera parada ahí, en medio de la cocina, a varios metros de distancia de la habitación. —Amor, me asustaste. — Levanté el teléfono del suelo y regresé la mirada a mi esposa, que tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto— Regresa a la cama, bonita. Ella negó con la cabeza y me abrazo con fuerza. Entendí que no quería que la dejará sola, así que la envolví en mis brazos y la cargué para poder llevarla al cuarto. La deposité en la cama y me dirigí al baño para cerrar las llaves del agua, la tina estaba a la mitad y estaba tibia, por lo que dejé abierta un poco más el agua caliente, así ella disfrutaría de un baño y podría recomponerse un poco. —Amor, la ducha esta lista. — Me encontraba hincado en el suelo del baño, cuando la cama crujió, ella venía para acá. Me levanté para ir a buscarla, pero no estaba en el cuarto. De nuevo el escalofrío recorrió mi cuerpo, salí de la habitación para buscarla en la sala, ella estaba en la cocina, mirando la sandía sobre la tabla de corte que momentos atrás, estaba cortando para desayunar, a un lado de la fruta roja se encontraba el cuchillo y en el suelo, el cuchillo y la encimera, gotas de sangre. De nuevo había llegado hasta ese lugar bastante rápido. Tragué saliva y me acerque lento hacía ella. —¿Mert? ¿Amor? Vamos a bañarnos, mi vida. —mi esposa no se movía y miraba atenta el cuchillo, levanté una mano en su dirección y le toqué el hombro de forma suave. Ese movimiento la había alterado, tomó el cuchillo y se giró hacia mí a una velocidad descomunal, clavo en mi pecho en repetidas ocasiones, escuchaba el crujir de mi carne al ser cercenada y la sangre salir disparada manchando su hermoso rostro de porcelana. —¡MERT! —grité, incorporándome de golpe en la cama, revisaba mi cuerpo, quite las sábanas y prendí la luz de la mesa de noche para convencerme… —¿Qué pasa amor? ¿Estas bien? —mi esposa se incorporaba a mi lado y me miraba con completa confusión. —S-sí… si, estoy bien… solo tuve una horrible p-pesadilla. —froté mis ojos con fuerza y pase mis manos por mi cabello con desesperación, la luna se filtraba por las cortinas que habíamos olvidado cerrar por completo. Mert se levantó y caminó a la cocina, regreso momentos después con un vaso con agua que me ofreció para que tomará, le agradecí y me tomé unos minutos para calmarme, la impresión del sueño había sido mucha y mi cuerpo se encontraba temblando y mi mujer me tomó de las manos. —¿Qué soñaste? Te ves mal. —masculló mirándome a los ojos. Los ojos de Mert se veían azules a la luz de la lámpara, la tomé del mentón y elevé su cara para mí, le sonreía apenas mientras tragaba el nudo que se me había formado en la garganta. —S-soñé que… que me hacías daño. — Mi voz estaba hecha un hilo, ella siseo al tiempo que albergaba mi rostro en sus manos, era como si me arrullará con una infinita ternura. —No amor, jamás, escúchame bien, jamás te haría daño. ¿Entendiste? —repuso haciéndome soltar un suspiro de alivio, ella se acercó para besar mis labios y depositar una decena de besos esparcidos en mi cara. —Lo sé amor, lo sé. —tomé una de sus manos y la llevé a mi boca para besarla. Le diría por la mañana que llamará a su abuela. Eran las 3 am y yo no podía dormir, pero ella me abrazaba y acariciaba, Mert estaba cuidándome, de la peor pesadilla que había tenido en mi vida hasta el momento. Me sentía culpable, por haber fabricado ese tipo de cosas en mi cabeza, ella no hacía más que amarme y yo, tenía pesadillas, tal vez por la película de terror que vimos antes de dormir. Nunca he sido muy fan de este género, soy muy fácil de sugestionar. Después de un rato, mi esposa me empezó a contar algunas cosas que le acontecían hasta que el cansancio me venció, la amaba y sabía que ella no era capaz de hacerme algo así. Lo sé con el alma, ella me ama. 
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