—¡Acá estás!— Hakeem tuerce los ojos al ver a su amigo en la cocina de su penthouse. —¿Dónde más?— Murmura cansado. Aún de mañana sus ojeras se notan bastante. —¿En la casa la muñequita, quizás?— se burla de su amigo tomando asiento frente a él con una taza de café. —¡¿Me estás siguiendo?!— Cuestiona molesto. —¡Para nada!— Finge estar enojado de que él suponga que lo anda siguiendo. —Hakeem.— Se queja pasando una mano por el puente de su nariz. —¡Es mí trabajo!— Le recuerda subiendo sus manos. —Si pudiera te despediria.— Sonríe irónico el más alto de ambos. Hakeem sonríe orgulloso porque sabe que eso no sucederá. Él es la realeza y no hay manera de que ande sin protección por el mundo. —Buenos días.— Canturea divertido. Arden rueda los ojos y termina sonriendo de costado. —Sen