—¿Mamá?— Arden con tan sólo seis años, visualiza como su madre se encuentra atada de pies y manos con innumerables heridas en su cuerpo. —Lo siento, Arden.— Titubea... —¿Qué hiciste?— Pregunta tragando saliva asustado por el dolor que siente en su pecho. —¡Hijo, no... No... Deberías de estar acá!— Jadea con lágrimas en los ojos. —¿Que sucede?— Hace un puchero y mira a su alrededor. —¡Tenés que irte, Arden!— Cierra los ojos cayendo sus lágrimas por sus mejillas. —¿Qué hiciste, mamá?— Se mira a si mismo y sus manos están llenas de sangre, al igual que su camiseta rasgada. Duele, muchísimo, pero él no se da cuenta de aquel dolor hasta que se mira a si mismo y ve sus heridas. —Lo siento, Arden, pero no podía dejar que exisitieras.— Titubea aterrada de la imagen que su hijo le muestra.