Conspiraciones, búsqueda y más

3086 Words
La misma tarde Estambul Palacio Topkapi Emir Es horrible sentirme con los brazos cruzados, porque por más que quise adelantar mi charla con mi padre, existía un gran inconveniente. El sultán extendió su estadía en los territorios de su amigo, lo que complicaba mis planes, ante todo mi madre había dicho una gran verdad. Ya no era un secreto mi alianza con los mongoles, como tal sabía que Burcu estaría buscando una salida para escapar de un matrimonio forzado. Lógico mi madre había sido implacable en su tarea de mantenerla vigilada, y ahora estaba bajo estricta custodia en sus aposentos. No significaba que estaba confiado, ya que no podíamos retenerla, menos encerrada contra su voluntad por más que quisiéramos, así me desagrade Burcu es la hija de sultán y nadie quiere ganarse problema con mi padre por desafiar a su consentida. En definitiva, mi agonía terminó hace un instante cuando me informaron que el sultán llego al palacio, como era de esperarse los hipócritas y aduladores de sus consejeros están reunidos con él, también Zeki, el comandante del ejército. Un hombre de mirada desconfiada que no aprueba mis decisiones y vive conspirando en mi contra. Sí es un problema mayúsculo y puede alterar mis planes. No obstante, el tiempo estaba jugando en mi contra, como tal abandoné mis aposentos, observando el movimiento en los pasillos por la llegada de mi padre, continué con pasos firmes hasta el gran salón, aunque en este preciso instante contemplo desde la distancia el séquito del sultán. Sus consejeros rodeándolo como si fueran leales súbditos, pero lo único que buscan es complacer al sultán para mantener sus status. Pese al bullicio de las voces y los saludos de bienvenida que llenan el ambiente del gran salón, todo cambia en un segundo cuando el sultán se incorpora pudiendo apreciar su imponente figura y rostro sereno mostrando la seguridad y el poder que ostenta, por supuesto son infaltables las reverencias y las palabras aduladoras de sus consejeros mientras le muestran los pergaminos y también documentos, más decidí actuar sin rodeos, aclaro mi garganta y rompo el silencio, ganándome unas miradas de sorpresa tras mi repentina aparición. –¡Padre! Perdona la interrupción, pero hay un asunto que requiere tu atención de inmediato. La continuidad del imperio otomano está en peligro sino actuamos rápido. Como debes estar en conocimiento, perdimos la batalla en Bolüm, ocasionando más revueltas con nuestros aliados, entre ellos los mongoles. Los más peligrosos para el imperio y quienes nos pueden destruir con su ejército, aunque pude calmar las aguas proponiéndoles un arreglo– explico mientras sigo siendo observado por el consejo y también por mi padre quien tiene una mirada impasible. –Emir estoy al tanto del fracaso de la batalla de Bolüm, incluso estoy tomando las medidas pertinentes para calmar las tensiones y mantener la estabilidad en el imperio– responde mi padre con su voz serena, en cambio yo aprieto mis puños para enfocarme. –Padre tus esfuerzos no valdrán de nada, porque ellos ya tienen claro su objetivo y la salida que encontraron fue un matrimonio arreglado. Saben que es la mejor manera para no ser traicionados. El príncipe mongol Kosem está dispuesto a casarse con Burcu para seguir siendo nuestro aliado, entonces debes ser pragmático y pensar en el imperio– presiono y miro su rostro comprimido. –Por favor señores, déjenme solo con Emir– pronuncia mi padre mientras camina con sus brazos cruzados detrás de su espalda por el salón. Me imagino que nunca espero semejante propuesta, pero estoy jugando mis fichas a mi favor. Sacaré a la intrusa de Burcu de mi vida y tendré el apoyo de los mongoles para ascender al trono. Obvio que la decisión sigue siendo de mi padre, el sultán Murad. –Emir entiendo tus preocupaciones– dice mi padre con su rostro comprimido y hace una pausa. –El matrimonio arreglado puede asegurar la lealtad de los mongoles. Pero ¿A qué costo? No puedo tomar una decisión tan importante sin considerar el bienestar y la felicidad de Burcu– rebate con su voz irritada y me deja el rostro tensado. –Padre, debes guardar tus sentimientos y pensar como lo haría un sultán, piensa en tu pueblo, en el imperio otomano. Además, Burcu entenderá, porque también conoce los riesgos de una guerra– insisto y sus ojos reflejan una tensión y angustia. Estaba consciente que no sería fácil que mi padre cediera a mi propuesta, pero es un hombre inteligente y apelo a su ego, no querrá perder su imagen ante su pueblo. –Te escuché Emir, entiendo tus argumentos y reconozco la importancia de asegurar la estabilidad del imperio, pero no puedo ignorar el bienestar y la felicidad de Burcu. Ella no debe ser sacrificada en aras de una alianza política– responde con su voz envuelta en frustración y sus palabras son como un balde de agua fría. Tenso la mandíbula, aprieto mis puños y fijo mi mirada sobre él. –¡Padre! No lo mires como un sacrificio el matrimonio de Burcu, sino como una unión ventajosa para ambos imperios, sobre todo pronto podremos ocuparnos de los ingleses y los españoles, quienes son tus verdaderos enemigos y está es la mejor oportunidad– alego y sus ojos marrones me confunden. –Emir has dicho una gran verdad, debo pensar en el imperio, hablaré con Burcu y te daré una respuesta en unas horas. Ahora déjame solo– dice con su rostro comprimido y escondo mi alegría con un leve gesto de mi cabeza. Me giro para buscar la salida mientras asoma mi sonrisa malévola. Ya es un hecho esa unión, falta poco para ascender al trono, pero la única desventaja es que no podré estar presente en esa charla de mi padre con Burcu, como me encantaría verle la cara a la intrusa, igual debo comunicarle a Kosem las buenas noticias. Unos minutos después Burcu Vuelvo a fijar mis ojos en la vista de la ciudad teniendo un sobre salto, es como un presagio a lo que vendrá, también debo reconocer que es parte de sentirme abrumada y con muchas dudas por el plan de mi escape. La realidad es que ninguna de las dos alternativas es confiable, ni la ayuda inesperada de Ramsés, menos la idea de asociarme con los rebeldes, más bien ambas son descabelladas y ponen en peligro mi vida. Porque es un hecho que mi hermano me traicionará, en cambio los rebeldes pueden usarme para presionar a mi padre, la pregunta sigue siendo, ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Arriesgarme? ¿Engañarlos? O ¿Enfrentar lo que vendrá? Todavía espero una maldita señal que me ilumine, más en medio de mi dilema angustiante, las palabras de Daya resuenan en mi mente, recordándome que los rebeldes pueden ser una opción arriesgada, pero, al mismo tiempo, la única esperanza de liberación. Aunque mis pensamientos son interrumpidos al escuchar el sonido de la puerta de mis aposentos abrirse. Miro sobre mi hombro la silueta de mi padre asomando una sonrisa en mi rostro, para terminar, girándome para saludarlo como corresponde, así me encuentro frente a mi padre, el sultán, con una sonrisa en mi rostro, aunque en mi interior siento un torbellino de emociones. Lo saludo con cortesía y trato de mantener mi compostura, ocultando cualquier indicio de mis planes de escape. –Burcu, mi querida hija, ¿Cómo te encuentras hoy? –pregunta con su rostro afable mientras se acerca y me abraza brevemente. –Padre, me encuentro bien. Gracias por preguntar –respondo con mi voz suave, procurando transmitir tranquilidad, pero puedo palpar su inquietud en sus ojos cansados, como si buscará abordar un tema, o tal vez sospeche de mis planes de escape. –Burcu, necesito hablar contigo sobre un asunto importante –anuncia, su voz adquiere un tono serio y ahora mi corazón late errático mientras trato de calmarme. ¿Será que ha descubierto mis intenciones de escapar? No puedo permitir que mis nervios me traicionen ahora, pero también asoman otras dudas, cómo si acepto la idea absurda del matrimonio con los mongoles. –Por supuesto, padre. Estoy lista para escucharte –respondo, tratando de ocultar cualquier indicio de ansiedad y asienta con su cabeza. Me indica con un gesto de su mano que nos acomodemos en uno de los sillones para charlar más cómodos, lo hacemos mientras aguardo que revele el motivo de esta reunión, más la tensión en el aire es palpable. Cruzo mis manos sobre mi regazo, aprieto mis labios y con una sonrisa forzada espero que rompo el silencio molestoso, pero escucho que suelta un suspiro. –Burcu, querida hija, he estado reflexionando mucho sobre tu futuro y el futuro del imperio –dice con un tono de seriedad y preocupación. –Ya estás en edad de casarte, pero siempre quise marcar la diferencia contigo al ser mi única hija, pensado en tu felicidad y seguridad por encima de todo. Mi corazón da un vuelco mientras escucho sus palabras, porque mi padre no me ha decepcionado, sigue cuidándome, pero también significa que dejará en mis manos una decisión que cambiará muchos destinos. –Sin embargo, también debemos pensar en la estabilidad del imperio y las alianzas políticas que puedan fortalecernos. Como es de conocimiento público existen revueltas y levantamientos que ponen en peligro la continuidad del imperio otomano, incluso Emir volvió a recordármelo también sugirió un matrimonio con los mongoles– informa y su actitud me desconcierta. –¡Padre…! ¿Qué intentas repetirme? –exclamo con mi voz indignada y hace un gesto con la mano para escucharlo. –Burcu no te apresures y escúchame un instante. No solo los mongoles quieren una alianza o un matrimonio, también el emperador Octavio manifestó que esta dispuesto a casar a su hijo para bajar las tensiones, además de los persas. Es decir, tienes tres pretendientes, el príncipe mongol Kosem, el romano Ítalo y también me dijo Karim el rey persa que le interesa una unión. Sin embargo, para mi hija no quiero una boda arreglada, pero en esta ocasión le hablo a la sultana y apelo a que ella haga la mejor elección pensando en su pueblo. Hija quiero tu respuesta al amanecer– relata con su voz impasible y me arrincona. Unas horas más tarde, casi medianoche Sigo aturdida porque por primera vez mi padre dejo a mi libertad una elección que pude cambiar el rumbo del imperio, también fue inevitable recordar las palabras de Zeki, “Tendrá muchas ventajas si accede al matrimonio, como tener el poder del imperio en sus manos si se lo propone”. La cuestión es ¿Cómo conseguir lo que quiero sin salir perjudicada? Pues no puedo confiar en esos tres hombres, porque para ellos soy un instrumento para lograr sus fines e intentarán someterme, entonces debo encontrar una salida favorable para mí. Obvio que ahora le daré un escarmiento a Ramsés y quiero descubrir quien está detrás de los rebeldes. Tal vez sea un error, pero quiero saber que terreno piso, mucho más ahora que mi padre ha dejado el peso de semejante decisión sobre mis hombros. Camino por mis aposentos todavía con mi cabeza echa un caos, hasta que escucho un leve golpe en la puerta. Abro contemplando la silueta de Daya con su mirada inquieta. –Su alteza sigo pensando que es arriesgado su plan, pero como su fiel lacaya estoy para servirla– dice con su voz tímida y le doy una mirada intimidante. –Daya en mi posición no es una opción seguir la corriente, más bien les daré un escarmiento a mis hermanos y también conoceré al líder de los rebeldes. Ahora recuerda que no debes levantar sospechas, no hables, no dejes tu rostro descubierto y más que todo si te descubre Ramsés, no digas mi paradero. ¡¿Entendiste?! –indico con mi voz firme y asienta con la cabeza. –Otra cosa, ¿Qué tal me queda tu ropa? ¿Crees que despistare a los guardias del palacio? –pregunto mientras me giro a su alrededor. –Mi señora, se ve convincente. Nadie sospechará de usted, claro que debe bajar la mirada y ocultar su rostro– responde con su voz afable. –Pero sigo considerando que debería quedarse en sus aposentos, incluso me siento culpable por haberle planteado la idea de acudir con los rebeldes– pronuncia con su rostro apenado. –Daya ahora más que nunca quiero saber con quien puedo contar. Te recuerdo que sin buscarlo soy la pieza principal para mantener el equilibrio en el imperio, entonces me urge conocer al líder de los rebeldes. Me marcho y suerte con tu misión, estate atenta a la ventana, Ramsés debe estar por llegar para llevarte al punto de encuentro en la costa. Por cierto, te entrego un collar de oro para cubrir cualquier eventualidad. ¡Cuídate! –informo y baja su mirada agradecida. –Mi señora, no se preocupe por mí, por favor no olvide mis indicaciones. Al sur del pasillo cerca de la entrada oeste, está despejada la salida y podrá abandonar el palacio sin mayores problemas, también recuerde que tendrá tres horas para volver, después de ese tiempo corre el riesgo de ser sorprendida por los guardias– sentencia y dejo a un lado los protocolos, para abrazarla un momento. –Tranquila Daya, volveré al palacio según lo planeado, porque acabo de encontrar la salida para fastidiar los planes de mis hermanos– rebato teniendo una sonrisa triunfal en mi rostro. Cubro mi cabello con el velo, bajo mi mirada y abro la puerta encontrándome con los guardias, igual avanzo con pasos tranquilos por el pasillo para no denotar mis nervios, ni ser sorprendida. Al parecer el velo y el cambio de vestimenta ayudan a pasar desapercibida. Igual mi mente está centrada en el encuentro con los rebeldes, pero a medida que camino a la salida se presenta la ansiedad, como tal mis latidos se aceleran, la boca está seca y comienzo a sentir un vació en mi estómago, la opresión en mi pecho es más grande, ante todo sigo teniendo la espinita molesta presagiando una tragedia. No obstante, en un segundo puedo contemplar la salida al exterior del palacio y tal como lo informo Daya, no hay ni rastros de los guardias. Camino con pasos temblorosos observando a cada lado, hasta que cruzo el portón, suelto un suspiro y vuelvo a fijar mi vista al frente buscando el contacto con los rebeldes. A lo lejos vislumbro una figura en las sombras como escondido. Doy unos pasos adelante con mucha cautela hasta que estoy a unos metros del sujeto. Es un hombre alto que usa ropas oscuras y una capucha que oculta parcialmente su rostro. –Mi señora– susurra el hombre. –Soy Nader, estoy aquí para guiarla hacia el líder de los rebeldes. Pero debemos tener cuidado, su identidad es desconocida incluso para mí. No sabemos qué intenciones tienen ni qué podrían hacer si descubren que la entrevista es como la hija del sultán Murad. –¡Entiendo! Confío en tu lealtad y en tu habilidad para protegerme. Guíame hacia el líder de los rebeldes– respondo con firmeza y el hombre hace una pequeña reverencia. En las afueras del palacio Ambos nos adentramos en las sombras de la noche siguiendo por un camino oculto que el hombre conoce bien, tanto que es la primera vez que cruzo está parte de la ciudad de callejones estrechos y oscuros, también evitamos el cruzarnos con la gente del pueblo, pero todo cambia en una fracción de segundo, se escuchan gritos desesperados, las corridas de hombres, como si fuera un ataque y me quedo paralizada. –Mi señora, debe correr antes que nos atrapen. Es una trampa, tal vez de los rebeldes. ¡Vamos rápido! –exige Nader con su voz agitada, mientras me sorprende sujetándome del brazo. Mi corazón se acelera a un ritmo descomunal donde la adrenalina recorre mi cuerpo mientras sin pensarlo dos veces, comienzo a correr siguiendo los pasos de Nader entre los callejones estrechos y los laberintos, todavía escuchando el ajetreo y los gritos de la muchedumbre sin entender que sucede, más solo indican el peligro inminente. A todo esto, me sorprende Nader cuando se detiene de improviso. –Mi señora, debemos separarnos, voy a despistar a los hombres para que pueda volver al palacio, de lo contrario, no le garantizo mantenerla con vida– menciona con su respiración agitada y me deja alarmada. Siento un escalofrío recorrer mi espalda, por la sugerencia de separarnos, pero comprendo la grave de la situación, además entiendo que es una medida para garantizar mi vida. –Nader no permitiré que corra semejante riesgo, es peligroso y una sentencia segura a la muerte. Mejor esperemos en algún sitio hasta que se calme el ambiente– propongo y niega con la cabeza. –Su alteza, usted es mi prioridad, es una pieza importante en el imperio y los rebeldes lo saben, mejor dicho es un secreto a voces para el mundo. Así que quien este ocasionando estos disturbios no se detendrá hasta encontrarla. Por favor vaya en esa dirección y no se detenga– replica y trago saliva. ¡Maldición! Sin buscarlo mi vida tiene un precio y ahora no puedo cegarme por la rabia o mi orgullo, más bien escuchar los consejos de Nader y esperar llegar a salvo al palacio. Sin más opciones nos separamos, avanzo por los callejones apresurando mis pasos e intentándome alejar del bullicio de la gente, más percibo el trote de los caballos, las voces de soldados y vuelvo a esconderme entre las estructuras de las callejuelas. Respiro hondo, aprieto mis puños y vuelvo a mirar a ambos lados del callejón para escapar, pero de la nada se interpone en mi camino la figura imponente de un hombre, joven y muy guapo, con una mirada profunda de ojos marrones que me descolocan, tiene una barba prolija que lo hace lucir muy varonil, también tiene la nariz respingada, la piel bronceada, el cabello castaño, mide 1.80 cm de altura y viste con las ropas de un guerrero, aunque el silencio reina entre nosotros mientras le sostengo la mirada sin dejarme amedrentar. –Muchacha parece que estás en problemas, pero me encuentro en una encrucijada. Entregarte a los guardias o ayudarte, ¿Me ayudas a decidirme? –sentencia el sujeto con una mirada intensa y lo quiero matar por semejante amenaza, tanto que le clavo mis ojos, más estoy arrinconada.
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