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La hija del sultán

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Blurb

Burcu es la hija de Sultán Murad, la máxima autoridad del imperio otomano, es una chica rebelde con una belleza inigualable, envidiada por su familia por ser la consentida de su padre, aunque las revueltas y guerras con los persas, con los mongoles y los romanos ponen en peligro la continuidad de la dinastía turca, temiendo el debilitamiento de su poder. el Sultán concede la idea de casar a su hija para bajar la tensión en la región, pero con una condición, ella debe elegir a su futuro esposo. Sin embargo, tres hombres harán lo imposible por conquistar su amor con tal de salvar a sus pueblos y ser los nuevos lideres del imperio otomano. ¿Será Yildiz, el príncipe persa? ¿Kosem, el príncipe mongol? O ¿Ítalo, el hijo del emperador romano? ¿Quién será el dueño del corazón de Burcu? Descúbrelo en la hija del Sultán. Obra registrada en safe creative, prohibida su reproducción total o parcial

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Lo que soy
Estambul, 1523 Palacio Topkapi Burcu Muchas personas consideran que soy una afortunada al ser la hija de un sultán, pero desde que tengo uso de razón soy despreciada porque mi madre era una esclava, una mujer indignada para mezclarse con la estirpe de la dinastía turca, también debo agregar que ninguna de las esposas del sultán pudo darle una hija, porque la idea era que al tener hijos varones accedan al trono para que gobiernen el imperio otomano. Sí lo olvidaba, en el mundo musulmán es normal que los sultanes tengan un harén de mujeres, como consecuencia tienen muchos descendientes, lo malo es que tantos hijos derivan en rivalidades por conseguir el poder y la aceptación del él. Sin embargo, debería estar libre de las disputadas al ser mujer, pero por ser la consentida de mi padre tengo enemigos jurados en esta cárcel de oro en la que vivo. Digamos que los lazos sanguíneos son como cadenas que te asfixian si lo permites, pues mis tres hermanos vivos respiran por su propio beneficio, me siguen mirando como un estorbo en sus planes para ascender al trono. Sobre todo, para Emir, el mayor de mis hermanos me considera una intrusa y un peligro para sus intereses, en cambio Ramsés es un hombre de dos caras que te clavaria el puñal por la espalda si te descuidas, falta Brajin, el menor de mis hermanos, no se complica y se mantiene a raya, pero es débil y fácil de manipular, como consecuencia puede ser el más peligroso de los tres, igual mantengo las apariencias con él, pues me mantiene informada sobre la política del imperio o es lo que cree él. Por favor conozco mejor que nadie la suerte de las mujeres otomanas, son casadas a la fuerza en matrimonios arreglados o vendidas como esclavas, por supuesto que mi rebeldía y mi carácter fuerte e indomable lo impongo dándome mi lugar dentro de mi familia, no cambia que es una necesidad siempre estar alerta a los movimientos de mis hermanos, ante todo de Emir por ser la mano derecha de mi padre y estar al frente del ejercito otomano, porque apenas pueda conspirara contra mí. No puedo bajar la guardia y cerrar los ojos dejando las cosas al azar, sería un error viviendo rodeada de miles de serpientes venenosas, incluyendo a las madres de mis hermanos, y con ellas es otro tipo de discusión. Viven queriendo imponerme su voluntad alegando que me cuidan y protegen dada mi juventud. La más detestable es Hürrem, la primera esposa de mi padre y también la madre de Emir, como tal está a cargo del harén y manda en el palacio, no hay cosa que ella desconozca porque los fieles sirvientes la mantienen muy bien informada, igual no hay manera de controlarme, hago prevalecer mis derechos dejando el palacio para dar largos paseos por la aldea, ante todo no permitió ser tratada como una esclava, al menos tiene que servirme de algo ser la hija del sultán. Sí es un suplicio llevar está vida, aunque mi consuelo y lo rescatable es tener el amor de mi padre, pues vale cualquier sacrificio. Lo sé, ahora puede respaldarme y cuidarme, pero dentro de poco no podrá hacerlo más, debido a su avanzada edad, es un hombre con sus años y mis hermanos esperan ansiosos su deceso para repartirse el imperio entre ellos, si es que antes no se matan, lo que significaría que mi destino estaría en sus manos. Lo cierto es que hoy me canse de estar encerrada en mis aposentos contemplando la vista de la ciudad desde el balcón, aguardando lo peor, además detesto estar con los brazos cruzados sintiendo que consume está incertidumbre eterna por no contar con noticias del ataque a Bolüm, porque del éxito de esa batalla depende mantener el imperio unido y también mi libertad. Así respiro hondo, fijo mi mirada al frente para caminar erguida, acomodo mis ropas y dejo mis aposentos mirando atenta los pasillos, pero es inevitable cruzarme con alguien, más bien escucho los saludos de los sirvientes y también miro sus reverencias, hasta que soy alcanzada por Daya, mi sombra o mejor dicho mi lacaya, aunque para mí es como mi amiga, no cambia que ella se empecina en seguir los protocolos por miedo a mi madrastra, Hürrem. –Su alteza lamento si soy impertinente, pero debería asistir a sus clases de latín, recuerde que la sultana madre hizo hincapié en que no falte…–informa con su voz tímida y la miro con mi rostro comprimido obligándola a callarse. –¡Lo siento! –dice con su rostro apenado y baja su mirada sumisa. –Daya no te disculpes por recordarme mis deberes, aunque sabes que es una perdida de tiempo para mí hablar una lengua antigua, no le encuentro sentido. Corrijo, si tiene un propósito, mantenerme desconectada de lo que sucede en el palacio para confabular en mi contra– menciono con mi voz firme. –¿Tienes noticias del ejercito? ¿Hablaste con Zeki? –cuestiono buscando sus ojos y niega con la cabeza. Zeki es mi vínculo con el ejercito otomano, es un hombre integro y fiel al imperio o la palabra correcta sería a mi padre al ser su consejero, encima no comparte la visión de Emir de destruir pueblos enteros para someterlos, es más bien conciliador y siempre busca evitar el derramamiento de sangre en vano. –Su alteza no he podido escabullirme para charlar con el comandante, pero está tarde lo haré sin falta, acudiré a su casa– responde Daya y me deja con el rostro pensativo. Lo mejor será ocuparme del asunto en persona para evitar sorpresas desagradables, como tal continúo mi camino en su compañía buscando la entrada principal del palacio. –Escúchame bien Daya, vamos a dejar el palacio…–informo casi llegando a la salida y somos sorprendidas por la voz de Hürrem. Me detengo obligada con todo el malestar del mundo, suelto los hombros y me giro dándole una sonrisa cínica. –¡Burcu! Deberías estar en tus clases, ¿A dónde vas? –replica con ese tono imponente de desprecio y me exalta sobre manera no pudiendo contener mi malestar, tanto que se refleja en mi rostro. –Hürrem no sabía que estaba en una cárcel de oro, menos que debía informarte de mí rutina, porque no soy una esclava como sigues pensando– alego con mi voz enardecida y obtengo que me fulmine con sus ojos dorados. –¡Soy la hija del sultán Murad! ¡¿Lo olvidaste?! –vocifero descontrolada. –¿Como te atreves a gritarme? No seas insolente muchacha, respétame como lo que soy, ¡La sultana madre! –exige furiosa e iracunda. –¡Disculpa sultana! Pero haré mi voluntad como siempre, no me interesa aprender latín, prefiero seguir siendo una salvaje como lo vives repitiendo, por último, educa a las mujeres del harén, porque conmigo pierdes tu tiempo, además es tarde para mi paseo, me marcho– exclamo con mi voz sarcástica y arquea su ceja pensativa. No es necesario ser una adivina para leer los pensamientos de esta bruja, pero es mejor escuchar sus ocurrencias. –Burcu no puedes andar por la aldea como si fueras una simple mujer, porque eres la hija del sultán, debes representar a la r**a otomana y a la dinastía sultánica como corresponde, ante todo yo soy la autoridad y estás a mi cargo, como tal te exijo que regreses a tus aposentos– informa con su voz exasperante y dándome una mirada penetrante, pero no me dejo intimidar, más bien mis ojos desafiantes la contemplan. –¡Ibrahim! Acompaña a Burcu a sus aposentos– indica Hürrem al sirviente y le clavo mis ojos marrones al hombre. –Ibrahim no te atrevas a ponerme un dedo encima porque hablaré con mi padre para que dé la orden de castrarte por semejante atrevimiento. ¡Hazte a un lado! –amenazo y me mira con su rostro aterrorizado, pero rueda sus ojos hacía Hürrem, quien hace un gesto con su cabeza para dejarme marchar. Un rato después No podía dejarme intimidar y tuve que sacar las garras, es cierto que Ibrahim recibía ordenes de mi madrasta, pero debe entender que Hürrem no es la única con poder en el palacio, yo también puedo utilizar mis influencias para defenderme. Obvio que no iba a mandar a castrarlo como lo hacían antes con los esclavos, pero él no lo sabe y es mejor que mantenga su lugar. No obstante, sabiendo que hay miles de espías no era conveniente hablar con el comandante Zeki en su casa, tampoco en el cuartel del ejército, entonces envié a Daya a buscarlo indicándole que lo espero en la iglesia, es menos peligroso y despisto a cualquiera que me siga los pasos. El punto es que estoy inquieta sentada en las banquetas observando el ambiente del lugar, también escuchando un silencio sepulcral que aumenta mis nervios, pero al poco tiempo se escuchan unos pasos ingresar al lugar, miro con recelo sobre mi hombro pudiendo notar la silueta de Daya ingresar a la iglesia, vuelvo a fijar la vista al frente y a los segundos oigo su voz a mi lado. –Su alteza el comandante Zeki la espera en el confesionario– murmura mientras se arrodilla a mi lado como si estuviera orando. Espero por prudencia unos segundos, pero mi curiosidad es más grande que termino incorporándome de mi sitio, camino lo más natural posible en dirección al confesionario sin dejar de mirar alrededor con disimulo, así recorro con pasos aplomados la corta distancia, pero cuando estoy en el lugar me acomodo como si fuera a confesarme, escuchando la voz ronca de Zeki. –Su alteza, me alegro volver a verla, pese a las circunstancias– murmura con su voz muy ceremoniosa a través de la ventanilla del confesionario. –Zeki me sentí obligada a citarlo en este lugar dado los antecedentes, ante todo no quiero correr riesgos con mis hermanos. ¿Qué novedades me tiene sobre Bolüm? ¿Cuándo regresan las tropas? Y lo más importante, ¿Mi padre está con vida? –sentencio con mi voz afable, cuestiono con miles de dudas y aclara su voz ronca. –Su alteza, el sultán Murad no estuvo en el campo de batalla, fue precavido hospedándose en el castillo de uno de sus aliados, está con vida, pero sobre la invasión a Bolüm fue un desastre, se perdieron miles de vidas y también ocasiono varias rebeliones en otros territorios del imperio otomano, pero según escuché el príncipe Emir está negociando una salida a los conflictos. Esa es la razón del retraso de su llegada a Estambul– relata con su voz impasible y me deja alarmada. Conociendo a Emir no solo está negociando sino vendiendo su alma con tal de obtener lo que busca, ser el nuevo sultán. Vuelvo a rodar mis ojos hacía el comandante, pese a la ventanilla para pedirle su opinión. –Zeki, quiero sinceridad de su parte, más que todo por su experiencia militar ¿Qué haría en el lugar de Emir para evitar más levantamientos? –presiono con mi voz firme y lo escucho dudar. –¡Veamos! Estando en la posición del príncipe Emir actuaria con inteligencia, concedería poner al frente gobernadores nativos para mantenerlos contentos a los pobladores, también podría bajar los impuestos, pero serían como paliativos, entonces lo más obvio sería un matrimonio arreglado para bajar las tensiones en la región y preservar el imperio, pero existe un detalle importante a tener presente, son tres las naciones en conflicto– informa con un tono inquietante. –Aunque conociendo a Emir debe querer la revancha con un nuevo ataque de las tropas, porque nunca aceptaría doblegarse contra sus enemigos, ¿Hay posibilidades que gane si llegase a intentarlo? –comento, cuestiono con recelo. –¡No sultana! Sería una sentencia a muerte segura. Lamento si no era lo que esperaba escuchar, pero es lo que puedo informarle al momento, ¿Requiere de algo más de su servidor? –pronuncia con su voz inquieta y me deja con el rostro pensativo. –Zeki lo noto intranquilo, ¿Puede ser sincero conmigo? ¿Cuál es la salida que encontró Emir? –pregunto con mi voz llena de curiosidad y su silencio es un mal augurio. Vuelvo a fijar mis ojos sobre el confesionario y abre la pequeña ventanilla para poder contemplar su rostro consternado. –El príncipe Emir como futuro sultán está en conversaciones con los reyes de Mongolia para evitar el debilitamiento del imperio otomano. Los rumores que se escuchan es que habrá un matrimonio como una alianza para ambas naciones, esa es la información que llego a mis oídos, igual recuerde que su padre, el sultán Murad es quien debe tomar la decisión final– exclama y su rostro lleno de malestar me desconcierta. –¿Por qué lo remarca Zeki? ¿Mi nombre salió a relucir? ¿Me casarán? –pregunto con mi voz irritada y sus ojos me confunden. No hace falta una respuesta, más bien necesito una solución para escapar de ese matrimonio, la pregunta sería, ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo impedir lo inevitable? Dos días después Emir Debería ser fácil tener la aprobación de mi padre por ser su primogénito, también por estar al frente del ejército otomano, pero siempre cuestiona mis decisiones, ante todo confía más en sus consejeros como si mi palabra no bastase, sigue creyendo que soy un niño incapaz de hacer una elección acertada, más tengo claro el poder que poseo y lo que puedo hacer si estoy al frente del imperio, incluso de mis hermanos soy quien tiene la capacidad para gobernar y quién tiene una visión para extender nuestros territorios, ellos no tienen esa hambre de conquista, no significa que no sean peligros porque quieren convertirse en el próximo sultán a cualquier precio, aunque no los culpo, yo también respiro por mis intereses y apenas pueda los sacaré de mi camino. Sin embargo, por el momento mantengo los ojos abiertos para ir eliminándolos uno a uno. Sí soy frío y calculador, no tengo escrúpulos, más sería un imbécil si me dejará conmover por los sentimientos, porque al ser hijo del sultán tengo enemigos jurados, aunque Ramsés y Brajin son mis menores problemas, quien me preocupa es la intrusa de Burcu, al ser la única hija mujer es una amenaza a mis planes, ante todo por ser la preferida de mi padre, pues tiene mucha influencia sobre el viejo y sería un error bajar la guardia con ella. En definitiva, tras la batalla perdida en Bolüm estoy retornando a Estambul, aunque no le daría ese nombre, más bien fue una pieza importante para mis planes para asumir el trono, pero por ahora es primordial conocer si existen novedades, como tal después soportar las críticas y los abucheos del pueblo estoy en la entrada del palacio descendió de mi caballo y siendo recibido por mi madre, la sultana Hürrem. –Hijo gracias a Ala que estás con vida, llegue a temer por ti, pero menos mal que retornaste porque necesito ponerte al corriente de lo que ocurre en el palacio. Un momento más Tras escuchar algunos saludos de los hipócritas de los consejeros, también las quejas de mi madre, necesito conocer dónde diablos está metida la intrusa, además ahora es el momento indicado, nadie nos puede espiar al estar en mis aposentos charlando. –¡Basta madre! Los problemas del harén soy insignificantes comparados con los míos, pero todo es tu culpa por no haberte deshecho de la hija de la esclava, debiste haber envenenado a Burcu cómo lo hiciste con su madre y ahora no estaríamos en sus manos– replico con mi voz envuelta en malestar y miro su rostro amargado. –Emir déjate de reclamos, ya es tarde para hacerlos, además en mi defensa subestime a la salvaje, llegue a creer que podría someterla imponiéndome al criarla, pero la insolente siempre se refugia en tu padre– alega mientras camina impaciente por el lugar, hasta que se detiene delante de mí. –Ahora olvidemos el pasado, mejor cuéntame, ¿La trampa fue un éxito? ¿Los mongoles cayeron? –cuestiona con una mirada envuelta en dudas y suelto una sonrisa malévola. –Por supuesto, no podían negarse a semejante oferta, mataremos dos pájaros de un solo tiro con ese matrimonio, nos desharemos de la intrusa de Burcu y seré el próximo sultán del imperio otomano con su apoyo–respondo con firmeza y sus ojos me miran con escepticismo. –Por cierto, ¿Dónde está mi querida hermana? –agrego con un tono de sarcasmo. –Anda por la aldea mezclándose con la muchedumbre– responde con su mirada inquieta. –Emir recuerda que primero nuestro querido sultán Murad debe aceptar esa unión, no podemos cantar victoria antes de tiempo, menos bajar la guardia con la insolente de Burcu, porque sabes el poder que tiene sobre tu padre, ¿Qué harás para cambiarlo? –exclama con su voz irritada y me deja pensativo.

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