Más que un encuentro

2727 Words
La misma madrugada Estambul Yildiz Mi padre repetía una frase muy seguido, “Para que un imperio se levante otro debe caer". Claro que siendo un niño no lo entendía, pero a medida que fui creciendo comprendí el origen de mi linaje. No soy un simple hombre, sino el tercer hijo del rey Mustafá de Persia. Soy Yildiz, un guerrero que vive conquistando las tierras, a base de sangre, acero, riquezas y batallas. Porque siendo sincero no sirvo para estar exiliado gobernando una provincia, detesto la política y prefiero mil veces sujetar una espada. No obstante, todo dio un giro con la muerte de mi padre, ascendió al trono mi hermano mayor Karim demostrando que está listo para llevar las riendas del imperio persa. También cambio su forma de extender nuestros dominios, Karim es más conciliador y diplomático, por supuesto a Canderli no le agrada la idea. Mi otro hermano piensa que los europeos pueden unirse en nuestra contra y visualiza el preludio de un ataque. A todo esto, estamos preocupados por las amenazas de Emir el príncipe otomano, ese hombre ha roto los acuerdos y la pregunta que surgió es, ¿Qué hacer en este momento? Es simple, defendernos respondiendo a sus ataques, de lo contrario muy pronto perderemos todos nuestros territorios. No soy un cobarde, tampoco me gusta la confrontación, aunque existe una sola la respuesta para la hostilidad, la guerra. Al final, cuando regresé del campo de batalla fui emboscado por Karim, pero no es mentira, ni una exageración, a tal punto que escuché un sermón sobre la vida apenas crucé el gran salón con un ambiente tenso el aire, también los destellos de la luz dorada creaban una atmósfera abrumante, para sumarle mi hermano con su porte imponente y sus túnicas oscuras aumentaban la tensión, así escuché su voz romper el silencio sepulcral. –Mi padre era un gran guerrero, no hay otro hombre que haya conquistado y elevado nuestro linaje en lo más alto, tenemos un imperio que mantener vivo, porque al final cuando todo acaba lo único que importaba es lo que has hecho. Pero me siento amenazado porque mi pueblo me sigue viendo como el niño que recuerdan y muchos dudan de mi liderazgo, ¿Sabes lo que significa? –expresó con su voz profunda y una mirada penetrante dejándome desconcertado. En realidad, no sabía sus intenciones, ni siquiera las imaginaba, porque yo había definido cuál era la mejor salida a las provocaciones, no existía diplomacia con los otomanos, menos tenía ganas de enviar emisarios conciliadores, igual los siguientes minutos Karim revelaría cuál era su punto. –Karim, escucho tus preocupaciones y entiendo que sientas la necesidad de consolidar tu liderazgo ante el pueblo y demostrar tu valía como rey–respondí con firmeza e intenté bajar la tensión del momento. Fije mis ojos sobre Karim buscando descifrar sus pensamientos, porque su mirada misteriosa ocultaba algo, era evidente que tenía planes en mente y era crucial manejar con cautela esta charla. –Yildiz, siempre has sido impulsivo y te inclinas por la guerra como solución a todos nuestros problemas– dijo Karim con un tono de reproche en su voz. –Pero debemos buscar otras vías para mantener nuestra grandeza y salvaguardar nuestro imperio. Los tiempos están cambiando y necesitamos adaptarnos– informó dejándome con miles de dudas. –¡Disculpa Karim! He hecho lo necesario para cuidar el imperio de nuestros enemigos, no tienes derecho a reprocharme nada, más bien piensa en las ventajas que seguimos teniendo gracias a mí– repliqué con mi voz áspera y entre las sombras escuché la voz de Canderli. –¡Basta! –intervino Canderli, quien hasta ahora había permanecido en silencio en un rincón de la sala. –Esta discusión no nos llevará a ninguna parte. Ambos tienen razón en ciertos aspectos, pero es momento de unir fuerzas y encontrar un equilibrio entre la fuerza militar y la diplomacia– afirmo dejándome inquieto. Era evidente que ellos habían decidido el siguiente paso y lo que quedaba era apoyar al rey. –Yildiz, sé que tu valentía y tus habilidades en el campo de batalla son admirables –dijo Canderli con una mirada afable. –Pero también debemos reconocer que la guerra constante no es la única solución. Debemos buscar la manera de mantener nuestro imperio a salvo y ganar el respeto de nuestro pueblo sin necesidad de derramar más sangre– sentenció Canderli con firmeza y me crucé de brazos dándole una mirada impasible. –Hermanos si han resuelto el inconveniente con los otomanos, ¿Pueden informarme como lo harán? ¿Cómo detenemos al príncipe otomano Emir? –cuestioné con mi rostro comprimido y entre ellos se miraron cómplices, de una manera que me preocupaba. –A grandes problemas, simples soluciones. Una alianza con los otomanos es la mejor salida para terminar con los conflictos, pero para garantizar que no nos traicionen un matrimonio entre los imperios es lo ideal– replicó Karim con su rostro serio y me deja perplejo. Nunca espere semejante propuesta, más bien desafiaba mis planes de una confrontación, pero conociendo a Karim tenía lógica consensuar la idea de un matrimonio con una salida pacífica a los conflictos. –¡Un matrimonio! –respondí con mi voz incrédula, intentando asimilar la magnitud de la sugerencia–. Karim, ¿Te refieres a que uno de nosotros se case con una princesa otomana? O mejor dicho ¿volverás a casarte? –cuestioné, corregí y una sonrisa traviesa asomo en su rostro, en cambio Canderli asintió solemnemente. –Exactamente. Un enlace entre nuestras familias reales sería un gesto poderoso de reconciliación y cooperación. Además, nos brindaría una posición estratégica sólida frente a las amenazas externas, como mantener a rayas a los europeos– afirmo, añadió y persistía con mis dudas. –También podríamos aliarnos con los romanos para enseñarle al inepto de Emir que no puede doblegarnos, incluso mira las ventajas de una alianza con el emperador Octavio. Ellos tienen el apoyo del cardenal, con una flota de buques y un poderío militar que nos aseguraría la victoria– expliqué con firmeza y me clavo sus ojos. –¡Prefiero el turbante de un sultán que el gorro de un cardenal dentro de estos muros! No quiero estar a la merced de los romanos, tampoco condenarme a perder una guerra que no solo costaría millones de vidas, sino también territorios. Entonces aseguremos la alianza con los otomanos con un matrimonio. Además, permíteme corregirte Yildiz. Quien desposará a la princesa otomana serás tú. Como parte de la realeza tienes la obligación de velar por los intereses de tu pueblo, debes casarte con la hija del sultán Murad, Burcu– sentenció Karim con su voz llena de determinación y me deja con el rostro desencajado. –¡¿Qué?! Karim, ¿Quieres que me casé con nuestro enemigo? No lo haré, no me casaré con una desconocida, el matrimonio no es lo mío, si me pides batallar en nombre del imperio lo haré sin dudarlo, de esa manera he demostrado mi lealtad a tu reinado, no me pidas más– dije contundente y Canderli poso su mano sobre mi hombro. –Nuestro pequeño hermano es capaz de liderar el ejército con ferocidad y astucia, pero se intimida con la idea de lidiar con una mujer– replico Canderli con un tono burlón, en cambio yo tragaba saliva. –Lo siento Yildiz, es una decisión irrevocable, debes ir a Estambul a presentarte en el palacio del Sultán Murad para conocer a tu futura esposa– añadió y asomo mi cara de pánico. –¡Eh…! Necesito unos días para organizarme y pensar como abordar a esa mujer…–improvisé y los ojos de Karim se clavaron sobre mí. –¡Nada de días! Viajarás ahora mismo a Estambul, porque te informo que no somos los únicos que quieren una alianza con los otomanos. Según mis fuentes, el indeseable del Octavio también está dispuesto a casar a su hijo, pero no solo él. Los mongoles han charlado con Emir, lo que significa un peligro para mis propósitos. ¿Ahora entiendes la importancia de este matrimonio? –exclamó Karim con su rostro serio y me quedé lleno de frustración. –Yildiz como ofrenda de paz llevarás varios cofres llenos de oro, piedras preciosas y telas, para tu prometida, ante todo debes ser muy elocuente y persuasivo con el sultán Murad para convencerlo de que la alianza con nosotros es la más sabia decisión para la continuidad de ambos imperios– intervino Canderli buscando mis ojos y me dejó arrinconado. No tuve más opciones que dejar mis tierras para partir a terrenos otomanos con el amargo sabor de la obligación y envuelto en una incertidumbre que me consumía con el transcurrir de las horas. Sí, mis pensamientos estaban asociados a esa mujer, no tenía calma imaginando los peores escenarios sombríos, como ser despreciado, tener que lidiar con una muchacha desagradable o ser utilizado como un peón en un juego político. Sin embargo, también sentía la presión de la responsabilidad que recaía sobre mis hombros y sabía que debía cumplir con mi deber para asegurar la estabilidad del imperio, sin pensar en sueños románticos ni promesas de amor, ante todo me espera un encuentro con una mujer desconocida cuyo rostro y personalidad eran una incógnita. Como tal no sería tan estúpido e ingenuo presentándome en el palacio del Sultán sin conocer nada de esa mujer, más bien era el peor error ir con los ojos vendados a ese encuentro, entonces siendo más astuto llegué a la costa en mi embarcación como si fuéramos simples mercaderes. La idea era conocer más de la sultana Burcu, sobre todo conocer a mis rivales, por supuesto que no revelaría mi verdadera identidad. Así me adentré en la bulliciosa ciudad, caminando por sus calles estrechas y escuchando los rumores de la gente sobre la muchacha. Una mujer con una belleza cautivante, rebelde, inteligente y con un poder sobre el sultán, un factor a tener en cuenta, porque podía jugarme en contra. A todo esto, abandoné el campamento para disfrutar de la quietud de la noche todavía con mi cabeza echa un caos, pero mi momento interior se altero al escuchar el galopee de los caballos, los pasos acelerados de los guardias del palacio, también de la muchedumbre corriendo de un lugar a otro sin entender que maldición ocurría. Aunque mis dudas se despejaron cuando me detuvieron para interrogarme, por supuesto que me presente ante los guardias. –Soy Yildiz, el emisario del rey Karim de Persia, estoy aquí para una reunión con el sultán Murad, pero quisiera conocer el motivo de tanto ajetreo, ¿Me pueden informar que está sucediendo? –exclamé con mi voz firme y los guardias me observaban con curiosidad. –¡Disculpe! Excelencia, nadie nos informó de su llegada– respondió uno de los guardias mientras intercambiaron miradas confundidas. –Mil disculpas, señor Yildiz. Estamos en medio de una crisis, buscamos a una ladrona que ingreso al palacio y tenemos orden de detenerla– mencionó el otro guardia y asentí con la cabeza. –Suerte en su búsqueda, espero que resuelvan el inconveniente– repliqué y me aleje del lugar, porque no quería involucrarme en asuntos domésticos de los otomanos, más bien mi interés sea resumía a la joven sultana. Seguí mi camino por las callejuelas con mucha cautela y con los ojos abiertos, pero sin buscarlo he sido sorprendido por la silueta de una mujer joven de ojos marrones claros te envuelven de una manera absurda, sus labios color carmín te invitan a besarlos, sumado a su bello rostro con sus cabellos castaños te nublan el pensamiento, también su silueta esbelta y su altura de 1.70 cm son el complemento de su belleza, más fue inevitable mirar sus ropas, incluso si mis instintos no me traicionan debe tratarse de la ladrona, aunque estoy en un predicamento de ayudarla o entregarla a los guardias, no cambia que hable en voz alta y cuestione, más no creo que haya entendido mi lengua. –Muchacha creo que no entendiste lo que te dije, te lo volveré a repetir muy despacio, ¿Qué hago contigo? –presiono y sus ojos desafiantes se clavan sobre mí mientras intento sujetarla por el brazo. –¡Insolente! No te atrevas a ponerme un dedo encima o pagarás un alto precio por tu osadía– exclama con su voz irritada y le doy una sonrisa burlona. ¡Guau! Es hermosa, pero tiene un carácter fuerte que me atrae de manera peculiar, encima esa pose de fiera salvaje es como un afrodisiaco peligroso para mi mal. –¡Que boca! Hablas muy bien mi lengua para ser una simple campesina, ¿De dónde eres? –menciono y miro su rostro comprimido. –No tengo porque responderte– replica con severidad y una mirada intimidante. –Te equivocas porque puedo entregarte a los guardias, además una mujer caminando a estas horas por el pueblo es extraño y peligroso– advierto con mi rostro comprimido y sigue en su pose desafiante. –Es peligroso en cualquier lugar– responde cortante. –No creo que tus padres aprueben que andes deambulando por las callejuelas de la ciudad– insisto y decido cambiar las cosas a mi favor. –Ese es mi problema, no el tuyo– rebate con una mirada inquieta. –¡No! Mala respuesta, vienes conmigo sin protestar– digo y la sujeto por el brazo sintiendo el roce de su piel que me enloquece, también obligándola a seguirme. –¡Suéltame animal! Sácame las manos de encima– grita mientras forcejea, pero la pego a mí y cubro su boca con una de mis manos. –¡Cállate! Quiero ayudarte, no te entregaré con los guardias, pero si sigues resistiéndote de esta manera, solo llamarás más la atención y nos pondrás en peligro a ambos– le susurro con urgencia mientras la sujeto firmemente, tratando de calmarla. Ella se detiene por un instante, así su mirada llena de desconfianza se encuentra con la mía. Sus ojos reflejan temor y cautela, pero también hay un destello de curiosidad. Decido soltar su boca, pero aún mantengo un agarre firme en su brazo para evitar que se escape. –¿Qué quieres de mí? –pregunta con voz inquieta y me deja pensativo. Burcu Confiar es una apuesta peligrosa, ante todo por más desesperación que exista nunca está en mis planes quedar a la deriva, más bien crecí en medio de una guerra dentro de mi propia familia y sabía que esa palabra no tiene cabida en mi vida, porque es aterrorizante sentirme vulnerable y es exponerme a traiciones. Entonces el escepticismo y la duda son parte de mí en cada paso, en cada frase y más que todo la ayuda inesperada siempre la cuestionaré. Además, debo sumarle un agravante acabo de ser traicionada o emboscada por un enemigo sin rostro. Vamos no soy ilusa, existen demasiadas cosas en juego, como el control del imperio, también de las alianzas que conllevaría mi matrimonio, como tal este hombre de mirada cautivante es un misterio peligroso y un riesgo a mi vida, igual lo mejor sería escapar. Un poco difícil, complicado y estúpido, porque, aunque no lo quiera admitir tengo más oportunidades de volver al palacio con su ayuda, en realidad despistaría a los guardias y de cierta manera estaría a salvo, aunque siendo sincera estoy entre la espada y la pared, no cambia que presioné y quiero una respuesta, hasta que el eterno silencio termina cuando aclara su voz. –¡Muchacha! ¡No quiero nada de ti! O quizás sí– dice contemplándome de pies a cabeza con una mirada lujuriosa y suelta una sonrisa traviesa desatando mi furia. –¡Maldito! ¿Cómo osas a atreverte a mirarme de esa forma? –exclamo con mi voz indignada y vuelve a pegarme a él sintiendo su aliento en mi rostro. Mis ojos desafiantes se cruzan con los suyos de una manera extraña que alborota cada parte de mi ser, pero ni siquiera entiendo como me irrita este hombre que apenas conozco, más aprieto mis labios para no dejarme intimidar. –¡Te calmas! O los dos iremos presos por tus gritos. Tienes que confiar en mí así te disguste, ¡¿Entendiste?! –rebate y me deja en jaque.
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