Capítulo 10

1039 Words
Mientras tanto unas horas antes en la Mansión Mein, Yin se encontraba en su habitación peinando su largo y lacio cabello n***o después de haber curado la mayor parte de las heridas de su hermano, mientras lo peinaba no podía evitar pensar en lo ocurrido durante el día; por supuesto no podía negar que en parte fe un día con bastante éxito, pero tampoco podía olvidar lo ocurrido recientemente en la reunión con el emperador. —Si el emperador está buscando tregua ¿porque simplemente no usa sus fuerzas políticas? ¿Porque tiene que jugar de tal manera con el destino de los demás? Justo en ese momento comenzó a sonar el traqueteo de las ventanas por la repentina ráfaga de viento tempestuosa, era muy fría y que por una extraña razón no me molestaba en lo absoluto. Me levante al sentir aquel ruido realmente molesto, camine hasta las ventanas y en vez de cerralas tuve el impulso de abrirlas aún más, las hojas salieron volando y cualquier objeto que fuera demasiado débil cayeron al suelo rodando por doquier. Respire hondo al sentir la helada brisa rosar mi cabello echándolo para atrás; a lo lejos observaba como los arboles iban e un lado a otro formando chocando entre sí, me quede de pie con mi postura recta a simple observar, no hice más nada a medida que recorrían los largos minutos. Levanté mi vista y observe la luna en su punto más alto, en su punto más frio y en su punto más brillante; sabía lo que ocurriría si no me apresuraba, sin opciones tome mi abrigo y salí por la ventana. A mitad de camino asía el bosque sentí como los efectos comenzaban a efectuarse en todo mi cuerpo, trate de seguir caminando pero mis piernas empezaron a debilitarse, cuanto más me mantenía en pie mas fallaban y temblaban, a mi último esfuerzo caí al suelo, me poye sobre mis manos y en ella pude mirar como mi pie se quemaba por fuera. Luego sentí como ellas también empezaron a fallarme, las empuñe tratando de mantenerme y no caer pero en lo último el dolor fue más severo por ende ya no sentía mis brazos, caí aun lado, sentí una electricidad paralizadora correr por mis nervios, aquello asía que me retorciera en el suelo lastimándome aún más por las ramas puntiagudas que habían caído. Trate de levantarme del suelo, estaba consiente por ende sabía que no debía pasar aquí, todavía estaba en la parte más visible del bosque, si alguien me oyera habrían consecuencias y ninguna agradable; como pude tome fuerza de mi qui esencial y me levante, respire hondo y empecé a dar cortos pasos arrastrados, me llevaba por encima de botas tierra húmeda. Después de un largo camino logre llegar a una colina, sentí que me había alejado lo suficiente de la capital, mi intención siempre fue que nadie me viera en este estado; cuando sentí que no podía seguir caminando más me derrumbé y fue cuando aquel dolor que había neutralizado solo un corto periodo de tiempo se desato en mi interior, mi vista empezó hacer cada hacer cada vez más borrosa, mis latidos eran cada vez más fuertes y más rápidos, mientras que pequeñas cicatrices empezaban a aparecer en mis brazos y algunas más en mi cuello y abdomen. Fue entonces cuando sentí como mi sangre empezaba a hervir, toda dentro de mí, sentía como pequeñas agujas eran enterradas en mi piel traspasando aquel límite entre lo exterior y lo interior; sentí como algunas partes de mi cuerpo eran arrancadas y luego aquel espacio imaginario era manipulado, mi frente empezó a humedecerse con pequeñas gotas de mi frio sudor. Mi cuerpo empezó a temblar mientras cada vez me retorcía como si fuera una lombriz. Para algunos esta clase de reacción de reacción la considerarían una maldición de los mismo Dioses, yo, en cambio, la considero un castigo, un castigo que todavía podía soportar, que todavía podía llevar sobre mi hombro. Un castigo que sin opción aprendí a vivir durante cuatro largos años; y la verdad no podía esperar menos, este es mi castigo por llevar tanta sangre sobre mi conciencia y sobre mis manos. Merecía este castigo, por todos esos años donde solo hacía daño y causaba dolor, el dolor que solo la victima una vez arrodillada frente a mí conocía, el dolor que con solo mirarme a la cara con sus ojos cristalizados veían, sí, yo era el mismísimo dolor. Yo era el mismísimo castigo para quienes así lo dictaba el Amo, yo era el dolor… Y ahora me toca a mí, me toca esperar en este cuerpo abandonado en medio del bosque a media noche con la luna brillando en su total esplendor, si… Brillando… Ella brilla cada vez que me encuentro en este estado… Ella siempre está completa cuando yo siento que me faltan pedazos… Ella siempre está llena cuando siento este vacío irremediable en mi corazón. Con cada grito que expreso de dolor miro asía arriba, la miro y la observo, la admiro y la contemplo; con cada dolor recuerdo cual es mi propósito, algo que siempre tuve en mente por ende todavía debo aguantar… Solo… una noche más… Mientras el dolor se agudizaba y se hacía más y más fuerte mis gritos de dolor eran todavía más temibles, mi voz ronca y gruesa en esos momentos para muchos era comparable como a un animal en el peor de los casos. De repente se escucharon pasos, pasos en dirección a donde yo estaba, pasos rápidos y largos, como si se tratara de alguien corriendo. —¡Oigan ya escucharon, es por aquí! —De la nada unos gritos los delataron, ya estaban cerca… arece que… no habría otra manera más de morir. Supongo que así debía ser, y supongo que así será. —Yin… Aguanta un poco más… Por favor… Mientras aun seguía en el suelo tuve el impulso de alejarme de aquellas personas que intentaban acercarse, pero aun así mientras me arrastraba asía debajo de un arbusto mis músculos se encontraban totalmente contraídos, era muy doloroso y a la vez desesperante. Aquellos pasos se enconchaban más y más cerca, sus voces… me indicaban que ya estaban aquí…. Hasta que…
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