Prólogo
¿Si todos en algún momento de nuestras vidas supiéramos como vamos a morir?… o… ¿Cómo será el final de nuestra pequeña historia? ¿O tal vez supiéramos el por qué, o el cómo, o tan solo… “el tal vez”…? ¿Cambiaríamos algo? O mejor dicho ¿tendríamos el tiempo y el valor para hacerlo?
—Lo se… Para estas preguntas todos responderían sin dudarlo ni un segundo, pero… ¿qué tan fácil sería cambiar un destino sellado por el “Rollo Sagrado”? a ciencia cierta no lo sé, realmente quisiera saber la respuesta, tal vez así mi instinto de “Matar” sería tan fácil de parar.
Pero no, no tengo la respuesta, creo que por eso estoy aquí, enfrente de la persona que un día jure amar por toda la eternidad, de la persona que un día sentí consuelo y calor, seguridad y compromiso aunque no tuviera la suerte de así sentirlo con una espada de 120 cm con doble filo sostenida por mi mano derecha mientras pequeñas gotas espesas de sangre caen atreves de su hoja dejando rastro, y no, no es mi sangre.
Este clima, o sí... Este clima tan impactante, siento como tensa mi mandíbula, siento como me llana de poder y euforia, siento como corre por mi rostro mi cuello y como juega con mi largo cabello color perla, como me va llenando por dentro, si, siento todo su poder correr dentro de mí.
Para este tiempo la nieve no paraba de caer, grandes copos de nieves caían uno tras otro llenando aquel espantoso suelo carmesí tapando nuestras botas subiendo hasta mis pantorrillas. Su densidad daba señal a su punto más fuerte; el clímax era un asco y asía vomitar a cualquiera que fuera espectador… pero que diferente era para mí, el olor a sangre que emanaba de los c*****r tirados en pilas y otros al descuido asían que mis fosas nasales se tensaran llenándolas de calor mientras que ya adentro se consumían segando por completo mi mente y mi juicio.
Mi juicio, mi razón, mis valores mi dignidad no me sirvieron y ya no me servirán más, de ahora en adelante solo debo cumplir mi última misión –La Última profecía- Ahora solo tengo esta extraña tensión en mis venas, esta extraña sensación que no explicar pero que en estos momentos me es tan adicta, cada segundo que pasa me hace querer apretar más mi espada mientras siento la adrenalina correr a tal velocidad hasta atacar mis nervios.
A este punto ya no tengo nada que perder, ya no me queda nada por quien luchar, asique solo tengo solo un objetivo –Matar- Matar a la única persona viva en este campo de batalla lleno de angustias y desesperación, de agonías y suplicas. Rodeado de c*******s pertenecientes tanto a civiles como a soldados, tanto a niños como mujeres.
Pero verlo a él herido, me llena de tanta satisfacción, verlo dudar de sus movientes supuestamente entrenados me hace reír, me hace sentir que juego con un niño tan débil e indefenso… Pero ver su sangre caer gota a gota de sus dedos temblando, ver como sus heridas se abren más y más por el falso movimiento continuo, escuchar a metros sus dientes rechinar por el frio, ojos desvanecerse segundo por segundo me hace recordar el por qué estoy aquí, el motivo por cual estoy parada con esta sensación que digo llenarme pero sé que después la odiare, me hace entender en el demonio que soy ahora, me hace recordar en aquellas promesas que rompí, en aquellos seres que desde un principio quise proteger pero que ahora ya no están…
Lose… supongo que nunca sabré la respuesta, pero si de algo me sirve de consuelo… todo esto será por todos aquellos que una vez perdí por mi egoísmo.
—¡Yin! —la voz de un joven medio herido en compañía de su mejor amigo cargándolo de medio brazo para apoyarse.
Yin dio media vuelta y soltó media sonrisa con mucha nostalgia al mirar aquel joven intentar de acercarse a ella, podía oír sus frágiles latidos, su respiración agitada y sus tristes pensamientos.
—Espero que al final del día perdonarme Xiao Ba… Porque si de algo estoy segura es que hoy destruiré mis sueños para cumplir los tuyos…