Una vez que Raquel conseguía “domar” a sus alumnos mejor dotados solía compartirlos con una de sus tres sobrinas para que pudieran satisfacer a la elegida en todas sus necesidades sexuales. A mí me adjudicó a Nerea a la que su tía la habló de mis portentosos atributos sexuales y casi la obligó a que me propusiera salir para que pudiera seducirme con intención de que, al igual que ella, llegara a sacar provecho de mi excepcional “rabo”. La joven, delgada y de estatura normal, disponía de un poblado cabello moreno y era una autentica preciosidad aunque resultó ser bastante creída y al tener casi tres años más que yo, no se cansaba de decirme que todavía era un crío. Padecía una deficiencia de nacimiento en su cadera derecha que la hacía cojear ligeramente lo que no me importaba ya que sólo m