Cuando la puerta se abrió, Radek se arrepintió al instante de haber actuado de esta manera, y no porque su plan hubiera fallado, sino porque funcionó a la perfección. Su tía Verania lo miró desde la cama, con los ojos desencajados. La pelirroja era más voluptuosa de lo que Radek había imaginado. Esas tetas enormes y redondas de pezones bien definidos lo miraban desafiante. Los muslos gruesos se abrían de par en par, permitiéndole ver una concha de labios carnosos cubierta por pequeños pelitos rojos. Los dedos de Verania estaban justo ahí, dedicando toda su energía a estimular el clítoris. —¡Ay, Radek! ¿Pero qué hacés? Él nunca fue cobarde. Siempre le hizo frente al miedo y a los peligros porque desde que falleció su padre siente que es el responsable del bienestar de su familia. Sin emb