Capítulo 8

2365 Words
Tanto la abogada como mi tía tomaron asiento, me dejaron sentada en medio de ellas dos. Los dos oficiales de policía no dijeron nada mientras mi abogada se preparaba, las dos estaban listas para luchar por mi inocencia. En ese momento me pidieron que no dijera ni una palabra, y le recordaron al policía que yo aún era menor de edad. El problema es que en unos días la regla ya no aplicaría a mí, mi cumpleaños estaba más cerca de lo que hubiera deseado, y en lugar de ser mi libertad podría significar la perdida de ella. —Mi sobrina es inocente, es una chica buena y estudiosa, hace poco presentó sus exámenes y está aplicando a universidades —les dijo mi tía. —Hemos revisado el caso, ciertamente la joven ha presentado un buen comportamiento en los últimos meses, pero eso no borra su historial criminal —le dijo el policía y puso frente a ella una carpeta con toda mi información. —¿Historial criminal? —me preguntó Mags, y la abogada se apresuró a revisar el contenido de la carpeta, mientras Mags esperaba que yo le dijera toda la verdad en ese momento. Pero, me sentí tan avergonzada por mi pasado y las cosas que le había prometido sobre mi futuro, que no pude decirle nada en ese momento. En su lugar, después de una rápida hojeada, la abogada deslizó la carpeta abierta frente a nosotras, justo allí se encontraba mi foto de la correccional juvenil. Al ver que yo no explicaba nada, y Mags lucia demasiado sorprendida por la información, el policía le explicó la situación. —Rosalina ha cometido una serie de delitos bastante graves, desde robo de autos a un asalto bastante grave que casi termina con la vida de alguien. Mags me observó sorprendida y se apresuró a revisar el contenido frente a ella, había reportes y fotos, ni siquiera yo me pude reconocer porque parecía una vida diferente a la que tenía en ese momento. Incluso había fotos del chico al que había golpeado, un imbécil que había hecho algo imperdonable y aún ahora no ha pagado por ello. Eso solamente hizo que se fortaleciera mi pensamiento sobre las injusticias de la vida, que los ricos nunca sufren por sus actos y los pobres son culpados. —Él se lo merecía —le dije al policía —, no lo golpeé sin ninguna razón... —Rossy, quédate en silencio —me pidió la abogada, una vieja amiga de Mags. —Nadie se merece esto, Rossy —me dijo Mags mientras miraba las fotos. —Tampoco lo que él hizo, nadie se merecía eso tampoco —le dije —. Pero, nadie pudo darle su merecido, él nunca va a pagar por sus crímenes. —¿Y qué crímen cometió Owen? —me preguntó el policía. —Nunca le haría daño a Owen —dije molesta. —¿Y si se enteró de algo que no debía? —No... La abogada puso su mano en mi brazo y me dió un apretón, era momento de que empezará a seguir su consejo. Así que cerré mi boca de nuevo y contemplé las posibilidades de lo que se me podría acusar, ciertamente Owen sabía demasiado y eso me ponía en desventaja. Hubo tantas veces en que me vio hacer cosas extrañas, tantas cosas que pudo haber sospechado de mí, cómo el día que fui a Stanford. Ese fue el día que mi tía tanto había esperado, finalmente haría mi visita a Stanford, y ella misma me había inscrito en un tour guiado para posibles futuros estudiantes. Ella temía que yo olvidara registrarme, sin saber que nunca había planeado hacerlo en primer lugar. Así que esa mañana me empacó una caja de almuerzo, un sanduche de atún y algunas frutas. No dijo nada cuando me vio con el bolso n***o que siempre cargaba en la espalda, no sabía que sería la última vez que lo vería. —No empaques tanto o vas a terminar cansada —me dijo cuando me marchaba. —Puse un abrigo dentro, por eso se ve tan lleno —le expliqué. —Bueno —aceptó creerme —, ¿segura que puedes conducir hasta allá? —Sí, he conducido largas distancias antes —mentí cómo siempre y ella me creyó —, estaré bien. La verdad era que sí había conocido antes pero no una distancia tan larga, de modo que el viaje fue más estresante de lo que esperaba. Fue una locura ver tantos carriles y tantas señalizaciones, el mapa tampoco me ayudaba, ya que me confundía mucho más. Al final lo mejor que podía hacer fue leer todas las señales verdes que indicaban hacia dónde podría ir si tomaba cierto carril, igualmente me había aprendido los números de las carreteras que debía tomar para no perderme. Fue así como llegué a tiempo para ver el museo de artes, aunque le había dicho a mi tía que primero llegaría para ver al consejero con el que tenía cita. Y no era totalmente mentira porque estaba allí para encontrarme con alguien, iba a ver a la persona que me había dejado aquel mensaje en la contestadora. El lugar era bastante bonito a mi parecer y muy pronto me perdí en todas las obras de arte, había objetos de gran valor cultural que destacaban. Así que caminé alrededor con tranquilidad y me sentí como una persona diferente, me sentí cómoda con el vestido que había elegido, me hacía parecer una chica misteriosa. Mi parada final fueron las esculturas de Rodin, incluso me detuve por varios minutos para contemplar al hombre pensante. Entonces, fui al baño antes de salir al jardín para ver el resto de esculturas, allí me arreglé un poco y luego salí completamente libre con mi cartera en mis bolsillos. Caminé sin sentir el peso en mi espalda y me dirigí hacia el jardín, había algo en especial que quería ver en ese lugar, la puerta al infierno. —Disculpe, señorita —escuché a alguien y me di la vuelta, entonces encontré a un hombre adulto que traía mi maleta —, ha olvidado esto en la zona de baños. —Gracias —le dije con poco entusiasmo. —No debería dejar sus pertenencias por ahí —me aconsejó. Cuando la tomé en mis brazos se sintió bastante ligera y sonreí en agradecimiento, era un hombre bastante amable. Calculaba que tenía alrededor de cuarenta años, y por el olor a tabaco concluí que fumaba bastante. La barba lo hacía lucir más maduro, pero su vestimenta lo hacía ver despreocupado. Tenía unas bermudas verdes y una camiseta con la imagen de un trébol, y su cabello oscuro rizado le restaba años a su rostro. —Wow, la puerta es bien tenebrosa —comentó sorprendido al ver lo que había estado observando, y me acompañó a verla de cerca —, tenía un amigo que era fan de la divina comedia. —Es un libro aterrador —le dije. —Por eso le gustaba, el sabía que era el lugar dónde iba a terminar, el infierno —explicó y lo ví sacar un cigarro para fumar allí —. Mi amigo me está esperando en el cuarto círculo, si no está en el octavo—comentó riendo —, o tal vez lo hayan perdonado y está en el limbo. —Prefiero que esté en el limbo —le dije con tristeza, y él me miró con compasión. —No te preocupes, esté dónde esté él podrá sobrevivir, siempre fue bueno en eso y en encontrar dinero —murmuró —. ¿Está todo bien contigo? Lo miré sin saber que decir, la mirada en sus ojos me hizo saber que lo preguntaba en serio, pero no estaba segura qué tanto podría compartir. —Creo que alguien me está siguiendo —le dije, y él hombre se puso alerta como si hubiera nombrado la policía —, un chico jóven... De mi bolsillo saqué una foto y se la mostré con cuidado para disimular nuestra interacción, era esa en la que mi madre me sostenía de bébé rodeada de amigos y un niño. El hombre dió un largo vistazo, se veía pensativo y la expresión le cambió un poco, dejando la amabilidad atrás para dar paso a la ira. —Hay personas que merecen estar en el noveno círculo, espero los hijos no repitan su historia —pensó en voz alta, y entonces regreso a su rol de desconocido amable —. Debes tener cuidado, a veces los lobos se disfrazan de ovejas. Igual, voy a estar pendiente de la situación, camina con ojos en la espalda. —¿Rossy? —, alguien me llamó dubitativo, y el extraño se alejó lentamente y de forma casual. —No olvide cuidar sus pertenencias —añadió y se alejó, mientras Owen caminaba hacia a mí. Miré por sobre mi hombro la segunda vez que me llamó, y lo ví con la mirada confusa. No estaba segura qué estaba pasando por su mente, pero siguió al extraño con la mirada hasta que desapareció en el final del estacionamiento frente al museo. Cuando él llegó a dónde me encontraba me miró con atención, luego sonrió con la intención de hacer miles de preguntas, pero en sus ojos ví que cambió de opinión. —¿Vienes para el tour guiado? Está a punto de empezar —me dijo, y revisó su reloj inteligente, apostaba que contaba sus pasos diarios con eso —. ¿Quién era ese sujeto? —finalmente preguntó. —No lo sé, encontró mi bolso en los baños, lo olvidé... —¿En los baños? —Me dió asco llevarlo dentro del baño, así que lo dejé afuera y cuando salí se me olvidó —le expliqué. —¿Cómo sabía que era tuyo? —preguntó. —No lo sé, me habrá visto cuando entré —expliqué sin mucho interés, y devolví la mirada a la puerta. —Rossy —dijo mi nombre de nuevo. —¿Crees que al morir también encontraremos una puerta? —¿Una puerta? —preguntó confundido, y entonces se enfocó en lo que yo estaba mirando —. No recuerdo el nombre del libro —comentó de repente —, tuve que leerlo para una clase, y fue bastante confuso. Además, también me dió pesadillas, creo que... No creo que haya una puerta. —Yo tampoco —estuve de acuerdo, y entonces me di la vuelta para ir al bote de basura, allí arrojé el bolso n***o que siempre cargaba conmigo. —¿Qué...? —La use tanto que se rompió, y ahora no puedo dejar de pensar que la dejé sobre el suelo cerca de los baños, ya no la necesito más. —¿Y su contenido? —me preguntó con curiosidad, ni siquiera la había revisado. —Está vacía —dije de forma rotunda y continué mi camino —. ¿También viniste al tour? —Sí, mi madre estaba muy emocionada —, le tomó tiempo responder, seguramente estaba pensando en otras cosas. —Rossy —dijo mi nombre otra vez y detuve mi caminata para verlo. —Owen —dije su nombre también. —Mags me dijo que venías hoy, y me pidió que me inscribiera para hacerte compañía —confesó, y lo miré sorprendida —. No sé porque estoy diciendo esto, se supone que no debía decirlo, pero quiero asegurarte que no te estoy siguiendo. —Owen, hablas demasiado —dije molesta, me estaba desquitando con él cuando en realidad quería pelear con Mags, necesitaba decirle que dejara de interferir en mi vida. Aunque nunca iba a decirle tal cosa, no quería hacerla enojar porque ahora mismo era la única persona que estaba dispuesta a darme un lugar para vivir gratis. Así que continué mi camino casi pisoteando el suelo en cada paso, apretando mis puños mientras tenía una discusión con Mags en mi mente, una situación que nunca ocurriría en la vida real. Owen me siguió todo el camino sin decir una sola palabra, simplemente no dejó mi lado en todo el tour, hasta que en cierto momento le dirigí la palabra de nuevo y hablamos como si nada. Ese día fuimos dos adolescentes que se preparaban para entrar en la etapa de la adultez, contemplamos lo que podría ser nuestra vida universitaria y soñamos con un futuro lleno de oportunidades. —¿Alguna vez has ido al acuario? Me preguntó cuando el tour terminó y le acompañaba a mi auto, sabía muy bien que me estaba invitando a una cita. Su pregunta y la intención que había en ella me tomó por sorpresa, mis pies se enredaron y tropecé de la forma más torpe y absurda posible, entonces caí sobre el asfalto y el chico intentó auxiliarme de inmediato. Cuando él me preguntó si estaba bien no pude evitar reírme, me puse a pensar en todas esas películas donde las mujeres tropiezan y los hombres las atrapan en el aire, se creaba toda una tensión entre la pareja y luego hasta se besaban, pero las películas mienten, si te caes simplemente sientes una gran tensión en los músculos de tu trasero. —¿De qué te ríes? —me preguntó Owen riendo también, mi risa se le había contagiado. —Nada importante, solamente mi torpeza —expliqué, y él me ayudó a levantarme del suelo. Al final me quité las sandalias de tacón que estaba usando, no estaba acostumbrada a ellas y no me servían de mucho, simplemente las usé porque se veían bien con mi vestido. —Hoy no, Owen —respondí finalmente a su invitación —, pero si me lo preguntas otro día diré que sí. Él me miró sorprendido por mi respuesta y luego sonrió con gran felicidad, se mostró feliz en todo el camino hasta mi auto. Ese día algo cambió dentro de mi cuando vi la forma en que me miró, su sonrisa se quedó grabada en mi mente, y le sentí importante al pensar que alguien deseaba tanto mi compañía. Así que sonreí cuando estuve sola en el auto, y me dejé sentir las mariposas en mi estómago.
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