Capítulo 12

1723 Words
Él sabía que mientras estuviéramos juntos yo no me atrevería a bajar en mi estación de autobuses usual, así que me aconsejó ir a Soquel, otra pequeña ciudad que quedaba de camino. Cómo no era un lugar que solía visitar, me sentí bastante perdida sin conocer el área. Lo único que sabía es que estábamos en el centro de la ciudad, una calle bastante bonita y con algunos restaurantes. Él me hizo caminar un poco hasta que llegamos a un restaurante mexicano, y luego abrió la puerta para mí. —Voy a invitarte a comer —me dijo —, entonces tendremos una conversación honesta. —Ya te dije que no tengo lo que buscas —le recordé. —Te creería si no supiera que estás llena de mentiras —me dijo. —Mentiras para sobrevivir, simplemente quiero vivir aquí con tranquilidad, sin visitas de la policía, miradas acusatorias o preguntas incómodas. ¿No deberías poder entender mi situación? —le pregunté con frustración. —Vamos a comer —dijo con calma, y volvió a indicarme que ingresara al restaurante. Me senté frente a él en silencio, no estaba segura sobre cómo procedería la información, y temía que él chico fuera volátil o violento. Así que esperamos a que nos sirvieran para no ser interrumpidos, y al tomar la carta elegí lo más barato porque no sabía quién iba a pagar. —Sé que te sientes incómoda al estar aquí conmigo, y lo entiendo —mencionó mientras decidía qué comería, y luego le dijimos al mesero sobre nuestra elección. —¿Desde hace cuánto me has estado siguiendo? —le pregunté. —Desde hace mucho, aunque cuando estabas con tu madre era más difícil seguir el rastro —confesó —. ¿Sabe tu tía que su hermana está en problemas? Me quedé callada y lo miré fijamente, no quería hablar de ese tema. Además, también sonaba como si fuera una amenaza, probablemente quería chantajearme. —Eso creí, aunque lo sabrá tarde o temprano, puedes mantener la caja de Pandora cerrada tanto como quieras, pero siempre habrá un momento en que los secretos te exploten en la cara, y luego volarán alrededor, y lo siguiente que ocurrirá es que todos sabrán que uno de tus padres está en la cárcel. Sabía que lo decía por experiencia. —Una vez que todos lo saben quedas marcado para siempre, todos esperan que termines igual que tus progenitores —dijo de forma amarga. El mesero puso un plato lleno de nachos, y salsas para acompañarlo. Él agradeció y empezó a comer, sus ojos estaban fijos en la comida. Así que contemplé su rostro hasta llamar su atención, por primera vez vi el piercing en su nariz, y los rastros de una cicatriz cerca de su cuello. No quería sentir pena por él, porque aún lo consideraba peligroso. —Mientras más pasan los años, no dejo de sorprenderme de cuántas personas saben más sobre nuestros padres que nosotros mismos. Hay tantas teorías, que a veces hasta yo lo creo y me debato sobre cuál es la verdad, ¿hay una verdad? —No tengo el dinero —dije. —Tengamos una conversación honesta, nuestras vidas fueron marcadas por los actos de nuestros padres, somos más similares de lo que piensas. También somos sobreprotectores con nuestras madres, e intentamos mantener una vida tranquila. Pero, lo que nos diferencia es que mi padre es considerado un traidor. —¿No lo consideras un traidor? —le pregunté. —Hay mucho que no sabemos, he descubierto cosas que me han hecho cuestionar todo —explicó —. Piénsalo bien, mi padre era el mejor amigo de tu padre, el nunca lo hubiera traicionado, porque eran como hermanos. —Prefiero no hablar de eso —le dije. —¿Y con quién más puedo hablar de esto? Nadie quiere nombrar el elefante en la habitación. Me quedé en silencio con sentimientos encontrados, era una historia de la cuál no quería hablar. Mi madre había dicho cosas al respecto, y las noticias también hicieron su trabajo. —¿No sabes qué día es hoy? —me preguntó, y con un movimiento de cabeza me señaló la televisión. Se trataba de un reportaje sobre el aniversario de uno de los grandes robos de la historia, Laurie se había visto un documental hace poco y me había relatado lo que pensaba al respecto, y yo lo había escuchado como si fuera una historia que no le afectara. —...El robo realizado por el grupo criminal que se hacía llamar los cardinales, entró por esta puerta un día como hoy a las doce de la tarde... Mis ojos se quedaron fijos en las noticias mientras mostraban imágenes del banco, también aparecieron personas que habían estado presente ese día. Mi madre prefería apagar la televisión para que no viera nada relacionado a ese día, tampoco deseaba que escuchará la forma en que los ladrones eran descritos. Ella quería contarme otras historias, quería que la imagen del hombre que ella amó no fuera manchada. —Norte, sur, este, oeste... y centro, siempre olvidan el centro —dijo el chico con burla, miraba a la reportera como si fuera ignorante —. Eran como hermanos, pero también eran desconocidos, chicos que tenían mucho en común. —... Salieron con grandes bolsas llenas de dinero, y huyeron de la escena sin dejar rastro. El mesero trajo la comida, mientras él miraba la televisión con gran interés. —La policía nunca pudo encontrar el paradero de los diez mil millones de dólares, y otros objetos de valor que desaparecieron de la bóveda del banco. Aunque un m*****o de la banda fue capturado, y otro fue asesinado, el cuál se presume era el líder del grupo criminal, nunca volvieron a escuchar sobre los otros miembros y el dinero. —Probablemente estén viviendo mejores vidas en alguna isla del Caribe —comentó el mesero. —Brindo por ello —dijo el chico frente a mí —, deben estar disfrutando del dinero, o ya se lo habrán gastado todo —se burló, y luego procedió a comer cuando el mesero se fue. —La identidad de los otros integrantes de la banda nunca fue descubierta... —Esas pudieron haber sido nuestras vidas, nosotros viviendo en una isla paradisíaca, disfrutando de todo tipo de lujos. Pudimos haber crecido juntos, ser mejores amigos... Me metí un taco a la boca y lo mastiqué rápidamente, no quería hablar con él en lo absoluto. —El líder de la banda se fue con el dinero porque iba a repartirlo de una forma poco sospechosa, y dos días después fue asesinado por la policía —añadió el final de la historia —. ¿Y el dinero? —Desapareció —respondí. —¿Qué había en la maleta que llevaste contigo a Stanford? —preguntó de repente, y me metí otro taco a la boca para no responder —. ¿Por qué te encontraste con el Oeste? Dejé de comer y bebí un poco de agua antes de que me atragantara, creí que él no me había seguido ese día. Pero, todo este tiempo no había hecho más que subestimarlo, y aún no estaba segura sobre cuál era su verdadera naturaleza. —No se de qué estás hablando —le dije con tranquilidad. —¿Dónde está el dinero? Lo necesito... —No lo sé. —Estoy metido en problemas, y necesito el dinero que me pertenece —explicó —, y si no me lo das pronto ellos van a venir por mí y van a descubrir lo que estoy buscando, entonces tomarán todo el dinero. —Ese no es mi problema —dije enojada. —Lo es, porque no soy el único que busca ese dinero, sé que lo tienes porque nada más tiene sentido —explicó. —No pienso continuar esta conversación —le dije, y me apresuré a salir fuera del restaurante. Él me siguió y dejó unos billetes sobre la mesa, mientras también anunciaba que pensaba regresar. Cuando salí, caminé rápido por la calle, quería ir a la estación de bus. —Alin, no me des la espalda —, me llamó como muchos solían hacerlo, porque siempre pensé que Rossy era un nombre muy común. —Déjame en paz —le dije. —Crees que podrás huir y tener una vida aquí, pero no es así, siempre estaremos a la sombra de nuestros padres. No quiero hacerte daño, simplemente pido tu cooperación. —No puedo ayudarte. Él me tomó del brazo y me empujó contra una pared de forma amenazante, sus rostro mostraba una expresión de molestia y gran frustración. —Voy a obtener ese dinero. —Puedes conseguir un trabajo —le dije molesta —, puedes llevar una vida decente y esperar pacientemente a que la vida te sonría. Yo no soy responsable de arreglar tus problemas, lo único que quiero es hacer mi vida, Alex —dije con voz controlada, pero sentía que estaba a punto de gritarle. —Sé que tienes el dinero —me dijo, mientras me apretaba el brazo con más fuerza para evitar que me escapara. —Ey, quítale las manos de encima —, Owen apareció de la nada y lo empujó lejos de mi, al poco tiempo también llegaron los gemelos listos para defenderme. No estaba segura de dónde habían salido, y no tuve tiempo para decidir si estaba bien sentirme aliviada por su presencia o inquieta sobre lo que podrían escuchar. —Ya escuchaste, aléjate —le dijo uno de los gemelos con advertencia. —Conseguiste guardaespaldas —se burló Alex —, dime, ¿él te dijo mi nombre cuando lo viste en Stanford o fue después? —preguntó, e ignoró a los chicos —. No sabes nada Alin, no tienes ni idea. Empecé a caminar de nuevo para alejarme de él, con la esperanza de que pudieran evitar que me siguiera. —Ese dinero está maldito, ¡¿no lo entiendes?! Me volví a verlo para decirle que se callara, y al verlo sonreír supe que él lo hizo para que lo mirara. Él no iba a desaparecer tan fácilmente, al menos no antes de arruinar mi vida allí, y cuando se dió cuenta que yo había entendido el mensaje, se fue y probablemente regresó al restaurante.
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