“El pasado puede doler, pero nunca podrás huir de él”.
Antes de abrir la puerta del departamento ya escuchaba los gritos de fiesta de Darla junto a mis hijos, además del rico olor de una pizza.
Era de esperarse que Darla iba a montarles una fiesta y complacerlos en todos, es esa madrina, tía, fiestera que buscaran mis hijos para cubrir sus travesuras cuando crezcan.
— Buenas noches. —Mencione al llegar y mis hijos corrieron a darme un abrazo.
Amaba estar en sus brazos. Mi día empezaba y terminaba con ellos, mi lugar feliz en el mundo.
— ¡Mami! ¡Mami! - Mis niños vienen corriendo hacia mí.
— ¡Mis amores! ¿Cómo se portaron hoy?
— Muy bien, mami —responde Mía —. Te hicimos galletas para celebrar que ganaste.
— Gracias, mi muñeca. Seguro quedaron divinas.
— Mami. Pateaste sus traseros y quedaron llorando — me sorprendo de su vocabulario y se da cuenta, que enseguida se excusa con Darla —. Eso dijo la tía.
— Ay, niño soplón. Habíamos acordado que no repetirías lo que había dicho —. Pellizca sus mejillas.
— No sabía que eso también incluía a mamá. ¡Bien! Ahora déjeme felicitar a su madre, pequeños traviesos — se abre camino para llegar a mí —. Sabía que lo lograrías. Ven acá.
— Me abraza tan fuerte como puede y me da un par de besos.
— Estoy orgullosa de ti.
— Y yo de ti. Lo hicimos bien.
Chocamos nuestras manos y empezamos a saltar como adolescentes y mis hijos se unieron al festejo
— ¡Sí, sí! ¡Tenemos a la mejor mamá del mundo! —gritó Ed.
— ¡Ey!, no te olvides de mí— lo regaño Darla.
— ¡Y a la mejor tía del mundo! —termino de decir Mía.
Después de un buen rato saltando, mis hijos me contaron lo que hicieron con su nana, luego la jornada de vestuario de Mía con Darla mientras mi campeón veía un maratón de animales salvajes en extinción.
Me acerqué a la cocina para servir las bebidas y me percato de Darla detrás de mí.
— De todas las cosas que pudiste traerle de cena, decidiste pizza.
— En mi defensa, tengo hambre y, aunque cocines de maravilla, no creo poder esperar y estamos de celebración, así que se nos permite y esos dos terremotos estuvieron de acuerdo. Y dos son más que uno.
— Si por esos dos dependieran, vivirían comiendo galletas y pizza a cada instante.
— Eso sí, lo sacaron al padre, porque tú odias lo dulce y la grasa. —Me ve lamentando haber nombrado al procreador de ese par. —Brindemos, por tu ascenso.
— ¿Cómo sabes que me ascendieron?
— Serían unos dementes y no creo que sea una de las mejores firmas con dos estúpidos a la cabeza. — Reímos y juntamos nuestras copas.
— Por mi nueva sociedad con la firma Hemilk, Omally y asociados.
— ¡Aaaa! ¡Salud! —. Tomo un sorbo y me quito los tacones.
— Estoy feliz, por un momento pensé que no lo lograría y que iban a cambiar de opinión.
— Tu siempre tan pesimista.
— No es pesimismo. Fue porque a última hora me enteré de que estaban haciendo negocios con un nuevo socio y, cuando me mandaron a llamar, pensé que se habían arrepentido.
— Valeria, has llegado muy lejos en tan poco tiempo, te has esforzado y eres la mejor en tu área. Muchos abogados, les cuesta el doble lograr la mitad de lo que tú has hecho a tu edad; unos ni lo logran. Y todo, con dos hijos incluidos.
— Me he dedicado a ser la mejor para ellos, para que tengan todo lo que se merecen. —Veo la cara de mis bebes mientras pelean entre sí y me llenan de tanta felicidad.
— Eres una excelente madre, siempre lo has sido desde que te enteraste de que los llevabas adentro de ti.
— Y pensar que…
— No vayas por ahí. Eso es pasado y ahora mírate. Una excelente abogada, con una reputación intachable y socia de una de las mejores firmas de este país.
— Tú no te quedas detrás. Lograste ganarte el mejor contrato de la empresa en un mes y con esos pesados japoneses.
— Sí. Con sus ideas machistas, pero se dieron cuenta de que soy la mejor.
Cenamos en familia para luego hacer un juego de rompecabezas y adivinanza con mis niños hasta que cayeron dormidos y nosotras agotadas.
— Se les apagó el suiche —menciona Darla riendo. —No sé de dónde sacan tanta energía, no se cansan.
— Son niños, si no tuvieran esa energía me preocuparía, pero se potencia con dulces.
— No le doy dulce todos los días.
Nos sentamos en el sofá con otra copa. Extrañaba esto, un momento de relajación y diversión.
— Bien, ¿qué se siente ser socia de una firma tan importante?
— De la misma manera que se siente cerrar un contrato millonario —subo mi copa y brindamos. —Aún no me lo creo.
— Créetelo. Somos dos genios exitosos en este mundo, no necesitamos de hombres para lograr lo que queremos.
— Somos autosuficiente y podemos lograr lo que queremos —enfatice.
— Bueno, ya que los tripones están dormidos. Cuéntame sobre este nuevo socio de la firma, ¿lo conoces? ¿Es guapo? ¿Es bueno o va a dar molestias?
— No lo sé. Ni siquiera se me ocurrió preguntar cómo se llama. Es que estaba tan molesta pensando que me habían cambiado por él, que me peleé con mis jefes.
— Ahora son tus socios, no jefes ¿Y cómo se te ocurre pelear con ellos cuando están por ascenderte?
— Pensé que no lo iban a hacer, luego me explicaron. Lo que sí sé, es que viene de la firma de los egocentristas y debe ser igual de pesados que ellos, pero, según mis jefes, es reconocido. Dice que quiere apartarse de la fama de su nombre y hacerse camino solo.
— Tal vez sea verdad, o tuvo problemas con su familia. Los riquillos no siempre tienen una familia feliz, te recuerdo el padre de tus hijos. —Pongo mis ojos en blancos. ¿Por qué tiene que recordarme eso? —No me mires así.
— Ya lo conoceré mañana, me toca ser su anfitriona y explicarle el manejo del bufete.
— Si es guapo como dicen capaz, logras por fin que se meta entre tus piernas y tengas un buen sexo.
— No me gusta mezclar negocios y placer. Es muy mala idea, todo se enreda, mira, lo que te pasó a ti. Además, si quiero sexo, lo puedo buscar en otro lado. —Me mira sin creerme o tal vez se queja por recordarle lo que sucedió con su exnovio.
Un cretino con el que trabajaba, guapo como envidiable, pero engreído, que no soportó que su novia tuviera más talento para los negocios y le robó un proyecto; cuando terminaron su trabajo, se volvió un infierno.
— Claro, como no. La última vez que tuviste algo cerca de tus piernas fue en tu cita médica hace un mes para citología; del resto nadie ha visto tus partes.
— Que no sea tan activa como tú no quiere decir que no me divierta.
— Un pene de juguete no cuenta. Se necesita calor humano, contacto físico, unos buenos músculos que te sostengan y un buen movimiento de cadera para hacerte gritar. Y no soy tan activa como crees, pero, a diferencia de ti, no tengo una sequía.
— Gracias por recordármelo. Ahora que tengo más tiempo para mí, puede que busque alguien que mantenga mi libido en sana normalidad como dice tú. —No es algo que me crea ni yo misma.
— ¡AAA! Eso es lo que quería escuchar, pero no me hagas trampa, debes dejar que te impresionen y no poner tu actitud de mujer autosuficiente, orgullosa y malhumorada. Solo es alguien con quien te diviertas, caliente las sábanas y te haga vivir más allá del trabajo, no necesariamente debe haber boda.
— Me casé una vez y no pienso volver a pasar por ese infierno, qué va.
Solo recordarlo me llenó de rabia, decepción y tristeza por lo que pudo ser y no fue.
— No deberías ser tan cerrada en ese tema, eran jóvenes y los padres de ese tonto guapo, dominaron más esa relación que ustedes.
— ¿De verdad acabas de decir eso?, Darla, una relación es de dos y cuando nos casamos, podría jurar que se convirtió en una. Yo.
— Fuiste muy dura —. La miro sin creer lo que dice —. No, conmigo no vas a usar el discurso de dolor, abandono, ve que los conocí a los dos. Sé que no fue el matrimonio perfecto y que las cosas cambiaron después que se casaron, pero debes ser justa, tú pediste el divorcio y no lo hablaste con él…
— ¿Había algo que hablar?, ¿Te recuerdo que me dijo la última vez que hablamos? Porque recuerdo cada palabra y haberte dicho.
— Sí. Sí. Y quise matarlo por eso, fueron palabras fuertes e hirientes, pero conociendo a su familia y amigos probablemente lo drogaron o le provocaron una contusión cerebral, porque no puedes negar que ese hombre te adoraba.
— La adoración se le acabó cuando nos casamos.
— Valeria, independientemente de lo que sucedió entre ustedes como pareja, sabes que no fue la mejor manera de terminar las cosas. Le firmaste el divorcio, se lo mandaste con sus padres y le mentiste sobre tu embarazo.
— ¿Recuerdas lo que me hicieron? Terminé en el médico a punto de perder a mis hijos, ¿y dónde estaba él? Con su novia de la infancia, quien luego convirtió en su amante y con la que supuestamente debió casarse y ser feliz. Ni siquiera se presentó en el hospital después de las cosas que dijo: ¿qué debía hacer?, ¿seguir viviendo en ese infierno de casa? Pues no, tomé una decisión y no vi en ningún momento que él quisiera que la cambiara, porque ni esperó una hora para subirse a un avión y seguir su vida muy lejos de mí y mis hijos.
— Ni siquiera sabe que esos tripones existen.
— ¡Darla!
— Bien. No sé cómo justificar lo de la desgraciada que roba novios y que se haya ido, pero el día de mañana, cuando los niños pregunten por su padre, porque lo van a hacer ¿Qué le vas a decir? Están creciendo muy rápido y van a empezar las preguntas.
— Ya empezaron — tomó aire —, no sé cómo empezar a abordarles el tema. Sé que necesitan a su padre y que les hará falta, pero ¿qué se supone que debo hacer, Darla? He de decirle que su padre no los quería. Éramos un estorbo para sus planes. Dios, hasta llegó a pensar que ni de él eran. No puedo decirles que su familia paterna no los quiso. Tome una decisión por su bien y el mío, incluso para su padre, y no le va mal.
— Veo que no soy la única que ve las noticias y la fama que tiene. ¿Y si algún día te lo encuentras? Es más, no entiendo cómo trabajando en la misma ciudad, no te lo has tropezado en los juzgados.
— El mundo es grande y Dios es justo.
— ¿Si te ve con los niños? No es bruto para no sacar cuentas, se va a dar cuenta de que le mentiste. Y cuando eso suceda, prepárate, porque ese hombre enfurecido no es nada amable.
— Yo no me quedo atrás y eso no va a suceder. ¿Por qué hablamos de esto? Lo estábamos pasando bien y tenías que recordarme a ese ser.
— No necesito hablarte de él para que lo recuerdes. En la otra habitación hay dos niños que deben recordártelo diariamente —lo hacían —. Mía, es igual de lengua suelta y modesta como él, sin contar que tiene sus ojos y su color de cabello, mientras que Edwin tiene esa sonrisa matadora, su carácter posesivo y celoso, contigo y odioso cuando quiere.
— Ese par son encantadores, como su padre.
— ¿Por qué esa cara de boba?
— Solo pensaba en lo mucho que se parecen.
— ¡Ay, mi Dios! — la miro asustada después de ese grito —. Velería, aún lo amas, sigues enamorada de ese cretino. Eso explica por qué no dejas que ningún hombre se acerque a tu amiga íntima. Debí imaginarlo.
— ¡¿Estás loca?! Baja la voz, vas a despegar a los niños y hay hombres que se han acercado a mi amiga.
— Aja. Mencióname a uno. —En este momento no recuerdo a ninguno.
— ¿Cómo es que llegaste a esa conclusión?
— Te conozco e hiciste esos ojos y la expresión de boba en el rostro. Los mismos que pusiste la primera vez que te lo pregunté.
— No lo amo, dejé de hacerlo hace mucho, pero no significa que no recuerde los buenos momentos y …
— ¿El sexo? — sí, el buen sexo—. Recuerdo que dijiste que era, ¿cómo dijiste? Un Dios, con movimientos increíbles, capaz de hacer ver las estrellas y dejarte extasiada y enviciada para rogar por más.
— ¿Recuerdas eso?
— Claro. Así como tu cara de boba cuando me contaste que perdiste tu virginidad con él y lo adolorida que estabas porque no te dejó tranquila toda la noche y parte de la mañana, y, aun así, querías más.
— No debí contarte nada. Increíble que aún lo recuerdes.
— Aún no te perdono que el único detalle que me dieras es que lo que cubría la ropa era un monumento de exquisitez, exigencia, lujuria y bien dotado… Dejarme ver si recuerdo bien la frase utilizada. Innovador. — me reí recordando esos momentos. Hasta sentí cómo se me enrojecían las mejillas.
— No se puede negar que el muy condenado sabía muy bien cómo utilizar sus herramientas, algo que mantuvo después de la boda hasta que se arto.
— Los hombres son un mal necesario para mantener nuestra capacidad mental.
— Eso es lo más estúpido que he escuchado en la vida y tengo dos hijos que dicen muchas tonterías en un día.
— Soy sincera. ¿Te has preguntado si se volvió a casar o está con otra?
— Conociéndolo, las mujeres es lo que les debe sobrar, pero si está o no casado, comprometido o viudo, es su problema. No me afecta.
— Aja. — dice sin creerme.
— Dejemos de hablar del difunto. Él está bien lejos y nuestros caminos no se volverán a cruzar.
— ¿Confías en eso?
— Confío en que celebremos nuestros ascensos y dejemos de hablar del pasado.
Seguimos tomando hasta altas horas de la noche, hablando de su negocio, su nuevo compañero de trabajo, el cual no conoce, y de los nuevos proyectos de mi trabajo y el futuro brillante que nos espera. Aunque de vez en cuando me preguntaba si ese cretino pensaba en mí y qué pasaría si el destino nos volvía a juntar.
No, eso no podía ocurrir, por mi bien y el de mis hijos.