De nuevo en sus brazos

VALERÍA En mis veintiséis años de vida lo único que quise fue ser una gran abogada, y me gradué con honores. Era la chica nerd que se destacaba por brillar y tener grandes oportunidades en la vida, porque si algo siempre tuve muy presente, era que, Valeria Dunner no iba a ser cualquier chica común, hija de un gran ingeniero civil y su secretaria; yo tenía que ser mucho más que eso, y estoy a punto de conseguirlo. Inmediatamente después de graduarme, empecé a trabajar en una de las firmas más exitosas y reconocidas de todo el país encargada de casos sencillos, a medida que fue pasando el tiempo fui perfeccionando mis practicas hasta adquirir casos importantes con ayuda de mi tutor y jefe. Gracias a él y a sus consejos, me he ganado su confianza y la de todos los socios y colegas, he manejado casos difíciles a mi corta edad que han sido todo un éxito, por ello, estoy a punto de convertirme en una de las socias del bufete. Una meta a punto de alcanzar. Como bien dice mi padre: “Si quieres ser alguien en la vida, proponte metas, trabaja por conseguirlas y si te parece difícil, es porque lo estás logrando; después de todo, los tropiezos son obstáculos que te hacen ver si vale la pena o no, el éxito que buscas”. Y sí que tiene razón. En mi vida he pasado por tantos momentos difíciles que he llegado a pensar que nunca lograría mis sueños, empezando por ser abogada, y no porque dudara de mis capacidades, era y soy, muy buena en lo que hago; sin embargo, tuve la irresponsabilidad de salir embarazada en el último semestre de la facultad y mis planes cambiaron. Descuide mis estudios para ser una ama de casa, y creo que el papel lo estaba desempeñando muy bien, no obstante, la vida tenía otros planes para mí y me tocó regresar a la facultad. Me esforcé tanto para lograr conseguir todos los créditos correspondientes para poder graduarme con mis compañeros, porque un embarazo de mellizos no era nada fácil, y ese esfuerzo me hizo conocer a la persona que el día de hoy es mi jefe. Sin él, no sé cómo hubiera podido salir adelante con dos niños, sola y sin ingresos económicos; aunque tenía a mis padres que me han apoyado mucho, sobre todo cuidando a mis hijos. Mis niños, mis dos grandes amores; los dos torbellinos de cuatro años que son todo para mí. Edwin tiene ojos cafés y cabello castaño, como los de su madre. Mía, una niña rubia, ojos claros como su padre, alguien del cual no vamos a hablar. El señor forma parte del pasado y ahí se va a quedar. En estos momentos, mi vida está enfocada en ser la mejor abogada del país y convertirme en la socia del bufete para darle a mis hijos mucho más de lo que puedo darles ahora, y no solo a ellos, sino también, a mis padres; ambos han sido un pilar para mi crecimiento. Mi madre se ha encargado de cuidar a mis hijos y de consentirlos hasta ya más no poder, y mi padre no se le queda atrás; ese par, han sido los únicos capaces de derretir a ese hombre duro de carácter, a pensar que no estaba feliz cuando se enteró de que iba a ser abuelo y que su niña no la estaba pasando bien. Él siempre estuvo ahí brindándome su apoyo, su amor y su dinero, se encargó de mis gastos y los de mis hijos hasta que pude independizarme. No es que gane una fortuna, pero tengo lo suficiente para darle a mis bebes una vida de príncipes, y si hoy gano este caso, pasaré a ser socia, lo que aumentaría mis ingresos, tendría más tiempo para ellos y podría disfrutar de mis frutos. En pocas palabras, soy una mujer decidida, orgullosa, con un carácter algo complicado, con dos hermosos hijos y un excelente trabajo, que ha creado un mundo perfecto. Todo está en su lugar, el mundo sabe que nací para ganar, que no acepto menos de lo que me merezco, he pagado muy caro lo que hice en mi vida pasada y no me voy a dejar quitar lo que tanto me ha costado. Ganaré el caso y mi nombre será reconocido. Nada podría salir mal. Escucho mi teléfono sonar mientras brilla la cara de mi mejor amiga en la pantalla. ¾ Hola, bruja. Interrumpes mi rutina de positivismo y triunfo. — Le respondí. ¾ Hola, bruja. Tu rutina puede esperar, porque el espejo sabe que eres una ganadora y está cansado de decírtelo. ¿Estás lista para tu gran caso? ¾ Tengo toda la seguridad de que ganaré, aunque no está nada fácil y puede pasar cualquier cosa a última hora. ¾ ¿Desde cuándo te gustan las cosas fáciles? Y no llames a la desgracia. ¾ No lo hago, pero me gusta estar preparada. Estos casos siempre te sorprenden. — De repente escuché gritos detrás del teléfono —. Se escucha ruido, ¿dónde estás? ¾ Celebrando que mi amiga es una zorra cruel en los juzgados y venció a unos desgraciados. Me rio y no puedo creer que me esté diciendo eso a las ocho de la mañana. ¾ Darla, eso aún no ha pasado, no puedes utilizarlo de excusa para irte de fiesta toda la noche y llegar a esta hora a la casa ¿No trabajas? ¾ Claro que trabajo, eso lo sabes bien; pero siempre hay que empezar con un buen pie. Te hubiera invitado, pero eres rígida cuando tienes que ir a patear traseros al juzgado. ¾ Gracias por recordarlo. ¾ No lo olvidaría, lo que me recuerda que te estoy llamando por dos cosas. La primera, para felicitarte por ganar y convertirte en socia de la firma, y la segunda, para recordarte que debo ser la primera persona a la que debes llamar para notificar que le ganaste a esos desgraciados. ¾ ¿Te das cuenta de que no puedes felicitarme por algo que aún no ha sucedido y luego pedir que te llame para decirte como me fue? ¾ ¿Quién dice que no? — No puedo con sus locuras. ¾ Ve a casa, date un baño y ve al trabajo antes de que te despidan. Estás diciendo incoherencias. ¾ No pueden despedirme, soy un genio. Y para tu información, tengo el día libre porque soy una empleada supergrandiosa. Te dejo para que vayas a cortar cabezas y esta noche celebramos. Adiós. Y esa es mi mejor amiga desde que teníamos cinco años, una loca, divertida, fiestera, buscando siempre una excusa para celebrar. Una exitosa ingeniera civil, que amaba estar en mi casa aprendiendo de mi papá, mientras yo adoraba estar en la suya para que su padre me hablara de su trabajo. Recuerdo que el señor Duran decía que le habían cambiado a su hija porque mientras Darla amaba todo lo que eran números y dibujar, aborrecía leer y nunca fue de meterse en problemas, cuando; yo era todo lo contrario, donde había problemas ahí estaba, defendiendo a quien sea y aprendiendo de él todo lo que podía. Darla, era una hermana, la madrina de mis hijos, mi cómplice; me apoyo en el momento más difícil de mi vida y sé que si algún día mataría a alguien, ella enterraría el cuerpo sin ni siquiera preguntarme. Aunque, ahora se le ha dado por ser mi casamentera, no pierde ni un momento para conseguirme pareja, cuando le he dicho que no estoy interesada en nadie, y estoy segura de que para eso es la invitación a celebrar esta noche, pero con una mala experiencia en la vida fue suficiente y tampoco es que haya hombres dispuestos a salir con la madre de dos niños, soy un paquete completo. Y este paquete está a punto de ir a brillar sin que nadie la detenga.