Estaba lista para dar el primer paso a la meta que tanto he anhelado. Mis hijos ya estaban listos y desayunados esperando a su niñera, mientras yo repasaba una vez más cada punto del cierre del caso.
—¿Mami, a dónde vas tan bonita? — pregunta Edwin.
Mi hijo siempre ha sido muy serio, tranquilo y observador desde que nació, aprendió a hablar desde muy temprano y aunque todavía no sabe leer, no hay ni un momento que no tenga un libro en sus manos interpretando todas las imágenes a su imaginación. Algo que definitivamente no lo heredó de mí.
—Voy a trabajar, mi amor. Mami tiene que cerrar un caso muy importante para poder ascender y así pasar más tiempo con ustedes.
—¿Y mi abuela ya no va a venir más? — interviene Mía.
Ella es más extrovertida, coqueta, siempre anda bailando, cantando o probándose mis zapatos y maquillaje, es mi gran dolor de cabeza porque tiene una lengua afilada que carece de prudencia.
—Claro que sí, pero la abuela también debe tener tiempo para ella y su abuelo. No siempre puede estar con ustedes.
La observo, y esta pegada una vez más al televisor viendo un documental de historia.
—¡Aléjate un poco del televisor! Y ve algo para niños. — Por más que lo intento, este par no puede ser como niños normales viendo caricaturas. Siempre los encuentro viendo cosas educativas, pero no son para su edad.
—Esos programas son aburridos, no me gustan —. Llega corriendo a donde estoy y me mira de la cabeza hasta los pies. — ¡Mami! Me gusta tu vestido, yo quiero uno así.
Desde muy pequeña la acostumbré a estar vestida como una princesa, todo a la moda y bien combinada, y a medida que fue creciendo empezó a tener su propio criterio al cual Darla ha sido parte, y debo decir que tiene un gusto excelente.
—Algún día mi terremoto, por los momentos te vistes así de bonita como siempre.
—Mamá, ¿ahí van a estar hombres? — pregunta Edwin. Dejando su libro a un lado.
—Como siempre, campeón. ¿A qué viene esa pregunta? — Enarca una de sus cejas y regresa a su libro.
Si no lo conociera diría que es una pregunta sin sentido, pero es mi hijo y he aprendido que es un celoso en potencia desde que estaba en mi vientre. Recuerdo cuando su padre intentaba acercarse a mí y empezaba a recibir patadas en el vientre sin parar, incluso una vez tuvimos que salir corriendo a emergencias porque empecé a sangrar.
Y cuatro meses después supe quién era el responsable de tal acto.
—Mami, lo que pasa es que la lela dijo que algún día vas a tener novio y va a vivir con nosotros. A Ed no le gusta la idea, y a mí tampoco.
Mi madre siempre con sus comentarios inoportunos. No se mide, y este par que todo se lo toman literal.
—Mami no tendrá novio. ¡Ella es solo mía! — Le grita Ed.
—¡También es mía! — y empieza la primera batalla del día.
—¡Niños, no peleen!
Me acerqué a ellos e hice que me miraran de frente.
—A ver, mis amores. Campeón, tu abuela solo habla por hablar, porque el único hombre de mi vida eres tú, y yo te amo, así como amo a tu hermana. — Lo beso mientras él sonríe, esa sonrisa que me mata, otra cosa que saco del muérgano del padre.
—Sí. Además, nosotras somos mucha mujel pa uno de esos hombres, ¿verdad, Mami? — asiento y me río con sus ocurrencias.
Siempre sale con unas cosas que me sorprenden. Y me está costando mucho que pronuncie bien algunas palabras, sobre todo las que llevan r, a diferencia de Edwin.
—Sí, mi amor —sonríe —, y se dice mujer y para. Repite conmigo.
—No. ¿Yo que culpa tengo que se esquiva difelente?
—La idea es que las pronuncien como se escriben — respondí.
—Todavía no sabemos cómo se escriben ni siquiera sabemos leer, así que no es justo regañarnos, por eso — dice Edwin defendiendo a su hermana.
Pueden pelearse entre ellos, pero cada vez que trato de enseñarles a alguno de ellos algo que han hecho mal, ahí está el otro dando su defensa.
—No los regaño, les enseño para que sepan hablar bien.
— A mí me pareció un llamado de atención y no es válido a nuestra edad, madre. — Se me hace que tendré un hijo abogado.
Cada uno volvió a sus lugares y yo a terminar de arreglarme.
No iba a mentir, estaba muy nerviosa. Este caso significa mucho para mi asenso y más para ellos. Si lo conseguía, tendría el tiempo que me estoy perdiendo para verlos crecer.
—Mami — me llama Mía —, te ves hermosa, casi te pareces a mí. No te mires tanto en el espejo —me lanza un beso.
—Gracias por ese piropo, o eso creo. Solo tengo una duda, ¿de quién heredaste tu belleza?
—¿Qué es un piropo? — menciona Ed.
—Es cuando alguien te dice cosas lindas para realzar alguna parte de tu cuerpo o mente.
—Ah, ya.
Tocan el timbre y dejo a los niños en la sala para abrirle a la niñera.
—Hola, ¿llego tarde? —me dice.
—No. Tranquila, estaba terminando de arreglarme, ya los niños están alimentados y arreglados, no dejes que coman mucho dulce, ve que Mía sabe cómo envolver a la gente para salirse con la suya y que no vean mucha televisión.
—¡Dani! ¡Dani! — corre uno de mis pequeños a recibirla.
—Hola, Dani ¿Ya comiste? Te ves linda— no faltaba el pequeño galante adulando a su niñera.
—Niños pórtense bien, no hagan correr a Dani y nada de travesuras.
Me voy mientras me miran con sus ojitos de borrego manipuladores; y claro que me cuesta dejarlos, pero si no lo hago, ¿cómo los sustento para que tengan todo lo que necesitan y quieren?
Por eso, trato de ignorarlos y hacer mi trabajo, luego compensarlos con un día para nosotros tres haciendo lo que ellos deseen.
-*-
Una vez que el juicio inició, salió la fiera que llevó dentro. El caso era en contra de la aerolínea de más prestigio en nuestro país. Hace unos meses hubo un lamentable accidente donde se perdieron muchas vidas. Los familiares demandaron a mis clientes por daños y fallas en el avión, pero estábamos seguros de que el problema se debía a un error humano, y no me equivocaba.
Revisé cada detalle, busqué cada prueba y, aunque no fue fácil, logré conseguir todo a favor de mi cliente y así lo hice ver en los juzgados. Ahora espero el fallo del juez, y aunque aún no tengo la certeza, puedo jurar que he ganado.
Y no me equivoque, una hora después teníamos el veredicto. Había ganado, mis clientes salieron con su reputación intacta, no tanto como la del piloto, pero es un alma que ya no está en este mundo para juzgar.
—Valeria —escucho la voz de uno de los abogados del bufete de la competencia en el cual ni quiero mencionar. Tanto él como su firma, era el mismo ego caminando por la vida.
—¿Qué deseas?
—Qué manera de saludar, y yo que venía a felicitarte por tu gran trabajo con la empresa de aerolíneas.
—Gracias, viniendo de ti esos es algo inesperado.
—Qué seamos competitivos no significa que no sepamos lo bueno que son nuestros colegas. Aunque nosotros somos mejores.
—Puede ser, pero aún no he visto a ninguno de ustedes ganarme un caso, lo que me lleva a saber que soy mejor que muchos de ustedes— le regalo una sonrisa irónica.
—Ya veremos en el próximo juicio. Te lo pienso ganar, así que yo como tu renuncio a él desde ya. — Este de que estará hablando.
—Si me pides que lo dejé es porque no quieres quedar en ridículo una vez más frente a mí. Dice un dicho que aquel que tiene que estar pregonando que es mejor es porque en el fondo sabe que hay mejores que él. — Le guiño un ojo y me voy.
Estoy tan feliz, ahora solo debo esperar a la decisión de mis jefes con una gran noticia. Llamo a Darla, para que vea que si cumplo con mi palabra de que iba a ser la primera en enterar y me contesta en el primer tono.
—¡Bruja! ¡Felicidades! Pateaste los traseros de esos atrevidos — tuve que apartar el teléfono antes de quedar sorda.
—Sí, lo hice. Gané.
—¡Aaaah! Eso hay que celebrarlo. ¡Soy la mejor amiga de la nueva socia del mejor bufete de abogados que puede existir! — Por dios, me va a dejar sorda.
—¡No grites, bruja! Los vecinos no quieren saber eso.
—Claro que quieren, y si no, ya lo saben. ¡Así, que nadie puede meterse conmigo, porque los demando, y ganaré!
—Ahora seré la excusa para que te metas en problemas.
—Yo no me meto en problemas, lo sabes.
—¿Dónde estás? Se escucha mucho eco.
—Comprando muchas cosas que comer y beber para ir a tu casa a celebrar, ¿qué más puedo estar haciendo?
—¿Gritaste en media calle? Estás loca.
—No. Estoy es orgullosa de mi chica, por fin acabas de hacer uno de tus sueños realidad. Todo tu trabajo está dando frutos y te lo mereces.
—Gracias, bruja. Pero, hay que esperar a la decisión de los socios, pueden cambiar de parecer en el último momento.
—Ya vas a empezar con tu tormenta de calamidad.
—No. Solo quiero celebrar cuando tenga el ascenso aprobado, no antes de ello.
—Valeria, ¿qué van a decidir? Eres una puta diosa, cada caso que llega a tus manos lo has ganado excepto uno y fue porque te dejaste ganar, es más, les ayudaste a que te ganaran.
—¡Oye!
—Sí, lo sé. Secreto de Estado, nadie lo va a saber; el punto es que no tienen por qué negarse, eres su mejor opción.
—Bueno, sí. Pero hasta no tener un papel y una firma con mi nombre que acredité mi sociedad, no me confié.
—Igual hay que celebrar y por partida doble…
—¿Cerraste el contrato? No lo creo… ¡Felicidades! —Ahora era yo la que gritaba como una loca.
—Sí, llevo tanto en esto que pensé que no lo haría, pero mi jefe me acaba de llamar para decir que me aceptaron— dice emocionada. — Y con condiciones, porque los japoneses no iban a firmar si yo no era la cabeza del proyecto, así que no había cómo negarse.
—Pateaste sus traseros ahora son tuyos…
—Me garantice que así fuera. Debemos celebrar con vino, cerveza, lo que quieras. Te diría que fuéramos a un local y bailar, pero… —Cuando no, siempre queriendo fiesta.
—Es jueves, mañana hay que trabajar y tengo dos niños en casa; así que la celebración es en casa con buen vino, música y comida.
—Lo sé, ¿no te dije que voy en camino para allá con un mercado de adultos? Además, me río con tus tripones, tengo días que no los veo.
—Ellos también mueren por verte. Nos vemos en un rato.
Cuelga y antes de llegar a casa paso por el bufete.
Espero que los jefes ya me tengan una respuesta.
Estoy muy nerviosa, no quiero errores, este ascenso es algo que necesito y ser socia de una gran firma subiría de nivel y prestigio, no quiero que nada lo arruine; y no es por ser pesimista, la vida me ha enseñado a ser desconfiada.
Al llegar los socios están reunidos en la sala y mis compañeros esperando en la oficina, cuando me ven aplauden felicitándome por haber ganado.
Una de mis asistentes se acerca y me da una copa de champán mientras brindamos, otro caso cerrado.
—Eres la mejor. No tenía dudas que ganarías, pero es bueno saber que lograste ganar este caso.
—Gracias, Ana. Estoy muy feliz por eso, pero solo hice mi trabajo y tú ayudaste, así que felicidades a ti también.
—Solo ayudé un poquito.
—¿Dónde están el señor Hemilk y el señor Omally?
—Están reunidos, pero vamos a tu oficina, para hablarte de algo.
No me gustó su tono de voz, y mucho menos en un momento como este.
Al entrar, cerró la puerta y me pide sentarme.
—¿Qué sucede?
—Jefa…—Odio que me diga así, se lo he dicho.
—No me llames jefa, te lo he dicho. Tenemos años trabajando juntas, solo dime, Valeria.
—No me sale. —Se sienta a mi lado y me mira atenta —. Primero, felicidades nuevamente y segundo, ¿has escuchado los rumores?
—¿Qué rumores? —No estoy para chismes de pasillo —. Sabes que no me gusta y no tengo tiempo para chisme de oficina, para eso estás tú que me mantiene al tanto de las cosas importantes.
—Por eso estoy aquí. Se rumora que los jefes; el señor Hemilk y Omally están negociando unas acciones con otro abogado de la competencia.
—¡¿Qué?!, eso no puede ser, debiste escuchar mal.
—Escuche muy bien, y me cerciore de la información. Las negociaciones están casi cerradas, y será un nuevo socio del bufete, según Dayana. — No, no, no. Ese puesto es mío.
—¿Estás segura de que Dayana te dijo eso? —afirma.
Dayana es la secretaria de Hemilk, y no habla si no tiene propiedad como Ana.
—Dicen que es un hombre muy guapo, abogado muy reconocido, y las malas lenguas dicen que viene del bufete de la competencia.
—Un egocentrista. Qué bien.
—¿Crees que van a fusionar ambas firmas? Te lo digo porque sé que quieres ser socia, y esto puede echar para atrás todos esos planes. — No, eso sí que no lo voy a tolerar.
Me levanto de la silla directo a la puerta.
—¿A dónde vas?
—Voy a averiguar si lo que dices es verdad. No me he matado trabajando para ser socia y al final se lo den a otro recién llegado, sea quien sea. — En eso suena el teléfono de la oficina y Ana contesta.
—Oficina de la licenciada Dunner ¿Cómo está, señor? Sí, aquí está.
—¿Quién es? — le susurró y con el dedo señaló hacia arriba. Lo que significa que es uno de los jefes.
—Sí. Por supuesto, ya le informo. Hasta luego— cuelga.
—¿Y bien?
—Era el señor Hemilk, dice que te quiere ver en la sala de juntas en quince minutos.
—Entonces vamos a ver con que sorpresa nos sale.
Antes de salir, recuerdo uno de mis casos y le doy indicaciones a Ana.
—Trata de ponerte en contacto con las empresas Rocketh, necesitamos saber qué pasó ese día en el local y quién era el encargado de la seguridad.
—Si en eso estoy, pero ahora ve.
—Y averigua qué firma está a cargo de su caso. No me gusta no saber a quién me voy a enfrentar.
—Mujer, acabas de cerrar uno y no dejas de pensar en el otro. ¡Ve, los jefes te esperan!
Salgo camino a la oficina de Hamilk, mientras pienso en el caso de Rocketh. Eso me tiene con dolor de cabeza.
Se abren las puertas del ascensor cuando siento ese perfume que no había percibido hace mucho tiempo. Mire a los lados y no estaba nadie, solo Dayana, mientras el otro ascensor cierra sus puertas.
—Hola, Dayana. Me están esperando…
—En la sala de junta. Lo sé. —me interrumpe antes de terminar — Muchas felicidades por el caso. Ambos jefes están ahí. Éxitos.
Toque la puerta y escuche la vos de Helmilk invitándome a pasar.
—Hola, me dijeron que querían verme. — estaban sentados uno al lado del otro, con una sonrisa. Eso no es malo.
—Ahí está mi chica estrella. Sabía que lo lograrías — me halaga Hemilk acercándose para darme un abrazo —. Siempre buena y decidida, una fiera desde la universidad.
—Gracias, por eso. Tuve grandes tutores, entre ellos a usted.
—Siempre tan humilde, aunque sabe que tiene los cuernos en la mano — dice Omally, quien también se acerca a felicitarme. — Pero, ven. Siéntate.
Le hago caso ocupando uno de los asientos frente al señor Hemilk.
—La prensa está llena de tu logro y el cliente está muy agradecido.
—Solo cumplía con mi trabajo, señor Omally.
—Hasta la competencia estaba pendiente de este caso. Querían ver caer a mi pupila y mírala, les da unos buenos golpes y sale victoriosa. — Aclama Hamilk, feliz.
—Se quedaron con las ganas. — Fue lo único que me nació decir.
—Eres muy buena en tu trabajo, siempre confiada y segura. No todos tienen esa pasión y vocación —. Completa Omally
—Sabemos que este caso es importante para ti, no solo porque tenías a todo un país detrás de ello, sino porque es un paso para nombrarte socia del bufete. — afirme.
Ambos se miran de forma extraña y luego voltean a verme. Por Dios, que no sea verdad lo que me comento Ana. Por favor.
—No sé si ya escuchaste sobre los rumores —. ¡No! Dios, es cierto. No puedo creerlo.
—Algo escuché cuando subía. ¿Es cierto?
—No sé qué tanto se haya dicho, pero sí. Hemos hablado con un abogado y…— no puedo escuchar semejante tontería.
—Ya va, ¿Me están diciendo que van a fusionar la firma? ¿Qué nombrarán a otro socio? Esto es inaudito. ¡No pueden hacerme eso!
—¡Valeria! —grita Hamilk.
—No, no, no. He trabajado mucho en esta firma, he sacrificado tiempo de mí y mis hijos, y lo hecho porque me gusta lo que hago, para hacerme una reputación y ascender. Ahora, ¿ustedes quieren asociarse con otra firma?
—Valeria, escucha.
—Esperaba este ascenso. Quiero ser socia, he trabajado y me lo he ganado, pero con nuevos socios debo empezar de cero. No es justo —estoy furiosa, ¡qué demonios! — Voy a pelear con quien sea que me quiera quitar mi puesto, y por muy jefe que sean, no voy a dejar que un recién llegado, aunque tenga su reputación, pase sobre mi trabajo. ¿Entendido?
—¿Ves, Omally? Siempre fue la primera en su clase, en pasantía y una sola vez ha perdido un caso, y aquí está, frente a sus jefes, sin miedo a hacer despedida por hablarnos de esa manera. Dime si no va a ser buena. — Ambos se carcajean.
—¿Se están burlando de mí? Lo que me faltaba.
—A ver, Dunner. Siéntate, y déjanos hablar —. Ordena, Omally —. Es cierto, tenemos un nuevo socio; dos en realidad. —Estos dos me van a matar del coraje.
—El primero, es un abogado reconocido. Lleva el nombre de una de las firmas más importantes del país, al igual que la nuestra —iba a reclamar, pero me silencian entes de mencionar palabra —. Nos ofreció un buen proyecto e ideas difíciles de no aceptar, pero no vamos a fusionar firmas. Vamos a seguir siendo independientes; él es quien quiere unirse a nosotros y hacerse su propio camino fuera de la firma de su familia. Además, ¿por qué no tener uno de los abogados más cotizados en nuestra empresa?
—¿Eso no les parece raro? ¿Quién va a dejar una firma familiar de prestigio por una que no lleva su nombre? Eso es sospechoso.
—Abogada hoy y siempre, — recalca Hamilk —. Lo sospechamos, por eso hemos investigado, nos dio sus razones y fueron válidas.
—¿Por eso me desechan a mí? No es justo.
—¿Quién dijo que te desechamos? —menciona Omally — ¿Crees que somos bobos para dejarte ir? Eres una abogada como ninguna otra, no podríamos darnos el lujo de que otra firma te contrate.
Si de veras creen que me voy a quedar después de elegir a un extraño sobre mí, están locos, renunciaré por muy nombre famoso que tengan.
—Valeria — miro al señor Hemilk —. Jamás te dejaríamos ir. Eres valiosa en esta empresa, y bien lo has dicho; te has ganado con trabajo y esfuerzo todos tus logros y este ascenso.
—¿Qué? — los miro a ambos.
—Eres nuestra otra nueva socia — ¡¿de verdad?! Abren una de las carpetas en la mesa y me la entregan —. Debes firmas y ya eres socia de la firma “Hemilk, Omally y asociados”, con todo los beneficios, lujos y responsabilidades que eso conlleva.
—¿Es en serio, no me cambian? — leo cada palabra que está en los documentos. Soy socia con todos los beneficios —de verdad soy socia. ¡Increíble!
—Esa sonrisa es la que me gusta ver, así que ¿lista para firmar o quieres revisarlos antes?
—Ya leí y si firmo.
No dude ni un minuto en firmar cada papel que me acreditaba como nueva socia. ¡No lo puedo creer!
—Felicidades, Valeria. Nuestra nueva socia. Ahora, puedes hacer tus reglas, tendrás mejores ingresos, tiempo con tus hijos, pero más responsabilidades. No lo olvides. — Me recalca Omally.
—Gracias. Voy a seguir haciendo mi mejor trabajo, más ahora que soy parte de la firma.
—También vas a trabajar de la mano con el nuevo socio. Tendrás que ponerlo al día del manejo del bufete.
—Algo me dicen que van a hacer un buen equipo. Su hoja de vida es tan fascinante como el tuyo, exceptuando algunas cosas que hizo en el exterior, pero se graduó con honores y solo ha perdido un caso al igual que tú. —Recalca Hemilk.
—Tienen mucho en común. Pensándolo bien, se parecen mucho.
—Veremos. Yo niñera no soy. Mis hijos están en casa para andar pendiente de uno más.
—Ve a celebrar que ganaste un caso y que eres socia, y sobre el caso Rocketh me tienes al tanto.
—Sí, señor Hemilk.
—Ya eres socia, no tienes que ser tan formal para hablar con nosotros.
—Lo tendré en cuenta, buenas noches.
Al cerrar la puerta detrás de mí, salto como una niña chiquita mientras Dayana me ve y sonríe.
—No lo creo, soy socia por fin. ¡Aaaaa!
Bajo la voz antes de que ellos me escuchen, tomo el ascensor, camino a mi despacho y Ana me está esperando con los nervios de punta.
—¿Y bien, que paso? — me sigue hasta mi oficina.
—Los rumores son ciertos. Tenemos nuevo socio, pero no se va a fusionar con otra firma.
—¡¿Y?! — sé que quiere saber sobre mi ascenso.
—Eso fue todo. Ah, que lo tuviera al tanto sobre el caso Rocketh, eso me está dando muchos problemas.
—¡Valeria! — la ignoro concentrada en uno de mis papeles —. ¿El tipo es guapo, como dicen que es? Dayana, dijo que tenía una sonrisa capaz de derretir a cualquiera y unos ojos que te hipnotizan, sumado a un cuerpazo que sabría cómo sostenerte frente a una pared. —Me quedé observando su cara de ensoñación.
—¿En serio? Pues no pregunte, así que cuando llegue veremos — me mira enojada —¿algo más Ana? Porque ya puedes irte si todo está listo.
—Sí, ya está toda listo y tú también deberías irte.
—De hecho, me voy a casa celebrar que cerré un caso de oro y que soy la nueva socia del bufete. —me levanto de mi silla.
—¡AAA! Lo sabía, eres mala, me hiciste sufrir —dice saltando de felicidad. — Eres la nueva jefa de todos aquí.
—Cuando lo dices de ese modo, sí. Estoy feliz, quiero que sepas que esto no cambia nada, yo voy a seguir trabajando como siempre, así que trátame igual. ¿Estamos claros?
—Clarísimo.
Ahora voy a celebrar que he logrado uno de mis frutos. ¡Lo logré!