tres

2260 Words
De un momento al otro, la puerta se abrió y las chicas de adentro la empujaron hacia afuera, y una de esas perras le arrancó la toalla dejándola en ropa interior en el pasillo. Cuando la chica malvada me vio abrió bien grandes los ojos, sorprendida, cerró la puerta. Esto, no había sido obra de una sola chica... ¡Habían sido todas! Ella parecía un perrito mojado y abandonado en la intemperie, mientras intentaba cubrirse con sus brazos. Estaba toda mojada, su piel estaba erizada y temblaba de frío. Aventé el cigarrillo lejos. Enojado me quité la chaqueta y se la puse sobre sus hombros para que se cubriera. - ¿Quién te hizo esto? – Pregunté con ferocidad. - Se defenderme sola – Contestó queriendo conservar un poco de dignidad. - Ah, sí, eso veo – Gruñí escaneándola de arriba abajo, semidesnuda y cubriéndose con mi chaqueta. Se veía verdaderamente bien en aquella íntima ropa interior color n***o. Su piel parecía ser lo más suave del mundo, y no había ninguna mancha en todo su cuerpo. En otras circunstancias me habría encantado verla así, pero en esta ocasión me sentía extrañamente furioso como para pensar en algo más. - Ven aquí. La tomé del brazo y la jalé. Utilicé más fuerza de la debida en tocar la puerta, las chicas intimidadas ante mi, muy obvio enojo, entreabrieron la puerta. Yo la pateé con fuerza, afortunadamente no golpeó a ninguna. Estaba enojado con esas bestias, pero jamás me perdonaría a mi mismo lastimarlas... físicamente, claro está. Pero mis principios no me impedían intimidarlas un poco. Jalé conmigo dentro del vestidor a Emery. - ¡Quiero que dejes de molestarla! – Grité furioso. Ella se acomodó atrás de mi, como animal asustado – A partir de este momento si me entero que alguna de ustedes le ha causado algún daño a Emery. – La jalé hacia adelante – Se las verá conmigo – Amenacé. - ¿Y qué puedes hacernos tú? – Preguntó Leila al fondo del vestidor – Que no nos hayas hecho ya – Dijo sobreentendida. - Preocúpate de lo que puedo hablar, Leila. – La amenacé – Si hasta ahora he sido un caballero es porque las consideraba unas damas que merecían todo mi respeto – Nótese la ironía – Ahora me doy cuenta que no son más que bestias necesitadas – Les dije en nota de burla y decepción – Qué lástima – Dije un poco más bajo – Tú... – Me dirigí a Emery. – Vístete, ya se nos hizo tarde. - Las chicas abrieron un camino para ella, tomó su ropa y sujetó con contrariedad ante ellas – ¿Y ahora qué pasa? – Solté fastidiado. - ¿Te podrías ir? – Preguntó apenas audible. - ¿Y dejarte sola con los jinetes del Apocalipsis? ¡Ni lo sueñes! – Aseguré – Además estas criaturas ya me dejaron verte – Dije con una sonrisa y le guiñé un ojo – Eso debo de agradecérselos señoritas, me ahorraron ese paso. – Les informé e hice una reverencia. Todas ellas pusieron cara de fastidio. Leila se levantó enojada y se fue azotando la puerta. Em se quitó mi chaqueta y me la entregó. Se puso la blusa blanca del uniforme y se metió en la falda tableada. Se colocó la corbata con despreocupación y siguió con las medias y los zapatos negros. - Lista – Dijo cuando se acercó una vez más a mí. - Casi – Musité y acomodé su corbata correctamente. Ella me frunció el ceño pero las demás chicas no notaron su incomodidad ante mis gestos y se molestaron más. La envidia debía estarlas carcomiendo. Decidí molestarlas un poco más y besé su mejilla tardándome un poco más de lo que realmente ameritaba la acción – Vamos. Abrí la puerta para ella. Salió y yo la seguí. - Yo... no tenías por qué – Dijo. - Me gusta tu lunar – Contesté después de un rato de caminar. - Ehmm - Creo que ya no tiene caso entrar a esta clase, solo quedan 20 minutos para salir. - ¿Qué te toca después? – Preguntó. - Música – Afirme y ella torció el gesto. "Estúpidos talleres" dije en mi fuero interno – ¿No te gusta música? – Pregunté. - Estúpidos talleres – Dijo casi inaudible. Sonreí. Así que a ella tampoco le gustaban los talleres. - ¿Qué clase te toca a ti? – Inquirí. - Música – Afirmo con fastidio. Bueno, al parecer teníamos que cursar los mismos talleres. Yo por faltar tanto y ella seguramente como amonestación por entrar ya empezado el semestre. - ¿Qué instrumento tocas? – Pregunté curioso, apretó los labios y comenzó a revolver su bolso, sacó una flauta – Parece difícil – Dije condescendiente, pero ella no lo creyó. - No seas irónico – Me pidió. - No estoy siendo irónico – Aseguré, pero por su expresión pude ver que no me creyó de nuevo. Entramos al salón pero aún no había nadie, teníamos 20 minutos libres en el aula. Se me ocurrieron varias formas de pasar el rato pero seguramente ella no aceptaría y dejaría de hablarme, cosa que no quiero que suceda. Ustedes saben de lo qué hablo. - ¿Y tú qué instrumento tocas? – Preguntó pero la sentí desinteresada. - Adivina – Dije con una sonrisa autosuficiente y ella echó una mirada alrededor de la habitación. Su mirada iba de los instrumentos a mi rostro, como si estuviera considerando las opciones. - La guitarra eléctrica – Aseguró. Yo tomé la guitarra e intenté tocar una canción pero me salieron muchas notas que nunca encajarían en ese orden en una melodía – Está bien, esa no es – Dijo para que dejara de tocar – ¿La batería? – Dijo con duda, repetí la misma acción que antes, me estaba divirtiendo golpeando la batería pero ella me sacó los palillos de las manos para que dejara de hacerlo – No tocas ningún instrumento – Aseguró demasiado complacida con esa aseveración. - Si tú lo dices... – Dije y me encogí de hombros. Cuando iniciara la clase se sorprendería. Sonreí al imaginar su expresión. El profesor Morgan llegó en eso, pronto llegarían los demás. - Adrien. – Dijo con una sonrisa y me saludó – Que gusta que al fin te dejaron regresar. - Eso lo dirá usted, yo me la estaba pasando bien sin venir – Confesé. - Lo sé, yo también fui joven – Me dijo divertido – Emery que gusto que llegaras antes, me imagino que has estado practicando – Ella se puso nerviosa. - Si, por supuesto – Afirmó. "Mentirosa" dije para mí mismo. - Déjame oír lo que has avanzado – Pidió amable el maestro. Ella intentó tocar la sinfonía de Beethoven el "re seis" Le salía muy mal y sus dedos eran lentos – Es suficiente – Dijo el profesor y acabó con esa tortura – ¿Por qué no le muestras como debe ser, Adrien? – Me pidió. Ella me cedió su flauta con una sonrisa torcida, seguramente estaba esperando que me saliera peor que a ella. La melodía fluyó a un ritmo delicioso por mis dedos mientras soplaba. La miré de reojo, estaba sorprendida. - Muy bien hecho, veo que no pierdes la práctica – Dijo Morgan orgulloso. - Mentiroso – Me acusó ella entre dientes. - Yo nunca dije no sabía tocar ningún instrumento. Tú sola lo dedujiste – Me defendí. - Pero nunca me aclaraste que sabías tocar la flauta – Reprochó. - Nunca lo preguntaste – Afirmé con una sonrisa ante su enojo. - Pero... Emery, Adrien sabe tocar muchos instrumentos además de la flauta – Interrumpió el profesor, el cual no estaba ayudando a pesar de que estaba presumiendo por mí de mis habilidades. Sonrió y se fue al otro lado de la habitación a afinar algunos instrumentos. - Aprendí a tocar la flauta a los cuatro años – Dije mientras me encogía de hombros y ella se dejó caer en una de las sillas. - Soy patética – Dijo casi inaudible. - Eso no es cierto – Aseguré. - Podrías enseñarme a tocar la flauta – Me dijo. Arqueé una de mis cejas, ella me miró bien ante mi rostro – ¡No le busques doble sentido a las palabras! ¡Eres un sucio! Solté una chistosa carcajada. Levanté mi mano y pasé uno de mis dedos por su frente, alisando la leve arruga que se formó allí ante su enojo. - ¿Qué otro instrumento tocas? – Preguntó regodeándose en su autocompasión. - La guitarra, la batería, el chelo, el violín y el piano. - ¿Cómo aprendiste a tocar todos esos instrumentos? – Preguntó contrariada. - Te lo dije – Aseguré – A mi madre le gustaba la música y el baile. - Tu mamá crió a lo que debería ser el prototipo de hombre perfecto – Balbuceó sorprendida y me miró de arriba abajo – No esto. Sonreí divertido. Se formo un extraño silencio entre nosotros. La mire fijo, esperando a que dijera algo. No dijo nada. Miraba nerviosa hacia abajo. Comencé a mirarla más detenidamente. La verdad es que esta chica está... más que buena. Otra vez, sin discreción, miré sus piernas. Esa falda tableada le quedaba tan bien. Tiene unas lindas piernas. Y por lo que vi fuera del vestidor, un lindo trasero. - ¿Puedes dejar de mirar mis piernas? – Me preguntó haciendo que volviera a concentrarme. - Lo siento, pero no pude evitarlo. Tienes lindas piernas – Le dije sincero. Revoleó los ojos. - Para ti todo lo que camina tiene lindas piernas – Me atacó. - ¿Ya empiezas con los ataques? – Le pregunté divertido. El profesor entró de nuevo a la sala y detrás de él, los alumnos. La clase ya comenzaba. Todos practicaban con sus diferentes instrumentos. Miré a Emery, ella comenzó a buscar algo dentro de su bolso. Sacó un celular, miró la pantalla, para luego mirar al profesor y salir de allí sin que él la viera. ¿Qué la pasará? Algo extrañado decidí seguirla. Me quedé oculto detrás de la puerta. - Ya te lo dije, aún no es momento – Dijo nerviosa mientras hablaba por teléfono – Claro que se lo que estoy haciendo ¿Por qué crees que lo hago? ¡No seas imbécil! ¿Quieres hacerme el favor? – Traté de reprimir una risa, ella estaba bastante alterada – Lo sé, lo siento, no quise gritarte. Tú me pones así – Le dijo y sonrió levemente – Yo también te quiero tonto, adiós. No sé por qué demonios no me fui de ahí, pero cuando reaccioné ya era demasiado tarde. Ella saltó un poco, por el susto, al casi chocar de frente contra mí. - ¿Qué haces aquí? – Me preguntó. - Iba al baño – Contesté rápidamente. Me miró con desconfianza. - Me cansé de esta clase. Me voy – Dijo, la miré extrañado ¿Acaso era una chica rebelde a la que le gustaba romper las reglas y yo no me había dado cuenta? Entró al aula, sin que el profesor la viera, tomó sus cosas y volvió a salir de allí. Tomé mis cosas y salí detrás de ella. - ¡Espera! – Le dije y la alcancé – ¿A dónde vas? - Odio estos talleres, y odio esta estúpida universidad formativa – Dijo con odio. La miré sin poder creerlo. Era la primera vez que escuchaba lo mismo que yo pensaba de todo esto – Explícame, ¿qué necesidad tienen de hacerme perder el tiempo en tocar una flauta? ¿Para qué mierda quiero aprender a tocar la flauta? – Preguntó exasperada. Volví a encontrarle doble sentido a sus palabras. Me miró fijo – Eres un mal pensado – Aseguró. - Tus comentario dan qué pensar – Le dije divertido. - ¿Qué tienes ahora? – Me preguntó. - Filosofía – Dije y la miré – ¿Tú? - Historia Universal. Miré como Paolo y Matthew se acercaban a nosotros. - Que linda se ha vuelto la tarde, al ver su sol tan cerca – Dijo Paolo mirando a Emery. Ella rió por lo bajo. ¿Cuánto les apuesto que si yo hubiese dicho eso, me hubiese mirado mal? - ¿Qué hacían? – Preguntó Matthew. - Escapamos de música – Les dije. - Ricci ya te estaba llevando por malos pasos, Em. – Le dijo Romanov. - No, Paolo. Él apenas puede consigo mismo, es demasiado narcisista – Respondió. Ambos rieron divertidos y me miraron – Pero eso es lo de menos, debo irme muchachos, de verdad me encantó conocerlo – Les dijo a mis amigos y palmeó el hombro de Matthew – Aunque no tanto a ti, Ricci. - ¿Por qué? – Le pregunté mirándola. - Porque presiento que serás un gran fastidio en mi vida – Me aseguró. Comenzó a caminar por el pasillo, los tres nos quedamos callados, mirando cómo se alejaba. Tenía un gran vaivén a la hora de caminar. - ¿A dónde va? – Me preguntó Matthew. - A Historia Universal – Le dije por lo bajo. Ambos me miraron esperando escuchar algo de lo que querían escuchar. Tal vez estés pensando que le propuse sexo o algo por el estilo. - No le propuse pasar la noche – Dije y volví a caminar. Ambos comenzaron a caminar detrás de mí. - Que raro. Conociéndote, diríamos que eso es extraño – Confirmó Paolo. - Muy extraño – Afirmó Matthew.
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