Después de que la profesora me mandara a la dirección, el director me sermoneó, no sé ni de qué me hablaba, me perdí cuando él me dijo "Adrien Ricci..." después de eso ni me pregunten qué me dijo porque no tengo ni la menor idea, me fui completamente en mis pensamientos, recordando ese beso.
Ambos se acercaron a donde yo estaba sentado. Los miré y les hice un gesto para que se sentaran.
- La hiciste buena esta vez — Me acusó Paolo, con una sonrisa mientras me daba una palmada en la espalda y se sentaba a un lado de mí en la mesa.
Estábamos en la cafetería de la Universidad.
- Nunca me enorgullezco de mis impulsos — Le contesté encogiéndome de hombros.
- Volviste a caer en la dirección y todavía no son las 10 de la mañana — Sentenció Dear.
- Así es — Contesté.
- ¿Y cómo te fue? — Preguntó Paolo.
- Creo que el rector y la secretaria están tomándome afecto. Me invitaron un café, unos bocadillos y el rector se fumó un cigarrillo conmigo mientras me decía la importancia de causar una buena impresión en esta Universidad, debido a las altas personalidades que aquí se encuentran — Rieron con ganas.
- Ya no hayan como llegarte — Dijo Matt en una carcajada.
- ¿Llamaron a tu padre? — Preguntó el otro chico. Me encogí de hombros.
- No – Contesté secamente – El director prefiere tratar esto directamente conmigo... creo que mi padre ya le pidió que no le hablara cada 5 minutos por mis estupideces. De todos modos él no se encuentra en el país.
- Viaje de negocios — Dijeron mis amigos al unísono.
- Fiesta — Sentencié con seguridad.
- Me agrada como trabaja tu mente — Dijo Paolo dándome una palmadita en la espalda.
- Mira quien viene ahí — Dijo Matt con desenfado y un poco divertido — Parece estar enojada.
"¡Ay no! Leila, no por favor" pensé.
No estoy de humor para ser simpático, y mucho menos con ella. Me volteé con temor y sonreí al ver que era la nueva y echaba chispas por los ojos. Me puse de pie.
- Lo siento — Me disculpé cuando estuvo cerca y paró en seco su brusco andar.
Estuvo bueno ese beso y no me arrepiento de habérselo dado, pero no estuvo bien besarla sin su permiso.
- ¿Te arrepientes? — Me preguntó haciendo un esfuerzo por controlarse.
- No — Fui sincero y recibí un puñetazo en la cara de su parte. Esto era extraño, normalmente las chicas dan cachetadas. Me sobé — ¿Y eso por qué fue? — Pregunté haciéndome el inocente.
- ¡Por besarme sin mi consentimiento! — Me dijo y giró sobre sí misma para volver a irse.
Yo la tome del brazo y la jalé hacia mí.
- ¿Te puedo besar? — Le pregunté.
- ¡No! — Me contestó y jaló su brazo para poder irse.
Entonces la tomé por la cintura y la sujeté con firmeza. La volví a besar mientras forcejeaba conmigo para soltarse. Y la besé de la misma manera que antes, pero esta vez fui más rudo. Todavía me ardía la quijada por su culpa. Hasta que se quedó quieta y dejó caer sus brazos a los costados. Sus ojos miraban fijamente los míos, mientras mi boca seguía sobre la de ella. Me alejé despacio y le tapé la boca con mi mano derecha antes de que me gritara.
- Dijiste que te enojaste porque no te pregunté — Me justifiqué con una sonrisa de autosuficiencia — Nunca dijiste que no podía besarte si te negabas.
Los chicos rieron detrás de mí y a ella por un momento se le hicieron agua los ojos. Luego los apretó y volvió a tener esa mirada de decisión que le pude ver hace unos momentos.
Vi a donde se dirigían sus ojos y me imaginé lo que estaba maquinando en su mente como contra ataque. La giré para que me diera la espalda, apoyando su espalda sobre mi pecho, para mantener la parte más sensible de mi cuerpo lejos de sus rodillas, pero bastante cerca de su trasero. Sonreí pervertidamente.
- Ahora discúlpame por mi atrevimiento — Negó con la cabeza — Me temo que debo insistir. Por favor siéntate con nosotros — Volvió a negar con la cabeza — Esta bien, supongo que quieres conservar algo de tu orgullo e irte de aquí — Ella asintió — Y si te dejo golpearme... ¿Te quedarías? — Le pregunté casi rogando.
Ella no respondió de inmediato, seguramente lo estaba considerando.
Debía estar pensando en el placer de propinarme otro puñetazo, mientras a mí me consumían las ansias por conocer su nombre y platicar con ella. Ella asintió, lentamente, con la cabeza.
- Está bien, te soltaré poco a poco — Dije y solté el agarre que ejercía mi mano izquierda en su cintura. Mientras quitaba mi mano derecha de sus labios, giro rápidamente y me dio otro
puñetazo en el mismo lugar que antes — Auch.
Me sobé más de lo que realmente hubiera deseado para complacerla. Seguramente ella deseaba que su golpe me hubiera roto la quijada o haberme roto la nariz. Y seguramente a ella le duele la mano como mil demonios.
- Por fin una chica se atreve a darte tu merecido — Dijo Paolo y la felicitó — Eres mi nueva mejor amiga — Aseguró.
- Seguro — Me limité a decir mientras sacaba una silla para que ella se sentara.
Cuando así lo hizo me senté a su lado — Debo admitir que pegas duro — Le dije y me sobé de nuevo.
Matt me miró con suspicacia al igual que Paolo, ellos sabían que yo estaba siendo condescendiente con ella. Habiendo sido parte del equipo de lucha en la secundaria puedo soportar mucho más que el golpe de una niña.
- Bueno, te lo merecías — Respondió ella — Tu novia está mirando hacia acá.
- ¿Qué? — Dije por lo bajo.
- Cree que te estoy seduciendo – Los chicos trataron de ahogar una carcajada ante su comentario.
- Ella no es mi novia — Le aseguré.
- Se lo deberías de informar, al parecer ella no lo tiene del todo claro.
- Bueno, supongo que tendré que hablar con ella — Dije y volví a concentrarme en ella. Sin discreción miré sus piernas. Acomodó su garganta. Volví mi mirada a su rostro — Dime ¿Cómo te llamas?
- Emery. — Respondió.
- Completo — Le dije. Revoleó los ojos.
- Emery Dupont. — Dijo en su suspiro — ¿Y tú?
- Adrien Maximilian Ricci.
- Un nombre largo... — Dijo ella y José ahogó una carcajada.
Seguramente estaba pensando en algún doble sentido para su comentario.
- Mi nombre es Matthew Dear, es un gusto conocerte Emery. — Se presentó el moreno.
- Igualmente — Respondió ella con una sonrisa.
- Yo me llamo Paolo Romanov. — Se presentó el.
- Mucho gusto Paolo. — Dijo ella.
- Dime Em, ¿Qué fue lo que te hizo Leila? — Preguntó Matt.
Fue entonces que le presté más atención y volteé a ver a Leila con mayor detenimiento. Estaba hecha un desastre. Tenía los ojos llorosos, los cabellos revueltos. Un rasguño, si no me equivoco,
en la cara. Emery se encogió de hombros.
- En realidad, creo que fui yo quien le hizo algo a ella. — Dijo mientras se iba apagando su voz.
Claramente estaba avergonzada de lo que hizo
— Pero todo fue por su culpa — Me apuntó a mí con resentimiento — Yo normalmente no hago uso de mis fuerzas de esa manera — Dijo con orgullo de sí misma. Me hizo reír por dentro.
- ¿Por qué dices que todo fue por mi culpa? — Inquirí.
Se volteó a verme con la mirada fría y venenosa.
- Porque me besaste — Respondió con odio.
- No veo donde está lo malo — Me hice el desentendido.
- ¡Se supone que tú y ella son novios! — Dijo indignada — O por lo menos eso es lo que ella ha contado durante toda la semana a todas las mujeres de la escuela para que no se te acerquen más. ¡Y vienes y me besas! En verdad yo no quería problemas y vengo y me topo contigo. Sabía que me darías dolores de cabeza apenas te vi — Terminó confesando con resentimiento.
- Es su problema, yo en ningún momento le pedí que fuese mi novia — Le contesté al instante.
- Yo no sé, ni me interesa que clase de relación sostienes con esa loca. Pero por favor mantenla alejada de mí. No sé por qué, pero sólo ver su rostro me exaspera. Es una rubia teñida que al parecer la tintura le ha quemado las pocas neuronas que seguramente le quedaban — Los tres reímos — Ya le tuve que dar una lección por amenazarme con sus estupideces no quiero tener que...
- ¿Qué clase de lección le diste? — Preguntó Matt demasiado interesado en la plática al igual que Paolo.
La tal Emery se volvió a encoger de hombros.
- Nada digno de contarse — Dijo poniéndose nerviosa — Ni de repetirse...
- Ella te mira con demasiado odio — Dijo Paolo mientras veía a Leila al otro lado de la cafetería con sus amigas, las cuales no quitaban la vista de nosotros ni por un minuto. Emery se encogió más.
- Yo también odiaría a la chica que me hiciera lo que yo le hice a ella — Su voz era apenas audible debido a la vergüenza que sentía de sus acciones.
- ¿Le pegaste? — Pregunté sin poder creerlo y ahí supe porque Leila estaba así.
- Podría decirse que... si — Dijo asintiendo levemente con la cabeza.
- Creo que estoy enamorado — Dijo Paolo mientras tocaba su corazón y miraba a Ana fijamente.
- La futura madre de mis hijos — Aseguró Matthew mientras hacia un ademán de grandiosidad hacia Emery. como si estuviese mostrando un producto en televisión.
Emeey terminó poniéndose completamente roja ante las afirmaciones de mis amigos, yo me limité a patearlos por debajo de la mesa. Ellos apenas hicieron un gesto y recobraron la compostura rápidamente.
- Lastima — Soltó Matthew apenas audible.
Mi celular comenzó a vibrar, lo abrí por debajo de la mesa y leí lo que decía mientras Matthew entretenía a Emery y Paolo me miraba fijamente.
"¡No la mereces! Déjamela a mí". Pidió Paolo.
Al instante le devolví el mensaje.
"Ya la bese, es mía. ¡Mantente alejado!" Respondí.
Cuando lo vi leer el mensaje gruñí suavemente, pero suficientemente alto como para que él me escuchara.
- Emery ¿Quieres casarte conmigo cuando terminemos la Universidad? — Alcancé a oír cuando Matthew le susurraba al oído.
Yo la tomé por la cintura y la acerqué más a mí. Pronto me arrepentí de esto, pues ella me dio un codazo que casi me saca el aire por completo.
- ¿¡Quieren dejar de acosar a Emery, por favor!? - Les pedí a mis amigos, respirando agitado por el golpe de ella. Me miraron con ojos venenosos, incluida ella.
Tal vez no fue la correcta forma de expresarlo, cuando fui yo quien la besó dos veces sin su permiso.
- Hipócrita — Me acusó ella.
- No lo podría haber expresado mejor — Aseguró Matt y Paolo asintió a manera de aprobación.
- Hora de volver — Dijo Paolo y se levantó.
Ella miró el reloj en su muñeca.
- Es cierto — Dijo ella y se puso de pie — Fue un gusto conocerlos Matt, Paolo y... Ricci. — Dijo mi apellido con asco y resentimiento.
Yo me reí en mi fuero interno por su clara indignación para conmigo. Una chica normal estaría volviéndose loca porque la besé y se lo estaría platicando con cada detalle a sus conocidas.
Pero ella estaba molesta. Eso me gustaba.
- Igualmente Em. — Le dijo Paolo.
- Cualquier cosa que necesites... estamos por aquí — Se ofreció Matthew.
- Muchas gracias — Les dijo ella y comenzó a caminar.
Los tres miramos como se alejaba.
- Te lo dije, ella no es más de lo mismo — Dijo Paolo — Ricci, ya tienes a Leila y a todas.
Déjanos a nosotros a esta chica.
- Él tiene razón... no la mereces — Me dijo Matt.
- Además de que simplemente te detesta...
- Ya no tienes oportunidad...
- ¿Vas a ser un buen amigo y nos la vas a dejar? — Preguntó Paolo.
Mi mirada aun estaba perdida en la dirección en la que ella se había ido. Había algo muy interesante en aquella hermosura. Y no era solo su particular belleza. Era su carácter... una chica con ese carácter no es muy fácil de que encontrar.
- ¿Qué piensas? — Me dijo Matt..
- Que ni loco — Le dije sin dejar de mirar en la dirección a donde ella se había ido — Ya se los dije, es mía.
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- ¡Hola profesora! — La saludé de forma entusiasta.
Después del almuerzo me tocaba ir al taller de danza a ayudar a la profesora con mis compañeras.
- ¡Al fin te dignas a aparecerte por aquí, muchachito! — Me reprendió.
- No es mi culpa que me hayan dado vacaciones en medio del semestre – Le dije con una sonrisa inocente.
-Ya no busques más problemas, hijo — Me dijo maternalmente — ¿Cómo se te ocurre andar con esa máquina infernal por los jardines? — Me preguntó.
- Sólo me divertía un poco — Me justifiqué y cambié de tema antes de que siguiera con un discurso acerca de sus tiempos — ¿Qué es lo que está enseñando esta vez, Marine?
- ¡Vals! — Dijo con emoción. Yo torcí el gesto.
- ¿Qué tal un poco de tango? — Le pedí.
- ¡No! — Me gritó — No te dejare seducir a mis alumnas en medio de mi clase.
- Igual con el vals, se vuelven locas — Le aseguré bromeando.
- Creo que aquí el problema eres tú, y no el baile — Aseguró.
- Soy irresistible — Dije pegado de mi mismo y bromeando con ella.
Interrumpieron todas las chicas y chicos en sus calzas o shorts cómodos para bailar. Cuando entraron... entonces la vi entrar al salón en un short cortito y una blusa apegada a su cuerpo. Sonreí al verla al fondo de la clase siendo íntimidada por sus compañeras. Seguro todas ellas estaban resentidas con ella por haberse sentado con los chicos y conmigo en el descanso.
Decidí ser amable, si las tontas de esta Universidad no querían ser sus amigas por mi culpa, yo sería su amigo.
- Lo que me faltaba — Dijo al verme.
- No seas atípica, ya me conoces. Además te mueres por mí – Le dije. Rió irónicamente.
- Claro — Dijo asintiendo.
- Bueno, bueno — Habló Marine la profesora de esta clase — Comencemos con la clase. Adrien me ayudará como siempre.
Mostró los pasos y yo la ayudé, ya que esto no era nada complicado para mí. Marine estaba haciéndoles unas indicaciones a una pareja y ahí aproveché.
- ¿Me permites? — Le pedí al chico que se encontraba ahí y él me dio la mano de Emery. — Lo haces todo, pero todo mal — La reprendí — No estás escuchando la música.
- Discúlpame, si las miradas de odio me distraen — Me soltó de repente.
- No es mi culpa que te afecten tanto, algunas chicas resentidas — Le dije mientras la hacía girar y la traía de nuevo a mí — Tendrías que acostumbrarte — Le aseguré — Planeo seguir... hablándote — Le dije con una sonrisa y dimos unos giros por la pista.
- No tengo por qué responderte — Me contestó y la hice girar sobre sí misma. Perdió el equilibrio por un momento y la sujeté por la cintura. La coloqué más cerca de mí. Quitó mi mano, apenas recobró el balance — Haces cualquier cosa por tocarme.
- No es mi culpa que tú me des el pretexto — Dije inocente.
- Narcisista — Me acusó y yo sonreí.
¿Qué chica conocía esa palabra? Esta era una chica inteligente y vivaz.
- Emery estamos bailando — Dije cansado de sus acusaciones — Es obvio que tengo que tocarte — Hizo una mueca y volvió a poner su mano sobre mi hombro y la otra en mi mano.
- Bailas bien — Dijo después de un rato de silencio en el que yo la miraba fijamente a los ojos y ella trataba de evitar mi mirada.
- Y tú estás mejorando — Aseguré sonriente — Soy un buen profesor — Dije orgulloso de mí mismo.
- ¿Dónde aprendiste a bailar? — Me preguntó.
Mis pasos fueron sin ritmo por unos segundos, justo el tiempo en el que el recuerdo vino a mí. Pero pronto recobré la compostura y sonreí sin ganas.
- Mi madre me hizo ir a clases de ballet cuando era niño — Dije orgulloso de aquella etapa de mi vida.
- Vaya — Dijo sorprendida — Habitualmente inscriben a los niños en clases de karate o en cosas de peleas y todo eso.
- Bueno — Respondí pensándolo un poco — Ya ves que no se puede generalizar nunca, te podrías sorprender.
- Vaya, tu madre debe amar mucho el baile — Aseguró.
- Si, a ella le gustaba mucho la música y bailar — Sonreí levemente — Ella siempre bailaba.
- ¿Le gustaba? ¿Ya no? — Preguntó.
La mire fijo, pensando un poco en eso. Hacía bastante que nadie me hacía recordar eso.
- Muy bien chicos, eso es todo por hoy nos vemos el miércoles.
- Tengo práctica jurídica ¿y tú? — Le pregunté para evitar contestar su pregunta.
Al parecer ella le tomó poca importancia y lo dejó pasar.
- Yo también — Me respondió.
- Perfecto, te espero afuera del vestidor de chicas — Afirmé y me fui a cambiar.
Cuando llegué al vestidor ella aun no salía, así que me recargué en la pared, frente a la puerta, y me puse cómodo para esperarla. Encendí un cigarrillo y comencé a jugar con el encendedor de Matthew. De pronto empecé a oír muchos gritos y tumultos dentro del vestidor.