- ¿Qué sucede? – Preguntó Paolo mientras nos dirigíamos hacia el estacionamiento.
Habíamos tenido un largo día, o por lo menos lo había tenido yo. Después del taller de música no había vuelto a tener la oportunidad de hablar con la nueva, así que lo dejé pasar y me reuní con los chicos.
En el camino quedé con la chica de esta semana. Al parecer la nueva será la de la siguiente semana, para mi suerte hay chicas que no le temen a Leila y sus amenazas.
- Nada – Afirmé desconcertado por su pregunta – ¿Por qué lo preguntas?
- Tienes cara de estar concentrado y molesto por algo – Aseguró Matt mientras dejaba salir el humo del cigarrillo.
Solté una sonora carajada.
- Es solo que Leila me revienta – Mentí. El recuerdo de mi madre me había estado persiguiendo desde la clase de baile con Emery. – No sé cómo pude ser capaz de relacionarme con ella – Dije.
En ese momento, Leila pasó por el estacionamiento, se volteó y a pasar de todo, me saludó agitando su mano derecha. Y en ese preciso instante una brisa sopló levantándole la falda.
- Esta bien, tengo una breva noción del por qué. – Terminé aceptando al ver sus piernas.
- Me das asco, amigo – Dijo Paolo – Tú no discriminas a ninguna – Me acusó y yo absorbí un poco de mi cigarro.
- Es la envidia la que te hace hablar – Afirmé.
- No – Intervino Matt – Esta vez tengo que estar de acuerdo con Paolo, no conoces los límites Adrien. Uno de estos días, alguien te dará una lección – Dijo como si fuera un abuelito.
Yo solo revoleé los ojos bajo sus comentarios y lo dejé pasar.
- Pero mientras tanto, soy feliz con mis conquistas – Repuse con una sonrisa de autosuficiencia.
- ¿En verdad lo eres? – Preguntó Paolo con cara de preocupación y alzando una de sus definidas cejas.
- Por supuesto - Afirmé – ¿Acaso tú no lo eres? – Le devolví la pregunta.
Él solo se encogió de hombros.
- Ciertamente, me gustaría estabilizarme un poco – Confesó y yo no pude más que quedarme callado.
- Es cierto – Continuó Matt – Esto ya empieza a aburrirme – Confesó encogiéndose de hombros. Tragué saliva.
- Bromean... ¿Cierto? – Dije con temor a perder a mis amigos y ellos solamente soltaron una sonrisita maquiavélica – ¡Son unos idiotas! – Les dije.
- ¡Debiste haber visto tu cara! – Exclamó Paolo en medio de una sonora carcajada.
Pero mi mirada se distrajo al ver a mi nueva compañera cruzando el estacionamiento. La miré bien, ella se subió a un auto plateado del cual no pude ver el conductor pero no tardé en reconocer el vehículo.
Tan seguro como que el cielo es celeste, estoy seguro que ese auto es de Massimo Miller , el tipo que cursa la carrera de arquitectura.
- Mejor ahora deberías ver tu cara – Se retractó Matt – Te has puesto morado... deberías respirar con más naturalidad, te recomiendo el yoga – Solo gruñí.
- No te gusta que se te adelanten ¿No? – Preguntó Paolo mirando el auto que yo miraba.
- No – Gruñí una vez más sintiéndome descubierto por mis amigos. Luego absorbí un poco más del cigarrillo y lo arrojé. Me monté en la moto – Pero igual, tengo a muchas otras esperando.
- ¡Así se habla! – Exclamó Matthew soltando una gran sonrisa.
- Me agradas cuando eres así de optimista – Declaró Paolo.
Esta noche decidimos salir al bar de siempre, aunque Matt se puso renuente al principio por el hecho de que era día de semana y mañana tenemos clases.
Eran cerca de las 11:36 p.m. yo aun quería tomarme unos tragos más y seguir jugando al pool con Paolo pero la sensatez de Matthew estaba por mandarnos a casa en cualquier momento.
El ambiente cargado del lugar, el metal fuerte sonando por alguna de las bocinas que servían de aspecto decadente, y los hombres rudos que se habían hecho así a base de golpes y desilusiones de la vida. El lugar lleno de humo de cigarros y la mesera suficientemente linda pero demasiado inteligente como para tomar en serio a alguno de los patanes que frecuentan este bar.
¡Este definitivamente es mi hogar!
Estábamos en medio de un partido de pool cuando de la nada aparece Miller seguido por el chico... ehmm, Adams creo que se apellida.
Universidad pequeña, infierno grande.
Parecía como si hubiesen sido sacados de una lavadora, demasiado acicalados como para encajar en un lugar como este y sin embargo trataban de actuar con naturalidad en un ambiente completamente ajeno a ellos... eran más falsos que una obra escolar de niños de preescolar.
- ¿Una competencia? – Preguntó Miller.
¿Cómo lo conozco? Ya lo dije, universidad pequeña... infierno grande. Le sonreí.
- Por supuesto, solo di cuánto deseas perder – Dije.
- Mil dólares – Soltó rápidamente.
- ¿Seguro que sabes jugar al pool? – Le pregunté con sarcasmo.
- Deja de jugar y elige un compañero.
- Jugaré con Paolo. – Dije y mi amigo dio un paso al frente.
- Daniel – Dijo él y su amigo salió de entre la gente con un trago entre las manos.
Al parecer estaba sorprendido de verse en vuelto en esta pequeña partido pero al mismo tiempo satisfecho... emocionado por la competencia.
- Al parecer hace mucho que no jugabas – Se burló Miller.
Ellos estaban jugando mejor de lo que pensé. Al final solo me quedó llegar a dos conclusiones: O ellos son demasiado buenos o nosotros estamos distraídos esta noche.
Me quedo con lo segundo.
- ¿Quieres hacer algo de vandalismo con sus autos esta noche? – Me preguntó Matthew en un susurro sin que nadie, excepto José se percatara. Sonreí por lo bajo.
- Ganaré esta partida – Dije autosuficiente a Matt.
Me tocaba a mí, era el último tiro, el decisivo para ganar. Un ángulo difícil, necesito darle cuatro veces a la mesa para que la bola blanca vaya en la dirección correcta para meter la última en el hoyo.
Difícil... pero no imposible.
Golpeé la bola y por ese mínimo de tiempo en el que la bola recorría la mesa, recé por que la hubiese golpeado con el taco, con la suficiente fuerza como para que hiciera todo el recorrido.
Golpe uno... (Conté mentalmente mientras que todos observaban absortos la bola y su recorrido casi maratónico).
Golpe dos... (Por favor no te detengas)
Golpe tres....
Golpe cuatro, golpeó la bola y esta entró. (Ganamos).
Si bien no me puse a brincar, si los irrité con mi actitud engreída.
- ¿Decían? – Pregunté con sorna y Paolo estiró la mano para recibir el dinero.
Daniel los colocó con ira en su mano, Paolo se iba a dejar ir contra él pero lo tranquilice poniendo mi mano en su hombro mientras Miller y yo nos mirábamos casi retándonos con la mirada.
- ¿Qué haces en este bar, Miller? – Lo cuestioné.
Tenía toda la noche reteniendo esa pregunta en mi mente.
- ¿Acaso no puedo salir a divertirme? – Preguntó con un dejo de ironía.
Sonreí levemente, en verdad era extraño.
- ¿A un bar? – Dije mientras levantaba una ceja.
Un tipo, unos metros atrás, buscaba problemas con algún incauto que había hecho algo que lo molestase. De seguro era Hook, un chico un poco más mayor que nosotros.
Tan grande como un muro y tan duro como el asfalto, 23 años de vandalismo, más bien de destrucción masiva. Luego se escuchó cómo se quebró una botella... Hook se la había quebrado en la cabeza del otro muchacho. Mejor demostración de que este no era lugar para ellos no podría haber conseguido.
- Tú estás aquí, ¿No? – Dijo un poco intimidado.
- ¡Hey, Hook! – Le hablé y este me escuchó al otro lado del lugar.
Soltó al chico, el cual sangraba a chorros y alguien más lo auxilió, mientras Hook caminaba intimidante hacia nosotros. Se paró a un lado de mí y volteó a ver despectivamente a ver a Miller. Saludó a Paolo y Matthew amigablemente como siempre era con nosotros.
- ¿En qué te puedo ayudar, Adrien? – Dijo con servicial vehemencia y mirando con toda su ira hacia Miller y su amigo... Adams, creo.
- En realidad quería pedirte que llevaras a tu... "amigo" fuera para arreglar sus asuntos. Ya sabes, estas poniendo a "los nuevos" un poco nerviosos. – Miró con los ojos entrecerrados y casi arrojando llamas por ellos a los dos.
Ellos solamente se quedaron quietos, inmóviles como estatuas.
Como si tuvieran enfrente a un toro salvaje y ellos solo tuvieran la manta roja y no la espada en la mano.
- Nosotros ya nos vamos – Dijo Miller con su mirada fija en mí – Solo quería verte en tu... ambiente – Y cuando terminó de hablar, se volteó hacia la puerta.
- Hook – Solamente dije y este se paró frente a ellos impidiéndoles el paso.
Miller se giró a verme, estaba tranquilo. Más de lo que me hubiese gustado.
- ¿A qué has venido exactamente? – Pregunté firme.
- Te lo he dicho, a verte.
- ¿Acaso te gusto? – Dije lascivo y con sorna.
Todos a nuestro alrededor rieron haciendo que Miller se sonrojara un poco.
- Te vi caminando con Emery, solo quería conocerte un poco más.
- ¿Y tú qué eres de ella? – Pregunté más interesado de lo que en verdad debería estar.
- Un... muy cercano amigo – Dijo y me sonrió. Lo miré fijo, desafiante.
- Bueno, un muy cercano amigo, mejor te vas antes de que decida que necesitas dormir en un hospital para que aprendas a no meterte en mis asuntos – Lo amenacé.
- No me malinterpretes – Respondió – Tú no me interesas en lo más mínimo, es Em por quién estoy aquí.
- ¿Acaso ella te mandó? – Pregunté, cada vez más a la defensiva. Él soltó una leve risa.
- No, ella está muy ocupada como para pensar en ti.
- ¿Eso crees? – Pregunté burlón.
Su mirada cambió notablemente.
- ¿A qué te refieres?
- Nada, nada – Contesté haciéndome el interesante – ¿Y qué es lo que piensas después de esta noche? – Volví a preguntar burlonamente.
- No eres su tipo – Respondió secamente y se fue.
- ¿Lo seguimos? – Preguntó Hook.
- A sus motos. – Respondí.
- Un delito más y el juez revoca la sentencia, Adrien. – Dijo Matt como si fuera la voz de mi conciencia.
- Lo sé... pero no haremos nada. Un susto nunca le ha hecho mal a nadie – Dije inocente.
- Mejor te quedas, vamos, te invito yo – Insistió y Paolo pidió las cervezas.
- Él tiene razón Adrien, si deseas pelear sabes que tendrás que hacer que él de el primer golpe.
Matt lo miró con los ojos envenados.
- Me uno a la masacre solo si prometes que te cuidarás la espalda y no harás estupideces surgidas solo por el impulso. – Acotó Matt.
Rechiné los dientes.
- ¿Qué pasa Dear? – Preguntó Hook – ¿Ahora le temes a la policía?
- No bromees Hook – Le dije fastidiado y él se volvió a sus asuntos – ¿Y ahora? ¿Qué demonios haremos? – Dije enfadado y aún enojado por la inoportuna visita de aquel tipo después de algunas cervezas.
- Relájate hermano... solo es un imbécil.
Paolo palmeó mi hombro mientras tomaba un poco más de cerveza. Agarré mi vaso y también tomé.
- ¿De dónde conocerá a Emery? – La pregunta salió sola de mi garganta.
- Quizá sean amigos de la infancia – Habló Matt.
- Lo que sea, ese tipo es un idiota – Sentencié.
- Si, y su lacayo Adams también – Agregó Romanov.
- Aun estamos a tiempo de ir tras ellos – Me dijo Hook, tentándome más de lo que realmente debía.
Tenía demasiadas ganas de ir tras ellos y enseñarles lo que es bueno.
- Ya Hook, deja de tentarlo. – Le pidió Paolo.
- Eres un aburrido – Le dijo.
- Es temprano aun... solo será un poco de diversión – Insistí.
Mi amigo Dear negó con la cabeza.
- Es lunes, hay que volver.