Uno
Adrien
Normalmente no me molesto en llegar temprano a la Universidad, pero dado el caso de que estoy a punto de repetir el semestre debido a las faltas, he decidido bendecirlos con mi presencia. En otras universidades no tendría por qué preocuparme, solo haría falta que aprobara el examen, y nada más. Lo cual es más que sencillo tomando en cuenta que sencillamente tendría que coquetear un poco con alguna chica de la clase y así conseguir sus apuntes, estudiar un poco y sacar un limpio y merecido diez. Cosa fácil teniendo en cuenta que mi coeficiente intelectual es más elevado que del promedio. Pero mi padre tenía que persuadirme, y hacerme entrar a esta estúpida Universidad de carácter formativo.
Debo llevar este estúpido uniforme y esta corbata boba, para que me dejen siquiera entrar al campus. Este lugar tiene tres grandes características horrendas:
1. El cupo de alumnos es extremadamente limitado, necesitas ser heredero de una sustancial fortuna, hijo de político o ser un genio becado para pagar la matrícula (yo soy ambas).Todos en el campus se conocen por lo menos los nombres, y no importa si la carrera es distinta. Debido a los pocos alumnos eso no es problema. Y es algo normal tomando en cuenta que en una Universidad pública hay alrededor de 10.000 alumnos o más y en esta apenas somos 2.257.
2. Todas las chicas son iguales, las típicas chicas tontas e interesadas que al parecer solo van a la Universidad para ver que pueden agarrar como material de marido o las aburridas que se la pasan en la biblioteca.
3. Las malditas restricciones y los estúpidos talleres que te obligan a cursar, solo para complicarte un poco más la existencia. Pero supongo que puedo tolerarlo un poco. Lo único que no soporto es la rutina y las chicas plásticas y estúpidas de esta escuela.
Los hombres también son unos idiotas en su mayoría, pero por lo menos tengo un par amigos en este infierno. Podría decirse que somos buenos amigos por el simple hecho que los tres detestamos a nuestros padres y que odiamos la Universidad en la que estamos.
Matthew Dear es el hijo de un importante empresario que maneja nada más y nada menos que la industria textil más grande del mercado. Y Paolo Romanov es el hijo de un diplomado y rígido ingeniero. Ambos poseen una gran fortuna.
- Pensé que ya se habían deshecho de ti Adrien. – Me saludó Matthew en el estacionamiento de la escuela. Él se estaba fumando un cigarrillo y jugaba con el encendedor al lado de su auto BMW z4 color n***o.
- Ya viste que no - Le contesté y le quité el encendedor en una de las veces que lo lanzo hacia arriba. Entrecerró los ojos en mi motocicleta y luego me miró con la misma suspicacia.
- ¿Estrenando Ducati? – Dijo sorprendido.
No es tan extraño que la gente estrene vehículo en esta Universidad, es como si cambiaran de calcetines. Pero en mí si era extraño. Me encogí de hombros.
- Me confiscaron la Harley y la otra – Le contesté enfurecido y él soltó una carcajada – Así que fui a comprar a esta preciosura.
- Vaya te encantaban esas motos. Pero era de esperarse algo así, ¿Cómo se te ocurre entrar a las áreas verdes con la Harley? Les has causado un gran dolor de cabeza a los jardineros.
- Se me había hecho tarde como muchas de las otras veces – Le contesté y saqué un cigarro de la caja que traía en la chaqueta. Lo encendí con su encendedor.
- Ahí viene Paolo. – Dijo él mientras yo aspiraba el agrio sabor de mi cigarrillo.
Me giré y sí, ahí estaba él en su Hummer. Se bajó de ella con una sonrisa de autosuficiencia. Seguro tenia buenas historias de su fin de semana.
- ¡Hey! – Nos saludó y se acercó a nosotros mientras iba encendiendo su propio cigarrillo – ¿Cómo están sucias?
- No tan sucias como tú – Le respondí – Seguro tienes alguna aventura que te este revoloteando en la cabeza para el próximo fin de semana.
- Y estas en lo correcto pequeño saltamontes – Dijo y me dio unas palmaditas en la cabeza como si fuese un niño pequeño. Lo tome el brazo y se lo torcí en una posición totalmente incómoda.
- ¿Quieres soltarme, maldito? – Se quejó.
- No tengo la culpa de que tengas reflejos tan lentos — Me burlé y lo solté.
Trató de darme un puñetazo pero no lo logro, yo me moví más rápido.
- Cuando menos lo esperes me vengare de ti, suripanta — Me amenazó.
- ¿Quieren dejar sus juegos para otro momento? – Pidió Matthew, mientras tiraba la colilla del cigarro y la pisaba — Sabes que Adrien te ganara de todos modos, Romanov.
- Es un pandillero horrendo, tienes razón Matthew. — Dijo bromeando mientras imitaba la voz de una típica chica de la Universidad y llamaba a Matthew por un nombre de mujer.
Matthew solo revoleo los ojos y lo dejó pasar.
- Es hora de entrar a clases —Sentencio él.
- ¿Ya pasó la primera hora? — Pregunté sin esperanzas.
No había de otra, tenía que entrar.
Normalmente me ausentaba a las primeras dos horas y si deseaba ni siquiera asistía en todo el día.
Pero después del ultimátum del director por mis ausencias y la amenaza de mi padre de ponerme un tutor, obligarme a asistir a un curso de idiomas y hacerme trabajar con él durante las vacaciones, accedí amablemente.
Me aflojé la corbata y comencé a caminar hacia el edificio con los chicos a mis lados.
- No, aun no — Me respondió el moreno.
- ¿Alguna novedad? — Pregunté mientras comenzábamos a caminar. Me habían suspendido por un mes por entrar a las áreas verdes con mi moto.
- Hay una chica nueva en la clase — Dijo Paolo y yo revolé los ojos.
- Más de lo mismo — Susurré lo suficientemente algo como para que ambos me escucharan.
- En realidad esta chica es... distinta — Dijo Dear mientras girábamos en el sendero hacia el edificio.
- ¿Acaso tiene una verruga en la nariz? — Pregunté irónico.
- ¿Bromeas? — Preguntó Paolo — Esta sin problemas — Aseguró. Yo alcé una ceja.
- Tenemos un primer caído ante las chicas de esta escuela — Le afirmé a Matthew.
Los tres hallábamos a las chicas de aquí poco interesantes y demasiado irritantes. Estábamos de acuerdo en que la única forma en la que las soportábamos era en posición horizontal. Exacto, acostados en un colchón.
- Puedo decirte que Paolo tiene razón... es bonita.
Entramos al edificio y me detuve a unos pasos antes de la puerta. Los chicos se detuvieron delante de mí.
- ¿Qué sucede? — Preguntó Matthew.
- Mi tormento personal está detrás de esa puerta — Dije angustiado.
- ¿Qué? — Preguntó desconcertado.
- Se refiere a Leila — Le explicó el otro — Él la sedujo, se acostó con ella y ahora la chica está obsesionada con regenerarlo y casarse con él.
- ¿Es la chica de la que nos hablaste la semana pasada? — Preguntó Matt mirándome.
- Si, ¿Tú como sabes quién es? — Le pregunté a Paolo.
Podíamos hablar de nuestras experiencias sexuales, pero nunca mencionábamos los nombres de las susodichas. Eso no era de caballeros.
Aunque las chicas solían descubrirse solas al obsesionarse con nosotros convirtiéndolo en un juego por sí solo "haber si descubres quien fue esta semana".
Aunque claro, el juego no duraba mucho, normalmente no pasaba del mediodía cuando ya deducíamos quien había sido la conquista de esa semana.
- Porque la chica desde la semana pasada no hace otra cosa que preguntarme por ti. No sé cómo no he terminado haciéndole una descortesía — Dijo Paolo.
Los tres pensamos lo mismo 'tratarla como la zorra que es'. Lo cual es muy peligroso estando en esta escuela, ya que nuestros padres son tan ricos que conviene tener una buena relación con todos. Nunca se sabe quién es hijo de un posible socio o quien en esta escuela es un posible futuro negocio o cliente.
- ¿Crees que aun lo recuerde? — Pregunté inocente.
- Tal vez si, tal vez no — Contestó Paolo.
- ¿Y si lo recuerda? ¿Qué hago?
- No lo sé — Me contestó él.
- No me estás ayudando — Le dije entrecerrando mis ojos para mirarlo mal.
- ¿Y cómo quieres que te ayude? Tú solito te lo buscaste.
- Y te haces llamar mi amigo — Dije.
- Ya, ya — Nos calmó Matt— Solo hay una manera de poder saberlo — Respondió y abrió la puerta.
Ya todos estaban dentro del salón, hasta la profesora estaba ahí. Una vez más habíamos llegado tarde. Entramos y sin decir nada nos sentamos en nuestros respectivos lugares, al fondo de la clase.
Pude sentir la mirada de Leila sobre mí y me juré a mi mismo nunca más volver a hacerlo con una chica de la misma clase... Bueno no, en realidad nunca sigo mis propias imposiciones. Soy egoísta y solo pienso en el momento.
Si ellas quieren ilusionarse con que su amor me hará abandonar el cigarrillo, la bebida, las mujeres y que harán de mí un hombre responsable y de bien, yo no soy quien para desengañarlas.
Especialmente cuando este pensamiento las conduce más rápidamente a mi cama.
- Lo siento, he llegado tarde — Dijo disculpándose con la profesora una chica de tez blanca.
Debía ser la chica nueva de la que hablaban Matt y Paolo. Es bella, bonita, pero lo dejé pasar.
Ella tarde o temprano hallaría la forma de abordarme.
Las chicas con sus características normalmente son las que más sueñan con hallar a su sapo (yo) y convertirlo en príncipe (yo en los eventos sociales de mi padre).
- A ver si aprenden ustedes tres de esta chica — Nos reprendió la profesora de estadística descriptiva.
Ni en mis peores pesadillas me imaginé que derecho sería tan aburrido, pero todo sea por quedarme con el dinero de mi padre. Todo sea por hacer lo que él me pide y que no le haga daño a ella.
- No entiendo por qué — Me hice el inocente — ¿Acaso no llegamos nosotros antes que ella?
Toda la clase me volteo a verme, que me encontraba en el último banco de la fila del medio.
- Usted sabe a qué me refiero, Ricci ¿Qué es eso de llegar y no disculparse por su retraso? Eso es una descortesía — Me contestó.
Torcí el gesto y me levante 'Estúpida universidad formativa'.
- ¡Fuera de mi clase, Ricci! — Me gritó exasperada.
- ¿Ves? No querías que lo supieran — Le dije.
- ¡Que salgas de mi clase! —Gritó otra vez enojada.
- Bien, ya me voy — Le dije.
Fui por mis libros y mis cosas. Miré a toda la clase y seguían mirándome sin poder creerlo.
Volví mi vista a la nueva, ella tenía su atención en otra cosa. Al parecer mi forma de comportarme no la había sorprendió. Solo la estaba fastidiando.
- Apúrate Ricci. — Me exigió la profesora.
- ¡Ya, ya voy! — Dije exasperado.
Caminé entre los bancos y me acerqué a la nueva. Ella levantó su vista y me miró. Frunció el ceño y le sonreí levemente.
Me incliné un poco y la besé en los labios. Sus ojos estaban bien abiertos al igual que los míos.
Se quedó quieta sin hacer nada.
Escuché los murmullos de mis compañeros y a lo lejos la risa de Matthew. Mordí un poco su labio inferior y luego rocé un poco mi lengua cuando ella abrió los labios un poco más.
- ¿¡Qué estás haciendo Ricci!? — Me gritó la profesora.
- Bienvenida chica nueva — Le susurré.