Me acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé. Busqué a Carla con la mirada y despacio me acerqué a ella. —Carla, necesito hablar contigo —le dije. Ella me miró. —Luego continuamos muchachas —les dijo a las modelos que me echaron una devoradora mirada, como si yo fuera algo de comida. Aunque si lo soy, en este momento me siento como un yogurt caducado — ¿Qué sucede pequeño? —Car, renuncio —solté lo que tenía pensado sin ninguna traba. Sus ojos se abrieron bien. — ¿Qué? Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres el mejor ayudante que he tenido en años, Adri! —me dijo —Lo sé, lo sé, no hay nadie como yo. Pero es lo mejor para mí, antes de que tu hija me vuelva completamente loco. — ¿Quieres que la amenaze un poco? —preguntó. —No, no. Eso no cambiaría mi problema —di