CAPÍTULO III Victoria hacía un gran esfuerzo para mantenerse despierta. El calor de la habitación, la comida y el vino que había consumido la hacían sentirse somnolienta. Comprendió que hacía mucho tiempo que no se sentía tan satisfecha. Era un gran regocijo el comer bien, no tener frío, ni sentirse sola y abandonada. Como en un sueño, oyó a Lynke ordenar más vino. Recordó, con un placer casi infantil, lo deliciosa que había estado la cena, y la tranquilidad de poder comer lo que quisiera, sin preocuparse de los otros invitados que había a la mesa de Lynke. Ninguno le había prestado ninguna atención. Por una parte, no hablaban inglés y no tenían idea de que ella hablaba su idioma. Por otra, tenían cosas más importantes en las que pensar que ocuparse de un chiquillo. Victoria miró hacia