Valeria se despertó lentamente, sabiendo instintivamente que algo era diferente esta mañana y tratando de determinar exactamente qué era. Abrió primero un ojo, luego el otro. Todo en su habitación se veía igual por lo que podía ver. Se dio la vuelta sobre su otro lado y detuvo su búsqueda en seco. Alejandro estaba en su cama.
Buscó frenéticamente en sus recuerdos una explicación. Sabía que habían llegado muy tarde a casa desde el club y que se había quedado dormida en el camino a casa. Recordó vagamente que la ayudó a subir a su apartamento, hurgó con las llaves y le ofreció un trago cuando finalmente entraron. Él se excusó y ella sirvió el agua y luego volvió a su habitación para prepararse para ir a la cama.
Estaba bastante segura de que se había quedado dormida antes de terminar la tarea y recordó que Alejandro la despertó para despedirse. Buscó más profundamente en su memoria y recordó que había insistido en que se quedara a pasar la noche, diciéndole que había espacio en su cama para dos. Al recordarlo, pudo sentir que su rostro se calentaba y estaba agradecida de que Alejandro todavía estuviera dormido.
Además, si su memoria era correcta, él la había ayudado a ponerse el pijama en el que ahora estaba antes de meterse en la cama junto a ella. Recordó su breve conversación y que se habían dado las buenas noches y luego se habían dado la vuelta para dormir. Su último recuerdo de la noche era muy débil. Justo antes de quedarse dormida lo había escuchado susurrar "Te amo, Valeria" tal como lo había hecho las tres noches anteriores.
La primera noche que él lo dijo, ella experimentó una gran confusión interna durante el resto de la noche, aunque sabía que él no tenía la intención de que ella lo escuchara. La segunda vez, se había quedado en silencio deliberadamente después de que se despidieron por teléfono, esperando a ver si él repetía el sentimiento. Ambos habían sentido una extraña mezcla de nervios y placer. Anoche, no lo esperaba, pero cuando llegó, las palabras la inundaron y calentaron un lugar en su corazón que apenas estaba comenzando a reconocer que existía.
Ya no dudaba de que se trataba de un pensamiento impulsivo suyo que había nacido de un encuentro emocional y físicamente estimulante, sin embargo, todavía no estaba segura de cómo o qué hacer con el conocimiento de su amor. Tampoco estaba completamente segura de cómo respondería si él alguna vez se lo dijera de forma consciente.
Por ahora, saboreó la cálida sensación que le dejaron, decidiendo que tal vez era mejor que él no lo supiera, ya que le permitía filtrar sus sentimientos primero sin ser presionada a responder.
—Buenos días, hermosa— dijo la voz cargada de sueño de Alejandro con una sonrisa.
—Hola— no estaba segura de cómo proceder, ya que todas las otras veces que se había despertado con hombres en su cama, habían pasado los primeros momentos de la mañana recordando el encuentro s****l que habían compartido la noche anterior.
—¿Has dormido bien? Parecías exhausta anoche.
—Sí. Dormí muy bien y gracias por atenderme anoche.
—No hay problema— le sonrió, haciendo que su corazón se sintiera como si estuviera latiendo de forma incorrecta— Sé que siempre me gusta que me ayuden cuando mi coordinación motora está inhibida.
—Tú...— se apoyó en un codo— ¿Te estás burlando de mí, Alejandro Vitale?
—¿Quién yo?— preguntó con fingido horror— Nunca.
—Tu tono dice lo contrario y estás tratando desesperadamente de contener esa encantadora sonrisa tuya. La cual sigo manteniendo que no tiene influencia sobre mí
—Oh, ¿en serio, Vale?— él miró con lascivia, renunciando a su moderación y pegando la ridícula sonrisa en su rostro.
—Si, en serio.
Mantuvo la sonrisa y avanzó lentamente hacia ella con todo su cuerpo.
—Querida— hizo que su voz fuera ronca y ella podía sentir su cuerpo reaccionando— No tienes idea de cuánto influencia puedo tener
—¿Es eso así?— ella levantó una ceja, sus caras ahora estaban a solo pulgadas de distancia.
—Oh, sí— siguió sonriendo y movió la mano debajo de las sábanas para rodear su cintura y acercarla a él— ¿Ves, Valeria? Puedo hacerte sentir cosas que nunca pensaste que fueran posibles— sintió su aliento en sus labios— Y esta sonrisa puede llevarte completamente bajo mi hechizo.
—¿Y qué hechizo podría ser ese?
—Éste.
Valera sintió más que verlo cerrar la brecha entre ellos y una vez más sus labios chocaron. Esta vez, sin embargo, hubo una falta de fiereza en su pasión intercambiada. Ya no estaban aliviando la tensión acumulada ni iniciando una relación que había tardado años en desarrollarse. En cambio, la pasión era constante, pero controlada.
Las manos recorrieron sus cuerpos y se sorprendió gratamente de que él estuviera vestido solo con sus bóxers. La suavidad de su espalda era tentadora, al igual que sus músculos pectorales extremadamente tonificados. Ella fue vagamente consciente de que él se quitaba la camisa y se deleitó con su jadeo de placer cuando encontró lo que estaba buscando.
Y entonces sonó el teléfono.
—Alejandro— jadeó ella alejándose un poco— El teléfono está sonando.
—Déjalos que dejen un mensaje— dijo, jadeando— Puedes volver con ellos más tarde.
—Es tu teléfono, lo más probable es que esté relacionado con el trabajo
Alejandro gimió e intentó controlar su respiración.
—Bien— la levantó suavemente de encima de él— pero continuaremos con esto.
Ella asintió, dándole un último beso antes de soltarlo.
Rebuscó entre su ropa hasta que encontró el teléfono
—Vitale— contestó
Hubo una pausa mientras la voz en la otra línea respondía.
—Sí, Charlie, ¿qué está pasando?— él la miró disculpándose mientras el hombre del otro lado divagaba sin tener idea de lo que acababa de interrumpir.
—¿Donde?— quería saber a continuación.
Valeria se levantó de la cama y comenzó a elegir su guardarropa para el día, lo que provocó que Alejandro frunciera el ceño cuando se puso la parte de arriba del pijama.
—Uh, huh— respondió Alejandro de nuevo— Sí, Charlie, lo tengo— otra pausa— Me pondré en contacto con el laboratorio, solo asegúrate de que nadie toque nada.
Escuchó la pregunta en la voz de Charlie y Alejandro se rió
—Sí, la Dra. Valeria no estaría feliz en absoluto. Bueno, tengo que irme, así que te llamaré cuando tengamos una idea más clara de lo que esta pasando.
Los dos colgaron.
—Tengo que llamar a Sonia— le dijo Alejandro.
—¿Se encontró un cuerpo?
—Sí, en algún pueblo de Podunk en Maryland.
—No sé lo que eso significa
—El lugar apenas aparece en el mapa, es muy pequeño. De todos modos, tengo que llamar a Sonia y avisarle.
—¿Qué vas a decirle?— esperaba que él se diera cuenta de que no se refería al caso.
Él sonrió
—No te preocupes, no le diré nada que no quieras que le diga— ella asintió, satisfecha— E incluso inventaré una excusa para que llegues tarde si quieres.
Ella echó un vistazo al reloj. Ni siquiera con buen tráfico llegaría en los quince minutos que le quedaban para llegar a tiempo al trabajo.
—No me importaría en lo más mínimo— dijo.
—Está bien, pero quiero una recompensa en donde lo dejamos
—Creo que puedo arreglar eso.
Recogió la ropa que había seleccionado y se dirigió al baño para darse una ducha rápida, dejando a Alejandro a cargo de las cosas con Sonia.
Mientras el agua fluía sobre ella, comenzó a preguntarse qué habría ocurrido si el teléfono no los hubiera interrumpido. Claramente habían estado en camino de eliminar cada línea que se había trazado en el pasado. La experiencia había sido estimulante y aterradora mientras sopesaba las implicaciones de que se hicieran íntimos.
Por mucho que su discurso de la otra noche la había alentado a seguir adelante con su relación, todavía no estaba segura de cuánto cambiaría una vez que cruzaran esa línea. Su cita de anoche posiblemente había sido la más divertida que había tenido en su experiencia de citas. Él había sido un maravilloso compañero intelectual y ella también había disfrutado bailando con él.
No era una mojigata cuando se trataba de asuntos sexuales, pero en el fondo de su mente continuaba dándole vueltas a la idea de que, si bien eventualmente podía dejar que los recuerdos de la cantidad de citas que tuvieran se desvanecieran y se volvieran relativamente indoloros, no podría hacer lo mismo una vez que se acostaran juntos. Incluso los momentos que ya habían compartido estarían con ella durante semanas, meses, posiblemente incluso años por venir.
Se sacudió la duda y completó su ducha, determinando que ahora no era el momento de contemplar este tema de peso. En algún lugar de Maryland, una persona había perdido la vida y merecía el cien por ciento de su atención y energía hasta que descubriera la naturaleza de su muerte y, si era necesario, ayudar a Alejandro a llevar al asesino ante la justicia.
—¡Valeria!— escuchó llamarla desde afuera de la puerta del baño.
—¿Sí?— ella la abrió para él, decidiendo que no le importaría el hecho de que aún no se había puesto los pantalones.
—Creo que tomaste mi ropa junto con la tuya— dijo, notando sus piernas desnudas y guiñando un ojo con aprobación.
—Oh, sí. Las colgué al vapor.
—¿Qué?
—Bueno, estaban arrugados por haberlos dejado en un montón en el suelo durante un período prolongado, así que los colgué aquí— él todavía parecía confundido, por lo que ella continuó— El vapor libera las arrugas en la tela y hace que parezcan lisas. Como no trajiste un cambio de ropa contigo, determiné que no desearías usar un traje arrugado a donde sea que vayamos a continuación.
—Oh, caramba, gracias— inspeccionó el traje y pareció sorprendido de que ella estuviera en lo cierto— Mira, le dije a Sonia que te recogería y que íbamos a desayunar antes de registrarnos en el laboratorio.
—¿Así que el desayuno será café y cualquier golosina que decidas comprar en nuestro camino?
—Más o menos, aunque la mayoría de la gente los llama donas, ¿sabes?— sonrió burlonamente.
—Eso he oído— se aplicó el maquillaje y se volvió hacia él— ¿Te gustaría tomar una ducha antes de que nos vayamos?
—Probablemente debería, viendo cómo las cosas se estaban calentando un poco allí atrás
Ella se sonrojó, pero permitió que la besara antes de salir del baño.
En diez minutos ambos estaban listos y en camino al laboratorio para recoger su equipo antes de dirigirse a la escena del crimen.