Lucero Hace mucho que no permanecía en silencio durante la cena, pero no podía dejar de pensar en Rosario y Omar. Si bien es cierto que tuve mis sospechas de que ella podía ser el puente en la situación considerando lo que encontré hasta ahora, en ningún documento apareció el nombre de Omar Qattan, hasta parecía un pésimo chiste de la vida que ellos tuvieran algo que ver, sin embargo, el mayor problema ahora era que ella y Ramiro estaban de regreso y, por ende, yo debía volver a la casa de él dificultándome la oportunidad de salir tan fácilmente como antes, eso sin mencionar que Ali todavía tenía mucho por decirme. —¿Hija? —la mano de mi padre se posó sobre la mía. —¿Estás bien? Te ves un poco pálida —¿¡Pálida!? Si tan solo supiera que estoy que me desmayo de la impresión, aunque quizás